Dime: ¿por qué suspiras,
bendita madre,
cuando de regocijo
tiemblan los aires?
Di: ¿por qué lloras?
¿No oyes que las campanas
tocan a gloria?
¡Oh! Dejadme que llore...
Dejad que muera...
¡Al hijo de mi vida
ya se lo llevan!
¿No veis mi duelo?
¿No oís que las campanas
tocan a muerto?
Tu pobre niño enfermo
triste gemía
ayer entre tus brazos,
madre bendita...
¡Y hoy ya no llora!...
¡Hoy por él las campanas
tocan a gloria!
¡Ah! Sí... Su alma de ángel
allá me espera...
Pero su cuerpo hermoso
yace en la tierra...
Ya no le veo...
¡Para él tocan a gloria!
¡Para mí, a muerto!
Pedro Antonio de Alarcon