CafePoetas es un Blog sin animo de lucro donde se rinde homenaje a poetas de ayer, hoy y siempre.

31 de octubre de 2009

VENCEDOR DESPUES DE MUERTO



Un lustro gozara el Cid
De sus lauros el honor.
Ocupando su vejez
En servir y orar a Dios:

Entonces le fueron nuevas
De la grande expedición
De treinta y seis Reyes moros
Que el Rey Búcar preparó.

Estuvo el Cid muchos días,
Entendiendo en oración
Y en visitar los altares
Con muchísimo fervor:

Calenturas le postraron
Y en ellas solo tomó
Mirra con agua rosada
Y un bálsamo que por don

Le remitiera el Soldán
Cuando el bélico rumor
De sus hechos y proezas
Por Egipto se esparció.

Consolado con los gustos
De una angélica visión
Cumplió el plazo de sus días
Y en su palacio espiró.

No se hizo llanto alguno
Ni triste demostración
Porque lo ignorase el moro
Que a la ciudad cerco dio.

Guardias y velas le hacían
Como vivo a su Señor
Los caballeros cristianos
En su cámara y salón.

Pasados seis días fueron
Y cuando el alba rayó
Salieron los de Valencia
Con sus haces en unión.

Iba el cuerpo del buen Cid
Con tal arte que admiró:
Muy religado a la silla
Encima de su trotón:

Con papeles plateados
La armadura se fingió;
Iba enhiesto, ojos abiertos,
Llevaba lanza y guión.

Con la bandera del Cid
Pero Bermúdez llevó
La primer haz esforzada
Y de ella marchan en pos

Acémilas con fardaje
Y un magnífico escuadrón
De quinientos caballeros,
Todos de fama y valor:

Seguía doña Jimena
Que adolorida lloró,
Con guerreros de alto nombre
Que eran la nata y la flor.

El cuerpo del noble Cid
La postrer haz resguardó
Y a su lado iba el obispo
Como buen padre y pastor.

Por la puerta de Roceros
Salieron y cual turbión
Dieron contra la morisma
Y un gran triunfo se logró:

Pasaron luego a Castina,
Llevando con devoción
A San Pedro de Cardeña
El cuerpo del Campeador.

Del cual se dijo esta vez
Con muchísima razón
Que venció después de muerto,
Vivo y muerto vencedor.


Juan Arolas

ESPERA



Mis colores no se cansan
esperando el reflejo,
desde la multitud situada en lados opuestos,
sin que podamos vernos, ni hablar entre nosotros,
en el reconocimiento de la piedra, la yerba y el agua.

Hasta que el dìa se agota,
y nos topamos en la curva de la hojarasca
donde suenan las campanas de la esperanza;
y el hombre solitario y abandonado espera:

(este poema termina en dos puntos (:)

Raul Galvez Cuellar

30 de octubre de 2009

EL PLEITO DE PONTEZUELA



Ocurrido en dicho lugar en la
noche del día de Santa Rosa
El día de Santa Rosa
Gran pleito en la Pontezuela,
Dos muertos y dos heridos
Quedaron en la refriega.
En casa de un tal Silverio
Hubo una gran diversión,
La que fué sin dilación
Convertida en cementerio.
Pues ya se dice de serio
Que por una simple cosa,
En esa fiesta azarosa
Quedaron allí tendidos
Dos muertos y dos heridos
En el día de Santa Rosa.

Todo fué por cuatro reales
De juego en una partida,
Que allí se quitó la vida
Aquel par de irracionales.
Y más de cien criminales
Al ver el apaga vela,
Se prendieron en candela
Con los revólver, to, to, to!...
Y la fiesta se volvió
Gran pleito en la Pontezuela.

También hay que declarar
Que en medio del tiroteo,
Hubo grito y pataleo
De mujeres con el mar;
Y caballos relinchar
Se oían, despavoridos,
Y de perros los aullidos,
Las gallinas cacareando,
Y las familias gritando
Dos muertos y dos heridos.

