¡OH, bella muchacha quién te tuviera,
Para ser a tu lado un hombre hermoso¡.
Si hasta Dulcinea, la del Toboso,
De su ideal primor se arrepintiera.
Qué esconde tu gracia tan lisonjera,
Que todo hombre sueña ser tu esposo.
Darte pretendo un beso tembloroso,
Para que tú lo calmes y me quieras.
Pero vedada estás a los mortales.
Y como tal, mi anhelo se marchita.
¿Qué somos ante ti, Bella Afrodita,
Los que amamos a seres irreales?
Nada quizás… o bien yo me equivoco.
¿Ilusos, poetas, ingenuos, locos?
Luciano Cavido