CafePoetas es un Blog sin animo de lucro donde se rinde homenaje a poetas de ayer, hoy y siempre.

30 de enero de 2011

LA CITA


¡Adiós, amigo, adiós! ¡El sol se esconde,
la luna sale de la nube rota,
y Eva me aguarda en el estanque, donde
el cisne nada y el nelombo flota!

Voy a estrechar a la mujer que adoro.
¡Cuál me fascina mi delirio extraño!
¡Es el minuto del ensueño de oro
de la cita del ósculo en el baño!

¡Es la hora en que los juncos oscilantes
de la verde ribera perfumada
se inclinan a besar los palpitantes
pechos desnudos de mi dulce amada!

¡Es el momento azul en que la linfa
tornasolada, transparente y pura,
sube hasta el blanco seno de la ninfa
como una luminosa vestidura!

¡Es el instante en que la hermosa estrella
crepuscular se asoma con anhelo
para ver a otra venus que descuella
sobre el húmedo esmalte de otro cielo!

¡Es ya cuando las tórtolas se paran
y se acarician en los mirtos rojos,
y los ángeles castos se preparan
a ponerse las manos en los ojos!

Salvador Diaz Miron

29 de enero de 2011

LINDA RUBIA


Linda rubia: las otras lindas rubias
saben que tú eres la más rubia entre ellas.
¿De qué áureos medievales, de qué onzas
de virreinos en flor, de qué monedas,
por el roce de siglos derretidas,
se amontonan en tus bucles y tus trenzas
la melcocha de oro en que embalsada
salta en rizos de sol tu caballera?
Orfebres gnomos de encantadas grutas,
forjando magias de metal con ella,
para ti harán dos lunas, dos zarcillos,
y para mí dos soles, dos espuelas,
que alumbren los caminos de la noche
y ricen de temblor las madreselvas,
cuando salgamos a correr ensueños,
montada tú a las ancas de mi yegua,
repica que repica repicando
pa-ca-tás pa-ca-tás sobre las piedras,
encendida de espumas la alazana,
encendidas de sangre las espuelas,
encendida la noche de luceros
y encendida la ruta de quimeras...

Linda rubia: las otras lindas rubias
saben que tú eres la más zarca entre ellas.
En sueños hice medallón dorado
con las dos medialunas de tus cejas;
marco de mi retrato en miniatura,
que vi en tus ojos de color turquesa
que las azules alas le robaron
a la azul mariposa de la huerta;
a la azul mariposa de azul alba
en que el sol madrugó turnio de ojeras;
a la azul mariposa que en la rosa
lograste al fin hacerla prisionera.

Linda rubia: las otras lindas rubias
envidian la blancura de tus perlas.
Tus labios, los dos cárdenos gusanos,
que tu lengua de miel aterciopela
unidos en los picos y en las colas
en apretado amor de macho y hembra,
circundan tu nidada de marfiles,
tus dos triunfales arcos en hileras,
que hízolos Dios para que fuesen dientes
y que una noche se volvieron perlas,
una noche de orgía en el Olimpo,
de rumba y bacanal, la noche lesbia
de la luna desnuda y tú desnuda,
en que borracha tú y borracha ella,
le pegaste un mordisco en las mejillas
empolvadas de polvo de luciérnagas,
y así bañaste en lumbre tus marfiles
que se volvieron luminosas perlas.

Linda rubia: las otras lindas rubias
el lujo de tus nácares ensueñan.
Nácares que en tus dedos acumulan
la impalpabilidad con que la abeja
liba el glóbulo intáctil de rocío
sin que su etérea levedad la sienta.
Besos de vaporosos colibríes
que rozan sin rozar las astromelias.
Nácares de las uñas de tus dedos
que palpan sin palpar mi cabellera.
Como las de las playas de los mares,
uñas de las minúsculas almejas
que por entre las púdicas enaguas,
en que la espuma se desriza en seda,
rascan las blancas nalgas de las olas
que a retozar se tienden en la arena.

Linda rubia: las otras lindas rubias
saben que tú eres la más blanca entre ellas.
Tú eres la luna medialuna blanca
en mis suntuosas noches de bohemia,
en las aristocráticas orgías
-vinos de mieles de Afrodita y Leda-
y hasta en las náuseas del amor rendido
que vomita su alcohol en las tinieblas.
La medialuna es Venus de los cielos
y tú eres medialuna de la tierra.
En tu falda de plata, Medialuna,
voy a besar el oro de una estrella.