Y los dos que parecieron
Por un castigo de Dios,
José Rodríguez, los dos
El mismo nombre tuvieron.
Y José los que salieron
Heridos en esa brega;
Así es que nadie niega
Lo que muy claro se ve,
De que allí cuatro José
Quedaron en la refriega
.
Muertos:
José Rodríguez Rosario,
José Rodríguez Rosario.
(Primos hermanos y amigos).
Heridos:
José Fernández,
José Eugenio Blanco.
Aprieta, Colasa! qué tal?
Santiago, 4 de Setiem

Juan Antonio Alix

SONETOS



1

Corre con albos pies al espacioso
Océano, veloz Tarteso río,
assí no ciña el abrasado estío
tu dilatado curso glorïoso;

i di a mi ardor que crece tu espumoso
seno a las muchas lágrimas que envío,
o esparza la dudosa luz rocío
o muestre Cintia lustre generoso.

Que oyendo en mustio son mi afán ardiente
de ti, con crespa lengua resonado
en verde prado o en sedienta arena,

será que blandas luzes al herviente
humor muestre (ya en vano derramado)
mi acerba i dulce i clara luz serena.


2

Sube, frondosa vid, i en estendido
ramo corona la desnuda frente
deste infelice povo, que al corriente
cristal yaze, de honor destituido.

Sube, assí no amanzille el aterido
ivierno en duro yelo tu ecelente
cima, ni Febo, cuando más ardiente,
muestre a tu gloria el rayo embravecido.

Que pues, cuando en su lustre florecía,
te dio el áspero tronco i dilatado
seno donde luziesse tu ufanía,

es razón, sacra vid, qu'el despojado
leño de verde i fresca loçanía
ornes agora en su funesto estado.


3

Ya del sañudo Bóreas el nevoso
soplo cessó, ¿el triste ivierno elado,
dando passo, al divino ardor templado,
huyó al profundo centro tenebroso.

I buelve el verde honor al espacioso
seno vuestro, del yelo despojado,
sacros povos, que ornáis el intricado
curso del claro Guadiamar ondoso.

¡Felices vos!, que ufanos al süave
rayo de Febo coronáis la frente,
libres del yerto humor que os oprimía.

Mas, ¡triste yo!, que de importuno i grave
yelo siento oprimir la frente mía,
lexos de ver mi altiva luz ardiente.


4

Menoba, que con turbia i alta frente
buelas veloz al gran Tarteso río,
horrible a fuerça del pluvioso i frío
Austro, la selva oprime tu corriente.

I vi yo cuando en la sazón ardiente,
corriendo apena, de cristal vazío,
ella te defendió del cano estío,
de tu ceñido umor mustia i doliente.

No des al aire, pues, ô río sagrado,
raízes de tan fiel i generosa
selva que te asombré al estivo fuego.

Templa la saña i el confuso i ciego
hervir de tu profunda agua espumosa;
assí discurras puro i dilatado.


5

Marchite, ¡ô nunca!, frío i cano yelo
de tus labios la dulce i blanda rosa,
do las Gracias, do Amor siempre reposa,
ni otro sitio invidiando ni otro cielo.

Dellos nunca a herir levanta el buelo,
ni hacha cuida o flecha rigurosa,
que una blanda palabra gracïosa
arma i enciende en el purpúreo velo.

Destos, pues, roxos, blandos i süaves
labios do se arma Amor, i que encendieron
mi pecho en llama i rosa dulcemente,

¡nunca, ô tiempo!, permitas que los graves
yelos de edad la púrpura ardiente
amortigüen, i llama en que m'ardieron.


6

¡Salve, ô mancebo, flor de la hermosa
llama qu'enciende i cerca el puro cielo!,
cuanto menos que Cintia generosa,
tanto luzes más cándido en el suelo.

Apazible destierra en la sombrosa
noche el horror de su medroso velo,
que aún no vibra su hacha luminosa
Venus mirando al gran señor de Delo.

Luze en su vez, ¡ô Héspero dichoso!,
en su silencio, i con tu luz m'envia
a mi dulce esplendor i mi cuidado.

Y si tal vez sentiste el amoroso
fuego que assí encendió mi pecho helado,
dame no errar por tenebrosa vía.


7

Otro tiempo profundo i dilatado
te vi correr, ô sacro Esperio río,
i ya te ciñe el abrasado estío
i tu luziente mármol seca airado.

