A mitad de mi fausto galanteo,
su paraguas de sedas cautelosas
la noche desplegó, y un lagrimeo
de estrellas, hizo hablar todas las cosas...
Erraban las Walkirias vaporosas
de la bruma, y en cósmico mareo
parecían bajar las nebulosas
al cercano redil del pastoreo...
En un abrazo de postrero arranque,
caímos en el ángulo del bote...
Y luego que llorando ante el estanque
tu invicta castidad se arrepentía,
¡el sauce, como un viejo sacerdote,
gravemente inclinado nos unía...
Julio Herrera y Reissig