CafePoetas es un Blog sin animo de lucro donde se rinde homenaje a poetas de ayer, hoy y siempre.

31 de agosto de 2011

CERCADA


Cercada está mi alma de contrarios;
la fuerza, flaca; el castellano, loco;
el presidio, infiel, bisoño y poco,
ningunos los pertrechos necesarios.

Los socorros que espero, voluntarios,
porque ni los merezco ni provoco;
tan desvalido, que aun a Dios no invoco
porque mis consejeros andan varios.

Los combates, continuos, y la ofensa;
los enemigos, de ánimo indomable;
rota por todas partes la muralla.

Nadie quiere acudir a la defensa...
¿qué hará el castellano miserable
que en tanto estrecho y confusión se halla?

Baltazar de Alcazar

30 de agosto de 2011

¿QUE IMPORTA..........


¿Qué
importa
que la estrella
esté remota
y deshecha
la rosa?

Aún tendremos
el brillo y el aroma.

Leon Felipe

29 de agosto de 2011

1964





I

Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,

cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.

Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente

para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.


II

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta

y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna

y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.

Sólo me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.

Jorge Luis Borges

28 de agosto de 2011

¿A QUIEN VIENE A VER USTED?


Hoy está el pueblo en mi cuerpo.
¿A quién viene a ver usted?
Usted no ve que esta herida
es corno un ojo de juez...

Usted que se trae los grillos,
¿a quién viene a ver usted,
que anda más con el instinto
que con los pies?

Usted que trae el olfato,
pero con luz viene a oler;
meta la conciencia aquí...
y no la deje en la piel.

Usted que se trae la bala,
viene a saber por qué fue...
Si hay un rico en este lío,
¿a qué viene? ¿Para qué?

Aquí só1o hay una boca,
hay una voz, una sed.
Un trozo de grito sangra.
¡Lo cortaron como res!

Usted que se trae las llaves,
¿a quién viene a ver usted?
Vea estas manos callosas,
ropa rota y sin zapatos
unos pies.

Usted que se trae las manos
pesadas como pared...
¿no ve el hambre?
¿no la ve?

Tápenle el grito a este hombre;
y aunque es más la voz que el pie,
pónganle grillos, que sólo
el pobre cabe en la ley...

¿No ve que la sangre huye
y no se sabe por qué ...?
Pero yo sé que hay aquí
quien se la quiere beber ...

¿A quién viene a ver usted?


Manuel del Cabral

27 de agosto de 2011

ESTA LLUVIA, EL PERDON Y MIS ROSALES




Y la lluvia sonríe, canta dentro
del cristal que me habita
y repercute
sobre un suelo ya antiguo
en otras lluvias, y otras tardes miradas
desde lejos.

Mi ventana de ver el mundo, abierta,
y mi puerta a algún náufrago,
descubro
que no hay puertas,
que nunca hubo ninguna
para abrir, ni cerrar; que estuve afuera.

Y esta lluvia...

La tarde me habla quedo
como un hombre, cansado ya de días,
que repite y repite la aventura
no vivida,
y es su única aventura.

Que no sea la noche aún, imploro;
que esta penumbra se prolongue
y siga.

Que no llegue la sombra, que no arribe
la hora parda,
y el agua me columpia; recién nazco,
es temprano, necesito
de la gracia de un pétalo de tiempo,
del milagro de dar
mi voz exacta.

Un rocío ya apenas, esta lluvia
se ha quedado fulgiendo
en las corolas
amarillas y rojas de mi patio.

En cada gota –yo te absuelvo– escucho,
de la espina y la herida
que causaste.

Esta lluvia, el perdón, y mis rosales.

Emplumada de gris, vuela la tarde.

Matilde Alba Swann

26 de agosto de 2011

VIBRADORA CIGARRA


Vibradora cigarra: con tu lírico empeño
los veranos cantabas en la azul lejanía,
y al temblor de tus alas resonantes, fulgía
todo el sol en mis ojos y en el valle risueño.

Y callabas al verme por el linde pampeño
divagar, cuando el rayo moribundo del día,
con las blondas palmeras que la tarde mecía
tuve amores, y el llano me enseñaba el ensueño.

Hoy que lánguidas brumas se vistió la pradera,
algo espera mi alma sin saber lo que espera:
¡que el sol brille, que vuelvas y en la luz te remontes!

Ni siquiera un celaje sobre el páramo eterno...
Como tú ya no cantas, ha venido el invierno
y las mudas neblinas encanecen los montes.

