CafePoetas es un Blog sin animo de lucro donde se rinde homenaje a poetas de ayer, hoy y siempre.

30 de noviembre de 2010

EN UN BLOQUE SALIENTE


En un bloque saliente de la audaz cordillera
el cóndor soberano los jaguares devora;
y olvidando la presa, las alturas explora
con sus ojos de un vivo resplandor de lumbrera.

Entre locos planetas ha girado en la esfera;
vencedor de los vientos, lo abrillanta la aurora,
y al llenar el espacio con su cauda sonora,
quema el sol los encajes de su heroica gorguera.

Recordando en la roca los silencios supremos,
se levanta al empuje colosal de sus remos;
zumban ráfagas sordas en las nubes distantes,

y violando el misterio que en el éter se encierra,
llega al sol, y al tenderle los plumones triunfantes
va corriendo una sombra sobre toda la tierra.

Jose Eustacio Rivera

29 de noviembre de 2010

ME ATREVERE A BESARTE


Mírame aquí a tu lado tirada dulcemente;
soy un lirio caído al pie de una montaña...
Mírame aquí a tu lado...Esa luz que me baña
me viene de tus ojos como de un sol naciente.

Cómo envidio tus uñas insertas en tus dedos,
y tus dedos insertos de tu mano en la palma,
y tu ser todo inserto en el molde de mi alma!
Cómo envidio tus uñas insertas en tus dedos.

Acoge mi pedido: oye mi voz sumisa,
vuélvete a donde quedo postrada y sin aliento.
Celosa de tus penas, esclava de tu risa,
sobra de tus anhelos y de tu pensamiento.

Te miraré a los ojos cuando la tarde abroche
tu boca bien amada que no he besado nunca..

Alfonsina Storni

28 de noviembre de 2010

ZORAIDA


En gótica estrecha torre
que el agua del Tajo baña,
y que un peñasco domina,
como lúgubre fantasma
que en triste noche de insomnio
evoca tímida el alma,
sin pajes y sin doncellas,
sin juglares y sin zambras,
separada de Toledo,
gime la bella Zoraida,
porque dejó que en su rostro
fijase ardiente mirada
el jefe de los donceles,
el capitán de la guardia,
el del la blanca garzota,
y la corva cimitarra.

El orgulloso africano
que de insensible hace gala,
y es severo con los hombres
y severo con las damas.

El que desprecia las sedas
y los perfumes de Arabia
el que asiste a los festines
como asiste a las batallas,
y al lado de los caftanes
y las túnicas bordadas,
los encajes y las cintas,
lleva la cota acerada,
lleva la blanca garzota
y la corva cimitarra.

Mas, ¡ah!, contra amor no valen
las armas mejor templadas,
ni hay guerrero que resista
la fuerza de una mirada
que penetra por los ojos
y se apodera del alma,
y por eso... en los jardines
del palacio de Galiana,
cayó una noche, rendido
de hinojos ante Zoraida
el jefe de los donceles,
el capitán de la guardia,
el de la blanca garzota
y la corva cimitarra.

Nada valió su cariño,
su pasión inmensa, nada.
No se apiadó de su pena
la bellísima Zoraida.

¿Qué le importaba a la hermosa
que la Corte festejaba,
que la amase con delirio
el capitán de la guardia?

Mas iba pasando el tiempo
en dulce apacible calma;
si Zoraida no accedía
ya su altivez no era tanta,
ni tan esquivo su acento
ni tan glacial su mirada,
y por eso... en una torre
que el agua del Tajo baña,
separada de Toledo
gime la bella Zoraida.

Pero es el amor un árbol
de florescencia tan grata,
que al brotar del corazón
nuestra existencia embalsama.
Es un prisma delicado
y a su través, en bonanza,
se ven cruzar de la vida
las dolorosas estancias,
arrulladas dulcemente
al soplo de la esperanza.

Y nada vale la fuerza,
y los obstáculos nada;
no caben ajenas leyes
en el imperio del alma,
porque el amor combatido
y en lucha con la desgracia,
es impetuoso torrente
que al final de su jornada,
al hallar modesto dique
cortando su rauda marcha,
parece duda un momento,
riza la espuma nevada,
en sí mismo se revuelve,
junta sus aguas... y salta.

Así pensaba una noche,
noche lóbrega, enlutada,
el jefe de los donceles,
el capitán de la guardia,
el de la blanca garzota
y la corva cimitarra.

Y animándose de pronto
su antes lánguida mirada,
por una escala secreta
bajó rápido a la cuadra,
tomó su negro corcel
de los desiertos de Arabia,
y al dejar la población
a todo escape se lanza.

Salvando riscos y peñas
el noble bruto volaba,
y el capitán impaciente
más aguijaba su marcha,
sin detener su carrera
frenética, desalada,
hasta llegar a la torre
que el agua del Tajo baña.

Allí, apoyado en un muro,
fija en la estrecha ventana
una mirada, en que envía
todo el amor de su alma,
y vio la sombra de un bulto
tras la cortina de gasa,
y muriendo de emoción
le dirige estas palabras:

"Luz y encanto de mi vida,
mi bellísima Zoraida,
paloma de blancas plumas,
tórtola que triste cantas.
De Damanhur fresco lirio,
de Ceilán perla preciada,
no me olvides, no me olvides,
hurí que del cielo faltas,
y ten, nevada gacela,
en Dios y en mí confianza.

Yo sé que no necesitas
para amarme, mi Zoraida,
que me presente a tus ojos
cubierto de ricas galas,
pues no se compran con oro
los sentimientos del alma.
Pero ¡ah!, mi bien, que no piensan
como tú los que te guardan.

