Tàpies: He recibido tu carta. Muy,
muy agradecido por las postales de Miró.
Ahora ya no me falta ninguna. Creo firmemente
en la sinceridad de tu carta y estoy
muy contento de tu paso. Por fin te has dado cuenta
de hasta qué punto va llena de veneno la serpiente
que aún colea. Tàpies: no aplastarán la tierra
los déspotas. Debemos cambiar -me ha
escrito Cabral-, debemos tener la certeza
de que hay que cambiar. Éste es el primer paso.
Veo que tú, sin embargo, has alcanzado la palanca
del arroyo. Has hecho de un árbol
otro árbol. Los árboles
se enlazan unos a los otros.
Que nada de eso se convierta en letra
muerta, fosforescencia de espíritu libresco.
Sí, Tàpies, aquí abajo todavía
el silencio comanda. La flor
y nata del buen vivir se ha vuelto
un montón de oscuridad cercada con cañas.
Dau al Set continúa siendo la oscura revistilla
representativa tan sólo de nuestras minucias.
Ponç, Puig y yo no queremos respirar más
en estas estrecheces y, ante las respuestas
secas del director, hemos dejado de colaborar. Ya verás,
ya verás los números que salen y los próximos que saldrán.
¡Están llenos de muerte, los desventurados!
Siempre el mismo canto triste acompasado
con el sonido de cascabeles podridos. Sin embargo,
al final, han caído, mortecinos y oscuros, las doce,
y nosotros, como te he dicho, hemos encendido la luz
y hemos ganado la explanada.
Envíame fotografías de los cuadros que pintes.
Creo que trabajas mucho. ¿Sale muy
rabiosa tu pintura? No me lo parece.
París y tú ya debéis ser como hiedra
y tronco. Lo malo es que ya se te va
marchitando la rosa de la beca. Cuando
llegues a Barcelona te parecerá que
te hundes en un pozo profundo, sí,
muy profundo. Aquí los ricos se dan besos
en los guantes mientras los pobres arrastran
el culo risco abajo. El jardín de la gaya
ciencia va lleno de adulacristos. Todo
rumorea de silencio. Todos protestan de ello.
Hoy, uno de mayo, los policías van de cuatro
en cuatro.
En fin,
Tpies, no quisiera que se me amodorrase el alma
teniendo que llamar con estas frases. Baja, amigo,
y todo nos cogerá brillo en las manos
porque, como ya sabes, el tiempo nos da la razón
a nosotros, que tenemos el mejor vino hirviendo
muy cerca del rescoldo.
1 de mayo de 1951
Joan Brossa