Jose Eustacio Rivera

25 de agosto de 2011

ROMANCES


1

Los rayos le cuenta al Sol
con un peine de marfil
la bella Jacinta, un día
que por mi dicha la vi
en la verde orilla
de Guadalquivir.

La mano obscurece al peine
mas ¿qué mucho si el abril
la obscurecen los lilios
que blancos suelen salir
en la verde orilla
de Guadalquivir?

Los pájaros la saludan,
porque piensan (y es así),
que el Sol que sale en Oriente
vuelve otra vez a salir
en la verde orilla
de Guadalquivir.

Por solo un cabello el Sol
de sus rayos diera mil,
solicitando envidioso
el que se quedaba allí
en la verde orilla
de Guadalquivir.


2

La más bella niña
de nuestro lugar,
hoy viuda y sola
y ayer por casar,
viendo que sus ojos
a la guerra van,
a su madre dice,
que escucha su mal:

Dejadme llorar
orillas del mar.

Pues me distes, madre,
en tan tierna edad
tan corto el placer,
tan largo el pesar,
y me cautivastes
de quien hoy se va
y lleva las llaves
de mi libertad,

Dejadme llorar
orillas del mar.

En llorar conviertan
mis ojos, de hoy más,
el sabroso oficio
del dulce mirar,
pues que no se pueden
mejor ocupar,
yéndose a la guerra
quien era mi paz,

Déjame llorar
orillas del mar.

No me pongáis freno
ni queráis culpar,
que lo uno es justo,
lo otro por demás.
Si me queréis bien,
no me hagáis mal;
harto peor fuera
morir y callar,

Dejadme llorar
orillas del mar.

Dulce madre mía,
¿quién no llorará,
aunque tenga el pecho
como un pedernal,
y no dará voces
viendo marchitar
los más verdes años
de mi mocedad?

Dejadme llorar
orillas del mar.

Váyanse las noches,
pues ido se han
los ojos que hacían
los míos velar;
váyanse, y no vean
tanta soledad,
después que en mi lecho
sobra la mitad,

Dejadme llorar
orillas del mar.


3

Hermana Marica,
mañana, que es fiesta,
no irás tú a la amiga
ni yo iré a la escuela.

Pondráste el corpiño
y la saya buena,
cabezón labrado,
toca y albanega;

y a mí me podrán
mi camisa nueva,
sayo de palmilla,
media de estameña;

y si hace bueno
traeré la montera
que me dio la Pascua
mi señora abuela,

y el estadal rojo
con lo que le cuelga,
que trajo el vecino
cuando fue a la feria.

Iremos a misa,
veremos la iglesia,
darános un cuarto
mi tía la ollera.

Compraremos de él
(que nadie lo sepa)
chochos y garbanzos
para la merienda;

y en la tardecica,
en nuestra plazuela,
jugaré yo al toro
y tú a las muñecas

con las dos hermanas,
Juana y Madalena,
y las dos primillas,
Marica y la tuerta;

y si quiere madre
dar las castañetas,
podrás tanto dello
bailar en la puerta;

y al son del adufe
cantará Andrehuela:
No me aprovecharon,
madre, las hierbas;

y yo de papel
haré una librea
teñida con moras
porque bien parezca,

y una caperuza
con muchas almenas
pondré por penacho
las dos plumas negras

del rabo del gallo,
que acullá en la huerta
anaranjeamos
las Carnestolendas;

y en la caña larga
pondré una bandera
con dos borlas blancas
en sus tranzaderas;

y en mi caballito
pondré una cabeza
de guadamecí,
dos hilos, por riendas;

y entraré en la calle
haciendo corvetas,
yo y otros del barrio,
que son más de treinta.

Jugaremos cañas
junto a la plazuela,
porque Barbolilla
salga acá y nos vea;

Barbola, la hija
de la panadera,
la que suele darme
tortas con manteca,

porque algunas veces
hacemos yo y ella
las bellaquerías
detrás de la puerta.


4

En el caudaloso río
donde el muro de mi patria
se mira la gran corona
y el antiguo pie se lava,
desde su barca Alción
suspiros y redes lanza,
los suspiros por el cielo
y las redes por el agua,

y sin tener mancilla
mirábale su Amor desde la orilla.

En un mismo tiempo salen
de las manos y del alma
los suspiros y las redes
hacia el fuego y hacia el agua.
Ambos se van a su centro,
do su natural les llama,
desde el corazón los unos,
las otras desde la barca,

y sin tener mancilla
mirábale su Amor desde la orilla.