Triste pensava yo nunca sobrado
sentir tal vez el ardimiento mío,
o elasse al Tánais el ivierno frío,
o regalasse el sol su curso elado.

Pero si tú, gran lustre d'Ocidente,
Betis, siendo deidad, del inhumano
tiempo la vez i sientes la crüeza,

no desespero de mi ardor insano
buelta ver en ceniza la grandeza
mientra Febo rayare en Orïente.


8

Lánguida flor de Venus, que ascondida
yazes, i en triste sombra i tenebrosa,
verte impiden la faz al sol hermosa
hojas i espinas de que estás ceñida;

i ellas el puro lustre i la vistosa
púrpura, en que te vi apuntar teñida,
te arrebatan, i a par la dulce vida
del verdor que descubre, ardiente rosa.

Igual es, mustia flor, tu mal al mío:
que si nieve tu frente descolora
por no sentir el vivo rayo ardiente,

a mí, en profunda oscuridad i frío
yelo, también de muerte me colora
l'ausencia de mi luz resplandeciente.


9

A don Juan de Fonseca i Figueroa

Ya la hoja que verde ornó la frente
desta selva, don Juan, en el verano,
tiende amarilla por el suelo cano
fuerça de helado espíritu ardïente;

i la ova que en agua vi pendiente
de un güeco risco con verdor loçano,
mustio ya i sin color, despojo vano,
Betis esplaya con mayor corriente.

I yo assí bien no desigual mudança
siento en mi mal, que ya mi ardor intenso
cambia el yelo en ceniza vana i fría.

¿Quién esperó igual bien? ¡Ô grata usança
del tiempo: que fallece a par del día
si un hermoso verdor, un fuego ¡inmenso!


10

Aunque pisaras, Fili, la sedienta
arena qu'en la Libia Apolo enciende,
sintieras, ¡ai!, que el Aquilón me ofende,
i del yelo i rigor la pluvia lenta.

Oye con qué rüido la violenta
furia del viento en el jardín s'estiende,
i que apena aun la puerta se defiende
del soplo que en mi daño se acrecienta.

Pon la soberbia, ô Fili, i blandos ojos
muestra, pues ves en lágrimas bañado
el umbral que adorné de blanda rosa;

que no siempre tu ceño i tus enojos
podré sufrir, ni el mustio ivierno helado,
ni de Bóreas la saña impetuosa.


11

Claro i tranquilo el mar me conduzía
a que sulcara su profundo seno,
i apena entré, cuando el color sereno
huyó, de Bóreas con la saña fría.

Crespos montes de humor al cielo vía
subir, i el mar, d'oscura sombra lleno,
cambiar varios semblantes, i el terreno
assiento entre las olas parecía.

Entonce, ¡ai!, ô mesquino!, un mortal yelo
me cubría, i el güeco leño roto
luchava con las aguas fatigado.

En tanto afán, con voz ya incierta, al cielo
moví a piedad; libróme, i hize voto
de fiar nunca en ponto sossegado.


12

Cuando entre luz i púrpura aparece
l'alba, i despierto, ¡ai, triste!, i miro el día
i no hallo la blanca Fili mía,
alba i púrpura i luz se me oscurece.

Lloro, i crece mi llanto cuanto crece
más la lumbre i la sombra se desvía;
i un torpe yelo assí me ata i refría
que aun la voz para alivio me fallece.

I a un tiempo apura amor con alto fuego
en este ancho desierto el pecho mío,
donde el pesar lo aviva más i enciende.

Lloro, pues, i ardo assí, i el mal se estiende
tanto, que a luz i a sombra i a rocío
muero en llamas i en lágrimas me anego.


13

¡Ai, amarilla selva, que desnuda
yazes, i en cano i yerto humor cubierta,
cómo tu hórrida faz en mí despierta
nuevo mal a mi incendio i llama cruda!

Siéntome, ¡ai, triste!, arder cuando se muda
tu frente, i se descubre blanca i yerta;
i cuando l'alma tierra más desierta
se ve de luz, mi llama es más aguda.

