CafePoetas es un Blog sin animo de lucro donde se rinde homenaje a poetas de ayer, hoy y siempre.

31 de agosto de 2009

PARA NO REGRESAR



Desciende el poeta desde la alta colina
que levantó su corazón.

Baja del cielo con el dolor de todos los hombres,
de donde había ascendido en carruaje de oro,
escoltado de colibríes que anunciaban su alegría.

Viene de donde construyera con sus manos,
con sus manos que ya no eran las suyas,
el más hermoso altar de adoración.

Desata la tempestad sobre la tierra,
y entre el diluvio de sus lágrimas
percibe el arco-iris.

Pero es en vano, pues baja solitario,
con la tristeza de todos los hombres.

Y aunque inmenso es su dolor
y sueñe con volver a su altar,
él sabe que debe decir adiós
para no regresar.

Raúl Gálvez Cuéllar.

TUS OJOS



Ojos indefinibles, ojos grandes,
como el cielo y el mar hondos y puros,
ojos como las selvas de los Andes:
misteriosos, fantásticos y oscuros.

Ojos en cuyas místicas ojeras
se ve el rostro de incógnitos pesares,
cual se ve en la aridez de las riberas
la huella de las ondas de los mares.

Miradme con amor, eternamente,
ojos de melancólicas pupilas,
ojos que semejáis bajo su frente,
pozos de aguas profundas y tranquilas.

Miradme con amor, ojos divinos,
que adornáis como soles su cabeza,
y, encima de sus labios purpurinos,
parecéis dos abismos de tristeza.

Miradme con amor, fúlgidos ojos,
y cuando muera yo, que os amo tanto
¡verted sobre mis lívidos despojos,
el dulce manantial de vuestro llanto!

Julio Flores

LA POESIA 2



Inmóvil en la luz, pero danzante,
tu movimiento a la quietud que cría
en la cima del vértigo se alía
deteniendo, no al vuelo, sí al instante.

Luz que no se derrama, ya diamante,
fija en la rotación del mediodía,
sol que no se consume ni se enfría
de cenizas y llama equidistante.

Tu salto es un segundo congelado
que ni apresura el tiempo ni lo mata:
preso en su movimiento ensimismado

tu cuerpo de sí mismo se desata
y cae y se dispersa tu blancura
y vuelves a ser agua y tierra obscura.

Del verdecido júbilo del cielo
luces recobras que la luna pierde
porque la luz de sí misma recuerde
relámpagos y otoños en tu pelo.

El viento bebe viento en su revuelo,
mueve las hojas y su lluvia verde
moja tus hombros, tus espaldas muerde
y te denuda y quema y vuelve yelo.

Dos barcos de velamen desplegado
tus dos pechos. Tu espalda es un torrente.
Tu vientre es un jardín petrificado.

Es otoño en tu nuca: sol y bruma.
Bajo del verde cielo adolescente
tu cuerpo da su enamorada suma.

Octavio Paz

TRISTE MUY TRISTEMENTE



Un día estaba yo triste, muy tristemente
viendo cómo caía el agua de una fuente;

era la noche dulce y argentina. Lloraba
la noche. Suspiraba la noche. Sollozaba

la noche. Y el crepúsculo en su suave amatista,
diluía la lágrima de un misterioso artista.

Y ese artista era yo, misterioso y gimiente,
que mezclaba mi alma al chorro de la fuente.

Rubén Darío

TRIUNFO DE AMOR



Fuga

Hagan plaza, den entrada,
que viene triunfando Amor
de una batalla mortal
en que ha sido vencedor.


Romance

Una soberbia hermosura
armas contra Amor previene,
por huir del dulce yugo
que ha domado tantas frentes.

Con los rayos de sus ojos
al sol venció muchas veces,
y con victorias tan grandes
bien pudo desvanecerse.

Y viendo al Amor desnudo
persuadióse fácilmente
que de los más flacos bríos
no pudiera defenderse.

Que no es posible que haya
en denudez tan patente
herida que al tierno niño
dolor o sangre no cueste.

Tuvo por vanas sus flechas,
que como es ciego parece
que sólo del aire vago
serán cometas lucientes.

Pues una vez que le hirieron
fue tan sin riesgo, que en breve
aun no quedó en la memoria
señal que la herida acuerde.

Presentóle la batalla,
mas con halago valiente
el niño dios resistía
sin amenazas crueles.

Y en vez de bronces bastardos
hace que en su campo suene
dulce voz, que la victoria
le previno desta suerte:

Desarmado y ciego, Amor
vencerá mejor.

Corrióse de su arrogancia
la hermosísima rebelde
y al honor pone en el campo
que le venza y atropelle.

¡Qué dura fue la batalla!
Mas el honor tuvo siempre
la desdicha de inclinarse,
y un niño entonces le vence.

Retirándose el recato,
más que cobarde, prudente
lidiaba, pero no pudo
en una ocasión valerse.

Acometiéronle juntos
una tropa de desdenes,
mas del honor rebatidos
unos huyen y otros mueren.

Ya está cerca de rendida
la bella airada, ya teme,
ya se defiende sin brío,
mas con todo se defiende.

Su entendimiento animoso
al duro combate viene,
mas cegóse con el humo
del fuego que Amor enciende.

Del respecto acompañada
la libertad te acomete.
Vino Amor con ella a brazos
y rindiósele obediente.

Vencida llora la ingrata
y sobre una alfombra verde
vertió por lágrimas perlas,
pero dulcísimamente.

Con tan preciosa victoria,
Amor ufano y alegre
manda que en dulce armonía
su gloria y triunfo celebren:

Desarmado y ciego, Amor
vencerá mejor.

Tirso de Molina

NADIE MOJABA EL AIRE



Nadie mojaba el aire
tanto como mis ojos.
Me decías: "¿Trabajas?"
Me decías: "¿Ya es la hora del té?"
Y yo no te decía: "Te amo";
no te decía:
"Eres todo lo que tengo";
no te decía:
"Eres la única rosa en la que caben
todas las primaveras".
Me decías:
"Adiós, hasta mañana".
O me decías:
"¿Necesitas algo?".
Y yo no te decía:
"Me estoy muriendo
de amor... me estoy muriendo".
Nadie mojaba el aire
como yo.

Antonio Gala

EL CUPIDO Y EL CRANEO




Cupido está sentado sobre el cráneo
De la Humanidad,
Y sobre este trono el profano,
Con risa desvergonzada,

Sopla alegremente burbujas redondas
Que suben en el aire,
Como para alcanzar los mundos
En el fondo del éter.

El globo luminoso y frágil
Toma un gran impulso,
Estalla y escupe su alma sutil
Como un sueño dorado.

Escucho al cráneo, en cada burbuja
Rogar y gemir:
—"Este juego feroz y ridículo,
¿Cuándo debe concluir?

Porque lo que tu boca cruel
Desparrama en el aire,
Monstruo asesino, es mi cerebro,
¡Mi sangre y mi carne!"


