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7 de junio de 2021

LETRILLAS LÍRICAS



 I 

Flor que cantas, flor que vuelas,
y tienes por facistol
el laurel, ¿para qué al sol
con tan sonoras cautelas,
le madrugas y desvelas?
Dígame,
dulce jilguero, ¿por que?

Dime, cantor ramillete,
lira de pluma volante,
silbo alado y elegante,
que en el rizado copete
luces flor, suenas falsete,
¿por qué cantas con porfía
envidia, que llora el día,
con lágrimas de la aurora,
si en la risa de Lidora
su amanecer desconsuelas?


Flor que cantas, flor que vuelas,
y tienes por facistol
el laurel, ¿para qué al sol
con tan sonoras cautelas,
le madrugas y desvelas?
Dígame,

dulce jilguero, ¿por que?


¿En un átomo de pluma,
como tal concento cabe?
¿Cómo se esconde en una ave
cuanto el contrapunto suma?
¿Qué dolor hay, que presuma
tanto mal de su rigor,
que no suspenda el dolor
al Iris breve, que canta,
llena tan chica garganta
de orfeos y de vigüelas?


Flor que cantas, flor que vuelas,
y tienes por facistol
el laurel, ¿para qué al sol
con tan sonoras cautelas,
le madrugas y desvelas?
Dígame,

dulce jilguero, ¿por que?


Voz pintada, canto alado,
poco al ver, mucho al oído,
¿ dónde tienes escondido
tanto instrumento templado?
Recata de mi cuidado
tus músicas y alegrías,
que las malas compañías
te volverán los cantares
en lágrimas y pesares,
por más que a sirena anhelas.


Flor que cantas, flor que vuelas,
y tienes por facistol
el laurel, ¿para qué al sol
con tan sonoras cautelas,
le madrugas y desvelas?
Dígame,

dulce jilguero, ¿por que?



 II 

Rosal, menos presunción,
donde están las clavellinas,
pues serán mañana espinas
las que ahora rosas son.


¿De qué sirve presumir,
rosal, de buen parecer,
si aún no acabas de nacer
cuando empiezas a morir?
Hace llorar y reír
vivo y muerto tu arrebol,
en un día o en un sol;
desde el oriente al ocaso
va tu hermosura en un paso,
y en menos tu perfección.


Rosal, menos presunción,
donde están las clavellinas,
pues serán mañana espinas

las que ahora rosas son.


No es muy grande la ventaja
que tu calidad mejora:
si es tu mantilla la aurora,
es la noche tu mortaja:
no hay florecilla tan baja
que no te alcance de días,
y de tus caballerías,
por descendiente del alba,
se está riendo la malva,
caballera de un terrón.


Rosal, menos presunción,
donde están las clavellinas,
pues serán mañana espinas

las que ahora rosas son.


Francisco de Quevedo