Mas... le arrancaré al destino,
en generosa demanda,
coronas para tu frente,
perlas para tu garganta,
para tu cintura chales,
y alfombras para tus plantas;
y volveré, vida mía,
pero con riqueza tanta,
que no ofenderá mi orgullo
quien de mis brazos te arranca".

Callóse aquí el caballero,
se agitó la leve gasa,
y asomóse al ajimez
la bellísima Zoraida;
y vio que en negro corcel
sobre Toledo adelanta
el jefe de los donceles,
el capitán de la guardia,
el de la blanca garzota
y la corva cimitarra.

Jose Gautier Benitez

27 de noviembre de 2010

TE MIRO


Te miro
y cuando la mirada vuelve
ya no es mía.

Te hablo y el otoño
se lleva las palabras
al resplandor de los ciegos.

Ya no verás mi cuerpo
ni su sudario,
porque he marchado
hasta donde permite
mi locura.

Felipe Servulo

26 de noviembre de 2010

DECLARACION DE AMOR



Ciudad que llevas dentro
mi corazón, mi pena,
la desgracia verdosa
de los hombres del alba,
mil voces descompuestas
por el frío y el hambre.

Ciudad que lloras, mía,
maternal, dolorosa,
bella como camelia
y triste como lágrima,
mírame con tus ojos
de tezontle y granito,
caminar por tus calles
como sombra o neblina.

Soy el llanto invisible
de millares de hombres.

Soy la ronca miseria,
la gris melancolía,
el fastidio hecho carne.
Yo soy mi corazón desamparado y negro.

Ciudad, invernadero,
gruta despedazada.

Bajo tu sombra, el viento del invierno
es una lluvia triste, y los hombres, amor,
son cuerpos gemidores, olas
quebrándose a los pies de las mujeres
en un largo momento de abandono
-como nardos pudriéndose.

Es la hora del sueño, de los labios resecos,
de los cabellos lacios y el vivir sin remedio.

Pero si el viento norte una mañana,
una mañana larga, una selva,
me entregara el corazón desecho
del alba verdadera, ¿imaginas, ciudad,
el dolor de las manos y el grito brusco, inmenso,
de una tierra sin vida?
Porque yo creo que el corazón del alba
en un millón de flores,
el correr de la sangre
o tu cuerpo, ciudad, sin huesos ni miseria.

Los hombres que te odian no comprenden
cómo eres pura, amplia,
rojiza, cariñosa, ciudad mía;
cómo te entregas, lenta,
a los niños que ríen,
a los hombres que aman claras hembras
de sonrisa despierta y fresco pensamiento,
a los pájaros que viven limpiamente
en tus jardines como axilas,
a los perros nocturnos
cuyos ladridos son mares de fiebre,
a los gatos, tigrillos por el día,
serpientes en la noche,
blandos peces al alba;
cómo te das, mujer de mil abrazos,
a nosotros, tus tímidos amantes:
cuando te desnudamos, se diría
que una cascada nace del silencio
donde habitan la piel de los crepúsculos,
las tibias lágrimas de los relojes,
las monedas perdidas,
los días menos pensados
y las naranjas vírgenes.

Cuando llegas, rezumando delicia,
calles recién lavadas
y edificios-cristales,
pensamos en la recia tristeza del subsuelo,
en lo que tienen de agonía los lagos
y los ríos,
en los campos enfermos de amapolas,
en las montañas erizadas de espinas,
en esas playas largas
donde apenas la espuma
es un pobre animal inofensivo,
o en las costas de piedra
tan cínicas y bravas como leonas;
pensamos en el fondo del mar
y en sus bosques de helechos,
en la superficie del mar
con barcos casi locos,
en lo alto del mar
con pájaros idiotas.

Yo pienso en mi mujer:
en su sonrisa cuando duerme
y una luz misteriosa la protege,
en sus ojos curiosos cuando el día
es un mármol redondo.
Pienso en ella, ciudad,
y en el futuro nuestro:
en el hijo, en la espiga,
o menos, en el grano de trigo
que será también tuyo,
porque es de tu sangre,
de tus rumores,
de tu ancho corazón de piedra y aire,
de nuestros fríos o tibios,
o quemantes y helados pensamientos,
humildades y orgullo, mi ciudad,

Mi gran ciudad de México:
el fondo de tu sexo es un criadero
de claras fortalezas,
tu invierno es un engaño
de alfileres y leche,
tus chimeneas enormes
dedos llorando niebla,
tus jardines axilas la única verdad,
tus estaciones campos
de toros acerados,
tus calles cauces duros
para pies varoniles,
tus templos viejos frutos
alimento de ancianas,
tus horas como gritos
de monstruos invisibles,
¡tus rincones con llanto
son las marcas de odio y de saliva
carcomiendo tu pecho de dulzura!

Efrain Huerta

25 de noviembre de 2010

ESPARZAS


1

Yo callé males sufriendo,
y sofrí penas callando;
padecí no mereciendo,
y merecí padeciendo
los bienes que no demando:
si el esfuerzo que he tenido
para callar y sofrir,
tuviera para decir,
no sintiera mi vevir
los dolores que ha sentido.


2

Pensando, señora, en vos,
vi en el cielo una cometa:
es señal que manda Dios
que pierda miedo y cometa
a declarar el deseo
que mi voluntad desea,
porque jamás no me vea
vencido como me veo
en esta fuerte pelea
que yo conmigo peleo.


3

Callé por mucho temor;
temo por mucho callar,
que la vida perderé;
así con tan gran amor
no puedo, triste, pensar
qué remedio me daré.
Porque alguna vez hablé,
halléme de ello tan mal,
que, sin duda, más valiera
callar, mas también callé
y pené tan desigual,
que, más callando, muriera.