Luis Llorens Torres

28 de enero de 2011

REPITE LA FRAGILIDAD DE LA VIDA Y SEÑALA SUS ENGAÑOS Y SUS ENEMIGOS


"Qué otra cosa es verdad sino pobreza
en esta vida frágil y liviana?
Los dos embustes de la vida humana,
desde la cuna, son honra y riqueza.

El tiempo, que ni vuelve ni tropieza,
en horas fugitivas la devana;
y, en errado anhelar, siempre tirana,
la Fortuna fatiga su flaqueza.

Vive muerte callada y divertida
la vida misma; la salud es guerra
de su propio alimento combatida.

Oh, cuánto, inadvertido, el hombre yerra:
que en tierra teme que caerá la vida,
y no ve que, en viviendo, cayó en tierra!

Francisco de Quevedo

27 de enero de 2011

VERSIONES


La muerte es esa pequeña jarra, con flores pintadas a mano, que hay en todas las casas y que uno jamás se detiene a ver.

La muerte es ese pequeño animal que ha cruzado en el patio, y del que nos consuela la ilusión, sentida como un soplo, de que es sólo el gato de la casa, el gato de costumbre, el gato que ha cruzado y al que ya no volveremos a ver.

La muerte es ese amigo que aparece en las fotografías de la familia, discretamente a un lado, y al que nadie acertó nunca a reconocer.

La muerte, en fin, es esa mancha en el muro que una tarde hemos mirado, sin saberlo, con un poco de terror.

Eliseo Diego

26 de enero de 2011

SEGUIDILLA MANCHEGA PARA GUITARRA


Ayer te he visto en cuerpo:
¡qué cuerpo tienes!
Ayer te vi en el baile...
¡cómo te mueves!-
¡Es una burla
que haya en cuerpo tan pícaro
alma tan pura!

Pedro Antonio de Alarcón

25 de enero de 2011

YA EN DESNUDEZ TOTAL


Ya en desnudez total
extraña ausencia
de procesos y fórmulas y métodos
flor a flor,
ser a ser,
aún con ciencia
y un caer en silencio y sin objeto.

La angustia ha devenido
apenas un sabor,
el dolor ya no cabe,
la tristeza no alcanza.

Una forma durando sin sentido,
un color,
un estar por estar
y una espera insensata.

Ya en desnudez total
sabiduría
definitiva, única y helada.

Luz a luz
ser a ser,
casi en amiba,
forma, sed, duración,
luz rechazada.

Idea Vilariño

23 de enero de 2011

LAS HORAS GRAVES


Sahúmase el villaje de olores a guisados;
el párroco en su mula pasa entre reverencias;
laten en todas partes monótonas urgencias,
al par que una gran calma inunda los sembrados.

Niñas en las veredas cantan... En los porfiados
cascotes de la vía gritan las diligencias,
mientras en los contornos zumba hacia las querencias,
el cuerno de los viejos pastores rezagados.

Lilas, violadas, lóbregas, mudables como ojeras,
las rutas, poco a poco, aparecen distintas;
cuaja un silencio oscuro, allá por las praderas

donde cantando el día se adormeció en sus tintas...
Y adioses familiares de gritas lastimeras
se cambian al cerrarse las puertas de las quintas.

Julio Herrera y Reissig

22 de enero de 2011

ODAXVIII

EN LA ASCENSIÓN




¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, escuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, ¿te vas al inmortal seguro?

Los antes bienhadados,
y los agora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dó convertirán ya sus sentidos?

¿Qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
Quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?

Aqueste mar turbado,
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto
al viento fiero, airado?
Estando tú encubierto,
¿qué norte guiará la nave al puerto?

¡Ay!, nube, envidiosa
aun deste breve gozo, ¿qué te aquejas?
¿Dó vuelas presurosa?
¡Cuán rica tú te alejas!
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!

Fray Luis de Leon

21 de enero de 2011

A UN ARROYO

A mi hermano Juan de Dios Peza.





Cuando todo era flores tu camino,
cuando todo era pájaros tu ambiente,
cediendo de tu curso a la pendiente
todo era en ti fugaz y repentino.

Vino el invierno con sus nieblas vino
el hielo que hoy estanca tu corriente,
y en situación tan triste y diferente
ni aún un pálido sol te da el destino.

Y así en la vida el incesante vuelo
mientras que todo es ilusión, avanza
en sólo una hora cuanto mide un cielo;

y cuando el duelo asoma en lontananza
entonces como tú cambiada en hielo
no puede reflejar ni la esperanza.

Manuel Acuña

20 de enero de 2011

NO PUEDO TOCARTE


Qué puedo decirte...
si mi voz no tiene manos
para tocar tus cabellos
y sentir como son bellos.
Y mi voz no tiene ojos
para ver los destellos
del sol de tu mirada...