Charles Baudelaire

CRIATURA DE ISLA



Rodeada de mar por todas partes,
soy isla asida al tallo de los vientos...
Nadie escucha mi voz, si rezo o grito:
Puedo volar o hundirme... Puedo, a veces,
morder mi cola en signo de Infinito.
Soy tierra desgajándome... Hay momentos
en que él me ciega y me acobarda,
en que el agua es la muerte donde floto...
Pero abierta a mareas y a ciclones,
hinco en el mar raíz roto.
Crezco del mar y muero de él... Me alzo
¡para volverme en nudos desatados...!
¡Me come un mar batido por las alas
de arcángeles sin cielo, naufragados!

Dulce Maria Loynaz

ERES AMOR



Eres, amor, el brazo con heridas
y la pisada en falso sobre un cielo.

Eres el que se duerme, solitario,
en el pequeño bosque de mi pecho.

Eres, amor, la flor del falso nombre.

Eres el viejo llanto y la tristeza,
la soledad y el río de la virtud,
el brutal aletazo del insomnio
y el sacrificio de una noche ciega.

Eres, amor, la flor del falso nombre.

Eres un frágil nido, recinto de veneno,
despiadada piedad, ángel caído,
enlutado candor de adolescencia
que hubiese transcurrido como un sueño.

Eres, amor, la flor del falso nombre.
Eres lo que me mata, lo que ahoga
el pequeño ideal de ir viviendo.

Eres desesperanza, triste estatua
de polvo nada más, de envidia sorda.
Eres, amor, la flor del falso nombre.

Efrain Huerta

30 de agosto de 2009

HAZAÑA



Todo,
todo,
en el aire,
en el agua,
en la tierra
desarraigado y ácido,
descompuesto,
perdido.
El agua hecha caballo antes que nube y lluvia.
Los toros transformados en sumisas poleas.
El engaño sin malla,
sin "tutu",
sin pezones.

La impúdica mentira exhibiendo el trasero
en todas las posturas,
en todas las esquinas.
Las polillas voraces de expediente cocido,
disfrazadas de hiena,
de tapir con mochila.
Las techumbres que emigran en oscuras bandadas.
Las ventanas que escupen dentaduras de piano,
cacerolas,
espejos,
piernas carbonizadas.

Porque mirad
sin musgo,
mi corazón de yesca,
qué hicimos,
qué hemos hecho
con nuestras pobres manos,
con nuestros esqueletos de invierno y de verano.

Desatar el incendio.
Aplaudir el desastre.
Trasladar,
sobre caucho,
apetitos de pústula.
Prostituir los crepúsculos.
Adorar los bulones
y los secos cerebros de nuez reblandecida...
Como si no existiera más que el sudor y el asco;
como si sólo ansiáramos nutrir con nuestra sangre
las raíces del odio;
como si ya no fuese bastante deprimente
saber que sólo somos un pálido excremento
del amor,
de la muerte.

Oliverio Girondo

EL PASTORCICO



Un pastorcico solo está penando
Ajeno de placer y de contento
Y en su pastora puesto el pensamiento
Y el pecho del amor muy lastimado.

No llora por haberle amor llagado
Que no le pena verse así afligido
Aunque en el corazón está herido
Mas llora por pensar que está olvidado.

Que sólo de pensar que está olvidado
De su bella pastora con gran pena
Se deja maltratar en tierra ajena
El pecho del amor muy lastimado.

Y dice el pastorcico: "¡Ay desdichado
De aquel que de mi amor ha hecho ausencia
Y no quiere gozar la mi presencia
Y el pecho por su amor muy lastimado!"

Y al cabo de un gran rato se ha encumbrado
Sobre un árbol do abrió sus brazos bellos
Y muerto se ha quedado asido de ellos
Del pecho del amor muy lastimado.

San Juan de la Cruz

EXPRES



Una corona yo me haría
De todas las ciudades recorridas
Londres Madrid París
Roma Nápoles Zurich

Silban en los llanos
Locomotoras cubiertas de algas

Aqui nadie ha encontrado

de todos los ríos navegados
Yo me haría un collar

El Amazonas El Sena
El Támesis El Rin

Cien embarcaciones sabias
Que han plegado las alas

Y mi canción de marinero huérfano
Diciendo adiós a las playas

Aspirar el aroma del Monte Rosa
Trenzar las canas errantes del Monte Blanco
Y sobre el Zenit del Monte Cenis
Encender en el sol muriente
El último cigarro

Un silbido horada el aire
No es un juego de agua

Adelante

Apeninos gibosos
Marchan hacia el desierto

Las estrellas del oasis
Nos darán miel de sus dátiles

En la montaña
El viento hace crujir las jarcias
Y todos los montes dominados
Los volcanes bien cargados
Levarán el ancla.

Vicente Huidobro

NOCTURNO EN QUE NADA SE OYE



En medio de un silencio desierto como la calle antes del crimen
sin respirar siquiera para que nada turbe mi muerte
en esta soledad sin paredes
al tiempo que huyeron los ángulos
en la tumba del lecho dejo mi estatua sin sangre
para salir en un momento tan lento
en un interminable descenso
sin brazos que tender
sin dedos para alcanzar la escala que cae de un piano invisible
sin más que una mirada y una voz
que no recuerdan haber salido de ojos y labios
¿qué son labios? ¿qué son miradas que son labios?
Y mi voz ya no es mía
dentro del agua que no moja
dentro del aire de vidrio
dentro del fuego lívido que corta como el grito.
Y en el juego angustioso de un espejo frente a otro
cae mi voz
y mi voz que madura
y mi voz quemadura
y mi bosque madura
y mi voz quema dura
como el hielo de vidrio
como el grito de hielo
aquí en el caracol de la oreja
el latido de un mar en el que no sé nada
en el que no se nada
porque he dejado pies y brazos en la orilla
siento caer fuera de mí la red de mis nervios
mas huye todo como el pez que se da cuenta
hasta ciento en el pulso de mis sienes
muda telegrafía a la que nadie responde
porque el sueño y la muerte nada tienen ya que decirse.

Xavier Villaurrutia

MUCHO MAS ALLA


¿Y si nos vamos anticipando
de sonrisa en sonrisa
hasta la última esperanza?

¿Y qué?
¿Y qué me das a mí,
a mí que he perdido mi nombre,
el nombre que me era dulce sustancia
en épocas remotas, cuando yo no era yo
sino una niña engañada por su sangre?

¿A qué, a qué
este deshacerme, este desangrarme,
este desplumarme, este desequilibrarme
si mi realidad retrocede
como empujada por una ametralladora
y de pronto se lanza a correr,
aunque igual la alcanzan,
hasta que cae a mis pies como un ave muerta?
Quisiera hablar de la vida.
Pues esto es la vida,
este aullido, este clavarse las uñas
en el pecho, este arrancarse
la cabellera a puñados, este escupirse
a los propios ojos, sólo por decir,
sólo por ver si se puede decir:
"¿es que yo soy? ¿Verdad que sí?
¿No es verdad que yo existo
y no soy la pesadilla de una bestia?".