Jorge Manrique

24 de noviembre de 2010

NAUFRAGO


Náufrago va sobre el ardiente río
el corazón de todos los amantes;
cautivo entre sus aguas fulgurantes
pasa tu corazón; no pasa el mío.

Pródigo entre mis brazos el estío
acendró miel de pomas delirantes.
Oigo vago rumor de aguas distantes;
lejano de mis brazos pasa el río.

Puente sobre su cauce verdadero,
tendido está mi corazón entero.
¡Oh dolor del amor, agua profunda,

agua viva de amor que no se entrega!
Pero el rencor, porque hasta mí no llega,
en agua oscura y sórdida me inunda.

Dora Castellanos

23 de noviembre de 2010

CRONICA DE MI MISMA


Y querer merecerme; de veras merecerme.
Revisar mis dispersas escrituras,
mi palabra, revisarme el sollozo,
la garganta,
auscultarme el latido, desollarme,
revisarme las venas, las arterias.
todo el complejo existencial
que asumo.

Revisar mi conducta, mis proyectos,
lo soñado, ensoñado,
lo vivido,
conformarme de nuevo, aun no inscripta,
sin visión, sin recuerdo, sin mentiras,
sin verdades ocultas, temerosas,
sin impulsos,
sin deserción, sin este yo
impreciso.

Revisarme hasta el fondo, descifrarme,
prenderme, saberme, perdonarme,
tanto pude y no hice,
tanto hice febril
a manotazos,
en apremio suicida, lograr algo, dejar
algo, quedarme allí incrustada,
en la trama inicial, impenetrable,
indestructible, quedar, estar,
ser siempre,
y vencer de la muerte,
y de la vida.

Permanecer y ser, por solo acto
de ingerencia en un sino
de criatura.

Despedacé mi carne, carne mía, fatigada
de esfuerzo y sinsabores, me derramé, me di,
me hice guiñapo; al costado de holgura,
fui miseria.
Quise tanto y a tantos, y la tierra,
ese soplo de polvo que me aguarda,
y mi aventura batalladora hecha
de timidez, de inermidad
y miedo.
Estos árboles rudos que me vencen
la mirada, cada vez menos útil, y esta noche
que circunda mis noches y me azuza y me manda
no dormir, y pensar, y sentir frío,
y volver al dolor que hice a un costado.
Yo debo revisarme desde el antes,
descubrir el motivo, causa, impulso, la razón,
el por qué, y el hacia adónde, y el por qué
del por qué de la pregunta.
Ascender la montaña hacia la cima,
y mirarme, un abismo,
en el abismo, y elevarme al azul
por propio esfuerzo apoyándome en mí,
envolviéndome en mí,
desde mí misma,
tirar de mí hacia arriba; tocar siquiera
una sola estrella, una sola, o su fulgor
siquiera, o siquiera seguirla
desnudando
mi vergüenza a su luz. Esta corteza,
que resquebraja
cada vez que pienso,
y estas raíces que me petrifican
bajo la inercia de un planeta
muerto.
Quiero salir maleza a herir caminos,
y punzarme de heridas, ser, de pronto,
este mundo y un próximo intuido,
y recordar, de pronto, un otro antiguo
mundo en seres golpeados que lloraron
mucho antes de mí, y que derramaron
en mi llanto de hoy, su sal y acíbar.

Ser el ánfora quieta de una ignota,
milenaria mansión
sin nada dentro,
y esperando.

Un océano en peces y vitrales, y en suicidas
y barcos milenarios; ser la orilla, el camino
sobre el agua, ser la brújula, el sol rojo
de noche y el marinero que perdió la novia,
la llegada y el puerto, abigarradas
multitudes ruidosas,
y en mí, nadie.

Asomarme a la ardiente boca ígnea
de un volcán que despierta en el incendio,
y saber que soy fuego y quemadura,
que la lava soy yo,
descascarando;
desnudada, sentirme leña al rojo, derramado
mineral,
embistiendo la ladera, burbujeante y hervida.

Merecerme, de veras merecerme;
en cuclillas orar, sin darme cuenta,
porque quiera la entraña de mi madre,
exhalarme a la luz, y ser pequeña,
respirar, prometer, ser la esperanza
para alguien, sin nada más que el hilo,
que amenaza romper de una esperanza.

Merecerme de veras; ya retorno
del altar y del lodo, del sollozo,
del gemido y del canto, de mi propio
funeral, y me escucho como corro
anhelante y jadeante
a mi bautismo.

Matilde Alba Swann

22 de noviembre de 2010

NOCTURNO AMOR


Naciste en mí, a sangre vinculado,
en creciente raíz, cósmico nudo;
de mi selva interior el potro rudo
que anhela libertad enamorado.

Soy mortaja y estoy, amor, tajado
por tu evasión continua que no eludo,
sino que vuelo en ti y en mí me escudo,
para que al volver seas amparado.

Venero de tus ímpetus, me ligo
a tu fuga celeste, a tu caída,
a la expansión total de tu secreto;

pero de noche, cuando estoy contigo,
recobro con tu fuerza sumergida
la sola soledad de estar completo.

Elias Nandino

21 de noviembre de 2010

CANTO DE LA HUIDA

(De Nezahualcóyotl cuando andaba huyendo del señor de Azcapotzalco)



En vano he nacido,
En vano he venido a salir
De la casa del dios a la tierra,
¡yo soy menesteroso!
Ojalá en verdad no hubiera salido,
Que de verdad no hubiera venido a la tierra.
No lo digo, pero…
¿qué es lo que haré?,
¡oh príncipes que aquí habéis venido!,
¿vivo frente al rostro de la gente?
¿qué podrá ser?,
¡reflexiona!