El pescador, entre tanto,
viendo tan cerca la causa,
y que tan lejos está
de su libertad pasada,
hacia la orilla se llega,
adonde con igual pausa
hieren el agua los remos
y los ojos de ella el alma,

y sin tener mancilla
mirábale su Amor desde la orilla.

Y aunque el deseo de verla,
para apresurarle, arma
de otros remos la barquilla,
y el corazón de otras alas,
porque la ninfa no huya,
no llega más que a distancia
de donde tan solamente
escuche aquesto que canta:

«Dejadme triste a solas
dar viento al viento y olas a las olas.»

Volad al viento, suspiros,
y mirad quién os levanta
de un pecho que es tan humilde
a partes que son tan altas.
Y vosotras, redes mías,
calaos en las ondas claras,
adonde os visitaré
con mis lágrimas cansadas,

«Dejadme triste a solas
dar viento al viento y olas a las olas.»

Dejadme vengar de aquélla
que tomó de mi venganza
de más leales servicios
que arenas tiene esta playa;
dejadme, nudosas redes,
pues que veis que es cosa clara
que más que vosotras nudos
tengo para llorar causas.

«Dejadme triste a solas
dar viento al viento y olas a las olas.»


5

Érase una vieja
de gloriosa fama,
amiga de niñas,
de niñas que labran.

Para su contento
alquiló una casa
donde sus vecinas
hagan sus coladas.

Con la sed de amor
corren a la balsa
cien mil sabandijas
de natura varia,

a que con sus manos,
pues tiene tal gracia
como el unicornio,
bendiga las aguas.

También acudía
la viuda honrada,
del muerto marido
sintiendo la falta,

con tan grande extremo,
que allí se juntaba
a llorar por él
lágrimas cansadas.

Luis de Gongora y Argote

24 de agosto de 2011

TURBA MULTA


Bajo los anchos pliegues de una bandera
invicta en Arapiles y en Ceriñola
una turba se ampara tosca y logrera,
hija degenerada de la altanera
raza española.

Gente que audaz persigue lucro mezquino
que en altos ideales su afán escuda;
que siembra odios eternos en su camino
que de climas remotos hambrienta vino
pobre y desnuda,

y hoy que sus ricas tiendas aquí levanta
del colono pretende mofarse impía;
contemplar en el tajo nuestra garganta
y hacer que en nuestra tierra fije su planta
la tiranía.

Esos no representan al pueblo hispano
noble, viril, altivo, franco y sincero,
convertido, a esta margen del océano,
en montón de burócratas, rudo, inhumano
torpe y artero.

Montón a que los parias rinden tributo;
que en éxitos menguados te pavoneas;
que de tu negra infamia logras el fruto
en días tempestuosos de sangre y luto!
¡Maldito seas!

Luis Muñoz Rivera

23 de agosto de 2011

LA LAGRIMA


Enjuga, enjuga esa preciosa perla
que para herir cristalizó el amor:
ella deslumbra el corazón que al verla
hierve de nuevo en criminal ardor.

No venga, no, de tus hermosos ojos
astros de vida el brillo a oscurecer;
no venga infausta a presagiar enojos,
ni amortiguar tu bello rosicler.

Chispa divina del sagrado fuego
que infundió a tu alma celestial piedad
ella es, y deja al desdichado ciego
que vaga envuelto en triste oscuridad.

¿Por qué llorar? De las pasiones fieras
tú no has sentido el devorante ardor;
siempre te halagan auras lisonjeras,
nunca te asalta el frígido escozor.

¿Por qué llorar? Un misterioso velo
te encubre aún arcanos del vivir;
tu alma es más pura que la luz del cielo,
todo a tu anhelo miras sonreír.

¿Por qué llorar? Impresa en la memoria
no llevas, no, la sombra del pesar;
gozas de un ángel la inefable gloria,
tu sueño guarda un ángel tutelar.

Mas ¡ay! que veo tu pupila ardiente
toda anegada en lloro virginal;
mas ¡ay! que asoma en tu lozana frente
del infortunio el precursor fatal.

Dale a mi mano el enjugar tus ojos;
mas ¡ah! que vierten fuego abrasador:
y yo insensato, para más enojos,
ni llorar puedo ni sentir amor.

Esteban Echeverria

22 de agosto de 2011

DECIMAS


1

A un primer movimiento de amor

Apriétame de manera
cierto pensamiento mío,
que cuanto más lo desvío,
se introduce y apodera.
¿Qué no hará, si persevera
en seguir su competencia?
Y más si mi resistencia
acude a paso tan lento;
que pierde el merecimiento
la contraria diligencia.