Y con las manos embarradas
golpeamos a las puertas del amor.
Y con la conciencia cubierta
de sucios y hermosos velos,
pedimos por Dios.
Y con las sienes restallantes
de imbécil soberbia
tomamos de la cintura a la vida
y pateamos de soslayo a la muerte.

Pues esto es lo que hacemos.
Nos anticipamos de sonrisa en sonrisa
hasta la última esperanza.


Alejandra Pizarnik

LA TONADA DE LA SIERVA ENEMIGA



Cancioncita sorda, triste,
desafinada canción;
canción trinada en sordina
y a hurtos de la labor,
a espaldas de la señora;
a paciencia del señor;
cancioncita sorda, triste,
canción de esclava, canción
canción de esclava niña que siente
que el recuerdo le es traidor;
canción de limar cadenas
debajo de su rumor;
canción de los desahogos
ahogados en temor;
canción de esclava que sabe
a fruto de prohibición:
-toda te me representas
en dos ojos y una voz.

Entre dientes, mal se oyen
palabras de rebelión:
"¡Guerra a la ventura ajena
guerra al ajeno dolor!
Bárreles la casa, viento,
que no he de barrerla yo.
Hílales el copo, araña,
que no he de hilarlo yo.
San Telmo encienda las velas,
San Pascual cuide el fogón.
Que hoy me ha pinchado la aguja
y el huso se me rompió;
y es tanta la tiranía
de esta disimulación,
que aunque de raros anhelos
se me hincha el corazón,
tengo miradas de reto
y voz de resignación".

Fieros tenía los ojos
y ronca y mansa la voz;
finas imaginaciones
y plebeyo corazón.
Su madre, como sencilla,
no la supo casar, no.
Testigo de ajenas vidas,
el ánimo le es traidor.
Cancioncita sorda, triste,
canción de esclava, canción:
-toda te me representas
en dos ojos y una voz.

Alfonso Reyes

POR ESA PUERTA



Por esa puerta huyó diciendo: « ¡nunca!»
Por esa puerta ha de volver un día...
Al cerrar esa puerta dejo trunca
la hebra de oro de la esperanza mía.
Por esa puerta ha de volver un día.

Cada vez que el impulso de la brisa,
como una mano débil indecisa,
levemente sacude la vidriera,
palpita más aprisa, más aprisa,
mi corazón cobarde que la espera.

Desde mi mesa de trabajo veo
la puerta con que sueñan mis antojos
y acecha agazapando mi deseo
en el trémulo fondo de mis ojos.

¿Por cuánto tiempo, solitario, esquivo,
he de aguardar con la mirada incierta
a que Dios me devuelva compasivo
a la mujer que huyó por esa puerta?

¿Cuándo habrán de temblar esos cristales
empujados por sus manos ducales,
y, con su beso ha de llegar a ellas,
cual me llega en las noches invernales
el ósculo piadoso de una estrella?
¡Oh Señor!, ya la pálida está alerta;
¡oh Señor, cae la tarde ya en mi vía
y se congela mi esperanza yerta!
¡Oh, Señor, haz que se abra al fin la puerta
y entre por ella la adorada mía!...
¡Por esa puerta ha de volver un día!.

Amado Nervo

LOS HIJOS INFINITOS



Cuando se tiene un hijo,
se tiene al hijo de la casa y al de la calle entera,
se tiene al que cabalga en el cuadril de la mendiga
y al del coche que empuja la institutriz inglesa
y al niño gringo que carga la criolla
y al niño blanco que carga la negra
y al niño indio que carga la india
y al niño negro que carga la tierra.

Cuando se tiene un hijo, se tienen tantos niños
que la calle se llena
y la plaza y el puente
y el mercado y la iglesia
y es nuestro cualquier niño cuando cruza la calle
y el coche lo atropella
y cuando se asoma al balcón
y cuando se arrima a la alberca;
y cuando un niño grita, no sabemos
si lo nuestro es el grito o es el niño,
y si le sangran y se queja,
por el momento no sabríamos
si el ¡ay! es suyo o si la sangre es nuestra.

Cuando se tiene un hijo, es nuestro el niño
que acompaña a la ciega
y las Meninas y la misma enana
y el Príncipe de Francia y su Princesa
y el que tiene San Antonio en los brazos
y el que tiene la Coromoto en las piernas.
Cuando se tiene un hijo, toda risa nos cala,
todo llanto nos crispa, venga de donde venga.

Cuando se tiene un hijo, se tiene el mundo adentro
y el corazón afuera.

Y cuando se tienen dos hijos
se tienen todos los hijos de la tierra,
los millones de hijos con que las tierras lloran,
con que las madres ríen, con que los mundos sueñan,
los que Paul Fort quería con las manos unidas
para que el mundo fuera la canción de una rueda,
los que el Hombre de Estado, que tiene un lindo niño,
quiere con Dios adentro y las tripas afuera,
los que escaparon de Herodes para caer en Hiroshima
entreabiertos los ojos, como los niños de la guerra,
porque basta para que salga toda la luz de un niño
una rendija china o una mirada japonesa.

Cuando se tienen dos hijos
se tiene todo el miedo del planeta,
todo el miedo a los hombres luminosos
que quieren asesinar la luz y arriar las velas
y ensangrentar las pelotas de goma
y zambullir en llanto ferrocarriles de cuerda.

Cuando se tienen dos hijos
se tiene la alegría y el ¡ay! del mundo en dos cabezas,
toda la angustia y toda la esperanza,
la luz y el llanto, a ver cuál es el que nos llega,
si el modo de llorar del universo
el modo de alumbrar de las estrellas.

Andrés Eloy Blanco


DIALOGO CON LA ROCA



Te traía mis furias
para plasmarlas
en tu huraño molde,
e igual
ser avanzada arrogante de la tierra,
puñal hundido
en la danza de los vaivenes verdes!
Vine de noche,
cuando tu forma
la hurtaban las sombras,
mas,
te liberó una estrella
dibujando tu perfil sobre las ondas,
transfigurada,
y ya no eras fiera,
sino lunar
en la blancura gozosa de la espuma,
ni eras fría,
sino beso
ardiente en el húmedo regazo,
ni eras solitaria,
sino refugio
de moluscos apareados sobre las algas.
Me llevo mis iras,
desencantado,
para no ser vasallo
de tu vientre fatigado de corales!
y mendigar las caricias
de un desmayo de olas.

Andrés Recasens Salvo

SOL DE INVIERNO



Es mediodía. Un parque.
Invierno. Blancas sendas;
simétricos montículos
y ramas esqueléticas.

Bajo el invernadero,
naranjos en maceta,
y en su tonel, pintado
de verde, la palmera.

Un viejecillo dice,
para su capa vieja:
"¡El sol, esta hermosura
de sol!..." Los niños juegan.

El agua de la fuente
resbala, corre y sueña
lamiendo, casi muda,
la verdinosa piedra.

Antonio Machado

SUEÑO DE AMOR PERFECTO



Amor de sueño amante que otro cielo
revive en su interior desdoblamiento,
unión la de los ojos y el aliento
que las manos aparta de su celo.

