1
Trato de oscurecer con mi sombra
la tierra del exilio,
mi tierra,
ocultarme a la memoria vacía.
No tengo origen.
Formo con mis hermanas
un muro inabordable.
Nos cegamos a la tierra
que alarga el día de luminoso júbilo,
a sus ojos brillantes
donde brotan ciruelas jugosas
y dulces,
los animales cálidos y huidizos;
al día de paredes traslúcidas,
de corrales abiertos
y campos poseídos por el secreto
que han murmurado las semillas al abrirse
He llegado al término de mi sombra:
el día tiene abiertos los muslos
y se entrega al gozo insaciable
de los hombres.
2
En medio de este estruendo,
del golpeteo de las alas locas
del viento sobre el llano,
del silbido deslumbrante
con el que el río corteja
a las plácidas nubes,
los hombres recuestan su cuerpo amoroso
sobre el torso del día,
hacen de la mañana al ritmo de su cuerpo.
Y nosotras,
hechas de un material que se resiste
al cortejo del tiempo,
templadas en el silencio firme,
tratamos de permanecer
aunque no tenemos casa,
aunque estamos desprovistas
frente al cauce ajeno.
Nos trenzamos entre nosotras
los labios con los labios:
ésta es la palabra de las tres:
nuestra palabra.
(Oigo un crepitar en el fuego:
los pechos de las mujeres
se desprenden del deseo
como frutos maduros.
Los pechos de las mujeres:
panes recién cocidos.)
Carmen Boullosa