Aunque (por decir verdad)
tan agradable se ofrece,
que atropellarlo parece
villanía y crueldad.
Terrible severidad
es esta de la razón;
que arme a un tierno corazón
contra el hijo natural.
Luego, si resiste mal,
no le cause admiración.

No hago todo lo que puedo,
y no puedo más hacer;
que a la gloria de vencer
tengo cobrado gran miedo.
Es mengua, yo lo concedo;
mas si con fuerza lo evito,
doile vigor infinito,
porque, al fin, he descubierto
que cuanto más lo divierto,
crece porque lo ejercito.

Que como al alma acompaña
este apacible importuno,
en viendo descuido alguno,
valiéndose dél, la engaña.
Y de tal gloria me baña
infundido por el seno,
que no le tuvo tan lleno
de Apolo alguna Sibila
como cuando en mí distila
su dulcísimo veneno.

Retrátame en la memoria
de Amarilis la belleza,
ya que no hay naturaleza
que resista a tanta gloria;
mas si queda esta vitoria
(por resistida) imperfeta,
acude con nueva treta
eficaz y poderosa,
y píntamela piadosa,
que es con lo que me sujeta.

Al fin, viene a ser deseo
esto que me hace la guerra,
que derribado por tierra,
cobra fuerzas como Anteo.
Del aprieto en que me veo
(pues nunca inferior me vi),
yo solo la causa fui;
porque no fuera Dios fiel
si le hubiera dado a él
mayores fuerzas que a mí.


2

Cuando la razón tenía
mis afectos concertados,
le fueron tiranizados,
y, a mi ver, sin tiranía;
porque Amor, que pretendía
ser dueño del corazón,
le mostró a Filis acción
tan apacible y tan fiel,
que ya no ha dejado en él
ni un átomo a la razón.

Y luego que a la obediencia
de Filis tuvo rendidos
con los fáciles sentidos
los de mayor excelencia,
en lo puro de mi esencia
(a cuya luz no se atreve
ni una nubecilla leve)
le dedico el vivo altar,
donde se humana a aceptar

el culto que se le debe.
En esta región secreta
no tiene el engaño parte,
ni la adulación ni el arte
que a la fortuna respeta;
de la sencillez perfecta
(diosa en esta esfera) alcanza
mi decoro su alabanza,
porque, a merecer atento,
ejercita el sufrimiento,
y no escucha a la esperanza.

Generosa la pureza
se entraña aquí en las acciones,
por quien acepta sus dones
otra no vulgar nobleza;
que como Naturaleza
en lo esencial siempre es una,
no son de importancia alguna,
para premiar voluntades,
las falsas desigualdades
que introdujo la fortuna.

Y así con esta igualdad
(aunque a la humana licencia
pone Filis reverencia
y horror su divinidad),
las alas de mi verdad
por los claros aires pruebo,
donde, con ejemplo nuevo,
propicio al sol me asegura,
en cuya luz limpia y pura
con felicidad me elevo.

Por fértiles, ya no pueden
caber sus efectos dentro
en mi fe; y así, del centro
que los atesora exceden;
y él, aunque más raros queden,
cuanto menos exteriores,
muestra en ellos sus favores,
atónito de que pudo
llevar con silencio mudo
finezas tan superiores.

Mas si en el estéril seno
es Amor quien los cultiva,
cierto es que dél se deriva
fruto de sazón tan lleno.
Así con humor ajeno
crecen pimpollos altivos
que en infelices olivos
ingirió industriosa mano,
y el árbol se mira ufano
de los ramos adoptivos.


3

Burléme (yo lo confieso)
de tus cadenas, Amor,
mas no merecí el rigor
que padezco en ellas preso.
A mi exceso (si fue exceso)
excede el de tu venganza,
pues ya en mi nueva mudanza
no sólo pruebo su furia,
sino que adoro la injuria
de tu perdida esperanza.

Si te ha ofendido la historia
de mi desdeñosa edad
(demás que su libertad
fue materia de tu gloria),
nunca es mayor la vitoria
que el esfuerzo del vencido;
y tú sabes que lo he sido,
no desarmado ni huyendo,
pues me hallaste resistiendo
valiente y apercebido.

Y ambos podemos por esto
fundar justa competencia:
tú en mi grande resistencia,
yo en lo mucho que te cuesto;
pues para rendirme has puesto,
contra mi libre opinión,
la más alta perfeción:
armas con cuyo poder
te fuera fácil traer
los dioses a tu prisión.