Y mi voz no tiene tonos,
que describan la alborada
y contarte con palabras
lo que en mi pecho se acuna
es como ver la noche clara,
y no poder tocar la luna...

Sin embargo quiero decirte
en este verso improvisado
que no importan las manos
ni los ojos, ni la noche
y que sin pensar en reproches
en toda hora y sentido,
eres la dueña de mi amor
y yo, el esclavo de tus latidos...


Miguel Angel Turco

19 de enero de 2011

LIED III


En la costa brava
suena la campana,
llamando a los antiguos
bajales sumergidos.

Y como tamiz celeste
y el luminar de hielo,
pasan tristemente
los bajales muertos.

Carcomidos, flavos,
se acercan bajando...
y por las luces dejan
oscuras estelas.

Con su lenguaje incierto,
parece que sollozan,
a la voz de invierno,
preterida historia.

En la costa brava
suena la campana
y se vuelven las naves
al panteón de los mares.

Jose Maria Eguren

17 de enero de 2011

LA MEMORIA EN LAS MANOS


Hoy son las manos la memoria.
El alma no se acuerda, está dolida
de tanto recordar. Pero en las manos
queda el recuerdo de lo que han tenido.

Recuerdo de una piedra
que hubo junto a un arroyo
y que cogimos distraídamente
sin darnos cuenta de nuestra ventura.
Pero su peso áspero,
sentir nos hace que por fin cogimos
el fruto más hermoso de los tiempos.
A tiempo sabe
el peso de una piedra entre las manos.
En una piedra está
la paciencia del mundo, madurada despacio.
Incalculable suma
de días y de noches, sol y agua
la que costó esta forma torpe y dura
que acariciar no sabe y acompaña
tan sólo con su peso, oscuramente.
Se estuvo siempre quieta,
sin buscar, encerrada,
en una voluntad densa y constante
de no volar como la mariposa,
de no ser bella, como el lirio,
para salvar de envidias su pureza.
¡Cuántos esbeltos lirios, cuántas gráciles
libélulas se han muerto, allí, a su lado
por correr tanto hacia la primavera!
Ella supo esperar sin pedir nada
más que la eternidad de su ser puro.
Por renunciar al pétalo, y al vuelo,
está viva y me enseña
que un amor debe estarse quizá quieto, muy quieto,
soltar las falsas alas de la prisa,
y derrotar así su propia muerte.

También recuerdan ellas, mis manos,
haber tenido una cabeza amada entre sus palmas.
Nada más misterioso en este mundo.
Los dedos reconocen los cabellos
lentamente, uno a uno, como hojas
de calendario: son recuerdos
de otros tantos, también innumerables
días felices
dóciles al amor que los revive.
Pero al palpar la forma inexorable
que detrás de la carne nos resiste
las palmas ya se quedan ciegas.
No son caricias, no, lo que repiten
pasando y repasando sobre el hueso:
son preguntas sin fin, son infinitas
angustias hechas tactos ardorosos.
Y nada les contesta: una sospecha
de que todo se escapa y se nos huye
cuando entre nuestras manos lo oprimimos
nos sube del calor de aquella frente.
La cabeza se entrega. ¿Es la entrega absoluta?
El peso en nuestras manos lo insinúa,
los dedos se lo creen,
y quieren convencerse: palpan, palpan.
Pero una voz oscura tras la frente,
-¿nuestra frente o la suya?-
nos dice que el misterio más lejano,
porque está allí tan cerca, no se toca
con la carne mortal con que buscamos
allí, en la punta de los dedos,
la presencia invisible.
Teniendo una cabeza así cogida
nada se sabe, nada,
sino que está el futuro decidiendo
o nuestra vida o nuestra muerte
tras esas pobres manos engañadas
por la hermosura de lo que sostienen.
Entre unas manos ciegas
que no pueden saber. Cuya fe única
está en ser buenas, en hacer caricias
sin casarse, por ver si así se ganan
cuando ya la cabeza amada vuelva
a vivir otra vez sobre sus hombros,
y parezca que nada les queda entre las palmas,
el triunfo de no estar nunca vacías

Pedro Salinas

16 de enero de 2011

NOCHES DE PUERTO RICO


I

Esta noche de agosto, cuando la luna esplende
clorótica y pesada, yo noto la dureza
de la estación. Mi sangre, trastornada, se extiende
por mi cuerpo, apretándome corazón y cabeza.

Bajo el calor y el polvo curva el árbol las ramas,
aflojándose. El aire, durísimo y violento,
tal como traspasado por las salvajes llamas
de primitiva hoguera, dificulta el aliento.