¿Habré de erguirme sobre la tierra?
¿Cuál es mi destino?,
yo soy menesteroso,
mi corazón padece,
tú eres apenas mi amigo
en la tierra, aquí

¿Cómo hay que vivir al lado de la gente?
¿Obra desconsideradamente,
vive, el que sostiene y eleva a los hombres?

¡Vive en paz,
pasa la vida en calma!
Me he doblegado,
Sólo vivo con la cabeza inclinada
Al lado de la gente.
Por eso me aflijo,
¡soy desdichado!,
he quedado abandonado
al lado de la gente en la tierra.

¿Cómo lo determina tu corazón,
Dador de la Vida?
¡Salga ya tu disgusto!
Extiende tu compasión,
Estoy a tu lado, tú eres dios.
¿Acaso quieres darme la muerte?

¿Es verdad que nos alegramos,
que vivimos sobre la tierra?
No es cierto que vivimos
Y hemos venido a alegrarnos en la tierra.
Todos así somos menesterosos.
La amargura predice el destino
Aquí, al lado de la gente.

Que no se angustie mi corazón.
No reflexiones ya más
Verdaderamente apenas
De mí mismo tengo compasión en la tierra.

Ha venido a crecer la amargura,
Junto a ti a tu lado, Dador de la Vida.
Solamente yo busco,
Recuerdo a nuestros amigos.
¿Acaso vendrán una vez más,
acaso volverán a vivir;
Sólo una vez perecemos,
Sólo una vez aquí en la tierra.
¡Que no sufran sus corazones!,
junto y al lado del Dador de la Vida.


Nezahualcoyotl

20 de noviembre de 2010

KARMA


Quiero una casa edificar
como el sentido de mi vida,
quiero en piedra mi alma dejar
erigida.

Quiero labrar mi eremitorio
en medio de un huerto latino,
latín horaciano y grimorio
bizantino.

Quiero mi honesta varonía
transmitir al hijo y al nieto,
renovar en la vara mía
el respeto.

Mi casa como una pirámide
ha de ser templo funerario,
el tumor que mueve mi clámide
es de Terciario.

Quiero hacer mi casa aldeana
con una solana al oriente,
y meditar en la solana
devotamente.

Quiero hacer una casa estoica
murada en piedra de Barbanza,
la Casa de Séneca, heroica
de templanza.

Y sea labrada de piedra
mi casa, Karma de mi clan,
y un día decore la hiedra
sobre el dolmen de Valle-Inclán.

Ramon Maria del Valle Inclan

19 de noviembre de 2010

SIN FE


Tienes ojos oscuros.
Brillos allí que oscuridad prometen.
Ah, cuán cierta es tu noche,
cuán incierta mi duda.
Miro al fondo la luz, y creo a solas.

A solas pues que existes.
Existir es vivir con ciencia a ciegas.
Pues oscura te acercas
y en mis ojos más luces
siéntense sin mirar que en ellos brillen.

No brillan, pues supieron.
Saber es alentar con los ojos abiertos.
¿Dudar...? Quien duda, existe. Sólo morir es ciencia.


Vicente Aleixandre

18 de noviembre de 2010

RECORDANDO O NEGAGE


Minha terra linda...


Como te recordo...
As saudades ficam...
E não vão embora..
Porque és feiticeira...
E nunca me vais deixar...
Não me esqueço de ti!...
Com o teu encanto...


E tudo era bonito...
Com as tuas xitacas...
Pequenas e grandes...
Com o teu capim...
Que tanto crescia...

Com os macacos...
A saltarem das árvores...
Até deles sinto a falta...
E eu aqui vou vivendo...

Mas não esquecendo...
O" cambuta"...
O que tinha o "mataco" grande...
O que manda o amigo à "tuge"...

O que passa por nós...e diz...
"Ó nanguié"...
Ou o que realmente sente frio...
E com um sorriso nos diz:"Kioge y à vulo"...
Ou o que nos traz um presente ...
E nos oferece uma "sange"...
E tanto mais...
E como é bom viver...
Mas...Como é bom recordar!...


Lilli Laranjo

17 de noviembre de 2010

LIED




Mi corazón se queda aunque mi amor se vaya ,
porque el recuerdo nace de un ansia de olvidar.
Tu amor tiene la tibia ternura de una playa;
mi amor es inestable como el viento y el mar.

Aunque mi amor se vaya no has de quedarte sola,
pues te dejo el reflejo de la luz que encendí:
Tu amor es una playa , mi amor es una ola,
y necesariamente yo he de volver a ti.

Jose Angel Buesa

16 de noviembre de 2010

HUELGA



Quiero una huelga donde vayamos todos.
Una huelga de brazos, de piernas, de cabellos,
una huelga naciendo en cada cuerpo.

Quiero una huelga
de obreros
de palomas
de choferes
de flores
de técnicos
de niños
de médicos
de mujeres.

Quiero una huelga grande,
que hasta el amor alcance.
Una huelga donde todo se detenga,
el reloj
las fábricas
el plantel
los colegios
el bus
los hospitales
la carretera
los puertos.

Una huelga de ojos, de manos y de besos.
Una huelga donde respirar no sea permitido,
una huelga donde nazca el silencio
para oír los pasos
del tirano que se marcha.

Gioconda Belli


15 de noviembre de 2010

UN DIAGNOSTICO



En el sucio rincón de una taberna
fría y desmantelada,
semejante a una lóbrega caverna,
Jorge, el más distinguido camarada,

una noche lluviosa nos decía
furioso, hecho una sopa:
"Tres meses ha que a la adorada mía
le juré no tomarme ni una copa.