Amor de cuerpo y sombra ceniciento
de paisajes recónditos al hielo
de color y de aroma y de desvelo
puro como la muerte y como el viento.

amor que de la carne vuela al sueño
y en él imagen que desnuda anude
la ribera sin ámbito de cuerpo.

Amante que en su sombra se desnude
y en su sangre redima lo que fluye
y descubra en su sueño lo que sueño.

Bernardo Ortiz de Montellano

DE PASO POR EL SUEÑO



I
Te levanto la noche de la vida.
Deshilvano una luz para tus sienes.
Te visito en el agua y no me tienes.
Cuando llego ya soy la despedida.

Se desangra tu voz como una herida
por el largo secreto donde vienes.
Te pareces al viento, y no detienes
este rostro de nube estremecida.

Pero soy lo que sabes: una pobre
que te pide algún pájaro que sobre,
o el oficio de luna candorosa.

No me quieras llevar a tu desvelo,
porque casi no miro para el cielo
y me aburro del canto y de la prosa.

II
Me lo aprendí una noche de azul lento,
bajo la luna abierta encaramada
como niña de luz, en la portada
sonámbula oficial del firmamento.

Me lo aprendí esa noche. De su acento
salía una caricia inusitada;
y en la esquina tenaz de su mirada
me tropecé desnuda con el viento.

Desde entonces anuncia cada cosa
que ha tirado a mis pies, como una rosa,
el corazón absurdo en que vivía.

Y no sé si por eso me persiste
este alegre dolor de ser tan triste
con que sigo durando todavía.



III
Mi corazón de vértigo y remanso,
mi corazón difícil como un nudo
se me zafó una tarde en que no pudo
cuidarse este latido que te alcanzo.

Porque llegaste al aire en que me canso,
amaneciendo mi dolor desnudo,
te quiero así: con amarillo mudo,
inútilmente, y hasta e! tiempo manso.

Me trajeron tan lacia y parecida
a una estatua de carne arrepentida,
que apoyada a la izquierda de tu nombre,

desde mi soledad, casi sonora,
cada noche que estudia para aurora
te espero como a Dios... y vienes hombre

Carilda Oliver

OH CUAL TE ADORO



¡Oh, cuál te adoro! Con la luz del día
tu nombre invoco, apasionada y triste,
y cuando el cielo en sombras se reviste
aun te llama exaltada el alma mía.

Tú eres el tiempo que mis horas guía,
tú eres la idea que a mi mente asiste,
porque en ti se encuentra cuanto existe,
mi pasión, mi esperanza, mi poesía.

No hay canto que igualar pueda a tu acento
cuando mi amor me cuentas y deliras
revelando la fe de tu contento;

tiemblo a tu voz y tiemblo si me miras,
y quisiera exhalar mi último aliento
abrasada en el aire que respiras.

Carolina Coronado

ESPAÑA APARTA DE MI ESTE CALIZ



Niños del mundo,
si cae España -digo, es un decir-
si cae
del cielo abajo su antebrazo que asen,
en cabestro, dos láminas terrestres;
niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas!
¡qué temprano en el sol lo que os decía!
¡qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano!
¡qué viejo vuestro 2 en el cuaderno!

¡Niños del mundo, está
la madre España con su vientre a cuestas;
está nuestra maestra con sus férulas,
está madre y maestra,
cruz y madera, porque os dio la altura,
vértigo y división y suma, niños;
está con ella, padres procesales!

Si cae -digo, es un decir- si cae
España, de la tierra para abajo,
niños, ¡cómo vais a cesar de crecer!
¡cómo va a castigar el año al mes!
¡cómo van a quedarse en diez los dientes,
en palote el diptongo, la medalla en llanto!
¡Cómo va el corderillo a continuar
atado por la pata al gran tintero!
¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto
hasta la letra en que nació la pena!

Niños,
hijos de los guerreros, entre tanto,
bajad la voz, que España está ahora mismo repartiendo
la energía entre el reino animal,
las florecillas, los cometas y los hombres.
¡Bajad la voz, que esta
con su rigor, que es grande, sin saber
qué hacer, y está en su mano
la calavera hablando y habla y habla,
la calavera, aquélla de la trenza,
la calavera, aquélla de la vida!

¡Bajad la voz, os digo;
bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto
de la materia y el rumor menor de las pirámides, y aún
el de las sienes que andan con dos piedras!
¡Bajad el aliento, y si
el antebrazo baja,
si las férulas suenan, si es la noche,
si el cielo cabe en dos limbos terrestres,
si hay ruido en el sonido de las puertas,
si tardo,
si no veis a nadie, si os asustan
los lápices sin punta, si la madre
España cae -digo, es un decir-
salid, niños del mundo; id a buscarla!...

Cesar Vallejo

COMIENZA UN LUNES



La eternidad por fin comienza un lunes
y el día siguiente apenas tiene nombre
y el otro es el oscuro, al abolido.
Y en él se apagan todos los murmullos
y aquel rostro que amábamos se esfuma
y en vano es ya la espera, nadie viene.
La eternidad ignora las costumbres,
le da lo mismo rojo que azul tierno,
se inclina al gris, al humo, a la ceniza.
Nombre y fecha tú grabas en un mármol,
los roza displicente con el hombro,
ni un montoncillo de amargura deja.
Y sin embargo, ves, me aferro al lunes
y al día siguiente doy el nombre tuyo
y con la punta del cigarro escribo
en plena oscuridad: aquí he vivido.

Eliseo Diego

IRAS SOBRE LA VIDA DE LAS COSAS



Irás sobre la vida de las cosas
con noble lentitud; que todo lleve
a tu sensorio luz: blancor de nieve,
azul de linfas o rubor de rosas.
Que todo deje en ti como una huella
misteriosa grabada intensamente:
lo mismo el soliloquio de la fuente
que el flébil parpadeo de la estrella.
Que asciendas a las cumbres solitarias,
y allí, como arpa eólica, te azoten
los borrascosos vientos, y que broten
de tus cuerdas rugidos y plegarias.
Que esquives lo que ofusca y lo que asombra
al humano redil que abajo queda,
y que afines tu alma hasta que pueda
escuchar el silencio y ver la sombra.
Que te ames en ti mismo, de tal modo
compendiando tu ser, cielo y abismo,
que sin desviar los ojos de ti mismo
puedan tus ojos contemplarlo todo.
Y que llegues, por fin, a la escondida
playa con tu minúsculo universo,
y que logres oír tu propio verso
en que palpita el alma de la vida.

Enrique González Martínez

LA PALABRA



Palabra que te niegas a mi empeño;
palabra esquiva, más ardiente y pura,
cede al milagro de mi antiguo sueño
y entrégame tu amor y tu hermosura.

Yo sé que eres resumen y diseño.
Yo sé que eres espíritu y figura,
y que, si al dios de tu metal desdeño,
nunca podré tener tu arquitectura.

Sé para mí columna y también arco.
Sé para mí la flecha que del arco
hacia la luz del infinito parte.

Sé, por dominio creador, la cima
en la que, por empuje de la rima,
he de gozar la excelsitud del arte.

