CafePoetas es un Blog sin animo de lucro donde se rinde homenaje a poetas de ayer, hoy y siempre.

31 de octubre de 2010

REVOLUCION


Siempre habrá nieve altanera
que vista el monte de armiño
y agua humilde que trabaje
en la presa del molino.

Y siempre habrá un sol también
-un sol verdugo y amigo-
que trueque en llanto la nieve
y en nube el agua del río.


Leon Felipe

30 de octubre de 2010

EL PERRO Y EL FRASCO


Lindo perro mío, buen perro, chucho querido, acércate y ven a respirar un excelente perfume, comprado en la mejor perfumería de la ciudad.

Y el perro, meneando la cola, signo, según creo, que en esos mezquinos seres corresponde a la risa y a la sonrisa, se acerca y pone curioso la húmeda nariz en el frasco destapado; luego, echándose atrás con súbito temor, me ladra, como si me reconviniera.

¡Ah miserable can! Si te hubiera ofrecido un montón de excrementos los hubieras husmeado con delicia, devorándolos tal vez. Así tú, indigno compañero de mi triste vida, te pareces al público, a quien nunca se ha de ofrecer perfumes delicados que le exasperen, sino basura cuidadosamente elegida.

Charles Baudelaire

29 de octubre de 2010

METAMORFOSIS


Era un cautivo beso enamorado
de una mano de nieve que tenía
la apariencia de un lirio desmayado
y el palpitar de un ave en agonía.

Y sucedió que un día,
aquella mano suave
de palidez de cirio,
de languidez de lirio,
de palpitar de ave,
se acercó tanto a la prisión del beso,
que ya no pudo más el pobre preso
y se escapó; mas, con voluble giro,
huyó la mano hasta el confín lejano,
y el beso, que volaba tras la mano,
rompiendo el aire, se volvió suspiro.

Luis G. Urbina

28 de octubre de 2010

LA SELVA


Con salvaje lujuria de pantera
se enardece la selva en el estío,
y el huracán con ímpetu bravío
destrenza su olorosa cabellera.

Blonda cascada de hojas reverbera
sobre el ramaje trémulo y sombrío,
que troncha el rayo en rudo desafío,
incendiando el plumón de su cimera.

Se retuerce la jungla acribillada
por dos pupilas de rubí llameante
que desgarran su carne alucinada.

Viborea un relámpago en las huellas,
el temible jaguar huye jadeante,
y en su lomo chispean las estrellas.

Javier del Granado

27 de octubre de 2010

SOMBRA


Sombra lejana de un frenesí,
antigua sombra que viene y va,
pensaba en ella, cuando la vi,
pálida y triste como ahora....

Cerca del lecho, fijos en mí
aquellos ojos marchitos ya,
era la misma que estaba aquí...
¿Cómo ha podido volver de allí?

Pálida y triste, como la Fe,
toda la noche rezó y lloró,
toda la noche la pasó en pie...

¡Y con el alba se disipó
la pobre almita, que yo adoré,
de la muchacha que me engañó!

Jose de Diego

26 de octubre de 2010

SUEÑO QUE LLUEVE


Sueño que llueve y que me estás queriendo.
Cielo en congoja, mi corazón deshace,
y deshaces con él; lluvia tú mismo
me transcurres lento;
yo me dejo llevar por los canales
inundados de hojas
y de pasos
y un crujido me llora desde el hueso.
El mundo en selva
de colores
viene
a espejarme en nosotros, y a impregnarnos
de misterio, de aroma y de raíces.
A la vera de esta
irrealidad, palpita, un niño tibio
que indeciso arrima
con su barco de papel y quiere
navegar nuestra sangre.
Sueño que llueve; acaso estés soñando
a mi ritmo, y amándome,
y en tanto,
esta lluvia silente, tal vez sueñe
ser mujer, y sufrir.
Avido el suelo que la bebe sueña, quizás,
ser hombre y consumirla; ruedo
como una gota entre tus brazos, vuelco
sollozando tu nombre.
Tu deslizas, compactado llanto, por mi cielo
y rompes; un deshacer unidos,
ya no somos, y despierto.
Sin nosotros, y sin sí mismo, el sueño
se ha quedado soñando
ser la muerte.

Matilde Alba Swann

25 de octubre de 2010

LA SANGRE ES UN MAR INMENSO



La sangre es un mar inmenso
que baña todas las playas...

Sobre sangre van los hombres,
navegando en sus barcazas:
reman, que reman, que reman,
¡nunca de remar descansan!

Al negro de negra piel
la sangre el cuerpo le baña;
la misma sangre, corriendo,
hierve bajo carne blanca.

¿Quién vio la carne amarilla,
cuando las venas estallan,
sangrar sino con la roja
sangre con que todos sangran?

¡Ay del que separa niños,
porque a los hombres separa!
El sol sale cada día,
va tocando en cada casa,
da un golpe con su bastón,
y suelta una carcajada...

¡Que salga la vida al sol,
de donde tantos la aguardan,
y veréis cómo la vida
corre de sol empapada!

La vida vida saltando,
la vida suelta y sin vallas,
vida de la carne negra,
vida de la carne blanca,
y de la carne amarilla,
con sus sangres desplegadas. . .

¡Los niños, fascinados,
se van levantando,
y rodean a la madre,
que los abraza formando un grupo con ellos,
pegados a su alrededor. Continúa!:

Sobre sangre van los hombres
navegando en sus barcazas:
reman, que reman, que reman,
¡nunca de remar descansan!

Ay de quien no tenga sangre,
porque de remar acaba,
y si acaba de remar,
da con su cuerpo en la playa,
un cuerpo seco y vacío,
un cuerpo roto y sin alma,
¡un cuerpo roto y sin alma! . . .

Nicolas Guillen

24 de octubre de 2010

A ROSARIO



Esta hoja arrebatada a una corona
que la fortuna colocó en mi frente
entre el aplauso fácil e indulgente
con que el primer ensayo se perdona.

Esta hoja de un laurel que aún me emociona
como en aquella noche, dulcemente,
por más que mi razón comprende y siente
que es un laurel que el mérito no abona.

Tú la viste nacer, y dulce y buena
te estremeciste como yo al encanto
que produjo al rodar sobre la escena;

Guárdala y de la ausencia en el quebranto,
que te recuerde de mis besos, llena,
al buen amigo que te quiere tanto.

