Vámonos, corazón, hemos perdido,
ya nunca espigarán tus ilusiones.
Recoge tu esperanza y tus canciones
y partamos en busca del olvido.
Vámonos, corazón, ya tu latido
sólo podrá contar renunciaciones.
Guarda su nombre con tus oraciones
y si debes sangrar, sangra escondido.
Vámonos, corazón, tu fe no existe.
Al fin y al cabo tu naciste triste
y triste en cualquier puerto morirás.
Vámonos, corazón, ya no la esperes.
Bendice su recuerdo si así quieres,
pero marchemos sin mirar atrás.
Jorge Robledo Ortiz