El resplandor de unos ojos,
donde tus flechas enciendes,
a cuya deidad suspendes
los enemigos despojos;
allí entre tus dardos rojos
gimen corazones vivos,
que padecen por altivos
los efetos de tu ira;
y porque Cloris los mira,
se precian de tus cautivos.

Tú allí, pues tanta noticia
tienes de mi esfuerzo, advierte
que estimar al cauto y fuerte
no es piedad, sino justicia.
Verás cómo en tu milicia
las finezas que yo enseño
(que siendo de mejor dueño
no he de mostrar menos brío),
si cuando arde el hierro frío,
arde más que el seco leño.

Mas, ¡ay!, que en plazos tan largos
esta esperanza risueña
(aun cuando los desempeña)
obra efectos más amargos.
Así con los ojos de Argos
el pavo al sol desafía,
y cuando más lozanía
muestra en las plumas lucientes,
triste y con ojos prudentes,
encoge su gallardía.

No trate desta manera
tu esperanza a quien la sigue,
sino es para que castigue
al que sus glorias espera;
pues cuando más verdadera
y constante nos parece,
recibimos las que ofrece
los que en su fe confiamos,
y al fin velando soñamos,
y el desengaño enmudece.


4

Silvia, dos arcos te ha dado
para tus cejas Cupido,
de ébano son (no bruñido
dices tú, sino aserrado);
mas ni el marfil transformado
en el honor de tu frente
recibe sombra indecente,
ni el de las pestañas graves
turba en tus ojos suüaves
la serenidad luciente.

Antes sus flechas envía
con esos arcos Amor,
y el vecino resplandor
es su aljaba o su armería.
En ellos la diestra impía.
de rendir no satisfecha,
las puntas de oro pertrecha
de cierto rigor tan vivo,
que es ya un rayo vengativo
el cuento de cada flecha.

Ese casto ardor sereno,
que el alma en tus ojos puso,
hierve en las flechas infuso,
de clemencia y de ira lleno;
que ambas fuerzas desde el seno
tu ardiente luz les inspira,
cuando a su instancia las mira,
para que obre más estragos
la clemencia con halagos
que con desdenes la ira.

Que el golpe de un desdén claro,
aunque atormente, no injuria,
pues no es descortés la furia
que nos previene al reparo.
Mas ¿quién prevendrá un tan raro
género de rendimiento,
si lo advierte el mismo acento
que halaga con la bonanza,
animando la esperanza
con mengua del sufrimiento?

Así el favor nos oprime,
Silvia, en tu vista risueña
más que cuando nos desdeña
desde su altivez sublime.
¿Quién no yace, o quién no gime
a tu libre condición?
Tragedia es y adulación,
que, en fe de sí misma, atiende
a la crueldad, que pretende
que la llamemos razón.

Di que es crueldad; no la dores;
que la razón no ha de hacer
ministro al mismo placer
del mayor de los rigores.
Como áspid entre las flores,
nos da la muerte escondida,
para que asalte la vida,
cuando en tu gracia inhumana
se entretiene más ufana
y menos apercebida.

Silvia, no más; considera
si es bien que luego comiences
a conservar lo que vences,
porque tu gloria no muera.
Caiga la piedad severa,
con que ha tanto que fulminas
desde esas luces divinas;
que no es gloriosa vitoria
la que encomienda su gloria
al horror de unas rüinas.


5

A una dama que le tiró una naranjilla con agua de azahar

Dulce señora, no hallar
fiel vuestra bala quisiera,
pues siendo verde y de cera,
me previene a no esperar;
porque escondéis el azar
en lo hueco de lo verde,
para que por él me acuerde
que, con esperanza vana,
cuanto en lo exterior se gana,
en lo sustancial se pierde.

Bartolome Aregensola

21 de agosto de 2011

AMOR ES....


Amar la gracia delicada
del cisne azul y de la rosa rosa;
amar la luz del alba
y la de las estrellas que se abren
y la de las sonrisas que se alargan...

Amar la plenitud del árbol,
amar la música del agua
y la dulzura de la fruta
y la dulzura de las almas dulces....

Amar lo amable, no es amor:
Amor es ponerse de almohada
para el cansancio de cada día;
es ponerse de sol vivo
en el ansia de la semilla ciega
que perdió el rumbo de la luz,
aprisionada por su tierra,
vencida por su misma tierra...

Amor es desenredar marañas
de caminos en la tiniebla:
¡Amor es ser camino y ser escala!
Amor es este amar lo que nos duele,
lo que nos sangra bien adentro...
Es entrarse en la entraña de la noche
y adivinarle la estrella en germen...
¡La esperanza de la estrella!...