Manuel Acuña

23 de octubre de 2010

LOS INDIOS CIEGOS


Abramos un camino en el aire,
para mirarnos,
busquemos un rincón en el aire
para acostarnos.
Sin luz en el cuerpo
sólo con fuego.
Este color de sombra tiene tu cara.
Este color de sombra es la sombra de tu alma.
Abramos un camino en el aire
con tu brazo.
Si no te ven mis ojos, que te vea
mi carne.
¡Ah! No tenemos luz en el cuerpo
Tenemos fuego.

Joaquin Pasos

22 de octubre de 2010

DIOS EXISTE


Dos de la madrugada. En trémula zozobra;
los silencios, vivientes; la oscuridad sin borde;
cuando la fuerza falta y la tristeza sobra,
en soledad infinita para estar más acorde.

De improviso resuena el son de un benteveo
con tono tan alegre que regocija el alma,
y es tal la donosura de su simple gorjeo
que sonrío, infantil, renacida la calma.

Y digo: Dios existe; es El quien me conversa
como a niña medrosa perdida en la espesura,
para que no me queje sintiéndome en olvido.

La breve melodía, al viento se dispersa.
Y me quedo pensando por tierna conjetura:
¿en qué rincón de cielo habrá colgado un nido?

Marilina Rebora

21 de octubre de 2010

LOS BESOS




1

No te olvides, temprana, de los besos un día.
De los besos alados que a tu boca llegaron.
Un instante pusieron su plumaje encendido
sobre el puro dibujo que se rinde entreabierto.

Te rozaron los dientes. Tú sentiste su bulto,
En tu boca latiendo su celeste plumaje.
Ah, redondo tu labio palpitaba de dicha.
¿Quién no besa esos pájaros cuando llegan, escapan?

Entreabierta tu boca vi tus dientes blanquísimos.
Ah, los picos delgados entre labios se hunden.
Ah, picaron celestes, mientras dulce sentiste
que tu cuerpo ligero, muy ligero, se erguía.

¡Cuán graciosa, cuán fina, cuán esbelta reinabas!
Luz o pájaros llegan, besos puros, plumajes.
Y oscurecen tu rostro con sus alas calientes,
que te rozan. revuelan, mientras ciega tú brillas.

No lo olvides. Felices, mira, van, ahora escapan.
Mira: vuelan, ascienden, el azul los adopta.
Suben altos, dorados. Van calientes, ardiendo.
Gimen, cantan, esplenden. En el cielo deliran.


2

Sólo eres tú, continua,
graciosa, quien se entrega,
quien hoy me llama. Toma,
toma el calor, la dicha,
la cerrazón de bocas
selladas. Dulcemente
vivimos. Muere, ríndete.

Sólo los besos reinan:
sol tibio y amarillo,
riente, delicado,
que aquí muere, en las bocas
felices, entre nubes
rompientes, entre azules
dichosos, donde brillan
los besos, las delicias
de la tarde, la cima
de este poniente loco,
quietisimo, que vibra
y muere. -Muere, sorbe
la vida. -Besa. -Beso.
¡Oh mundo así dorado!



3

Así callado, aún mis labios en los tuyos,
te respiro. O sueño en vida o hay vida.
La sospechada vida está en el beso
que vive a solas. Sin nosotros, luce.
Somos su sombra. Porque él es cuerpo cuando ya no estamos.

Vicente Aleixandre

20 de octubre de 2010

UNA FRAGATA


Las velas se vuelven
picoteadas por un dogo de niebla.
Giran hasta el guiñapo,
donde el gran viento les busca las hilachas.
Empieza a volver el círculo
de aullidos penetrantes,
los nombres se borran, un pedazo
de madera ablandada por las aguas,
contornea el sexo dormilón del alcatraz.
La proa fabrica un abismo
para que el gran viento le muerda los huesos.
Crecen los huesos abismados,
las arenas calientan
las piedras del cuerpo en su sueño
y los huevos con el reloj central.
El alción se envuelve en las velas,
entra y sale en la blasfemia neblinosa.
Parece con su pico
impulsar la rotación de la fragata.
Gira el barco hacia el centro
del guiñapo de seda.
Sopladas desde abajo
las velas se despedazan
en la blancura transparente del oleaje.
Una fragata
con todas sus velas presuntuosas,
gira golpeada por un grotesco Eolo,
hasta anclarse en un círculo,
azul inalterable con bordes amarillos,
en el lente cuadriculado de un prismático.
Allí se ve una fingida transparencia,
la fragata, amigada con el viento,
se desliza sobre un cordel de seda.
Los pájaros descansan
en el cobre tibio de la proa,
uno de ellos, el más provocativo,
aletea y canta.
Encantada cola de delfín
muestra la torrecilla en su creciente.
Hoy es un grabado
en el tenebrario de un aula nocturna.
Cuando se tachan las luces
comienza de nuevo su combate sin saciarse,
entre el dogo de nieblas y la blancura
desesperadamente sucesiva del oleaje.

Jose Lezama Lima

19 de octubre de 2010

TIERRA MOJADA


Tierra mojada de las tardes líquidas
en que la lluvia cuchichea
y en que se reblandecen las señoritas, bajo
el redoble del agua en la azotea...
Tierra mojada de las tardes olfativas
en que un afán misántropo remonta las lascivas
soledades del éter, y en ellas se desposa
con la ulterior paloma de Noé;
mientras se obstina el tableteo
del rayo, por la nube cenagosa...
Tarde mojada, de hábitos labriegos,
en la cual reconozco estar hecho un barro,
porque en sus llantos veraniegos,
bajo el auspicio de la media luz,
el alma se licúa sobre los clavos
de su cruz...
Tardes en que el teléfono pregunta
por consabidas náyades arteras,
que salen del baño al amor
a volcar en el lecho las fatuas cabelleras
y a balbucir, con alevosía y con ventaja,
húmedos y anhelantes monosílabos,
según que la llovizna acosa las vidrieras.
Tardes como una alcoba submarina
con su lecho y su tina;
tardes en que envejece una doncella
ante el brasero exhausto de su casa,
esperando a un galán que le lleve una brasa;
tardes en que descienden
los ángeles, a arar surcos derechos
en edificantes barbechos;
tardes en que el chubasco
me induce a enardecer a cada una
de las doncellas frígidas con la brasa oportuna;
tardes en que, oxidada
la voluntad, me siento
acólito del alcanfor,
un poco pez espada
y un poco San Isidro Labrador....

