Meditación de postrimerías
1
Una rosa se yergue.
Tú meditas.
Se hincha la realidad,
y se abre, se recoge, se cierra.
Cuando miras, entierras.
Oh pompa fúnebre.
Azucena: Relincho espantoso,
queja oscura, milagro.
Tú que la melodía de una rosa escuchaste,
sangrienta en el amanecer
cual llamada de una realidad diminuta,
miras tras ella el hondo trajinar de otra vida,
la esbelta rapidez con que algo
se mueve en la noche con prisa,
como si quisiera llegar a una meta insaciable.
Hay detrás de esta rosa,
que yergue suavemente su tallo,
una pululación hecha náusea,
un horrible jadeo,
una ansiedad frenética,
un hediondo existir que se anuncia.
Una trompeta dispara su luz,
su entusiasmo sonoro en el estiércol.
¿Qué dices, qué susurras,
qué silbas entre la oscuridad,
más allá de esta rosa,
realidad que te escondes?
¿Qué melodía articulas y entiendes
y desdices y ahogas,
qué rumor de unos pasos deshaces,
qué sonido contradices y niegas?
La cadencia está dicha,
realizado el suspiro.
El rumor es silencio,
la esperanza, la ruina.
Todo silba y espera,
silencioso, engreído,
más allá de esta rosa.
2
Más allá de esta rosa,
más allá de esta mano que escribe
y de esta frente que medita,
hay un mundo.
Hay un mundo espantoso, luminoso
y contrario a la luz, a la vida.
Más allá de esta rosa
e impulsando su sueño,
paralelo, invertido hay un mundo,
y un hombre que medita,
como yo, a la ventana.
Y cual yo en esta noche,
con estrellas al fondo,
mientras muevo mi mano,
alguien mueve su mano,
con estrellas al fondo.
y escribe mis palabras al revés,
y las borra.
Carlos Bousoño