Amor es amar desde la raíz negra.
Amor es perdonar;
y lo que es más que perdonar,
es comprender...
Amor es apretarse a la cruz,
y clavarse a la cruz,
y morir y resucitar ...
¡Amor es resucitar!

Dulce Maria Loynaz

20 de agosto de 2011

A ROSARIO


Esta hoja arrebatada a una corona
que la fortuna colocó en mi frente
entre el aplauso fácil e indulgente
con que el primer ensayo se perdona.

Esta hoja de un laurel que aún me emociona
como en aquella noche, dulcemente,
por más que mi razón comprende y siente
que es un laurel que el mérito no abona.

Tú la viste nacer, y dulce y buena
te estremeciste como yo al encanto
que produjo al rodar sobre la escena;

Guárdala y de la ausencia en el quebranto,
que te recuerde de mis besos, llena,
al buen amigo que te quiere tanto.

Manuel Acuña

19 de agosto de 2011

AUSENCIA




¡Quién me diera tomar tus manos blancas
para apretarme el corazón con ellas,
y besarlas... besarlas, escuchando,
de tu amor las dulcísimas querellas!

¡Quién me diera sentir sobre mi pecho,
reclinada tu lánguida cabeza,
y escuchar, como enantes, tus suspiros,
tus suspiros de amor y de tristeza!

¡Quién me diera posar casto y suave
mi cariñoso labio en tus cabellos,
y que sintieras sollozar mi alma
en cada beso, que dejara en ellos!

¡Quién me diera robar un solo rayo
de aquella luz de tu mirar en calma,
para tener al separarnos luego
con qué alumbrar la soledad del alma!

¡Oh! quién me diera ser tu misma sombra,
el mismo ambiente que tu rostro baña,
y, por besar tus ojos celestiales,
la lágrima que tiembla en tu pestaña.

Y ser un corazón todo alegría,
nido de luz y de divinas flores,
en que durmiese tu alma de paloma
el sueño virginal de sus amores.

Pero en su triste soledad el alma
es sombra y nada más, sombra y enojos...
¿Cuándo esta noche de la negra ausencia
disipará la aurora de tus ojos...?

Manuel M. Flores

16 de agosto de 2011

EL CIELO DESTRUIDO


("¡Oh, cielo riguroso! ¡Oh, triste suerte!
¡Que tantas muertes das con una muerte!")


El cielo destruido porque llora
mi acongojado corazón humano,
no es el perenne cielo cotidiano
donde el rostro del tiempo se cobra.

El hondo cielo que mi ser añora
por ser de íntimo sol su meridiano,
ese cielo cayó desde mi mano
hacia una eterna noche sin aurora.

Nada queda de él. Sólo el recuerdo
a mitad del camino en que me pierdo
alza el hueco fantasma de su nombre.

Cielo del ser mejor en su mañana.
¡A cambio del sabor de una manzana
perdido para siempre por el hombre!

Franklin Mieses Burgos

14 de agosto de 2011

ESTE AMOR

(Del libro Reencuentro)




Como ir casi juntos
pero no juntos,
como
caminar paso a paso
y entre los dos un muro
de cristal,
como el viento
del Sur que si se nombra
¡Viento del Sur! parece
que se va con su nombre,
este amor.

Como el río que une
con sus manos de agua
las orillas que aparta,
como el tiempo también,
como la vida,
que nos huyen viviéndonos,
dejándonos
cada vez menos nuestros
y más suyos,
este amor.

Como decir mañana
y estar pensando nunca,
como saber que vamos
hacia ninguna parte
y sin embargo nada
podría detenernos,
como la mansedumbre
del mar, que es el anverso
de ocultas tempestades,
este amor.

Este
desesperado amor.

Meira Delmar

13 de agosto de 2011

CANTE HONDO


A todos nos han cantado
en una noche de juerga
coplas que nos han matado...

Corazón, calla tu pena;
a todos nos han cantado
en una noche de juerga.

Malagueñas, soleares
y seguiriyas gitanas...
Historias de mis pesares
y de tus horitas malas.

Malagueñas, soleares
y seguiriyas gitanas...

Es el saber popular,
que encierra todo el saber:
que es saber sufrir, amar,
morirse y aborrecer.

Es el saber popular,
que encierra todo el saber.

Manuel Machado

5 de agosto de 2011

SUEÑO EN SEPIA




Te quitabas el lazo de la cintura, te arrancabas las sandalias, tirabas a un rincón tu amplia falda de algodón, me parece, y te soltabas el nudo que te retenía el pelo en una cola. Tenías la piel erizada y reías. Estábamos tan cercanos que no podíamos ni vernos, los dos absortos en un rito que pretendíamos eterno y desembocaba efímero pero repetible, envueltos en el calor y el olor que creábamos juntos.