Ramon LOpez Velarde

18 de octubre de 2010

HIMNO AL DOLOR



Devora fiera insaciable,
monstruo, o demonio execrable,
que avasallas la creación;
devora como lo has hecho,
si no te hallas satisfecho,
con furor aún más deshecho,
mi robusto corazón.

Cebe, cebe en mis entrañas,
con más rencorosas sañas
tu furia el diente voraz;
y en ellas continuo asida,
como el cáncer a la herida,
lo que me resta de vida
consuma en su afán tenaz.

Roe, roe; -tu constancia
no abatirá mi arrogancia,
ni mi orgullo tu furor.
Nada, nada desconhorta
un corazón que conforta
alma grande, a quien importa
poco, placer, mundo, amor.

Roe, roe, y en mi seno
tu mortífero veneno
derrama: -no he de gemir;
y cual Jacob, sin testigo,
contra el ángel enemigo,
lucharé firme contigo
hasta vencer o morir.

No temas, no, que me espante
tu fuerza y poder gigante,
aunque frágil caña soy.
Mi alma es símil a la roca
cuya frente al cielo toca,
y la tempestad provoca
siendo mañana, lo que hoy.

Hollada la sierpe, vibra
su dardo, hiere y se libra
del villano pie veloz;
o sobre el tigre, enroscando
su flexible cuerpo blando
lucha incansable, burlando
su instinto y saña feroz.

Devora: -tu fiero brío
yo provoco y desafío
armado de mi razón;
yo masa de vil arcilla,
yo flor que un soplo amancilla,
trama débil y sencilla,
despojo de la creación.

Yo miserable gusano,
luz que alienta efluvio vano,
insecto, chispa mortal;
yo, menos que un ente aerio
yo, esclavo vil de tu imperio,
yo polvo, nada, misterio...
Nacido en hora fatal.

Yo te provoco: -descarga
sobre mí con mano larga
tus iras: -yo callaré;
y sellando como el sabio
a toda queja mi labio,
cual firme monte a tu agravio
inmóvil siempre estaré.

Yo te provoco: -Dios eres
Dios terrible que a los seres
impones tu dura ley;
Dios que su furia sedienta
con gemidos alimenta,
como el oso su cruenta
zarpa en indefensa grey.

Dios inexorable y fuerte
que divides con la muerte
el vasto imperio del mal;
desde que el hombre perverso,
en oscuro día adverso,
fue lanzado al universo
del crimen con la señal.

Yo te provoco: -al infierno
pide su penar eterno,
su angustia y noche sin fin;
su exquisito sentimiento,
el vivaz remordimiento,
la congoja y el tormento
del soberbio serafín.

Pídele con sus delirios
sus indecibles martirios,
el hielo y llama voraz;
la sed, la rabia y despechos
de los más précitos pechos,
y aquellos marmóreos lechos
do no hay sueño ni solaz.

Pide también a la tierra
cuantos dolores encierra,
cuanto ha, y debe padecer;
y sobre mí con violencia
lanza toda su inclemencia:
que de mi alma la excelencia
no se dejará vencer.

Yo te provoco: -cuatro años
los tormentos más extraños
probaste iracundo en mí;
agotando de mi vida,
de mi juventud florida
la fuente excelsa, que henchida
los de un mundo de glorias vi.

Yo te provoco: -cuatro años
de mil y mil desengaños
me hiciste apurar la hiel;
y en un Páramo desierto,
do todo era negro y yerto,
me dejaste al descubierto
presa de borrasca cruel.

Yo te provoco: -tu mano
de mis fatigas temprano
la copiosa mies cegó,
dejándome los abrojos,
para doblar mis enojos,
y el recuerdo y los despojos
de un tiempo feliz que huyó.

Yo te provoco: -¿qué males,
qué ansias o penas fatales
me podrán sobrevenir,
que no haya firme sufrido?
¿Qué pasión no habré sentido?
¿Qué idea no habré podido
grande o noble concebir?

Mi espíritu en su carrera
ha recorrido la esfera
de lo terrestre y lo ideal;
visto su forma desnuda,
y sondado sin ayuda
los abismos de la duda,
del bien, la vida y el mal.

Cuando los otros insanos
a pasatiempos livianos
el juvenil brío dan;
y en el labio la sonrisa,
con inquietud indecisa,
flores de la vida a prisa
deshojando torpes van.
Mi corazón de tormentas
desatadas y violentas
sufrido había el rigor;
y laso en un solo día,
muerto al placer y alegría,
dicho, en su congoja, había
adiós eterno al amor.

En la edad en que sin tino
del error por el camino
mueve tropezando el pie
la turba insana, y apura,
sumida en tiniebla oscura,
del placer la copa impura
que vacía siempre ve:

ya mi espíritu ambicioso
para su ardor generoso
buscaba un nuevo manjar;
y en sus vuelos soberanos,
libre de lazos mundanos,
de la creación los arcanos
osaba altivo indagar.

Como en un espejo terso,
reflejaba el universo
sus maravillas en él;
nada, nada se encubría
a la inteligencia mía,
y mi ardiente fantasía
era un mágico pincel.

Gloria, gloria era el acento
que en el cielo, tierra y viento
yo escuchaba resonar;
gloria mi pecho exhalaba,
gloria durmiendo soñaba,
y su fantasma miraba
doquier como astro brillar.

Ella me llevara ufano
a contemplar del Oceano
el tempestuoso furor;
ella entre cultas naciones
a buscar dignas lecciones
de graves meditaciones;
nuevo alimento a mi ardor.

¿Dónde se fue tanto sueño,
porvenir tan halagüeño,
tanta sublime pasión?
¡Dolor impío! -Triunfante
tu brazo asoló pujante,
el edificio gigante,
que labrara mi ambición.

Tú agotando, poco a poco,
has ido el ardiente foco
de luz que mi alma abrigó;
y con tu soplo de muerte
convirtiendo en masa inerte
una edad joven y fuerte,
que mil frutos prometió.

¿Qué esperanza me has dejado,
qué idea no has sofocado
en mi espíritu al nacer?
¿Qué pasión o sentimiento
no me has trocado en tormento?
¿Qué amor o contentamiento
en hastío o desplacer?