Ella, en cambio, postrándose de hinojos,
con un amor profundo,
juróme, por las niñas de sus ojos,
serme fiel y constante en este mundo.

Y esta noche, ¡Dios mío! En qué apretura
me he visto y en qué potro:
a esa mujer, a quien soñé tan pura,
¡la he encontrado besándose con otro!

Mas, no importa; vosotros, compañeros,
que sabéis que yo pago
la infamia, como pocos caballeros,
mi juramento cumpliré: ¡Ni un trago!"

Y al decir esto, en su pestaña rubia,
brilló una gota clara,
una gota, que luego fue una lluvia,
que rodó largo tiempo por su cara.

Y era verdad: en más de treinta días
no habíamos logrado,
en todas nuestras tristes alegrías,
hacer beber al noble enamorado.

Mas de pronto, el buen Jorge irguióse altivo,
dióse un golpe en la frente
y exclamó -a su pesar- "¿Para qué vivo?
Si 'ella' mintió... ¡salud! ¡Dadme aguardiente!

La copa alzó, brindó por el dios Baco,
lanzó una carcajada...
y rodó, por el suelo, como un saco
rígido y mustio el joven camarada.

Grande fue la sorpresa. En un momento
estuvo en nuestros brazos;
al ver tal explosión de sentimiento
en aquel corazón, hecho pedazos,

¡Un médico! -gritamos; por ventura
un médico pasaba,
entró, tocóle el pulso con premura
y en tanto que a su faz, ínfulas daba,

exclamó alegremente: "Esto no es cosa.
¡Nada...! ¡Pobre muchacho!
Que le traigan café, mientras reposa,
y lo dejen dormir. ¡Está borracho!"

Julio Flores

14 de noviembre de 2010

CASTIGO


I

¡Yo te juré mi amor sobre una tumba,
sobre su mármol santo!
¿Sabes tú las cenizas que qué muerta
conjuré temerario?

¿Sabes tú que los hijos de mi temple
saludan ese mármol,
con la faz en el polvo y sollozantes
en el polvo besando?

¿Sabes tú las cenizas de qué muerta,
mintiendo has profanado?
¡No lo quieras oir, que tus oidos
ya no son un santuario!

¡No lo quieras oir!... Como hay rituales
secretos y sagrados,
¡hay tan augustos nombres que no todos
son dignos de escucharlos!

II

Yo te di un corazón joven y justo...
¡por qué te lo habré dado!
¡Lo colmaste de besos, y una noche
te dió por deborarlo!

Y con ojos serenos... El verdugo,
que cumple su mandato,
¡solicita perdón de las criaturas
que inmolará en el tajo!

Tú le viste serena, indiferente,
gemir agonizando,
¡mientras su roja sangre enrojecía
tus mejillas de nardo!

Y tus ojos... ¡mis ojos de otro tiempo
que me temían tanto!...
¡ni una perla tuvieron, ni una sola:
eres de nieve y mármol!

III

¿Acaso el que me roba tus caricias
te habrá petrificado?
¿Acaso la ponzoña del Leteo
te inyectó a su contacto?

¿O pretendes probarme en los crisoles
de los celos amargos?,
¿y me vas a mostrar cuánto me quieres,
después, entre tus brazos?...

¡No se pruevan así, con ignominias,
con corazones hidalgos!
¡No se templa el acero damasquino
metiéndolo en el fango!

Yo te alcé en mis estrofas, sobre todas,
hasta rozar los astros:
¡tócale a mi venganza de poeta,
dejarte abandonada en el espacio!

Pedro Bonifacio Palacios

13 de noviembre de 2010

VENDRA DE NOCHE


Vendrá de noche cuando todo duerma,
vendrá de noche cuando el alma enferma
se emboce en vida,
vendrá de noche con su paso quedo,
vendrá de noche y posará su dedo
sobre la herida.

Vendrá de noche y su fugaz vislumbre
volverá lumbre la fatal quejumbre;
vendrá de noche
con su rosario, soltará las perlas
negro sol que da ceguera verlas,
¡todo un derroche!

Vendrá de noche, noche nuestra madre,
cuando a lo lejos el recuerdo ladre
perdido agujero;
vendrá de noche; apagará su paso
mortal ladrido y dejará al ocaso
largo agujero...

¿Vendrá una noche recogida y vasta?
¿Vendrá una noche maternal y casta
de luna llena?
Vendrá viniendo con venir eterno;
vendrá una noche del postrer invierno...
noche serena...

Vendrá como se fue, como se ha ido
-suena a lo lejos el fatal ladrido-,
vendrá a la cita;
será de noche mas que sea aurora,
vendrá a su hora, cuando el aire llora,
llora y medita...

Vendrá de noche, en una noche clara,
noche de luna que al dolor ampara,
noche desnuda,
vendrá... venir es porvenir... pasado
que pasa y queda y que se queda al lado
y nunca muda....

Vendrá de noche, cuando el tiempo aguarda,
cuando la tarde en las tinieblas tarda
y espera al día,
vendrá de noche, en una noche pura,
cuando del sol la sangre se depura,
del mediodía.

Noche ha de hacerse en cuanto venga y llegue,
y el corazón rendido se le entregue,
noche serena,
de noche ha de venir... ¿él, ella o ello?
De noche ha de sellar su negro sello,
noche sin pena.

Vendrá la noche, la que da la vida,
y en que la noche al fin el alma olvida,
traerá la cura;
vendrá la noche que lo cubre todo
y espeja al cielo en el luciente lodo
que lo depura.

Vendrá de noche, sí, vendrá de noche,
su negro sello servirá de broche
que cierra el alma;
vendrá de noche sin hacer ruido,
se apagará a lo lejos el ladrido,
vendrá la calma...
vendrá la noche....