Evaristo Ribera Chevremont

DE EL PASTOR ENAMORADO



Alta en el cielo, va la luna de Primavera,
Pienso en ti y dentro de mí estás entera.
Aquí viene, por las grandes praderas, corriendo hacia mí, la leve brisa.
Pienso en ti, murmuro tu nombre; y no me siento yo: estoy feliz.
Mañana vendrás, irás conmigo a recoger flores en la pradera.
Y yo iré contigo por las praderas para verte recoger las flores.
Te veré mañana recolectando flores conmigo en las praderas,
Pues cuando vengas mañana y caminemos juntos por la pradera,
recogiendo las flores,
Se hará para mi la claridad y la verdad.

Fernando Pessoa

EN LO PENOSO DE ESTAR ENAMORADO



¡Qué verdadero dolor,
y qué apurado sufrir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué puro morir de amor!
¡Qué cuidados a millares!
¡Qué encuentros de pareceres!
¡Qué limitados placeres,
y qué colmados pesares!
¡Qué amor y qué desamor!
¡Qué ofensas!, ¡qué resistir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué puro morir de amor!
¡Qué admitidos devaneos!
¡Qué amados desabrimientos!
¡Qué atrevidos pensamientos,
y qué cobardes deseos!
¡Qué adorado disfavor!
¡Qué enmudecido sufrir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué puro morir de amor!
¡Qué negociados engaños
y qué forzosos tormentos!
¡Qué aborrecidos alientos
y qué apetecidos daños!
¡Y qué esfuerzo y qué temor!
¡Qué no ver! ¡Qué prevenir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué enredos, ansias, asaltos!
¡Y qué conformes contrarios!
¡Qué cuerdos! ¡Qué temerarios!
¡Qué vida de sobresaltos!
Y que no hay muerte mayor,
Que el tenerla y no morir:
¡qué mentiroso vivir!
¡qué puro morir de amor!

Francisco de Quevedo

ENSAYO DE UN ARBOL



Ensayar un árbol en el poema
Asentar su raíz en el fondo blanco
De la hoja
Sembrarlo a la plenitud del día
Ensayar un árbol en cada poema
Orientar sus ramas
Hacia los cuatro puntos cardinales
Al Norte la rama del sentido
La segunda al Sur el rumbo
Al que emigran todos los pájaros
La tercera hacia el Este
El territorio donde nace la luz
Y soplan los vientos del solsticio
La última rama hacia el Oeste
El punto hacia donde fluye todo esplendor
El sitio en el que crece la noche
Y se confunden todos los árboles
Los árboles del mundo y los de la palabra

Fernando Ruiz Granados

AMOR ANTIGUO




Amor antiguo, cuya sombra empaña
mi cariñosa propensión de ahora,
eres como una sombra de montaña
sobre el encendimiento de la aurora.

Amor antiguo, cuya pesadumbre
traba la agilidad de mi alegría,
eres la tiranía de la cumbre
contra la libertad del mediodía.
Amor antiguo, cuya voz sofoca
la nueva vocecita del cariño,
eres palabra de proyecta boca
en una boca inédita de niño.

Amor antiguo, cuyo sentimiento
hace caber el mundo en nuestro llanto,
eres el alma convertida en viento
y eres el viento convertido en canto.

Amor antiguo, cuya remembranza
cada amorosa perspectiva cierra,
eres esa emoción que sólo alcanza
quien se acuerda del mar desde la tierra.

Francisco Luis 
Bernárdez

ODA LAS SERENAS




A Cherinto

No te engañe el dorado
vaso ni, de la puesta al bebedero
sabrosa miel, cebado;
dentro al pecho ligero,
Cherinto, no traspases el postrero

asenso; ten dudosa
la mano liberal, que esa azucena,
esa purpúrea rosa,
que el sentido enajena,
tocada, pasa al alma y la envenena.

Retira el pie; que esconde
sierpe mortal el prado, aunque florido
los ojos roba; adonde
aplace más, metido
el peligroso lazo está, y tendido.

Pasó tu primavera;
ya la madura edad te pide el fruto
de gloria verdadera;
¡ay! pon del cieno bruto
los pasos en lugar firme y enjuto,

antes que la engañosa
Circe, del corazón apoderada,
con copa ponzoñosa
el alma trasformada,
te ajunte nueva fiera a su manada.

No es dado al que allí asienta,
si ya el cielo dichoso no le mira,
huir la torpe afrenta;
o arde oso en ira
o, hecho jabalí, gime y suspira.

No fíes en viveza:
atiende al sabio rey Solimitano;
no vale fortaleza:
que al vencedor Gazano
condujo a triste fin femenil mano;

imita al alto Griego,
que sabio no aplicó la noble antena
al enemigo ruego
de la blanda Serena,
por do por siglos mil su fama suena;

decía conmoviendo
el aire en dulce son: «La vela inclina,
que, del viento huyendo,
por los mares camina,
Ulises, de los Griegos luz divina;

allega y da reposo
al inmortal cuidado, y entretanto
conocerás curioso
mil historias que canto,
que todo navegante hace otro tanto;

Todos de su camino
tuercen a nuestra voz y, satisfecho
con el cantar divino
el deseoso pecho,
a sus tierras se van con más provecho.

Que todo lo sabemos
cuanto contiene el suelo, y la reñida
guerra te cantaremos
de Troya, y su caída,
por Grecia y por los dioses destruida.»

Ansí falsa cantaba
ardiendo en crueldad; mas él prudente
a la voz atajaba
el camino en su gente
con la aplicada cera suavemente.

Si a ti se presentare,
los ojos sabio cierra; firme atapa
la oreja, si llamare;
si prendiere la capa,
huye, que sólo aquel que huye escapa.


Fray Luis de León

SINDROME



Todavía tengo casi todos mis dientes
casi todos mis cabellos y poquísimas canas
puedo hacer y deshacer el amor
trepar una escalera de dos en dos
y correr cuarenta metros detrás del ómnibus
o sea que no debería sentirme viejo
pero el grave problema es que antes
no me fijaba en estos detalles.

Mario Benedetti

ENTENDER Y RENEGAR



Aprendiendo a vivir
puede que se vaya la vida,
entender que así son las cosas
y renegar de que así lo sean,
embelesarce con el aroma de una rosa
y entender que aun una flor hermosa
se defiende con espinas.

Qué inútil puede resultar
acumular tanta experiencia
el sentir no es como las ciencias,
y los sentires no se pueden calcular.

En ese camino que va y viene
están escondidas las respuestas
y no es casual que quien menos otorga
sea el que pierda menos,
pero es sólo quien ofrece su alma
quien se siente sano y pleno.

Y ha de entender esto el hombre,
rico, pobre, ilustre o desdichado,
el que sueña, el que gobierna
y también el gobernado.
El calmo, el alterado, el que decide
el devoto que da limosna
y el mismo santo que las recibe.

Porque es del cielo,
que proviene la providencia,
y del mismo la razón y entendimiento,
pero es del mismo cielo
a veces, celeste y calmo
que caen furiosos los rayos
y soplan desbastadores los vientos...