¿Qué ilusión o dulce engaño
en funesto desengaño?
¿Qué dicha en triste pesar?
¿De qué angustia no has cercado
mi corazón desolado?
¿Qué lágrima no has helado
en mis ojos al brotar?

Nobles y grandes pasiones,
pensamientos y visiones
sublimes, gran porvenir;
estudio, vigilias largas,
siempre fastidiosas cargas
para débil cuerpo, amargas
horas de oscuro vivir,

y de frío desaliento;-
todo, todo en un momento
¡oh inescrutable Dolor!
para mí estéril ha sido,
grano en el agua esparcido;
y en fuente lo has convertido
de despecho y amargor.

¿Qué aflicción o desventura
podrá parecerme dura?
¿Qué puedes robarme ya?
¿Qué placer del mundo activo
puede tener atractivo
para mi pesar esquivo?
¿Qué llenar mi alma podrá?

Ven, ven ¡oh Dolor terrible!
De tu poder invisible
haz un nuevo ensayo en mí;
verás que una alma arrogante
es como el duro diamante,
que siempre brilla flamante
sin admitir mancha en sí.

Ven ¡oh Dolor! en silencio;
ven, pues ya te reverencio
como a genio bienhechor,
que mueve influjo divino;
no cual numen que previno
inexorable destino
para venganza y terror.

Como animando la tierra
el aire impuro destierra
con su ardiente rayo el sol;
así tú, ¡oh Dolor fecundo!
lacerando el cuerpo inmundo,
que se ase reptil al mundo,
eres del alma el crisol.

Tu intensa llama le aplicas,
la limpias y purificas
de la escoria material;
sublimando la excelencia
de su peregrina esencia,
hasta darle una potencia
divina, excelsa, inmortal.
Tú pruebas su fortaleza,
su constancia y su grandeza
en el yunque del sufrir;
el triunfo glorificando
del que contigo luchando
sufre y calla, sofocando
de sus huesos el gemir.

Sin tu influjo, el hombre henchido
de vanidad, sumergido
yace en el mar del placer;
y cree en su delirio ufano,
cuando se arrastra gusano,
tierra y cielo soberano
sujetar a su poder.

Ven, que tal vez atesora
alguna fibra sonora
mi pecho aun lleno de ardor;
que a tu inhumana porfía
exhalará una armonía
capaz de darme alegría,
y de vencerte ¡oh Dolor!

Ven luego; que una alma noble
firme, incontrastable, inmoble
es contra la adversidad;
como el Oceano sublime
que de ley común se exime,
y en cuya frente no imprime
mancilla el tiempo, ni edad.


(Septiembre, 1834)

Esteban Echeverria

17 de octubre de 2010

MUJERES


1

Ésta, es rubia: ésa, oscura: aquélla, extraña
Mujer de ojos de mar y cejas negras:
Y una cual palma egipcia alta y solemne
Y otra como un canario gorjeadora.
Pasan, y muerden: los cabellos luengos
Echan, como una red: como un juguete
La lánguida beldad ponen al labio
Casto y febril del amador que a un templo
Con menos devociòn que al cuerpo llega
De la mujer amada: ella, sin velos.
Yace, y a su merced; —él, casto y mudo
En la inflamada sombra alza dichoso
Como un manto imperial de luz de aurora.
Cual un pájaro loco en tanto ausente
En frágil rama y en menudas flores
De la mujer el alma travesea:
Noble furor enciende al sacerdote
Y a la insensata, contra el ara augusta
Como una copa de cristal rompiera:—
Pájaros, sòlo pájaros: el alma
Su ardiente amor reserve al universo.

2

Vino hirviente es amor: del vaso afuera,
Echa, brillando al Sol, la alegre espuma:

Y en sus claras burbujas, desmayados
Cuerpos, rizosos niños, cenadores
Fragantes y amistosas alamedas
Y juguetones ciervos se retratan:
De joyas, de esmeraldas, de rubíes,
De ònices y turquesas y del duro
Diamante al fuego eterno derretidos,
Se hace el vino satánico: Mañana
El vaso sin ventura que lo tuvo
Cual comido de hienas, y espantosa
Lava mordente se verá quemado.

3

Bien duerma, bien despierte, bien recline—
Aunque no lo reclino— bien de hinojos,
Ante un niño que llega el cuerpo doble
Que no se dobla a viles y a tiranos,
Siento que siempre estoy en pie: —si suelo
Cual del niño en los rizos suele el aire
Benigno, en los piadosos labios tristes
Dejar que vuele una sonrisa, —es fijo
Así, sépalo el mozo, así sonríen
Cuantos nobles y crédulos buscaron
El sol eterno en la belleza humana.
Sòlo hay un vaso que la sed apague
De hermosura y amor: Naturaleza
Abrazos deleitosos, híbleos besos
A sus amantes pròdiga regala.

4

Para que el hombre los tallara puso
El monte y el volcán Naturaleza,—
El mar, para que el hombre ver pudiese
Que era menor que su cerebro,— en horno
Igual, sol, aire y hombres elabora.
Porque los dome, el pecho al hombre inunda
Con pardos brutos y con torvas fieras.
¡Y el hombre, no alza el monte: no en el libre
Aire, ni en sol magnífico se trueca:
Y en sus manos sin honra, a las sensuales
Bestias del pecho el corazòn ofrece:
A los pies de la esclava vencedora:
El hombre yace, deshonrado, muerto.

Jose Marti

16 de octubre de 2010

LOS MINEROS SALIERON DE LA MINA


Los mineros salieron de la mina
remontando sus ruinas venideras,
fajaron su salud con estampidos
y, elaborando su función mental
cerraron con sus voces
el socavón, en forma de síntoma profundo.

¡Era de ver sus polvos corrosivos!
¡Era de oír sus óxidos de altura!
Cuñas de boca, yunques de boca, aparatos de boca (¡Es formidable!)

El orden de sus túmulos,
sus inducciones plásticas, sus respuestas corales,
agolpáronse al pie de ígneos percances
y airente amarillura conocieron los trístidos y tristes,
imbuidos
del metal que se acaba, del metaloide pálido y pequeño.

Craneados de labor,
y calzados de cuero de vizcacha,
calzados de senderos infinitos,
y los ojos de físico llorar,
creadores de la profundidad,
saben, a cielo intermitente de escalera,
bajar mirando para arriba,
saben subir mirando para abajo.

