Vida de fuego y pobreza
en el caserón antiguo,
ella, una vieja gitana,
él, un anciano mendigo.
Cuatro candiles y el bronce
brillando sucio, y un vidrio
roto sobre las espaldas
de un silencioso domingo.
Ella bebe de una jarra
que la tarde abraza en vino
las sonrisas apagadas,
las nostalgias ya sin ruido.
Por la noche una disputa
que sube hasta el rojo vivo,
quiere amores la gitana
que increpa duro al marido.
La criada corre prisa
por el terreno baldío,
un grito que se agiganta,
un aire de miedo y frío.
Llega tarde hasta la vera
del acto aquel, y es testigo
de una gitana que llora
borracha de amor y vino.
... trenzas de llanto en su rostro
tiembla en su mano un cuchillo...
Teodoro R. Frejtman