Pero ¿qué mucho, ô selva, si la ardiente
hacha con que te alienta el claro día
declina tanto al Austro pluvïoso,

i yo estoi tan cercano al refulgente
rayo que de sus hizes siempre envía
mi dulce ardor, Aglaida, i glorïoso?


14

No esperes, no, perpetua en tu alba frente,
ô Aglaya, lisa tez, ni que tu boca,
que al más helado a blando amor provoca,
bañe siempre la rosa dulcemente.

¿Ves el sol que nació resplandeciente,
cuál con luz desvanece tibia i poca,
i tú sorda a mis ruegos como roca
estás, en quien se rompe alta corriente?

Goza la nieve i rosa que los años
te ofrecen; mira, Aglaya, que los días
llevan tras sí la flor i la belleza;

que cuando de la edad sientas los daños,
as de invidiar el lustre que tenlas
i as de llorar en vano tu dureza.


15

Passa, Tirsis, cual sombra incierta i vana
este nuestro vivir i, como nieve
al tibio rayo, desvanece en breve
todo apazible bien i gloria humana.

Mira cuánto en color, cuánto en loçana
juventud confiar el hombre deve,
si assí acabó Medrano: ¡ô, en buelo leve
subido aya a la estança soberana!

Siendo su fin veloz (aunque no incierto,
triste imagino aquél que nos aguarda)
sólo por no avenirle en pena, en lloro.

Tirsis, dexa este mar, buelve ya al puerto
la nave i busca el celestial tesoro:
que a nos, quiçá, tan triste fin no tarda.


16

Cuando te miro, ô fresno, assí al helado
soplo del Aquilón, calvo la frente,
i al tibio i blando soplo de Ocidente
de purpúreo verdor la cima ornado,

alegre buelvo a mi infelice estado
i esfuerço assí mi coraçón doliente:
«Espera, no importunes al luziente
cielo con vozes i con llanto airado.

Tiempo será que tan crecida pena
acabe, i tu luz gozes, si oprimido
yazes aora en tan profundo yelo.

I si el bolver del incansable cielo
da a un mudo tronco el verde honor perdido,
¿cómo a ti no tu pura luz serena?»


17

Yo acabaré, infelice, en el ondoso
golfo que ensaña i turba el viento airado,
pues en nevoso ivierno sulqué osado
piélago assí profundo i proceloso.

Ya me arrebata el ponto furïoso,
i miro el leño, en pieças desatado,
entre la espuma errar (¡ai, yo cuitado!)
i no el cielo a mis lágrimas piadoso.

Yo acabaré, pues me creí imprudente
del manso mar, que inmenso me rodea
i bolverá en sus olas mis desnudos

güesos. No fíe de cristal luziente,
tome exemplo en mi mal quien no dessea
ser, cual yo, pasto de nadantes mudos.


18

¡Náufraga onda, i cómo leda frente
tuya, mientra ocio fácil posseía,
otra vez me a engañado, que creía
siempre tranquilo tu cristal luziente!

Ya no miro encresparse dulcemente
el mar con l'aura que Ocidente envía,
mas espumosos montes que a porfía
levanta al cielo el Euro furïente.

Tres vezes fueron ya qu'e1 hondo Egeo
rompí, mal cauto, con aguda prora,
náufrago, i tantas lo sulqué animoso.

Debiera escarmentar, porque no ahora,
opuesto en vano al mar impetuoso,
llorara el cierto fin en que me veo.


19

Este que ves, ô güésped, vasto pino,
útil sólo a la llama ya en el puerto,
selva frondosa un tiempo, en descubierto
cielo dio amiga sombra al peregrino.

De la cumbre Citoria al ponto vino,
por la mordaz segur el tronco abierto,
i después, alta máquina, el incierto
golfo abrió, siempre con hinchado lino.

Vientos, aguas sufrió; llegó a la Aurora,
veloz nave, i rompió luengos caminos,
i a su patria bolvió soberbia i rica.

Mas no firme a sufrir del mar ahora
los ímpetus, por voto a los marinos
dioses Cástor y Pólus se dedica.