Miguel de Unamuno

12 de noviembre de 2010

SOMBRA


¿Has podido dudar del alma mía?
¿De mí que nunca de tu amor dudé?
¡Dudar! ¡Cuando eres mi naciente día,
mi solo orgullo, mi soñado bien!

¡Dudar! ¡Sabiendo que en tu ser reposa
cuanta esperanza palpitó en mi ser,
y que mis sueños de color de rosa
el ala inclinan a besar tu sien!

Por eso, lleno de profundo anhelo,
me oyó la tarde, divagando ayer,
decir al valle, preguntar al cielo:
¿Por qué ha dudado de mi amor, por qué?

La luz rosada de la tarde bella,
huyó a mis pasos para no volver;
y la naciente, luminosa estrella,
veló sus rayos para huir también.

Y mudo, triste, solitario, errante,
el alma enferma, por primera vez,
hundí en la sombra, y se apagó un instante
la luz celeste de mi antigua fe.

Perdido en medio de la noche en calma,
brumoso el río que nos vio nacer,
de alzar el vuelo a la región del alma
sentí la viva, la profunda sed.

¡Fugaz deseo! Tu inmortal cariño
ardió en la noche, y en su llama cruel
la mariposa de mi amor de niño
quemó sus alas y cayó a tus pies.

Rafael Obligado

11 de noviembre de 2010

RESURRECCION


Esta noche sedienta yo me he preguntado
quién eres y quién eres.
Porqué es triste tu carne como un leño apagado
y porqué tienes llena la boca de alfileres.

Y despacio, esta noche yo te he separado
como un árbol de amor, de las demás mujeres,
y haciendo de mi sangre un agua he bautizado
con ella tus angustias y placeres.

Y le he dicho a la muerte que no puede matarme!
Y le he dicho a la vida que no puede vencerme!
Y le he dicho a la tierra que si logra enterrarme,
a donde ella me entierre tú irás a recogerme!
Y le he dicho a la nada que si logra apagarme,
tú, con tus grandes besos, volverás a encenderme!

Jorge de Bravo

10 de noviembre de 2010

REQUIEM


¡Oh, Señor, Dios de los ejércitos,
eterno Padre, eterno Rey,
por este mundo que creaste
con la virtud de tu poder;
porque dijiste: la luz sea,
y a tu palabra la luz fue;
porque coexistes con el Verbo,
porque contigo el Verbo es
desde los siglos de los siglos
y sin mañana y sin ayer,
requiem aeternam dona eis, Domine,
el lux perpetua luceat eis!

¡Oh, Jesucristo, por el frío
de tu pesebre de Belén,
por tus angustias en el Huerto,
por el vinagre y por la hiel,
por las espinas y las varas
con que tus carnes desgarré,
y por la cruz en que borraste
todas las culpas de Israel;
Hijo del Hombre, desolado,
trágico Dios, tremendo Juez:
requiem aeternam dona eis, Domine,
el lux perpetua luceat eis!

Divino Espíritu, Paráclito,
aspiración del gran Iavéh,
que unes al Padre con el Hijo,
y siendo El Uno sois los Tres;
por la paloma de alas níveas,
por la inviolada doncellez
de aquella Virgen que en su vientre
llevó al Mesías Emmanuel;
por las ardientes lenguas rojas
con que inspiraste ciencia y fe
a los discípulos amados
de Jesucristo, nuestro bien:
¡requiem aeternam dona eis, Domine,
el lux perpetua luceat eis!

Amado Nervo

9 de noviembre de 2010

SE MURIO EL AVARO


Se murió el avaro, y en la estancia oscura
donde yace el cuerpo sobre el tosco alambre
de una cama pobre, alguien asegura
que el avaro triste ¡se murió de hambre...!

Una pobre vieja misericordiosa,
presa de congojas y crueles martirios,
a todos advierte, triste y pesarosa,
que hace falta incienso y hacen falta cirios.

Todos los curiosos se van alejando
de la pobre vieja, mientras va quedando
el avaro a oscuras y sin oración.

Cuando al otro día fueron a enterrarlo
cuatro pordioseros, todos al mirarlo
pasar, ¡sonreían de satisfacción...!

Federico Bermúdez y Ortega

8 de noviembre de 2010

VIVA MUERTE


Huésped del cuerpo humano que me cierra
en mortales mortajas hospedado,
transito con mi ser resucitado
como una viva muerte por la tierra.

Y cuanto miro en torno es una guerra
suscitada en un tiempo limitado,
por donde va cayendo derramado
el instante de vida que la encierra.

Sólo de muerte en muerte caminando,
sólo de vida en vida cada día
igual que una semilla germinando.

Va mi vivir hacia su cielo incierto;
llevando sin saber, en su agonía,
la muerte en vida, y con la vida, muerto.

Franklin Mieses Burgos

7 de noviembre de 2010

EL REO DE MUERTE


¡Oh, vedle, vedle! ¿Turbia y ardiente la mirada,
en brazos de su culpa que le acrimina austera,
tan lejos y tan cerca de la insondable nada,
del mundo que le arroja, del polvo que le espera!...
¡Luchando con extrañas y horribles agonías
que traen ante sus ojos en rápida carrera
sus inocentes horas, sus conturbados días,
el cuadro pavoroso de su existencia entera!

Ayer, aunque entre sombras, el porvenir incierto
brindábale ilusiones de amor y de ventura,
y hoy, asomado al borde de su sepulcro abierto,
contempla horripilado la eternidad oscura.
La muerte, que le acosa con misterioso grito,
despierta los terrores de su conciencia impura:
quiere llamar, y apaga sus voces el delito,
quiere huir, y le asalta la hambrienta sepultura.