Miguel AngelTurco

29 de agosto de 2009

PROA DE MI VELERO DE ANSIEDAD




¡Si fuera todo mar,
para nunca salirme de tu senda!

¡Si Dios me hiciera viento,
para siempre encontrarme por tus velas!

¡Si el universo acelerara el paso,
para romper los ecos de esta ausencia!

Cuando regreses, rodará en mi rostro
la enternecida claridad que sueñas.
Para mirarte, amado,
en mis ojos hay público de estrellas.

Cuando me tomes, trémulo,
habrá lirios naciendo por mi tierra,
y algún niño dormido de caricia
en cada nido azul que te detenga.

Nuestras almas, como ávidas gaviotas,
se tenderán al viento de la entrega,
y yo, fuente de olas, te haré cósmico...
¡Hay tanto mar nadando en mis estrellas!

Recogeremos albas infinitas,
las que duermen al astro en la palmera,
las que prenden el trino en las alondras
y levantan el sueño de las selvas.

En cada alba desharemos juntos
este poema exaltado de la espera,
y detendremos de emoción al mundo
al regalo nupcial de auroras nuestras.


Julia de Burgos

CORTESANA



Soy la mujer que duerme en la jaula con los leones
al ponerse el sol.
Carne cruda como de sus pestilentes fauces
lamo sus recovecos denigrantes
y sin importarles,
prueban cada mes mi sangre.

Me he dejado ultrajar por conveniencia,
soy mansa por una retribución,
Abro mis posiciones
para conseguir prodigios mayores,
mejores pagas.

Todas las noches meto al sol en mi cama
y caliento deshilachados cuerpos.
A veces suplico ternura desde el fondo de mi alma,
desde el encierro de mi jaula
repleta de vacíos inconmensurables,
pero ellos no escuchan.

El mundo me desprecia,
yo lo ignoro.
Vivo para alimentar a las bestias
con mi carne,
soy libre de volar si quisiera,
de escapar,
mas no tengo a donde ir...
Pertenezco a esta jaula.

Lina Zeron

28 de agosto de 2009

PADRE



Padre, lo que más duele de tu ausencia
es no poder hablarte.
Todo está igual en esta casa tuya

y la música invade
la armonía tranquila del domingo
y la lluvia.
Se ríe exactamente igual que si estuvieras.
Todavía la madre tiene dulces los ojos

y el hermano sonríe con la misma sonrisa

y la hija te busca, para contarte sueños.

Exactamente igual sería, pero callas.

Lo más definitivo de tu ausencia,
lo duro,
es no poder hablarte.
Sabiendo que no escuchas
sentimos
que perdieron su objeto las palabras.

Hasta el nombre del niño pierde un poco de lumbre.

porque no está en sus letras tu voz dulce de abuelo.

y de pronto nos hiere. por tu rostro disperso.
su rostro que te copia, suavemente pequeño.
Todo está igual y ahora yo no encuentro mis pasos

y la música vuelve sin llegar a tu oído.

Sobre la mesa el pan ya no aguarda tus manos

y está el papel en blanco y están quietos los libros.
Materlinck nos enseña que cuando recordamos

a los que ya se han ido, nos ven llegar a ellos.
Esta mañana tibia te buscan mis palabras

y mi amor infinito, más allá del silencio.

Maruja Vieira

SOY RICO



Soy rico,
Yo, el señor Nezahualcóyotl.
Reúno el collar,
Los anchos plumajes de quetzal,
Por experiencia conozco los jades,
¡son los príncipes amigos!
Me fijo en sus rostros,
Por todas partes águilas y tigres,
Por experiencia conozco los jades,
Las ajorcas preciosas…

Nezahualcoyotl

CANTO NEGRO



¡Yambambó, yambambé!
Repica el congo solongo,
repica el negro bien negro;
congo solongo del Songo
baila yambó sobre un pie.

Mamatomba,
serembe cuserembá.

El negro canta y se ajuma,
el negro se ajuma y canta,
el negro canta y se va.
Acuememe serembó,

yambó,
aé.

Tamba, tamba, tamba, tamba,
tamba del negro que tumba;
tumba del negro, caramba,
caramba, que el negro tumba:
¡yamba, yambó, yambambé!

Nicolas Guillen

OCTAVAS A SAN ISIDRO



Turbase el sol, su luz se eclipsa cuanta
medroso esparce hasta el segundo oriente.
El viento con suspiros se levanta;
présaga España su desdicha siente:
y en tanta confusión, en pena tanta
Filipo al fatal golpe está obediente:
¡Oh justo llanto, oh justo sentimiento!
Tema España, el sol llore, gima el viento.

Mas cese el sentimiento, cese el llanto,
y en vez, España, de funesto luto,
fiestas publica, que te ensalce cuanto
te oprimió de los ojos el tributo;
pues ya Madrid piadosa a Isidro santo
vuelve a sus campos a coger el fruto
que sembró de piedad y desengaños
al fin dichoso de quinientos años.

Ya más gloriosa con humilde celo
vuelve, piadosa al Labrador divino,
a ver el prado, el río, fuente y suelo,
donde a la tierra y cielo abrió camino,
porque de nuevo en ella obligue al cielo,
en tanto que su Rey sujeto es digno
a su piedad, volviendo a su porfía
Sol a España, al sol luz, a la luz día.

Dichosa, insigne villa, y más dichosa
cuanto por más piadosa te señalas,
vuele tu fama al viento licenciosa;
sirviendo a tu piedad de amor las alas,
vive, ¡oh! más que la muerte poderosa,
pues no sólo el arado al cetro igualas,
pero aun exceden por divinas leyes
tus pobres labradores a tus reyes.

Pedro Calderón de la Barca

27 de agosto de 2009

LA ORILLA DEL MAR



No es agua ni arena la orilla del mar.

El agua sonora de espuma sencilla,
el agua no puede formarse la orilla.

Y porque descanse en muelle lugar,
no es agua ni arena la orilla del mar.

Las cosas discretas, amables, sencillas;
las cosas se juntan como las orillas.

Lo mismo los labios, si quieren besar.
No es agua ni arena la orilla del mar.

Yo sólo me miro por cosa de muerto;
solo, desolado, como en un desierto.

A mí venga el lloro, pues debo penar.
No es agua ni arena la orilla del mar.


