Distante de la aldea,
Iba cazando un Perro
Flaco, que parecía
Un andante esqueleto.
Cuando menos lo piensa
Un Lobo le hizo preso.
Aquí de sus clamores,
De sus llantos y ruegos.
Decidme, señor Lobo.
¿Qué queréis de mi cuerpo,
Si no tiene otra cosa
Que huesos y pellejo?
Dentro de quince días
Casa a su hija mi dueño,
Y ha de haber para todos
Arroz y gallo muerto.
Dejadme ahora libre,
Que pasado este tiempo,
Podréis comerme a gusto,
Lucio, gordo y relleno.
Quedaron convenidos;
Y apenas se cumplieron
Los días señalados,
El Lobo buscó al Perro.
Estábase en su casa
Con otro compañero,
Llamado Matalobos,
Mastín de los más fieros.
Salen a recibirle;
Al punto que le vieron,
Matalobos bajaba
Con corbatín de hierro.
No era el Lobo persona
De tantos cumplimientos;
Y así, por no gastarlos,
Cedió de su derecho.
Huía, y le llamaban;
Mas él iba diciendo
Con el rabo entre piernas:
Pies, ¿para qué os quiero?
Hasta los niños saben
Que es de mayor aprecio
Un pájaro en la mano
Que por el aire ciento.
Felix Maria Samaniego