Substancias corrompidas por la temperatura,
unen su olor maligno con el de fango y flores;
y multitud de insectos, de obstinación oscura,
en húmedos recintos roncan sus estridores.

En mitad de la cósmica tragedia, verdes, rojos
y azules, resplandecen los soles. Irritados,
hacia el brillante cielo levántanse mis ojos.
Los perros vigilantes ladran en los cercados.


2

La noche, larga en soles amarillos y azules,
desciende sobre el patio, dándole vaguedades;
y la tuna, ya altísima, relumbra en los gandules.
Profundas, en la noche, se sienten las edades.

El amor, el que nunca concluye, porque es puro,
trascendental y eterno, me envuelve y me acaricia.
La tuna da, con golpes de luz blanca, en el muro.
El sueño en su compleja virtualidad me inicia.

Y yo sueño, yo sueño. Me embriaga el cucubano,
que en el aire translúcido se enciende y se apaga;
y me embriaga la luna con su luz. Lo lejano,
lo que es inalcanzable, totalmente me embriaga.

La entonación del Cosmos a delirar me lleva.
En sus diversos pianos la noche se me ofrece;
y, al poseer la noche, que es fulgurante y nueva,
siento cómo mi carne palpita y se estremece.


3

En el pequeño parque, que al mar se aproxima,
oigo brotar el agua de la moderna fuente;
y en la fuente, tal como la onda que la mima,
irrumpe el loto místico, la excelsa flor de Oriente.

La fina luna deja caer su luz plateada
sobre la negra fuente, que en la noche rumora.
Golpeando los muelles, sube la marejada.
En los muelles respira, con lentitud, la hora.

Un gigantesco buque, todo él iluminado,
en mitad de la rada vivamente destella.
Yo veo cómo contra su parduzco costado
la sombra, de azulina diafanidad, se estrella.

Y me sacude el ansia vibradora del viaje.
Desde los toscos bancos de este parque pequeño
-parque de loto y tuna-, yo contemplo
el celaje que se entinta de tuna. Yo, capitán del sueño...


4

La luna da en el agua. Los muelles, soñolientos,
apuntan sus contornos. Y los barcos, unidos
a los muelles, vigilan. El mar, con ondeamientos
de agilidad, se muestra. Se enmohecen los ruidos.

Las firmes y elegantes construcciones de España
se imponen con orgullo. San Juan, de luces fuertes,
en las ondas pulidas por la luna, se baña.
Realzados de luna, también lucen los fuertes.

En el cielo, franjado de blancas nubecillas
e invadido de estrellas de pulcras radiaciones,
La luna sugestiona. Roñoso, en las orillas
del mar, se agrupa el barrio, de hostiles callejones.

Mientras la luna llena, por superabundante,
en el pomposo cielo, que le sirve de marco,
obsesiona, en el agua llena de luna, y ante
una boya de púrpura, se arrumba viejo barco.


5

En la ligera noche, la luna, pura y fría,
discurre por el patio, donde, hondamente inquietos,
los grillos confeccionan su agria sinfonía,
y donde se dibujan, blanqueados, los objetos.

Concéntrase en el patio la reflexión lechosa,
de tonalidad suave, de la delgada luna;
el chayote reluce; reluce la lechosa.
Reluce, entre las hierbas ordinarias, la luna.

Ubérrima, se brinda maravillosa planta;
planta que, en la riqueza de sus tantas bondades,
vertiendo sus sagrados olores, se adelanta.
La planta se adelanta, llena de claridades.

El coco, iluminado, fulge. El almendro mueve sus hojas.
El murciélago, veloz y fosco, vuela,
en tanto que, en la noche, la luciérnaga leve
fascina con el mágico verdor de su candela.


6

Una luna de cuernos punza la madrugada.
Yo contemplo su enorme carátula amarilla;
y su luz, que es luz mórbida, que es luz atormentada,
en mi carne se hunde, tal como una cuchilla.

Yo advierto la temible, la infernal influencia
de su luz en mi carne. Largamente me inquieto.
Esplende, apretujando, aporreando mi conciencia,
la luna, tercamente velada en su secreto.

Se alza en la luz, cargada de rítmica dulzura,
respiración de seres dormidos a mi lado.
La noche es una noche calientemente dura;
y arde, en pesada atmósfera sensual, el poblado.

Y mientras que la luna difunde en el ambiente
La magia venenosa de su vapor lucido,
mastín encandilado, La pupila candente,
aúllale a la luna con pertinaz aullido.

Evaristo Ribera Chevremont

15 de enero de 2011

PORQUE ESTANDO EL DURMIENDO LO BESO SU AMIGA


Vos cometistes traición,
pues me heristes, durmiendo,
de una herida que entiendo
que será mayor pasión
el deseo de otra tal
herida como me distes,
que no la llaga ni mal
ni daño que me hecistes.

