Epístola
a la marquesa de Villafranca,
con motivo del nacimiento de su hijo primogénito,
Conde de Niebla.
Faltó mi anuncio, y generoso el cielo,
más que yo pude prevenir, destina
felicidades a tu casa ilustre,
cuando de tu cariño el digno fruto,
señora, al mundo das. Juzgué que vieras
tu sexo y gracias repetirse, y toda
tu hermosura gentil, en la querida
prenda que ya dulce te mira y ríe.
¡Oh, vana predicción! Mayor cuidado
merece al Numen que sustenta el orbe
de los Toledos la prosapia excelsa
premios más altos la virtud merece,
el tierno y casto amor, la no manchada
pureza conyugal. Mira cumplidos
los votos ya de tu feliz esposo,
y los tuyos también, y los de tantos
pueblos que en ti ven su señora y madre.
Ése que duermes en ebúrnea cuna
pequeño infante, es un Guzmán; de aquella
estirpe clara sucesor que un día
fue de la patria impenetrable escudo,
y en su defensa derramó inflexible
la propia sangre. De Tarifa el alto
muro, sitiado de agarenas huestes,
supo guardar su generoso abuelo.
Vio de cadenas sin piedad ceñido
el joven infeliz, oyó sus voces,
y el ruego y llanto de doliente esposa,
y supo ser leal. Le ofrece el moro
pactos indignos, y amenaza al cuello
del inocente, si Guzmán resiste;
él se desciñe la temida espada,
la tira al campo y, si no quieres, dijo,
la tuya ensangrentar, ésa es la mía.
¡Oh constancia! ¡Oh valor! Vive precioso
niño, y el claro ejemplo que los tuyos,
Te dan, imita. Vive, si de tanta
ilustre acción te ha de inflamar la gloria.
Que ya del vicio y corrupción infame
harto el estrago se difunde y crece.
La disciplina militar, el celo
por el público bien, costumbres puras
faltaron... Vive: que la patria nuestra,
honor, virtud, Guzmanes necesita.
Leandro Fernandez de Moratin