20

Almo, divino Sol, que en refulgente
carro sacas i ascondes siempre el día,
i otro i el mismo naces tras la fría
sombra que huye l'alba luz ardiente;

pura i cándida Ilitia, que luziente
eres del cielo honor, si se desvía
el áureo rayo que tu hermano envía
a tu hermosa faz resplandeciente:

venid ambos, venid, lustre del cielo,
fáciles a mis ruegos. Tú, Lucina,
seas blanda a Celia en la cercana ora.

I pues te honra, ô Febo, con divina
voz, da al infante cuando sienta el yelo
del aire, ingenio i dulce voz sonora.

Francisco de Rojas

A LOS HEROES SIN NOMBRE



Vosotros, los humildes, los del montón salidos,
heroicos defensores de nuestra libertad,
que en el desfiladero o en la llanura agreste
cumplisteis la orden brava de vuestro capitán;

vosotros, que con sangre de vuestras propias venas,
por defender la patria manchasteis la heredad,
hallasteis en la lucha la muerte y el olvido:
la gloria fue, absoluta, de vuestro capitán.

Cuando el cortante acero del enemigo bando
cebó su torpe furia en vuestra humanidad,
y fuisteis el propicio legado de la tumba,
sin una cruz piadosa ni un ramo funeral,
también a vuestros nombres cubrió el eterno olvido:
¡tal sólo se oyó el nombre de vuestro capitán!

Y ya, cuando a la cumbre de la soñada gloria
subió la patria ilustre que fue vuestro ideal,
en áureos caracteres la historia un homenaje
rindió a la espada heroica de vuestro capitán.

Dormidos a la sombra del árbol del olvido,
¡quién sabe en dónde el resto de vuestro ser está!
Vosotros, los humildes, los del montón salidos,
sois parias; en la liza, con sangre fecundáis
el árbol de la fama que da las verdes hojas
para adornar la frente de vuestro capitán...

Federico Bermúdez y Ortega

EL PIANO DE GENOVEBA



Piano llorón de Genoveva, doliente piano
que en tus teclas resumes de la vida el arcano;
piano llorón, tus teclas son blancas y son negras,
como mis días negros, como mis blancas horas;
piano de Genoveva que en la alta noche lloras,
que hace muchos inviernos crueles que no te alegras:
tu música es historia de poéticos males,
habla de encantamientos y de princesas reales,
de los pequeños novios que por robar los nidos
una tarde nublada se quedaron perdidos
en el bosque; y nos cuenta de la niña agraciada
que recibió regalos de sus once madrinas,
que no invitó a la otra a sus bodas divinas
y que sufrió por ello los enojos del hada.
Me pareces, ¡Oh piano!, por tu voz lastimera,
una caja de lágrimas, y tu oscura madera
me evoca la visita del primer ataúd
que recibí en mi casa en plena juventud.
Piano de Genoveva, te amo por indiscreto;
de tu alma a todo el mundo revelas el secreto;
cuentas, uno por uno, todos sus desengaños.
Piano llorón, la hermosa más hermosa del valle,
se nos ha vuelto triste porque tiene treinta años
y no hay por todo el pueblo quien ronde por su calle.
Genoveva, regálame tu amor crepuscular:
esos dulces treinta años yo los puedo adorar.
Ruégale tú que al menos, pobre piano llorón,
con sus plantas minúsculas me pise el corazón.

Ramón López Velarde

29 de octubre de 2009

EL CRISTO DE MI CABECERA



Cuando estaba solo... solo en mi cabaña,
que construí a la vera de la audaz montaña,
cuya cumbre, ha siglos engendró el anhelo
de romper las nubes... y tocar el cielo;
cuando sollozaba con el desconsuelo
de que mi Pastora - más que nunca huraña-
de mi Amor al grito nada respondía;
cuando muy enfermo de Melancolía,
una voz interna siempre me decía
que me moriría
si su almita blanca para mí no fuera,
¡le rezaba al Cristo de mi cabecera,
porque me quisiera...!
¡porque me quisiera...!

Cuando nos unimos con eternos lazos
y la pobrecita me tendió sus brazos
y me dio sus besos y alentó mi Fe;
cuando en la capilla de la Virgen Pura
nos bendijo el Cura
y el encanto vino y el dolor se fue...;
cuando me decía
loca de alegría
que su vida toda para mí sería...
¡le rezaba al Cristo de mi cabecera,
porque prolongara nuestra Primavera...!
...¡Porque prolongara nuestra Primavera...!