Jose Gorostiza

FUEGO Y CENIZA



Y llegué a mi aposento. De la orgía,
vibraba aún, en mi cerebro ardiente,
la estruendosa y horrenda algarabía.
Y con el alma sorda y con la frente
en sudor copiosísimo empapada,
me desplomé en el lecho de repente.
Hundí, absorto, en mí mismo la mirada;
vi, en mi interior, al crimen en acecho...
y ansié la muerte; apetecí la nada.
y clavando las uñas en mi lecho,
sentí que resbalaban de mis ojos,
lágrimas de dolor sobre mi pecho.
Saciados y extinguidos mis antojos,
no veía, en la negra lontananza,
más que una senda pródiga en abrojos.
En donde ni un presagio de bonanza
se entreveía, ni una lisonjera
señal de luz, ni un iris de esperanza.
Deshojábame en plena primavera,
en demanda de un lampo de ventura,
de una sola ilusión... ¡de una siquiera!
¡Oh, que triste es gozar... y entre la obscura
caverna del fastidio rodar luego,
víctima del horror y la amargura!
Y ver que todo es vano: el grito, el ruego,
la blasfemia brutal y dolorida,
y hasta las mismas lágrimas de fuego.
El vértigo sentir de la caída,
y tener, en un rapto de demencia,
que odiar a Dios... y aborrecer la vida.
Mirar las propias flores sin esencia,
y, al pensar devolverlas sus olores,
todo el hielo sentir de la impotencia.
y al cabo, de la orgía en los horrores,
buscar un lenitivo a los pesares,
y ver... que allí más crecen los dolores.
Que de la pena los revueltos mares,
rugen más y se encrespan con más brío,
entre risas y gritos y cantares.
Y al fin la displicencia del hastío
entra en el corazón y en hora aciaga
el yerto corazón... muere de frío.
Tiene el remordimiento -oculta llaga-
que corroe y corroe y corroyendo,
parece que el espíritu se traga.
Y en el trágico vórtice cayendo
de la desolación, el alma muda,
¡ay! sin querer morir, se va muriendo.
¿Qué fuerza poderosa hay que sacuda,
entonces, esta angustia horripilante,
que arraiga en nuestro ser pérfida y ruda?
¡Ninguna! El infortunio sale avante,
mientras la lividez y el desconsuelo,
muéstranse en nuestro lúgubre semblante.
Cubre nuestra pupila acuoso velo,
y, al levantar los ojos empañados,
nada se ve del prometido cielo.
Así pensaba (¡oh, tiempos ya pasados!)
A mi oído llegaban, desde lejos,
los últimos rumores acallados...
Entonces, olvidando los consejos
maternales, saqué una fina daga
que en el aire trazó vivos reflejos.
Como el postrer celaje que se apaga
en el ocaso, envuelta en una onda
de dulce claridad trémula y vaga,
penetró en mi aposento, blanca y blonda,
una mujer de celestiales ojos
y de mirada compasiva y honda.
Acercóse; y, postrándose de hinojos,
la más pura de todas las sonrisas,
abrió el capullo de sus labios rojos.
Nunca el ala vibrante de las brisas,
tuvo el perfume que su blando aliento
derramó entre las sombras indecisas
que empezaban a entrar en mi aposento:
¡Ay! me parece aún que su respiro
y que su soplo embalsamado siento.
Me parece que atónito la miro,
y que su seno, mórbido y convulso, .
brota el hálito amante de un suspiro.
No sé que noble y vigoroso impulso
me empujó hacia la hermosa; un fuego extraño,
devorador, aceleró mi pulso...
Tendí mis brazos... ¡Ay! ¿el desengaño,
en ese instante, como siempre iba
a dejarme en el alma un nuevo daño?
Contuve mi amorosa tentativa,
y mi ardor reprimí... pero ya estaba
ella, en mis brazos trémulos, cautiva
-¡No, déjame dormir! -la dije- acaba
¡oh, visión tentadora! ¡Huye, quimera!
¡Aléjate de mí! -Mientras hablaba,
como el manto de un sol de primavera,
sobre mi frente pálida, caían
los bucles de su blonda cabellera.
Se cerraban sus ojos y se abrían
taciturnos, en tanto que sus manos
en mi boca las frases detenían.
-¡Oye! -exclamó- tormentos soberanos
hoy subyugan tu ser... pero no importa,
los sueños de tu amor... no están lejanos.
Yo te daré la calma que conforta;
yo te daré la luz... La vida es buena
para aquél que la sufre y la soporta.
Yo que siempre la tuya he visto llena
de martirios, angustias y congojas,
con la playa de infecunda arena,
más dichas te daré, que verdes hojas
los árboles frondosos a los nidos,
y la tarde, al ocaso, nubes rojas.
Tuyos son mis encantos, mis sentidos,
y mi espíritu, terso como el lago
donde se ven los cielos escondidos.
y tú, tan sólo me darás en pago
de mi infinito amor, tu amor eterno.
(¡Amor! ¡única fuente en que me embriago!)
Yo rasgaré las brumas del invierno
que hay en tu corazón... y en paraíso
transformaré tu prematuro infierno.
Escúchame; no temas; es preciso
que aparte las espinas de tu senda
y te aliente en la lucha. ¡Dios lo quiso!
Yo romperé la tenebrosa venda
que tus párpados cubre; a donde vayas
iré contigo a levantar mi tienda.
Visitaremos cumbres, mares, playas,
y un refugio hallarás sobre mi seno,
si es que en el arduo batallar desmayas.
Suelta, suelta la copa de veneno
que te brinda en sus vértigos la orgía,
y ven conmigo a espacio tan sereno.
Calló un instante, y, pura como el día,
inundó el resplandor de su mirada,
el yermo campo de la frente mía.
y luego continuó: -Yo sé que cada
palabra dulce que mi labio brota,
tú no la escuchas... ¡oh, desventurada!
y al decir esto, no gota tras gota,
sino a raudales se escapó su llanto,
como la sangre de la arteria rota.
Mi mano ardía entre la suya, en tanto...
que sus miradas, de ternuras llenas,
reflejaban su amor y su quebranto.
-¡No, déjame dormir! -la dije apenas;
y retiré su mano, más pulida
y blanca que las blancas azucenas.
Ella, ante mi reproche, confundida,
inclinó fatalmente la cabeza
sobre su pecho, como garza herida.
¡y en sus ojos -abismos de tristeza-
lágrima esquiva se quedó, como una
gota de luz de celestial pureza.
-Perdóname- exclamó -¡Cuán importuna
he sido, infame suerte! Pero sabe
que yo te adoraré como ninguna.
Era su voz, dulcísima y suave,
como la triste queja vibradora
que alza en su nido destrozado, el ave.
y aquella última gota tembladora,
resbaló por su faz, como el rocío
por el cendal purpúreo de la aurora.
De pronto, con más ímpetu y más brío
se abalanzó sobre mi cuerpo, hermosa,
como el astro que fulge en el vacío.
y estrechando con fuerza poderosa
mis manos indolentes en las suyas
hechas como de pétalos de rosa,
exclamó tiernamente: -Si son tuyas,
mi alma y mi carne y mi belleza rara,
no es justo... no, ¡que de mis brazos huyas!
Si me siguieras tú, ¡cómo te amara!
