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19 de julio de 2011

LA FUNCION DE VACAS


Grande alboroto, mucha confusión,
voces de «Vaya» y «Venga el boletín»,
gran prisa por sentarse en un tablón,
mucho soldado sobre su rocín;
ya se empieza el magnífico pregón,
ya hace señal Simón con el clarín,
el pregonero grita: «Manda el Rey»,
todo para anunciar que sale un buey.

Luego el toro feroz sale corriendo
(pienso que más de miedo que de ira);
todo el mundo al mirarle tan tremendo,
ligero hacia las vallas se retira;
párase en medio el buey, y yo comprendo
del ceño con que a todas partes mira
que iba diciendo en sí el animal manso:
«Por fin, aquí me matan y descanso.»

Sale luego a echar plantas a la plaza
un jaque presumido de ligero;
zafio, torpe, soez, y con más traza
de mozo de cordel que de torero;
vase acercando al toro con cachaza;
mas no bien llega a ver que el bruto fiero
parte tras él furioso como un diablo,
vuelve la espalda y dice: «Guarda, Pablo.»

Síguese a tan gloriosa maravilla
un general aplauso de la gente;
uno le grita: «Corre, que te pilla»;
otro le dice: «Bárbaro, detente.»
Y al escuchar lo que el concurso chilla,
iba diciendo el corredor valiente:
«¿Para qué os quiero, pies? dadme socorro.
¿No es corrida de bestias? Pues yo corro.»

A las primeras vueltas ya se halla
el toro solo en medio de la arena;
por no saber qué hacerse, va a la valla,
a ver si en algún tonto el cuerno estrena;
mas desde allí la tímida canalla,
que estando en salvo de valor se llena,
al pobre buey ablandan el cogote,
unos con pincho, y otros con garrote.

En esto, con su capa colorada
sale a la plaza un malcarado pillo;
puesto en jarras, la vista atravesada,
y escupiendo al través por el colmillo,
dice con una voz agacharada:
«Echen, échenme acá el animalillo»;
mas viene el buey; él piensa que le atrapa;
quiere echarle la capa, pero escapa.

Hecha al fin la señal de retirada,
que en otras partes suele ser de entierro,
pues muere el animal de una estocada
o a las furiosas presas de algún perro,
sale el manso y pastor de la vacada,
y al reclamo del áspero cencerro,
la plaza al punto el buey desembaraza,
quedando otros más bueyes en la plaza.

Juan Bautista Arraiza