Cuando sin amparo me dejó en la vida
y en el pobre lecho la miré tendida;
cuando até sus manos, que mostraban una
santa y apacible palidez de luna
y corté su hermosa cabellera bruna,
que en el fondo guardo de mi viejo arcón;
cuando, con el alma rota en mil pedazos,
delicadamente la tomé en mis brazos
para colocarla dentro del cajón;
cuando muy enfermo de melancolía,
una voz interna siempre me decía
que ya ¡nada! me consolaría,
¡le rezaba al Cristo de mi cabecera,
porque de mis duelos compasión tuviera...!
...¡Porque de mis duelos compasión tuviera...!

*

Hoy que vivo solo... solo en mi cabaña,
que construí a la vera de la audaz montaña,
cuya cumbre ha siglos engendró el anhelo
de romper las nubes y besar el cielo;
hoy que por la fuerza del Dolor, vencido,
busco en mi silencio mi rincón de Olvido;
mustias ya las flores de mi Primavera;
triste la Esperanza y el Encanto ido;
rota la Quimera,
muerta la Ilusión...
...¡ya no rezo al Cristo de mi cabecera...!
¡Ya no rezo al Cristo ... que jamás oyera
los desgarramientos de mi corazón...!

Ruben C. Navarro

EL AMIGO IDO



Me escribe Napoleón:
"El Colegio es muy grande,
nos levantamos muy temprano,
hablamos únicamente en inglés,
te mando un retrato del edificio..."

Ya no robaremos juntos dulces
de las alacenas, ni escaparemos
hacia el río para ahogarnos a medias
y pescar sandías sangrientas.

Ya voy a presentar sexto año;
después, según las probabilidades,
aprenderé todo lo que se deba,
seré médico,
tendré ambiciones, barba, pantalón largo...

Pero si tengo un hijo
haré que nadie nunca le enseñe nada.
Quiero que sea tan perezoso y feliz
como a mí no me dejaron mis padres
ni a mis padres mis abuelos
ni a mis abuelos Dios.

Salvador Novo

EN PERSEGUIRME MUNDO



En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas?

¿En qué te ofendo, cuando sólo intento

poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?

Yo no estimo tesoros ni riquezas;

y así, siempre me causa más contento

poner riquezas en mi pensamiento
que no mi pensamiento en las riquezas.


Y no estimo hermosura que, vencida,

es despojo civil de las edades,
ni riqueza me agrada fementida,

teniendo por mejor, en mis verdades,

consumir vanidades de la vida

que consumir la vida en vanidades.


Sor Juana Ines de la Cruz

EL VISITANTE



Aquí también entré, en esta casa.
Aquí vi a la madre cómo cosía.
Una niña, casi una mujer
(alguien diría: qué alta, qué guapa se está poniendo),
alzó sus grandes ojos oscuros, que no me miraban.

Otro chiquillo, una menuda sombra, apenas un grito,
un ruidillo por el suelo,
tocó mis piernas suavemente, sin verme.

Fuera, a la entrada, un hombre golpeaba, confiado, en un hierro.
Y entré, y no me vieron.
Entré por una puerta, para salir por otra.
Un viento pareció mover aquellos vestidos.
Y la hija alzó su cara, sus grandes ojos vagos
y llevó a su frente sus dedos.
Un suspiro profundo y silencioso exhaló el pecho de la madre.
El niño se sintió cansado y dulcemente cerró los ojos.
El padre detuvo su maza y dejó su mirada
en la raya azul del crepúsculo.

(Historia del corazón. La mirada extendida)

Vicente Aleixandre

28 de octubre de 2009

PEREGRINA PALOMA IMAGINARIA



Peregrina paloma imaginaria
que enardeces los últimos amores;
alma de luz, de música y de flores
peregrina paloma imaginaria.

Vuele sobre la roca solitaria
que baña el mar glacial de los dolores;
haya, a tu peso, un haz de resplandores,
sobre la adusta roca solitaria...