Perdono la muerte mía;
mas con tales condiciones,
que de tales traiciones
cometáis mil cada día;
pero todas contra mí,
porque, de aquesta manera,
no me place que otro muera
pues que yo lo merecí.

Fin

Más placer es que pesar
herida que otro mal sana:
quien durmiendo tanto gana,
nunca debe despertar.

Jorge Manrique

14 de enero de 2011

PREPARATIVOS DE VIAJE


Unos
se van quedando estupefactos,
mirando sin avidez, estúpidamente, más allá, cada vez más allá,
hacia la otra ladera
otros
voltean la cabeza a un lado y otro lado,
sí, la pobre cabeza, aún no vencida,
casi
con gesto de dominio,
como si no quisieran perder la última página de un libro de aventuras,
casi con gesto de desprecio
cual si quisieran
volver con despectiva indiferencia las espaldas
a una cosa apenas si entrevista,
mas que no va con ellos.

Hay algunos
que agitan con angustia los brazos por fuera del embozo,
cual si en torno a sus sienes espantaran tozudos moscardones azules
o cual si bracearan en un agua densa, poblada de invisibles medusas.

Otros maldicen a Dios,
escupen al Dios que los hizo
y las cuerdas heridas de sus chillidos acres
atraviesan como una pesadilla las salas insomnes del hospital,
hacen oscilar como viento sutil
las alas de las tocas
y cortan el torpe vaho del cloroformo.

Algunos llaman con débil voz
a sus madres
las pobres madres, las dulces madres
entre cuyas costillas hace ya muchos años que se pudren las tablas del ataúd.

Y es muy frecuente
que el moribundo hable de viajes largos,
de viajes por transparentes mares azules, por archipiélagos remotos,
y que se quiera arrojar del lecho
porque va a partir el tren, porque ya zarpa el barco.
(Y entonces se les hiela el alma
a aquellos que rodean al enfermo. Porque comprenden.)
Y hay algunos, felices,
que pasan de un sueño rosado, de un sueño dulce, tibio y dulce,
al sueño largo y frío.

Ay, era ese engañoso sueño,
cuando la madre, el hijo, la hermana
han salido con enorme emoción, sonriendo, temblando, llorando,
han salido de puntillas,
para decir: «¡Duerme tranquilo, parece que duerme muy bien!»
Pero, no: no era eso.

... Oh sí; las madres lo saben muy bien: cada niño se duerme de una manera distinta...

Pero todos, todos se quedan
con los ojos abiertos.
Ojos abiertos, desmesurados en el espanto último,
ojos en guiño, como una soturna broma,
como una mueca ante un panorama grotesco,
ojos casi cerrados, que miran por fisura, por un trocito de arco,
por el segmento inferior de las pupilas.

No hay mirada más triste.
Sí, no hay mirada más profunda ni más triste.

Ah, muertos, muertos, ¿qué habéis visto
en la esquinada cruel, en el terrible momento del tránsito?
Ah, ¿qué habéis visto en ese instante del encontronazo con el camión gris de la muerte?
No sé si cielos lejanísimos de desvaídas estrellas,
de lentos cometas solitarios hacia la torpe nebulosa inicial,
no sé si un infinito de nieves, donde hay un rastro de sangre,
una huella de sangre inacabable,
ni si el frenético color de una inmensa orquesta convulsa
cuando se descuajan los orbes,
ni si acaso la gran violeta que esparció por el mundo la tristeza
como un largo perfume de enero,
ay, no sé si habéis visto los ojos profundos, la faz impenetrable.

Ah, Dios mío, Dios mío, ¿qué han visto un instante esos ojos que se quedaron abiertos?

Damaso Alonso

13 de enero de 2011

VERA VIOLETA


En pos de su nivel se lanza el río
por el gran desnivel de los breñales;
el aire es vendaval, y hay vendavales
por la ley del no fin, del no vacio;

la más hermosa espiga del estío
ni sueña con el pan en los trigales;
el más dulce panal de los panales
no declaró jamás: yo no soy mío;

y el sol, el padre sol, es raudo foco
que fomenta la vida en la Natura,
por calentar los polos no se apura,
ni se desvía un ápice tampoco:

Todo lo alcanzarás solemne loco...
¡siempre que lo permita tu estatura!

Pedro Bonifacio Palacios

12 de enero de 2011

PIONA


Dende muy gurisita
se te gana en la ropa y en el cuero
ese tufo emperrao de las cocinas
qu'es mestura de hoyín, de humo y de sebo,
y atrás del que anda siempre'l macherío
como perrada hambrienta atrás de un güeso.

