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25 de agosto de 2022

A G. R. H.




Para llegar al fondo,
donde la célula,
médula del universo,
está dormida para ser desgarrada,
ayer mordí tantas amargas voces.
Resquebrajada veo
ahogar los ríos,
perpetuar
esta dicha falseada.
A fin de juego,
mi antiguo yo
en dos,
en tres,
en cuatro,
bajo ahogados puños.
Hoy, insomne, pongo de nuevo los pedazos
de este rompecabezas de mi espera.


En mi revés de dicha,
dubitativa soledad,
llegas, como tramposa hazaña.
Tu deliberado signo
es advertencia
de mis pesadillas,
de mis ambiguos monstruos.
Vierto tantas angustias
en la mirada del otro:
universo casual
de imagen y tumulto
que abarca la humanidad
y determina.
Con placer invisible
imagino
remotos territorios
y en ellos me diluyo.


Salto al espejo del otro,
lentamente me fundo
hasta llegar a ti
con el lastimero ramillete de recuerdos,
con el incomprensible hoy
que me amortaja.
Me rodeo
me toco
me meto hasta la isla
explorándome toda...
y me salgo despacio.
Lentamente enumero mis gemidos,
frágiles agonías,
desperezo memorias,
amordazo y sojuzgo mi silencio.


El eco singular recoge el pensamiento
envolviendo el olvido
que hoy estreno.
Me ejercito en silencios
para no descubrir que, enmascarada,
tengo necesidad de un tiempo
indefinidamente abierto y esperado.
Obstinada, descanso el peso de mi vida
sobre mi propio yo,
satisfago mi soledad, pobreza y desesperanza,
orden en el desorden apoyado.
Sin resistencia entrego el tiempo a mis quehaceres,
aprendiendo, ensayando
esta exigencia nueva:
esta soledad con que amordazas.


Dualidades vitales.
Tal vez desesperanza.
Dedicar la vida
a extrañas metas.
Frente a la ternura postergada,
los logros ríen
en ritual cansado,
cuando sólo quisiera
un conocido puerto agudo y silencioso
y respirar de veras
en tu desnudo aliento.


Levantarse
como en la mañana primera,
desperezar el caos, la tristeza,
planchar el optimismo
para verte.
Algo siempre me aguarda,
regalo de la mente,
envoltura de manos pegada a tu costado.
Desenvuelvo tus dedos
y bebo la sorpresa de tus palmas.
Recibo tantas cosas:
lenguas en punta, lanza y fuego.
Regreso,
visitante de la pequeña roca,
y te veo partir
hacia otras noches.


¿Dónde el lugar para el hombre
y su desconcertado descontento
frente al caos errante
de esta tierra?
Tanta muerte sin sangre,
tanto silencio provocado.
Ángeles desesperanzados,
buscamos
en noches de caída
la madrugada de la vida.



Lourdes Espinola