Y, al hablarme, así, loca de entusiasmo,
era una flor de lágrimas su cara.
-Deja, deja ese sórdido marasmo;
-continuó- ya verás cómo haré trizas
de tu suerte el fatídico sarcasmo.
Dime, ¿por qué tus dedos no deslizas
por mis bucles copiosos... y me besas?
¿Por qué la hoguera de mi amor no atizas?
¿No te bastan mis múltiples promesas,
ni este ósculo quemante que te imprimo,
capaz de hacer tu corazón pavesas?
¡Ah, no me escuchas... y a tu lado gimo
Sin esperanza y Sin pensar acaso,
que con mis rudos besos te lastimo!
Y este fuego espantoso en que me abraso,
te hace mal... ¡mucho mal! -Irguióse altiva,
y dio, hacia atrás y hacia la puerta, un paso.
Después, como esperando una expresiva
frase amorosa de mi labio mudo,
anhelante, quedóse pensativa.
Yo, que sentía en la garganta un nudo,
callé, mientras mis ojos, mal cerrados,
devoraban la carne del desnudo
cuello de aquella virgen de dorados rizos,
y boca de granada abierta,
y ojos como luceros incendiados.
Mas, ella, entonces, cabizbaja, incierta,
se alejó más de mí... luego afanosa,
la mano puso en la entornada puerta.
y doliente, a la par que desdeñosa,
-¡Adiós!- me dijo, con acento triste,
pálida como el mármol de una fosa.
-¡Adiós...! ¡Todo fue inútil! ¡No quisiste
ni mi amor ni mi vida... yo te hubiera
sacado del fangal en que caíste...!
Pero me has desechado... aunque quisiera
salvarte en este instante del abismo
en donde yaces... imposible fuera.
¡Adiós! ¡Adiós! Perdono tu egoísmo
-dijo, y salió. La noche derramaba,
por doquiera, su sombra y su mutismo.
De pronto, cual si hubiese un mar de lava
desbordado en mi mente, como un loco
me incorporé... mas ella, se alejaba...
se alejaba a manera de áureo foco
de luz, de clara luz... y se perdía
en la fosca tiniebla, poco a poco.
Corrí; llegué a su lado... Quién creería
que, al tocarla, creció mi desventura
y se hizo más intensa mi agonía.
Porque mi mano, lujuriosa y dura,
tan solo consiguió con su torpeza,
desgarrar su flotante vestidura.
¡Porque ella huyó, con toda su belleza,
dejándome un jirón inmaculado
de su divina veste. Con tristeza
alcé los ojos: mudo y desolado
estaba el firmamento; ni una estrella .
en el vasto negror anubarrado
Solamente la rápida centella,
de cuando en cuando, al traspasar la bruma,
dejaba azul y fugitiva huella.
Yo, compungido, al ver que, como espuma,
disipándose había aquella maga,
cuyo recuerdo sin cesar me abruma,
saqué otra vez la deslumbrante daga...
mas temblé de pavor... Lanzó un gemido
mi pecho -copa en que el dolor se embriaga.
y angustiado grité: -Tú que escondido
un tesoro de amor para mí guardas!
¡Tú, que me ofreces en tu seno un nido,
¡Ven! No vaciles. ¡Vuelve! ¿Por qué tardas?
¿No me ofreciste, en tu delirio, todo?
Mi voz subía hasta las nubes pardas.
-Perdóname -agregué-. Di, de qué modo
podré hacerte tornar... ¡Sálvame, ingrata,
ya que no de la vida, de su lodo!
Dime: ¿por qué tu sombra se recata
en la noche sin fin de mi camino?
¡ven... y mi pena inconsolable mata!
¡Sálvame! ¡Por piedad...! Un peregrino
del desierto, te busca y te desea,
como la playa el náufrago marino.
¡Ven! Que en tus ojos insondables vea
otra vez tu mirada soñadora
resplandecer como la luz febea.
Pensé fueras visión; -maldita hora
de embriaguez y de hastío...- Tu presencia
parecióme un fantasma... pero ahora
que siento que se aclara mi conciencia,
que te he visto partir... y que he aspirado
de tu cuerpo y tu espíritu la esencia,
no es justo, no, que lejos de tu lado,
me dejes, para siempre, en este mundo,
sin amor, sin virtud... ¡y abandonado!
Ni un acento en la noche: el vagabundo
viento aquietaba su invisible rueca.
El silencio era trágico y profundo.
De repente, una voz, cascada y hueca,
oigo salir de mi aposento; giro
la vista ansiosa... y, como rama seca
de roble añoso, estupefacto miro
en el rincón revuelto de mi cama
una forma espectral; ¿sueño? ¿delirio?
Aquella sombra, con amor me llama;
también me ruega: -¡Ven, ven, eres mío!
¡Ven, acércate más... no temas! -clama.
¿Es un vampiro? ¿una mujer? Un frío
polar, mi mustio corazón allana.
Sin embargo, me acerco; desconfío
de mis ojos aún. Es una anciana
de ojos sin luz, de frente comprimida,
de boca escueta y cabellera cana.
La piel toca sus huesos; desvalida,
clava en mi rostro sus marchitos ojos
donde un resto no mas queda de vida.
Es un montón de míseros despojos:
rezago de un incendio, gajo seco
cubierto de cenizas y de abrojos.
Habla, y su aguda voz parece un eco
que en el cálido ambiente se congela,
porque, al salir, por el obscuro hueco
de su boca glacial, mi sangre hiela.
Cierro los ojos... ábrolos... No hay duda:
riendo está la misteriosa abuela.
-¿Ya no la implores más -ronca y ceñuda
dice, al verme acercar- no ves que ahora,
ante tus ruegos, permanece muda?
Esa rara mujer, deslumbradora,
era «La Juventud...,. ¡con qué impaciencia
te suplicó rendida! Haces bien: ¡llora...!
Mas, no la llames ya; de tu presencia
huyó... y no volverá con sus ternuras
a embalsamar tu lóbrega existencia.
¡No, ya no volverá! Las ligaduras
de sus brazos rompiste. En vano, en vano,
buscas ansioso sus miradas puras.
¡Ven...! Acércate más, ¡dame tu mano!
¡Ven...! ¡Yo soy «La Vejez!». Para ti tengo
un resto de calor; mi beso es sano.
A consolar tus desventuras vengo
y me alargó, con ademán sombrío,
su débil brazo, desteñido y luengo.
y agregó impacientándose: -Me río
de tu desdén... si mi fealdad te aterra,
es tarde y todo estéril... Ya eres mío!
Aunque el cansancio en mi interior se encierra,
yo tendré para ti mimos extraños;
sólo te quedo yo sobre la tierra.
Yo sabré suavizar tus desengaños,
contándote la historia de la vida,
el proceso terrible de los años.
Incorporóse un poco, y, en seguida,
echó a mi cuello sus desnudos brazos;
y me besó su boca desabrida.
Entonces comprendí que aquellos lazos
quebrantar no podía. Era el destrozo
dé mi ensueño... tan pronto hecho pedazos.
Hinchó mi pecho un fúnebre sollozo,
y caí desplomado ante la anciana
que se ciñó a mi ser... llena de gozo.
¡y ya su esclavo soy! Solo me afana
dormir el largo sueño de los muertos,
entrar en la gran noche del nirvana.
Porque hoy al ver, obscuros y desiertos,
sin una luz los horizontes míos,
ella me oprime entre sus brazos yertos,
y me humedece... con sus besos fríos.

Julio Flores