Me abría paso por tus caminos del alma, mis manos buscaban por tu cintura temblorosa y encontraban las tuyas impacientes para recorrer juntas los caminos interminables de los sueños compartidos. Te deslizabas, me recorrías, me trepabas, me envolvías con tu presencia mientras me decías mil veces ven con tus labios posados sobre los míos.


En el instante final teníamos un atisbo de una completa soledad, disfrutada a partes iguales, cada uno perdido en su quemante abismo, pero gozando de un horizonte compartido donde pronto resucitábamos desde el otro lado del fuego, para descubrirnos abrazados en el desorden de los inmensos almohadones, bajo el mosquitero blanco de nuestros sueños.


Yo te apartaba el cabello para mirarte a los ojos del alma, unas veces sonreías mientras los entornabas y otras te sentabas a mi lado. Las piernas recogidas con una gracia innata que oscilaba entre la inocencia y la provocación, gustabas de pasarte tu chal de transparencias entre un hombro y tus pechos que sonreían tras las proposiciones indecentes y mágicas del tejido y, todo esto, lo hacías rodeada del silencio de la noche que apenas comenzaba.

Así te recuerdo… en una calma, mezcla de extenuación y de deseo renovado…

Yo entonces te miraba, perdiéndome en la profundidad de tus ojos claros, y te decía:


- Cuéntame un cuento.
- ¿Cómo lo quieres…? Me preguntabas
.
- Y yo, izando una imaginaria bandera amarilla, te respondía:


Cuéntame un cuento que no le hayas contado a nadie…


Diego Lopa Garrocho

4 de agosto de 2011

EL VALOR


Brame si quiere encapotado el cielo:
Terror infunda el lóbrego nublado
Montes desquicie el Bóreas desatado,
Tiemble y caduque con espanto el suelo:

Con hórrido estallido el negro velo
Júpiter rompa de la nube airado:
Quede el Etna en las ondas sepultado:
Quede el mar convertido en Mongibelo:

La máquina del orbe desunida,
Cumpliendo el vaticinio, y las supremas
Leyes, caiga en cenizas reducida:

Por estas de pavor causas extremas,
Ni por las furias que el tirano
Como temas a Dios, a nada temas.

Manuel Zequeira y Arango

3 de agosto de 2011

SONETOS



1

Como aquel que'n soñar gusto recive,
su gusto procediendo de locura,
así el imaginar, con su figura,
vanamente su gozo en mí concive.

Otro bien, en mí, triste, no se scrive,
si no es aquel que mi pensar procura:
de cuanto ha sido hecho en mi ventura,
lo solo imaginado es lo que bive.

Teme mi coraçón d'ir adelante,
viendo'star su dolor puesto en celada,
y así rebuelve atrás en un instante

a contemplar su gloria ya pasada.
¡O sombra de remedio inconstante!:
ser en mí lo mejor lo que no es nada.


2

Pensando en lo pasado, de medroso,
hállome gran amor dentro en mi pecho;
bien sé que lo pasado ya es deshecho,
mas da el maginallo algún reposo.

De descansar estoy tan deseoso
que para reposar doquiera m'echo;
donde'spero descanso, allí es mi lecho,
aunque sea el descanso mentiroso.

Mas este descansar, siendo tan vano,
ha d'acabarse'n muy breve momento;
y el triste recordar está en la mano.

He de bolver a mi dolor temprano;
la cuenta de'sto es tal que no la cuento;
mas hallo lo que pierdo y lo que gano.


3

Como'l patrón que, 'n golfo navegando,
lleva su nao, y viendo claro'l cielo,
está más lexos de tener recelo
que si'stuviese en tierra paseando:

así yo por lo hondo travesando
de mi querer, que nunca tuvo suelo,
el rato que me hallo'star sin duelo,
que voy seguro luego'stoy pensando.

Pero después si el viento mueve guerra
y la braveza de la mar levanta,
acude'l nunca más entrar en barca,

y el voto d'ir a ver la casa santa,
y el desear ser labrador en tierra,
mucho más que'n la mar un gran monarca.