No bien los catorce años
t'encarosan los pechos
y la naciente redondés de'l'anca
t'enyena el vestidito'e percal viejo,
ya el algariao patrón, o el mayordomo,
andan buscando ande tumbar tu cuerpo.

Y en cuanto t'hincha el vientre'l primer hijo,
ya se cren con derecho
a un lugar en tu catre y en tu carne
hasta los pobres piones galponeros,
porque vos, infelís, sos en el campo
láunica cosa que no tiene dueño.

Cuasi no hay año que no echés al mundo
un gurí rubio, amulatao o negro,
porqu'en las noches emparejadoras
se confunden los pelos,
y más si son dos vidas solitarias
las qu'entreveran sangre y sufrimiento.

Uno aquí y otro ayá, por las estancias
-pelusa'e cardo qu'esparrama el viento-,
esos hijos sin padre se te quedan,
mientras vos ves gastarse tu deseo
de ajuntarlos un día
en un rancho con sol, alegre y nuevo.

Y así vas, de hombre en hombre,
de cocina en cocina envejeciendo,
hasta qu'inútil ya, descangayada,
sin servir pal fregón ni pa los besos,
terminás cuasi siempre tu esistencia
cebando mate'n un quilombo'e pueblo!

Serafin J. Garcia

11 de enero de 2011

TE ESTOY LLAMANDO




Amor
desde la sombra
desde el dolor
amor
te estoy llamando
desde el pozo asfixiante del recuerdo
sin nada que me sirva ni te espere.

Te estoy llamando
amor
como al destino
como al sueño
a la paz
te estoy llamando
con la voz
con el cuerpo
con la vida
con todo lo que tengo
y que no tengo
con desesperación
con sed
con llanto
como si fueras aire
y yo me ahogara
como si fueras luz
y me muriera.

Desde una noche ciega
desde olvido
desde horas cerradas
en lo solo
sin lágrimas ni amor
te estoy llamando
como a la muerte
amor
como a la muerte.

Idea Vilariño

10 de enero de 2011

A LA SANGRE


Agua de soledad, agua sin ruido,
desatado cristal de pura fuente;
agua que va cayendo interiormente
en mi cielo más hondo y escondido.

¿Qué misterioso viento sumergido,
tu natural hechura de torrente
transfigura ideal y simplemente
en un rojo clavel enardecido?

Hay un íntimo dios que te construye.
El mismo dios que lento de ti fluye
por los labios abiertos de la herida.

Vivo clavel humano que perdura
sujeto por la leve arquitectura
de la fugaz estatua de la vida.

Franklin Mieses Burgos

9 de enero de 2011

A LOS DESPOJOS DEL RAYO DE JUPITER


Viste de ejemplo el tronco y de fiereza,
este que ves Centímano arrogante,
aun muerto, dura en el feroz semblante
el ánimo que opuso a tanta alteza.

Parias en humildad da a la grandeza
del siempre vencedor Altitonante,
y así el árbol humilde el arrogante
rostro humilla, humillando su cabeza.

Señales mira en él del rayo ardiente
de Júpiter; respeta los despojos,
¡oh tú!, que admiras, triste, esta memoria.

Frescas aún viven en la altiva frente;
toma en ella consejo, abre los ojos,
y vete, que harto debes a su historia.

Luis Carrillo de Sotomayor

8 de enero de 2011

SEMEJANZAS


Brisa que en medio de la selva canta,
apacible rumor del oleaje,
es el susurro de su blanco traje
al deslizarse su ligera planta.

Luz de la estrella que al caer la tarde
de moribunda palidez se viste,
es el reflejo cariñoso y triste
que en los cristales de sus ojos arde.

Luna del seno de la mar naciente,
que va escalando, en silencioso vuelo,
y con tranquila majestad, el cielo,
es el relieve de su tersa frente.

Plácido arrullo, que ocultar no sabe
de la paloma la ignorada pena,
y en el silencio de los bosques suena,
es la armonía de su voz suave.

Cielo sin nubes que a la tierra envía
la luz y el fuego de su sol fecundo,
cielo sin nubes de un azul profundo,
es el cariño de la amada mía.

Rafael Obligado

7 de enero de 2011

A SIRINGA


Dicen que Siringa era
Lo que después fue jeringa,
Porque le faltó a Siringa
Una ayuda en la carrera.

Otras no alcanzan un pan,
Y aquésta de Pan huía;
Que con la beldad se cría
Tan descortés ademán.

Criada en ocio y regalo,
Sin hilar como mujer,
no le debía saber
Bien à secas pan tan malo.