¡Ay, si recuerda entonces el dulce hogar sereno
donde pasó ignorada su infancia soñadora,
la amante y pobre madre que le llevó en su seno,
único ser acaso que le disculpa y llora!
¡Ay triste de él si al lado del hondo precipicio
su amparo no le presta la fe consoladora;
la fe que se levanta potente en el suplicio
y da sus alas de ángel al alma pecadora!

¡Miradle! Cada paso que hacia el cadalso avanza
de su agitada vida los horizontes cierra:
apágase en sus ojos la luz de la esperanza
y el peso de la muerte fatídico le aterra.
¡Ay, ten valor! Si un día de imprevisión y dolo
te puso con los hombres y con la ley en guerra,
mañana entre los muertos abandonado y solo
en su profundo olvido te envolverá la tierra.

Aparta tu mirada terrífica y sombría
de esa apiñada turba que bulle en el camino
para gozar del triste placer de tu agonía
y presenciar el término de tu fatal destino.
¡Oh! no la empuja sólo su imbécil sentimiento
hacia el cadalso infame que espera al asesino.
¡Hasta la cumbre misma del Gólgota sangriento
siguió también los pasos del Redentor divino!

Gaspar Nuñez de Arce

6 de noviembre de 2010

SIN SEÑAL DE VIDA


¿Para qué dar señales de vida?
Apenas podría enviarte con el mozo
un mensaje en una servilleta.

Aunque no estés aquí.
Aunque estés a años sombra de distancia
te amo de repente
a las tres de la tarde,
la hora en que los locos
sueñan con ser espantapájaros vestidos de marineros
espantando nubes en los trigales.

No sé si recordarte
es un acto de desesperación o elegancia
en un mundo donde al fin
el único sacramento ha llegado a ser el suicidio.

Tal vez habría que cambiar la palanca del cruce
para que se descarrilen los trenes.
Hacer el amor
en el único Hotel del pueblo
para oír rechinar los molinos de agua
e interrumpir la siesta del teniente de carabineros
y del oficial del Registro Civil.

Si caigo preso por ebriedad o toque de queda
hazme señas de sol con tu espejo de mano
frente al cual te empolvas
como mis compañeras de tiempo de Liceo.

Y no te entretengas
en enseñarle palabras feas a los choroyes.
Enséñales sólo a decir Papá o Centro de Madres.
Acuérdate que estamos en un tiempo donde se habla en voz baja,
y sorber la sopa un día de Banquete de Gala
significa soñar en voz alta.

Qué hermoso es el tiempo de la austeridad.
Las esposas cantan felices
mientras zurcen el terno
único del marido cesante.

Ya nunca más correrá sangre por las calles.
Los roedores están comiendo nuestro queso
en nombre de un futuro
donde todas las cacerolas
estarán rebosantes de sopa,
y los camiones vacilarán bajo el peso del alba.

Aprende a portarte bien
en un país donde la delación será una virtud.
Aprende a viajar en globo
y lanza por la borda todo tu lastre:
Los discos de Joan Baez, Bob Dylan, los Quilapayún,
aprende de memoria los Quincheros y el 7º de Línea.
Olvida las enseñanzas del Nido de Chocolate, Garfield o el Grupo Arica,
quema la autobiografía de Trotsky o la de Freud
o los 20 Poemas de Amor en edición firmada y numerada por el autor.

Acuérdate que no me gustan las artesanías
ni dormir en una carpa en la playa.
Y nunca te hubiese querido más
que a los suplementos deportivos de los lunes.

Y no sigas pensando en los atardeceres en los bosques.
En mi provincia prohibieron hasta el paso de los gitanos.

Y ahora
voy a pedir otro jarrito de chicha con naranja
y tú
mejor enciérrate en un convento.

Estoy leyendo El Grito de Guerra del Ejército de Salvación.
Dicen que la sífilis de nuevo será incurable
y que nuestros hijos pueden soñar en ser economistas o dictadores.

Jorge Teillier

5 de noviembre de 2010

MATEMOS A LOS POBRES


Durante quince días me recluí en la habitación, rodeado de los libros de moda entonces -hará diez y seis o diez y siete años-; quiero decir de los libros en que se trata del arte de hacer a los pueblos dichosos, buenos y ricos en veinticuatro horas. Había, pues, digerido -es decir, tragado- todas las elucubraciones de esos contratistas de la felicidad pública de los que aconsejan a todos los pobres que se hagan esclavos y de los que llegan a persuadirles de que todos son reyes destronados-. No habrá de causar sorpresa que estuviese yo entonces en una disposición de espíritu cercana del vértigo o de la estupidez.

Únicamente me había parecido que sentía, confinado en el fondo de mi intelecto, el germen obscuro de una idea superior a todas las fórmulas de buena mujer, cuyo diccionario había recorrido yo no hacía mucho. Pero no era más que la idea de una idea, algo infinitamente vago.

Y salí con una gran sed. Porque el gusto apasionado de las malas lecturas engendra una necesidad en proporción de aire libre y de refrescos.
A punto de entrar en la taberna, un mendigo me alargó el sombrero, con una de esas miradas inolvidables que derribarían tronos si el espíritu moviese la materia y si los ojos de un magnetizador hiciesen madurar las uvas.

Al mismo tiempo oí una voz que me cuchicheaba al oído, una voz que reconocí perfectamente: era la de un Ángel bueno o la de un Demonio bueno, que a todas partes me acompaña. Puesto que Sócrates tenía su Demonio bueno, ¿por qué no había yo de tener mi Ángel bueno, y por qué no tendría, como Sócrates, el honor de alcanzar mi certificado de locura, firmado por el sutil Lélut y por el avispado Baillarger?