¡Loor al antiguo juego de su naturaleza,
a sus insomnes órganos, a su saliva rústica!
¡Temple, filo y punta, a sus pestañas!
¡Crezcan la yerba, el liquen y la rana en sus adverbios!
¡Felpa de hierro a sus nupciales sábanas!
¡Mujeres hasta abajo, sus mujeres!
¡Mucha felicidad para los suyos!
¡Son algo portentoso, los mineros
remontando sus ruinas venideras,
elaborando su función mental
y abriendo con sus voces
el socavón, en forma de síntoma profundo!
¡Loor a su naturaleza amarillenta,
a su linterna mágica,
a sus cubos y rombos, a sus percances plásticos,
a sus ojazos de seis nervios ópticos
y a sus hijos que juegan en la iglesia
y a sus tácitos padres infantiles!
¡Salud, oh creadores de la profundidad...! (Es formidable.)


Cesar Vallejo

15 de octubre de 2010

REMA EN UN AGUA ESPESA Y VAGA EL BRAZO


Rema en agua espesa y vaga el brazo,
pero indeciso su ademán suspende,
y aislado del impulso que lo tiende
la mano ignora que lo dé al acaso.

La suya inútil flota con retraso,
pero ningún fugaz apoyo aprehende
en el vacío, de que se desprende
lo mismo que del yugo de su paso.

Oscila sin esfuerzo, consumido
el mundo en torno, y como del olvido
una memoria mutilada emana

que ya no habita el alma que la mira,
aun muerto se desata y se retira
del brazo inerte la presencia vana.

Jorge Cuesta

14 de octubre de 2010

MADRIGAL TRISTE


I

¿Qué me importa que seas discreta?
¡Sé bella! ¡Y sé triste! Las lágrimas
Agregan un encanto al rostro,
Como el río al paisaje;
La tempestad rejuvenece las flores.

Yo te amo sobre todo cuando el júbilo
Desaparece de tu frente abatida;
Cuando tu corazón en el horror se ahoga;
Cuando sobre tu presente se despliega
La nube horrenda del pasado.

Yo te amo cuando tu intensa mirada vuelca
Un raudal ardiente como la sangre;
Cuando, malgrado mi mano que te mece,
Tu angustia, harto pesada, horada
Como un estertor de agonizante.

Yo aspiro, ¡voluptuosidad divina!
¡Himno profundo, delicioso!
Todos los sollozos de tu pecho,
Y creo que tu cuerpo se ilumina
Con las perlas que vierten tus ojos.


II

Yo sé que tu corazón, que rebalsa
Pasados amores desarraigados,
Llamea aún como una fragua,
Y que tú cobijas bajo tu garganta
Un poco del orgullo de los condenados;

Pero, querida mía, en tanto que tus sueños
No hayan reflejado el Infierno,
Y que en una pesadilla sin treguas,
Soñando con venenos y dagas,
Prendada de pólvora y de hierro,

No abriendo a cada uno sino con miedo,
Barruntando la desdicha por doquier,
Convulsionándote cuando la hora suene,
Tú no hayas sentido el abrazo
Del irresistible Tedio,

Tú no podrás, esclava reina
Que no me amas sino con espanto,
En el horror de la noche malsana
Decirme, el alma de gritos desbordante:
"Yo soy tu igual, ¡oh, mi Rey!"

Charles Baudelaire

13 de octubre de 2010

VEN VEN


Ven. Ven. Así.
Te beso. Te arranco.
Te arrebato.
Te compruebo en lo oscuro,
ardiente oscuridad, abierta,
negra, oculta derramada golondrina,
oh tan azul, de negra, palpitante.
Oh así, así, ansiados, blandos labios undosos,
piel de rosa o corales delicados, tan finos.
Así, así, absorbidos, más y más, succionados.
Así, por todo el tiempo. Muy de allá, de lo hondo,
dulces ungüentos desprendidos, amados,
bebidos con frenesí, amor hasta desesperados.
Mi único, mi solo, solitario alimento, mi húmedo,
lloviznado en mi boca, resbalado en mi ser.
Amor. Mi amor. Ay, ay. Me dueles. Me lastimas.
Ráspame, límame, jadéame tú a mí,
comienza y recomienza, con dientes y garganta,
muriendo, agonizando, nuevamente volviendo,
falleciendo otra vez, así por siempre, para siempre,
en lo oscuro, quemante oscuridad, uncida noche,
amor, sin morir y muriendo, amor, amor, amor, eternamente.

Rafael Albertti

12 de octubre de 2010

CUNA


Haz con tus propias manos
la cuna de tu hijo.
Que tu mujer te vea
cortar el paraíso.

Para colgar del techo,
como en los tiempos idos
que volverán un día.
Hazla como te digo.

Trabajarás de noche.
Que se oiga tu martillo.
"Estás haciendo la cuna"
que diga tu vecino.

Alguna vez la sangre
te manchará el anillo.
Que tu mujer la enjuague.
Que manche su vestido.

Las noches serán blancas,
de columpiado pino.
Harás según el árbol
la cuna de tu niño.

Para que tenga el sueño
en su oquedad de nido.
Para que tenga el ángel
en un oculto grillo.

La obra será tuya.
Verás que no es lo mismo.
Será como tus brazos
la cuna de tu hijo.

Se mecerá con aire.
Te acordarás del pino.
Dirás: "Duerme en mi cuna".
Verás que no es lo mismo.

Jose Pedroni

11 de octubre de 2010

SONETO XLVI


De las estrellas que admiré, mojadas
por ríos y rocíos diferentes,
yo no escogí sino la que yo amaba
y desde entonces duermo con la noche.

De la ola, una ola y otra ola,
verde mar, verde frío, rama verde,
yo no escogí sino una sola ola:
la ola indivisible de tu cuerpo.

Todas las gotas, todas las raíces,
todos los hilos de la luz vinieron,
me vinieron a ver tarde o temprano.

Yo quise para mí tu cabellera.
Y de todos los dones de mi patria
sólo escogí tu corazón salvaje.

Pablo Neruda

10 de octubre de 2010

SUBJETIVA


¡Así es mejor!-Porque de ti atraído
con ímpetu febril, te amo de veras;
por eso no te he dicho que te amo;
y aún pesárame hermosa que lo sepas.

Por eso no he venido a deshacerme
en ruego vil ni en desmayada queja,
porque temo, no tanto tus desdenes,
como tu blanda y fiel correspondencia.