Mas Pan, por dárselo à secas,
Corrido de correr, dio
En que la que nunca hiló
Diese cañas para ruecas.

Baltazar de Alcazar

6 de enero de 2011

ENTREMOS


Esta es nuestra casa.
Entremos.
Para ti la hice
como un libro nuevo,
mirando, mirando,
como la hace el hornero,

Tuya es esta puerta;
tuyo este antepecho,
y tuyo este patio
con su limonero.

Tuya esta solana
donde en el invierno
pensará en tus párpados
tu adormecimiento.

Tuyo este emparrado
que al ligero viento
moverá sus sombras
sobre tu silencio.

Tuyo este hogar hondo
que reclama el leño
para alzarte en humo,
para amarte en fuego.

Tuya esta escalera
por la cual, sin término,
subirás mi nombre,
bajaré mis versos.

Y tuya esta alcoba
de callado techo,
donde, siempre novios,
nos encontraremos.

Esta es nuestra casa.
¡Hazme el primer fuego!

Jose Pedroni

5 de enero de 2011

MEMORIAS


En aquel entonce'pa mí era un retoso
charquiar las verijas al potro más diablo,
dejar güelta a güelta clavada una taba,
boliar un arisco, madrugar un guapo.

El fierro filoso, pronto pa un barbijo,
quebrao el chambergo, el pucho en los labios,
goliya tendida golpiándome'l lomo,
el sobeo a los tientos, el poncho en el braso,

me vido el gauchaje yegar a las yerras
al galope largo de mi porcelano,
y ayí, entre los tauras, floriarme pialando
hasta que quedaba ramaliao el laso.

Y también me vido templar la vigüela
-dispués qu'empesaba' menudiar el trago-
y dejar petisos en los contrapuntos
a los más cantores sabiases del pago.

Tropero'e quereres, suertudo y ladino,
arriaba suspiros de tuitos los ranchos;
no había una chirusa, po'arisca que juese,
que al óir mis requiebros no parase a mano.

Y más de una noche me vido la luna
junto a una tranquera rayar mi cabayo,
y morder la pulpa coloráita y dulce
de una boca linda como flor del campo.

Pa mí la crucera no tenía veneno;
pa mí no pinchaba la espina del cardo;
y andaba sin miedo por tuitas las sendas
y ninguna sanja me atajaba el paso.

Y viviendo asina, creiba que la vida
sería siempre lisa com'un campo yano,
po'el que yo pudiera crusar sin trompiesos
al golpe largo de mi porcelano...

... Dende aquel entonce', sobre mi cacunda
se'apilao la carga de una punta de años;
manadas de penas me han hosao el alma
y tengo la crisma ralita y blanquiando.

Aura soy un viejo que se duebla'l viento
y en cuantito yela ya'stá tiritando;
que tiene flojitas las dos chiquisuelas
y agatas si puede subir a cabayo...

Y si me aliveo de las quebraduras
y a pitar mi chala me siento en el patio,
me dentra'e repente com'una tristesa
y otra ves p'adentro me voy, resmungando.

Es porque me acuerdo de cuando besaba
una boca linda como flor del campo,
y andaba sin miedo por tuitas las sendas
al galope largo de mi porcelano!...

Serafin J. Garcia

4 de enero de 2011

OFELIA DE DINAMARCA


Rosa de nube de carne
Ofelia de Dinamarca,
tu mirada, sueñe o duerma,
es de Esfinge la mirada.

En el azul del abismo
de tus niñas ? todo o nada,
¡ser o no ser!?, ¿es espuma
o poso de vida tu alma?

No te vayas monja, espérame
cantando viejas baladas,
suéñame mientras te sueño,
brízame la hora que falta.

Y si los sueños se esfuman
? el resto es silencio ?, almohada
hazme de tus muslos, virgen
Ofelia de Dinamarca.

Miguel de Unamuno

3 de enero de 2011

LA GIGANTA


II
¡Cuáles piernas! Dos columnas de capricho, bien labradas,
que de púas amarillas resplandecen espinosas,
en un pórfido que finge la vergüenza de las rosas,
por estar desnudo a trechos ante lúbricas miradas.

Albos pies, que con eximias apariencias azuladas
tienen corte fino y puro. ¡Merecieran dignas cosas!
¡En la Hélade soberbia las envidias de las diosas,
o a los templos de Afrodita engreír mesas y gradas!

¡Qué primores! Me seducen; y al encéfalo prendidos,
me los llevo en una imagen, con la luz que los proyecta
y el designio de guardarlos de accidentes y de olvidos.