Esta diferencia existe entre el Demonio de Sócrates y el mío; que el de Sócrates no se le manifestaba sino para defender, avisar o impedir, y el mío se digna aconsejar, sugerir, persuadir. El pobre Sócrates no tenía más que un Demonio prohibitivo; el mío es gran afirmador, el mío es Demonio de acción, Demonio de combate.
Su voz, pues, me cuchicheaba esto: «Sólo es igual a otro quien lo demuestra, y sólo es digno de libertad quien sabe conquistarla.»

Inmediatamente me arrojé sobre mi mendigo. De un solo puñetazo le hinché un ojo, que en un segundo se volvió del tamaño de una pelota. Me partí una uña al romperle dos dientes, y como no me sentía con fuerza bastante, porque soy delicado de nacimiento y me he ejercitado poco en el boxeo, para matar al viejo con rapidez, le cogí con una mano por la solapa del vestido, le agarré del pescuezo con la otra y empecé a sacudirle vigorosamente la cabeza contra la pared. He de confesar que antes había inspeccionado los alrededores en una ojeada, para comprobar que en aquel arrabal desierto me encontraba, por tiempo bastante largo, fuera del alcance de todo agente de policía.


Como en seguida, de un puntapié en la espalda, bastante enérgico para romperle los omoplatos, acogotara al débil sexagenario, me apoderé de una gruesa rama que estaba caída y le golpeé con la energía obstinada de los cocineros que quieren ablandar un biftec.

De repente -¡Oh milagro!, ¡oh goce del filósofo que comprueba lo excelente de su teoría!- vi que la vieja armazón de huesos se volvía, se levantaba con energía, que nunca hubiera sospechado yo en máquina tan descompuesta, y con una mirada de odio que me pareció de buen agüero, el decrépito malandrín se me echó encima, me hinchó ambos ojos, me rompió cuatro dientes, y con la misma rama me sacudió leña en abundancia. Con mi enérgica medicación le había devuelto el orgullo y la vida.

Hícele señas entonces, para darle a entender que yo daba por terminada la discusión, y, levantándome tan satisfecho como un sofista del Pórtico, le dije: «¡Señor mío, es usted igual a mí! Concédame el honor de compartir conmigo mi bolsa; y acuérdese, si es filántropo de veras, que a todos sus colegas, cuando la pidan limosna, hay que aplicarles la teoría que he tenido el dolor de ensayar en sus espaldas.»


Me juró que se daba cuenta de mi teoría y que sería obediente a mis consejos.


Charles Baudelaire

4 de noviembre de 2010

SI MURIERA ESTA NOCHE


Si muriera esta noche
si pudiera morir
si me muriera
si este coito feroz
interminable
peleado y sin clemencia
abrazo sin piedad
beso sin tregua
alcanzara su colmo y se aflojara
si ahora mismo
si ahora
entornando los ojos me muriera
sintiera que ya está
que ya el afán cesó
y la luz ya no fuera un haz de espadas
y el aire ya no fuera un haz de espadas
y el dolor de los otros y el amor y vivir
y todo ya no fuera un haz de espadas
y acabara conmigo
para mí
para siempre
y que ya no doliera
y que ya no doliera.

Idea Vilariño

3 de noviembre de 2010

MUSICA FUNEBRE


Mi corazón percibe, sueña y presume.
Y como envuelta en oro tejido en gasa,
la tristeza de Verdi suspira y pasa
en la cadencia fina como un perfume.

Y frío de alta zona hiela y entume;
y luz de sol poniente colora y rasa:
y fe de gloria empírea pugna y fracasa,
¡como en ensayos torpes un ala implume!

El sublime concierto llena la casa;
y en medio de la sorda y estulta masa,
mi corazón percibe, suena y presume.

Y como envuelta en oro tejido en gasa,
la tristeza de Verdi suspira y pasa
en la cadencia fina como un perfume.

Salvador Díaz Mirón

2 de noviembre de 2010

LLAMA A LA MUERTE


Ven ya, miedo de fuertes y de sabios,
dirá la alma indignada con gemido
debajo de las sombras, y el olvido
beberán por demás mis secos labios.

Por tal manera Curios, Decios, Fabios
fueron: por tal ha de ir cuanto ha nacido;
si quieres ser a alguno bien venido,
trae con mi vida fin a mis agravios.

Esta lágrima ardiente con que miro
el negro cerco, que rodea mis ojos,
naturaleza es, no sentimiento.

Con el aire primero este suspiro
empecé, y hoy le acaban mis enojos,
porque me deba todo al monumento.

Francisco de Quevedo

1 de noviembre de 2010

MUERTE MIA

(Del libro Secreta isla)






La muerte no es quedarme
con las manos ancladas
como barcos inútiles
a mis propias orillas,
ni tener en los ojos,
tras la sombra del párpado
el último paisaje
hundiéndose en sí mismo.

La muerte no es sentirme
fija en la tierra oscura
mientras mueve la noche
su gajo de luceros,
y mueve el mar profundo
las naves y los peces,
y el viento mueve estíos,
otoños, primaveras.

¡Otra cosa es la muerte!

Decir tu nombre una
y otra vez en la niebla
sin que tornes el rostro
a mi rostro, es la muerte.
Y estar de ti lejana
cuando dices "La tarde
vuela sobre las rosas
como un ala de oro".


La muerte es ir borrando
caminos de regreso
y llegar con mis lágrimas
a un país sin nosotros
y es saber qué pregunta
mi corazón en vano
por tu melancolía

Otra cosa es la muerte.

Meira Delmar