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21 de noviembre de 2018

CANTAS II






24


Bambú de caña batiente
atalayero de azules,
arpa de todos los verdes,
cimera de alas y luces.
Su ancho disco de horizonte
puso a reír la mañana,
y llena de sol y brisa
se me enloqueció la manta.
Cimera de alas y luces.
-Trino y pulmón- los turpiales
pueblan de alba los bambues.


25


De puro mirar el llano
tus claros ojos verdean
porque tienen las ternuras
del color de lo que sueñan.
Cañaveral en la arena
-pulpa ardida y sin retoño-
cómo sentirá de dulce
tu mirar color de pozo.
Del color de lo que sueñan.
Cómo no se te ennegrecen
de tanto mirar mi pena!


26


Los pétalos de tu risa
en la mata de cerezo
te los salpicó de lloros
la maldad del avispero.
Me acordé de aquella copla
que tiene tan dulce el aire:
la palma llena de brisa
se vino al pueblo en tu talle.
La maldad del avispero:
tu boca pequeña, grande,
tus ojos grandes, pequeños.


27


Cómo se fue la garúa,
cómo se vino el verano,
cómo se estira en los lejos
la canta del taro-taro.
Préstame los regalitos
-Manchas blancas de tus uñas-
para simularles garzas
a mis aljibes de angustia.
La canta del taro-taro.
Hoy sentí amarga la copla
que se me endulzó en tus labios.


28


En su curiara mi tío
por el Orinoco bravo
-azogue en alma cauchera-
corrió amores y chubascos.
Capitán de la candela
el viento va pensativo:
si pasa con sed mañana
¿dónde beberá el rocío?
Corrió amores y chubascos.
Rodaron por Río Negro
oro de sus veinte años.


29


La madrugada entrecruza
curvas decantas y rejos.
Por los corrales oscuros
llovizna espuma el ordeño.
Capachos bate el corozo,
capachos de viento arisco.
Del tranquero al horizonte
tiembla un bordón de mugidos.
Llovizna espuma el ordeño:
Yo me empapé en tus rocíos
el cañal del sentimiento


30


Agua de Laguna Negra
-madre vieja de mil árboles-
Antonio Machado un día
anocheció en tus pinares.
Tu voz, sabana, modula
alma que te dio Castilla,
y por eso hay fe indomable
en la pena que suspiras.
Anocheció en tus pinares.
Allá va solito y noble
en el lomo del romance.


31


Contándole al caño viejo
su dolor de cien caminos
viene silbando chicharras
el anochecer cenizo.
Para mentiras el pueblo,
para verdad la llanura.
Cuando ves la luna entera
ves no más que media luna.
El anochecer cenizo.
Y tú no me tienes rabia,
ni lástima ni cariño.


32


Tu que has visto la tristeza
de la tierra larga y sola,
tu que sabes mi esperanza
mírala como se ahonda.
La noche vaquera-negros
la cobija y el caballo-
sonando espuelas de grillos
cruzó el callejón del hato.
Mírala como se ahonda,
cual un lucero furtivo
en el jagüey de mi copla.


33


Al sesgo el pelo de guama
al cinto la faja negra,
ese hombre callado es como
pozos de la Portuguesa.
Arden de sol las arenas
y el agua muda las lame;
el bongo en viaje rasguña
la inmóvil luz de la tarde.
Pozos de la Portuguesa:
bajo el remanso apacible
el caimán sus males sueña.


34


Mis manos tahúres abren
para mis anhelos, picas:
en juego de cartas verdes
te gané la mesa limpia.
Me arrebujé en la cobija
de regreso de tu rancho;
pasé por "El Sentimiento"
oscurito y lloviznando.
Te gané la mesa limpia:
Juega el as del corazón
que te espero en la caída.


35


Me voy por esta sabana
-arpa que afinó el silencio-
duros bancos de "Voy Solo"
caminito de "Agua Lejos".
Rinconada de "Los Bueyes"
arenales del "Olvido"...
En el alma de estos nombres
le "florió" pena al camino.
Caminito de "Agua Lejos"
sembré una palma de olvidos
y me retoñó recuerdos.


36


Los arreboles temblaron
su despedida en las pencas.
Partámonos el paisaje
como llanero y llanera.
Me cogió la noche negra
en los esteros de Arauca
y me fui para tus ojos
por la pica de una canta.
Como llanero y llanera.
Coge el lucero y la palma,
déjame el pozo y la arena.


37


Tal vez mañana me vaya
cuando el callejón me alumbres
tras esta brisa coplera,
trocha de la tarde dulce.
La cañada dijo luna,
el estero dijo garza.
A ti no más te diré
lo que dijo la guitarra.
Trocha de la tarde dulce.
Cargados burros los cerros
llevan barriles denubes.


38


Con el dejo de este cuatro
me acordé de cuando iba
de noche en mi buey cansado.
Y el hato en la lejanía.
Allá van los carreteros
por el banco a media-luna:
abren callejones tristes
los ecos de sus guaruras.
El hato en la lejanía
en la garganta de un gallo
me guiñó su lucecita.


39


Hombre de la tierra hermana
que de misterio te emponchas:
resero en el "cangrejal"
-potro duro y alma sola-
Aquí también el adiós
al sueño audaz le sonríe;
aquí también "es llegar
un pretexto para irse".
Potro rudo y alma sola,
con la amargura en el anca
se fue Don Segundo Sombra.


40


Hoy casi me puse alegre,
casi de puro soñarte,
casi parodié por ti
la copla del casi casi.
Alma del hato lucero
viene en las brisas un son:
¿qué tendrá el cedro del cuatro
tan seco y echando flor¡
La copla del casi casi.
Casi es lindo como tú
el lucero de la tarde.


41


Si a la sombra de Quevedo
te olvidas de irme olvidando,
te acuerdas de no quererme
a la luz de Garcilaso.
Alta y profunda la noche
sobre mis sienes titila
como el signo de tu ausencia
cerca de mi lejanía.
A la luz de Garcilaso
brisa eglógica susurra
en la palma de tu mano.


42


El horizonte y yo vamos
solos por la llana tierra:
me enlazó todos los rumbos
su audacia de soga abierta.
Mientras las otras se ríen
la luna y tu silenciosas,
y la sombra de mi mano
tiembla al tropezar tu sombra.
Solos por la llana tierra.
Andar y andar hacia ti
como quien de ti se aleja.


43


Aguárdeme, compañero,
en el botalón del patio
que voy a ensebar la soga
que piqué del cuero sardo.
Quién es, por fin, quien se queja
cuando el fuego lame el agua
el agua porque se quema
o el fuego porque se apaga?


44


Espérame, palmasola,
palma del camino, espérame,
que quiero zurcir nostalgias
con música de tus pencas.
Sólo te besa una boca
y un ojo no más te ve:
la clara boca del caño,
el ojo azul del jagüey.
Con música de tus pencas
me puse en los arenales,
me puse a acordarme de ella.


45


Se toparon los vaqueros,
muertos del sol los caballos:
-hermano, ah tierra bien sola!
-ah vida bien dura, hermano!
Alcaraván del recodo
-pensativo y ojo alerta-
tu mutismo afila inmóvil
la canción de cuando vuelas.
-¡Ah vida bien dura, hermano!
El cauchero Arturo Cova
Le dijo a Santos Luzardo.


Alberto Arvelo Torrealba