Y con métrica hipertrofia, no al azar del gusto electa,
marco y fijo en un apunte la impresión de mis sentidos,
a presencia de la torre mujeril que los afecta.

Salvador Díaz Mirón

2 de enero de 2011

VALLE LOZANO


Dígame mi labriego Otros, con dagas grandes
¿Cómo es que ha andado Mi pecho araron:
En esta noche lóbrega Pues, ¿qué hierro es el tuyo
Este hondo campo? Que no hace daño?
Dígame de qué flores Y esto dije -y el niño
Untó el arado Riendo me trajo
Que la tierra olorosa En sus dos manos blancas
Trasciende a nardos? Un beso casto.
Dígame de qué ríos
Regó ese prado,
Que era un valle muy negro
Y ora es lozano?

Jose Marti

1 de enero de 2011

LA GUERRA


Por razones que se calla
la historia prudentemente,
dos monarcas de Occidente
riñeron fiera batalla.
La causa del rompimiento
no está, en verdad, a mi alcance,
ni hace falta para el lance
que referiros intento.
Sobre el campo del honor
cubierto de sangre y gloria,
donde alcanzó la victoria
más la astucia que el valor;
dos discípulos de Marte,
que airados se acometieron
y juntamente cayeron
pasados de parte a parte;
sumergidos en el lodo,
mientras que llegaba el cura
para darles sepultura,
platicaban de este modo:

SOLDADO PRIMERO
-¡Hola, compadre! ¿Qué tal
te ha parecido el asunto?

SOLDADO SEGUNDO
Puesto que me ves difunto
debe parecerme mal.

SOLDADO PRIMERO
Pues ha sido divertida
la función: mira a tu lado.
Lo menos hemos quedado
doce mil héroes sin vida.
Y en esto me quedo corto,
que me enfadan los extremos.

SOLDADO SEGUNDO
¡Con qué habilidad nos hemos
destrozado! Estoy absorto.
Ha habido alarmas y sustos
y muertes y atrocidades
para todas las edades
y para todos los gustos.

SOLDADO PRIMERO
Mas yo quisiera saber
por qué con tanto denuedo
nos matamos...

SOLDADO SEGUNDO
¡Ay! No puedo
tu duda satisfacer.
Para entrar en esta danza
tuve que dejar mi oficio.
Sé que aprendí el ejercicio,
sé que estudié la Ordenanza.
Sé que en compañía de esos
que están mordiendo la tierra,
me trajeron a la guerra
y me moliste los huesos.
Y, en fin, francamente hablando,
puedo decirte al oído,
que he muerto como he nacido;
sin saber por qué ni cuándo.

SOLDADO PRIMERO
De tu explicación me huelgo,
Porque mi vida retrata.

En esto, alzando la pata
un moribundo jamelgo,
-¡Gracias, dioses inmortales!
-dijo con voz lastimera,-
Pues de la misma manera
morimos los animales.

Cuando pasó la impresión
de tan extraño incidente,
así anudó el más valiente
la rota conversación.

SOLDADO PRIMERO
Aunque ignoramos la ley
que produjo esta querella,
¡juro a Dios vivo! que en ella
lleva la razón mi rey.

SOLDADO SEGUNDO
¿Y por qué?

SOLDADO PRIMERO
Porque es el mío.

SOLDADO SEGUNDO
¡Qué salida de pavana!
La justicia es de quien gana.

SOLDADO PRIMERO
De tu ignorancia me río.
¡Pues cuántos que han hecho eternos
sus nombres con la victoria,
no han ido a gozar la gloria
de su triunfo a los infiernos!

SOLDADO SEGUNDO
Considera lo que dices,
porque estoy ardiendo en ira.

SOLDADO PRIMERO
¡No me alces el gallo!...

SOLDADO SEGUNDO
Mira que te rompo las narices.-
Y fieros y cejijuntos
a combatir empezaron
de nuevo... ¡Y no se mataron,
porque ya estaban difuntos!
Diéronse golpes crueles,
hasta que hueca y ufana
llegó la Locura humana,
sonando sus cascabeles.
Puso paz entre los dos
y dijo con desenfado:
-«¿Qué es esto? ¿Habéis olvidado
que sois imagen de Dios?
Tal vez la inmortalidad
con justo título esperen
los que por la Patria mueren,
por Dios, por la libertad.
Pero que el hombre sucumba
en conquistadora guerra,
cuando siete pies de tierra
le bastan para su tumba;
o que en lucha fratricida
entre, sin saber quizá
ni por qué la muerte da,
ni por qué pierde la vida;
esto mi paciencia apura,
y cuantas veces lo veo,
aunque soy Locura, creo
que es demasiada locura.»

Gaspar Núñez de Arce