Has empuñado las crines de la Diosa
Con un puño tal que se os hubiera tomado, al ver
Ese aire dominador y esa bella despreocupación,
Por un joven rufián revolcando a su amante.
Alerta la mirada y lleno del fuego de la precocidad,
Te has pavoneado con orgullo de arquitecto
En construcciones cuya audacia correcta
Hace barruntar lo que será tu madurez.
Poeta, nuestra sangre se nos escapa por cada poro;
¿Acaso, por azar, el manto del Centauro
Que cambió toda vena en fúnebre arroyo
Fue teñido treinta veces en las babas sutiles
De esos vengativos y monstruosos reptiles
Que el pequeño Hércules estranguló en su cama?
Charles Baudelaire