En la mas honda y apartada cueva,
hay un monstruo voraz que a Amor vigila,
como terco y terrible centinela.

Cuando prende en dos almas el cariño,
su ojo apagado entre la sombra acecha;
y brilla -cuando en una se confunden,-
como un botón de fuego en las tinieblas.

El precede a la tarde en que declinan
albas que los amores encendieran;
él es el sacerdote que salmodia
de todo afecto la hora postrimera;

Oculto en el jardín del sentimiento,
él es la nube que ensombrece el cielo;
el petrel que se goza en la tormenta:
para él lo eterno es irrisión, y sólo
-si habla de la constancia- es como befa.

Por eso, porque te amo, yo no quiero
que hagamos en sus garras mutua presa.
¿Quién más pronto o más tarde, del Hastío
no es juguete en la efímera existencia?...

Por eso, porque te amo y porque quiero
amarte siempre, con pasión eterna;
no te he dicho el cariño que me inspiras
y no anhelo tampoco que me quieras.

¡Así es mejor! -Vivir en el deseo,
es una llama alimentar perpetua;
¡es vivir abrasados, cual vivían
los mártires, los místicos y ascetas!

Gaston Fernando Deligne

9 de octubre de 2010

LO QUE YO QUIERO



I

Quiero ser las dos niñas de tus ojos,
las metálicas cuerdas de tu voz,
el rubor de tu sien cuando meditas
y el origen tenaz de tu rubor.

Quiero ser esas manos invisibles
que manejan por sí la Creación,
y formar con tus sueños y los míos
otro mundo mejor para los dos.

Eres tu, providencia de mi vida,
mi sosten, mi refugio, mi caudal:
cual si fueras mi madre yo te amo...
¡y todavía más!

II

Tengo celos del sol, porque te besa
con sus labios de luz y de calor,
del jasmín tropical y del jilguero
que decoran y alegran tu balcón.

Mando yo que ni el aire te sonreía:
ni los astros, ni el niño, ni la flor,
ni la Fe, ni el Amor, ni la Esperanza,
ni ninguno en lo eterno más que yo.

Eres tú, Soberana de mis noches,
mi constante, perpetuo cavilar:
ambicioso tu amor como la Gloria...
¡y todavía más!

III

Yo no quiero que alguno te consuele
si me mata la fuerza de tu amor...
¡si me matan los besos insaciables
fervorosos, ardientes que te doy!

Quiero yo que te invadan las tinieblas
cuando ya para mí no salga el sol.
Quiero yo que defiendas mi cadáver
del más leve ritual profanador.

Quiero yo que me nombres y conjures
sobre labios y frente y corazón.
Quiero yo que sucumbas o enloquezcas...
¡loca, sí, muerta, sí, te quiero yo!

Mi querida, mi bien, mi soberana,
mi refugio, mi sueño, mi caudal,
mi laurel, mi ambición, mi santa madre...
¡y todavía más!

Pedro Bonifacio Palacios

8 de octubre de 2010

INTIMA


Ayer te vi...
No estabas bajo el techo
de tu tranquilo hogar
ni doblando la frente arrodillada delante del altar,
ni reclinando la gentil cabeza sobre el augusto pecho maternal.

Te vi...si ayer no te siguió mi sombra
en el aire,
en el sol,
es que la maldición de los amantes no la recibe Dios,
o acaso el que me roba tus caricias tiene en el cielo más poder que yo!

Otros te digan palma del desierto,

otros te llamen flor de la montaña,

otros quemen incienso a tu hermosura,

yo te diré mi amada.


Ellos buscan un pago a sus vigilias,

ellos compran tu amor con sus palabras;
ellos son elocuentes porque esperan,
¡y yo no espero nada!

Yo sé que la mujer es vanidosa,

yo sé que la lisonja la desarma,
y sé que un hombre esclavo de rodillas
más que todos alcanza...

Otros te digan palma del desierto,

otros compren tu amor con sus palabras,

yo seré más audaz pero más noble:

¡yo te diré mi amada!

Alamafuerte

7 de octubre de 2010

CHIRIPA


Venís del tiempo del coraje grande,
que se salía del pecho en las patriadas
pa salvar el destino de una tierra
que al fin no jué de los que la salvaran.

Del tiempo aquel en qu'el gauchaje pobre
no topaba alambraos que lo embretaran,
ni se véia de a pie por los caminos
p'ande aura lo rempujan las estancias.

Eras entonce'de merino negro
-a menudo floriado con sangre brava-,
y te ufanabas de lucir cuaternos
abiertos por la sarpa'e las tacuaras.

Concluídas las lioneras, vos viviste
sacando música'e las pamperadas,
manchando'e noche'l lomo'e los baguales
y tauriando entre chinas y guitarras.

A ocasiones tu dueño, presumido,
con un oriyo'e seda te adornaba
-celeste o colorao, sigún el pelo-,
pa compadriar en bailes y tabiadas.

Dispués te jué borrando la pobresa.
Tu color toldo s'hizo color rata.
De nada te valieron ya tus mentas
ni tu heroico pasao, mordido'e lansas.

Hoy sos de bolsa pingajienta y sucia
y apariás -por galpones y por chacras-
tu suerte a la de algún nieto del gaucho
que t'estreyó de sangre'n las batayas.

Y achicharraos po'el juego'e los mormasos
o tajiaos po'el vidriaje' las escarchas,
cinchan los dos en yunta, porque hay algo
que nunca se acalambra: ¡la esperanza!

Serafin J. Garcia

6 de octubre de 2010

POEMA A UNA LAGRIMA




Gota del mar donde en naufragio lento
se hunde el navío negro de una pena;
gota que, rebosando, nubla y llena
los ojos olvidados del contento.

Grito hecho perla por el desaliento
de saber que si llega a un alma ajena,
ésta, sin escucharlo, le condena
por vergonzoso heraldo del tormento.

Piedad para esa gota, que es cual llama
de la que el corazón se desahoga
cual desahoga espinas una rama.

Piedad para la lágrima que azoga
el dolor, pues si así no se derrama,
el alma, en esa lágrima se ahoga…

Jose Angel Buesa

5 de octubre de 2010

LOS NIÑITOS


Que se oían gritando en noches pasadas
en la Iglesia de Nuestra Señora de la
Altagracia.