4

Como'l triste que a muerte'stá juzgado,
y desto es sabidor de cierta sciencia,
y la traga y la toma en paciencia,
poniéndos'al morir determinado;

tras esto dízenle que's perdonado,
y'stando así se halla en su presencia
el fuerte secutor de la sentencia
con ánimo y cuchillo aparejado:

así yo, condenado a mi tormento,
de tenelle tragado no me duelo,
pero, después, si el falso pensamiento

me da seguridad, d'algún consuelo,
volviendo el mal, mi triste sentimiento
queda envuelto en su sangre por el suelo.


5

¡O si acabase mi pensar sus días,
o fuese d'eternal sueño oprimido!
No es bien vivir, trayéndome'l sentido
pesadas y continuas chismerías:

o me carga de tristes fantasías
o me da el bien tan corto y tan medido
que me'spanto de que s'an mantenido,
con su tanto gastar, las penas mías.

Viéndome Amor gemir de fatigado,
sobre'sto de mi mal me'stá acallando;
mas aun conmigo en esto se desmide,

como madre con hijo regalado,
que si le pide rejalgar, llorando,
no sabe sino dalle lo que pide.


6

¿No basta el mal a siempre fatigarme,
sin que también el bien me dé tormento?
Yo'stava ya conmigo en buen asiento,
para cuanto dolor quisiesen darme.

Podía el no'sperar harto ayudarme,
y, por vieja costumbre, '1 pensamiento
hallaba en el penar contentamiento,
o cosa que bastava a contentarme.

Aún me'storva el Amor tan baxo'stado,
dándome de placer alguna vista,
con la cual se revuelve mi cuidado,

y el mal con quien yo'stava concertado
con el venir del bien se me'nemista,
y vuelve andar mi reino levantado.


7

¡O si acabase mi pensar sus días,
o fuese d'eternal sueño oprimido!
No es bien vivir, trayéndome'l sentido
pesadas y continuas chismerías:

o me carga de tristes fantasías
o me da el bien tan corto y tan medido
que me'spanto de que s'an mantenido,
con su tanto gastar, las penas mías.

Viéndome Amor gemir de fatigado,
sobre'sto de mi mal me'stá acallando;
mas aun conmigo en esto se desmide,

como madre con hijo regalado,
que si le pide rejalgar, llorando,
no sabe sino dalle lo que pide.


8

¿No basta el mal a siempre fatigarme,
sin que también el bien me dé tormento?
Yo'stava ya conmigo en buen asiento,
para cuanto dolor quisiesen darme.

Podía el no'sperar harto ayudarme,
y, por vieja costumbre, '1 pensamiento
hallava en el penar contentamiento,
o cosa que bastava a contentarme.

Aún me'storva el Amor tan baxo'stado,
dándome de plazer alguna vista,
con la cual se rebuelve mi cuidado,

y el mal con quien yo'stava concertado
con el venir del bien se me'nemista,
y vuelve andar mi reino levantado.


9

Soy como aquel que vive en el desierto,
del mundo y de sus cosas olvidado,
y a descuido veis donde l'ha llegado
un gran amigo, al cual tuvo por muerto.

Teme luego d'un caso tan incierto;
pero, después que bien s'ha segurado,
comiença a holgar pensando en lo pasado,
con nuevos sentimientos muy despierto.

Mas cuando ya este amigo se le parte,
al cual partirse presto le conviene,
la soledad empieça a selle nueva;

con las yervas del monte no s'aviene;
para'l yermo le falta toda el arte;
y tiembla cada vez que'ntra en su cueva.


10

Quisiera Amor a su prisión volverme
por castigar mi libre sentimiento,
y diome de su mano un tan gran tiento,
que hubiera en aquel punto de vencerme;

pero tan cierto vi luego el perderme,
que'sto solo'scusó mi perdimiento,
y fue'l primer afecto tan sin tiento,
que al segundo fue fuerza rehacerme.

Si con armas, Amor, acostumbradas,
como otras veces sale, me saliera,
según en salvo'stoy, quiçá'sperara.

Mas estas aventuras desusadas
espérelas y empréndalas quienquiera,
que yo no oso'sperar muerte tan clara.

Juan Boscán

1 de agosto de 2011

FRONTIS


Lector, vas a beber en una fuente,
donde al bajar el labio y la mirada,
encontrarás tu imagen retratada
en la seda de su onda transparente;

vas a beber el agua de un torrente
hecha de Todo y en resumen Nada,
que sabe de la estrella inmaculada
y de la sima negra y atrayente...

Ese es mi verso; profundiza un poco.
No compadezcas mi dolor, si loco
te lanza entre la sombra su saeta;

sigue, a tientas quizás: Jasón perdido,
y toparás al cabo sorprendido,
el vellocino de oro del poeta.

Luis Pales Matos