El caso que resultó
En la Iglesia de Altagracia,
Aunque falto soy de gracia
A contarlo vengo yo.
Tal cual como lo contó
De aquel templo una vecina,
Que se halló en la fajina,
Dizque de unos niñitos
Trancados y dando gritos
En esa mansión divina.

Los niños dizque decían
¡Ay mamá! ¡ay mamá!...
¡Ay papá! ¡ay papá!...
Y a carcajadas reían.
Pero tanta bulla hacían
Que la policía corrió,
Y el vecindario acudió
Lleno de miedo profundo;
Y así fué que todo el mundo
Por allí se alborotó.

Unos cuantos que miraban
Por el abra de una puerta.
Decian como cosa cierta
Que en el coro se encontraban.
Unos niños que cantaban
En fila todos parados;
Y a otros veían sentados
Desnuditos en los bancos;
Y que todos eran blancos
Con gorritos colorados.

El sacristán de la Ermita.
Que se apareció en chancleta.
Armado de una escopeta
Y de un revólver marmita.
Para cantar el rosario
Por aquellos angelitos
Que de los cielos benditos
Bajaron a aquel santuario.

“Que salga una comisión
dijo allí un mequetrefe—
Para darle parte al Jefe
De esta sagrada mansión”.
Tocó allí una campanita
Así fue, sin dilación,
Y reunió al vecindario
El cura al momento vino,
Y al abrir con mucho tino
De la Sacristía la puerta,
Salió a carrera abierta
Huyendo un perro barcino.

Es todo cuanto ha pasado
En la Parroquia Altagracia,
Que no ha sido una desgracia
Como ya se ha propagado;
Un pobre perro trancado
En la iglesia dando gritos;
Eran pues los angelitos
Que ¡ay mamá! dlzque decían,
Y que también los veían
Con gorros y desnuditos.

Lo que sí es cosa cierta,
Y se puede asegurar,
Que no pueden ya dejar
Iglesia ninguna abierta.
Ya es preciso andar alerta
Con los brujos hoy en día,
Pues toda esa ratería
En las iglesias divinas,
Son los brujos y adivinas
Para arreglar brujería.

Y es cierto que al Padre Armando
Le han robado del altar,
Un vaso que suele usar
Cuando él está consagrando
Y Luis Pérez predicando
Se ha quejado ya con pena.
Que alguna persona buena,
Creyendo hacerle un favor
Entró a la Iglesia Mayor
Y le robó su patena.

Los brujos y las adivinas están de
plácemes! No hay quien les llegue al
cuero.
Así memo, así!

Santiago, Octubre 19 de 1904.

Juan Antonio Alix

4 de octubre de 2010

LA CUERDA



A Édouard Manet.

«Las ilusiones -me decía un amigo- son tan innumerables quizá como las relaciones de los hombres entre sí o de los hombres con las cosas.» Y cuando la ilusión desaparece, es decir, cuando vemos al ser o el hecho tal como existe fuera de nosotros, experimentamos un raro sentimiento complicado, mitad pesar por la desaparición del fantasma, mitad agradable sorpresa ante la novedad, ante la realidad del hecho. Si existe un fenómeno evidente, trivial, siempre parecido y de naturaleza ante la cual sea imposible equivocarse, es el amor materno. Tan difícil es suponer una madre sin amor materno como una luz sin calor. ¿No será, por tanto, perfectamente legítimo atribuir al amor materno todas las acciones y las palabras de una madre relativas a su hijo? Pues oíd, sin embargo, esta breve historia, en la que me he dejado engañar singularmente por la ilusión más natural.

Mi profesión de pintor me mueve a mirar atentamente las caras, las fisonomías que se atraviesan en mi camino, y ya sabéis el goce que sacamos de semejante facultad, que hace la vida más viva a nuestros ojos y más significativa que para los demás hombres. En el barrio apartado en que vivo, que tiene todavía vastos trechos de hierba entro las casas, he solido observar a un niño cuya fisonomía ardiente y traviesa, más que la de los otros, me sedujo desde el primer momento. Más de una vez me sirvió de modelo, y le transformé, ya en gitanillo, ya en ángel, ya en amor mitológico. Lo di a llevar el violín del vagabundo, la corona de espinas y los clavos de la Pasión, y la antorcha de Eros. Acabé por tomar gusto tan vivo a la gracia de aquel chicuelo, que un día fui a pedir a sus padres, unos pobres, que me lo cedieran, prometiendo que le vestiría bien y le daría algún dinero, y no le impondría más trabajo que el de limpiar los pinceles y hacer algunos recados. El niño, en cuanto se le lavó, se quedó hecho un encanto, y la vida que junto a mí llevaba lo parecía un paraíso en comparación con la que hubiera tenido que soportar en el tugurio paterno. Sólo tendré que añadir que el muñequillo me asombró algunas veces con crisis singulares de tristeza precoz, y que pronto empezó a manifestar afición inmoderada por el azúcar y los licores, tanto, que un día en que pude comprobar, no obstante mis repetidas advertencias, un nuevo latrocinio de tal género cometido por él, le amenacé con devolvérselo a sus padres. Luego salí, y mis asuntos me retuvieron bastante rato fuera de casa.

¿Cuál no sería mi horror y mi asombro cuando, al volver a ella, lo primero que me atrajo mi vista fue mi muñequillo, el travieso compañero de mi vida, colgado de un tablero de este armario? Los pies casi tocaban al suelo; una silla, derribada sin duda de una patada, estaba caída cerca de él; la cabeza se apoyaba convulsa en el hombro; la cara hinchada y los ojos desencajados con fijeza espantosa me produjeron, al pronto, la ilusión de la vida. Descolgarle, no era tarea tan fácil como pudierais creer. Estaba ya tieso, y sentía yo repugnancia inexplicable en dejarle caer bruscamente al suelo. Había que sostenerle en peso con un brazo, y con la mano del otro cortar la cuerda. Pero con eso no estaba hecho todo; el pequeño monstruo había empleado un cordel muy fino, que había penetrado hondamente en las carnes, y ya era preciso buscar la cuerda, con unas tijeras muy finas, entre los rebordes de la hinchazón, para libertar el cuello.

Se me olvidó deciros que antes pedí socorro; pero todos los vecinos se negaron a darme ayuda, fieles así a las costumbres del hombre civilizado, que nunca quiere, no sé por qué, tratos con ahorcados. Vino, por fin, un médico, y declaró que el niño estaba muerto desde hacía varias horas. Cuando, más tarde, tuvimos que desnudarle para el entierro, la rigidez cadavérica era tal, que, desesperado de doblar los miembros, tuvimos que rasgar y cortar los vestidos para quitárselos.

Al comisario, a quien, como es natural, hube de declarar el accidente, me miró de reojo y me dijo «¡El asunto no está claro!», movido, sin duda, por un inveterado deseo y un hábito profesional de infundir temor, valga por lo que valiere, lo mismo a inocentes que a culpables.
Un paso supremo había que dar aún, y sólo de pensarlo sentía yo angustia terrible: había que avisar a los padres. Los pies se negaban a llevarme. Por fin tuvo ánimos. Pero, con gran asombro mío, la madre se quedó impasible, sin que brotase una lágrima de sus ojos. Achaqué tal extrañeza al horror mismo que debía de sentir, y recordé la máxima conocida: «Los dolores más terribles son los dolores mudos.» El padre se contentó con decir, con aspecto entre embrutecido y ensimismado: «¡Después de todo, así es mejor; tenía que acabar mal!»

Entretanto, el cuerpo estaba tendido en un sofá, y, con ayuda de una criada, ocupábame yo en los últimos preparativos, cuando la madre entró en mi estudio. Quería, según indicó, ver el cadáver de su hijo. A la verdad, yo no podía impedir que se embriagase de su infortunio, ni negarle aquel supremo y sombrío consuelo. En seguida me pidió que le enseñara el armario de que se había ahorcado el niño. «¡Ah! ¡No, señora -le contesté-; le haría daño!» Y como involuntariamente se volviesen hacia el armario mis ojos, eché de ver con repugnancia, mixta de horror y de cólera, que el clavo se había quedado en el tablero, con un largo trozo de cuerda colgando todavía. Me lancé vivamente a arrancar aquellos últimos vestigios de la desgracia, y cuando iba a tirarlos por la ventana, abierta, la pobre mujer me cogió del brazo y me dijo con voz irresistible: «¡Señor, déjemelo! ¡Se lo ruego! ¡Se lo suplico!»

La desesperación -así lo pensé - de tal modo la había enloquecido, que se enamoraba con ternura de lo que sirvió de instrumento de muerte a su hijo; quería conservarlo como reliquia horrible y amada. Y se apoderó del clavo y del cordel.
¡Por fin, por fin se acabó todo! Ya no me quedaba más que ponerme a trabajar de nuevo, con mayor viveza todavía que la habitual, para rechazar poco a poco aquel pequeño cadáver, que se metía entre los repliegues de mi cerebro, y cuyo fantasma me cansaba con sus ojazos fijos. Pero al día siguiente recibí un montón de cartas: una de inquilinos de la casa, otras de casas vecinas; una del piso primero, otra del segundo, otra del tercero, y así sucesivamente; unas en estilo semichistoso, como si trataran de disfrazar con una chacota aparente la sinceridad de la petición; otras de una pesadez descarada y sin ortografía, pero todas dirigidas a lo mismo, esto es: a lograr de mí un trozo de la funesta y beatífica cuerda. Entre los firmantes había, fuerza es decirlo, más mujeres que hombres; pero no todos, creedlo, pertenecían a la clase ínfima y vulgar. He conservado las cartas.

Entonces, súbitamente se hizo la luz en mi cerebro, y comprendí por qué la madre insistió tanto para arrancarme el cordel y con qué tráfico se proponía encontrar consuelo.


Charles Baudelaire

3 de octubre de 2010

ITE MISSA EST

A Reynaldo de Rafael


Yo adoro a una sonámbula con alma de Eloísa,
virgen como la nieve y honda como la mar;
su espíritu es la hostia de mi amorosa misa,
y alzo al són de una dulce lira crepuscular.

Ojos de evocadora, gesto de profetisa,
en ella hay la sagrada frecuencia del altar:
su risa en la sonrisa suave de Monna Lisa;
sus labios son los únicos labios para besar.

Y he de besarla un día con rojo beso ardiente;
apoyada en mi brazo como convaleciente
me mirará asombrada con íntimo pavor;

la enamorada esfinge quedará estupefacta;
apagaré la llama de la vestal intacta
¡y la faunesa antigua me rugirá de amor!

Ruben Dario

2 de octubre de 2010

ODA XVIII

EN LA ASENCIÓN




¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, escuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, ¿te vas al inmortal seguro?

Los antes bienhadados,
y los agora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dó convertirán ya sus sentidos?

¿Qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
Quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?

Aqueste mar turbado,
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto
al viento fiero, airado?
Estando tú encubierto,
¿qué norte guiará la nave al puerto?

¡Ay!, nube, envidiosa
aun deste breve gozo, ¿qué te aquejas?
¿Dó vuelas presurosa?
¡Cuán rica tú te alejas!
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!

Fray Luis de Leon

1 de octubre de 2010

DATE A VOLAR




Anda, date a volar, hazte una abeja,
En el jardín florecen amapolas,
Y el néctar fino colma las corolas;
Mañana el alma tuya estará vieja.

Anda, suelta a volar, hazte paloma,
Recorre el bosque y picotea gra
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nos,
Come migajas en distintas manos
La pulpa muerde de fragante poma.

Anda, date a volar, sé golondrina,
Busca la playa de los soles de oro,
Gusta la primavera y su tesoro,
La primavera es única y divina.

Mueres de sed: no he de oprimirte tanto...
Anda, camina por el mundo, sabe;
Dispuesta sobre el mar está tu nave:
Date a bogar hacia el mejor encanto.

Corre, camina más, es poco aquéllo...
Aún quedan cosas que tu mano anhela,
Corre, camina, gira, sube y vuela:
Gústalo todo porque todo es bello.

Echa a volar... mi amor no te detiene,
¡Cómo te entiendo, Bien, cómo te entiendo!
Llore mi vida... el corazón se apene...
Date a volar, Amor, yo te comprendo.

Callada el alma... el corazón partido,
Suelto tus alas... ve... pero te espero.
¿Cómo traerás el corazón, viajero?
Tendré piedad de un corazón vencido.

Para que tanta sed bebiendo cures
Hay numerosas sendas para tí...
Pero se hace la noche; no te apures...
Todas traen a mí...

Alfonsina Storni