Vuele sobre la roca solitaria
peregrine paloma, ala de nieve
como divina hostia, ala tan leve...

Como un copo de nieve; ala divina,
copo de nieve, lirio, hostia, neblina,
peregrina paloma imaginaria...

Ricardo Jaimes Freyre

AJEDREZ



Porque éramos amigos y, a ratos, nos amábamos;
quizá para añadir otro interés
a los muchos que ya nos obligaban
decidimos jugar juegos de inteligencia.

Pusimos un tablero enfrente de nosotros:
equitativo en piezas, en valores,
en posibilidad de movimientos.

Aprendimos las reglas, les juramos respeto
y empezó la partida.

Henos aquí hace un siglo, sentados, meditando
Encarnizadamente
cómo dar el zarpazo último que aniquile
de modo inapelable y, para siempre, al otro.

Rosario Castellanos

HA LLEGADO EL OLOR




Ha llegado el olor, el filo
de su dental caricia; la preciosa
amarga flor nocturna: madre nuestra,
collar que junta nuestros cuellos.

Y voy corno embriagado, como en dicha;
como herido me llevan; como sueño
póstumo al despertar, como si hubiera
bebido hasta embriagarme, estoy viviendo.
Como en vino saciado.

¿Dónde el agobio, dónde la pobreza?

Era, de pronto, levantarse
descalzo y con temor, y a media noche,
y a recorrer la casa despoblada
-yo mismo el enemigo-, con la inútil
esperanza de que fuera sólo
un paso de ladrón el escuchado.

Mujer salobre y única,
desnuda irresistiblemente,
que camina, simplísima y desnuda
debajo de sus ropas, madurando
la cosecha de aceites y de humo.
Único día de la vida.

Como en halo de lámpara,
como en regazo tuyo, como en tibio
paladar, sujetado, me someto;
librado a la fortuna, reconquisto
mis brazos y mis deudas, y levanto
mi victoria terrestre.

Yo te regalo ahora
lo que me liga a ti; yo me pregunto,
en medio, qué seguimos; qué pretende
tu corazón.

Acaso yo te miro
en verdad; acaso donde el siempre
y el nunca vuelven comprensibles
la granada y el orden de las uvas
y el gregario esplendor de la mazorca,
y la miel colectiva.

No sin trabajo y guerra me divido
por dentro, y tú me asilas y reúnes
debajo de tu brazo. Y no es en vano.

Rubén Bonifaz Nuño

HEMBRA



Pa dentrarme'en el alma juiste artera y mañosa.
M'engrampastes a juersa de tarimba y carpeta.
Con dispacio y baquía, como quien cincha'l monte,
preparaste la trampa pa embretar mi soncera.

A ocasiones mansita como yegua'e piquete
y a ocasiones lo mesmo que un venao de matrera;
di a ratitos tristona, redetida en suspiros,
y otras güeltas beyaca, negadora y perversa;

rebenquiando ese cuerpo cimbrador com'un'unco
-and'hicieron tuitas mis miradas querencia-,
y enyenando'e promesas esos ojos dañinos
que almarean más juerte que la mesma giñebra,

pecho adentro, di a poco, te me juiste ganando,
sin temor de qu'el güeso se pudiera dar güelta,
pues jugándola en vaca con mandinga, ¡dejuro!,
cualquier cancha te sirve y ande quiera echás güena.

Pa la trensa del laso que pialó mi cariño
desbarbaste los tientos con prolija destresa.
¡Baquianasa la china! ¡Ni campiando a candiles
s'encuentra otra que sirva pa empardarte siquiera!

Yo, asonsao por tus tretas, no patié la celada;
m'enredé'n tus mentiras de mujer cabortera;
y en mi rancho de adobe, munchas noches escuras,
p'alumbrarme p'adentro tu ricuerdo ju'estreya.

Te desiaba y te véia po'ande quiera que juese;
cuanti más vos me juías yo te creiba más cerca;
bien a láito'e mi catre, cuando el sueño lerdiaba,
'taban siempre tus ojos aguaitando mi pena...

Y a la larg'aflojastes. Y te truje a mi rancho
carculando que traiba lo mejor de la tierra.
Y tu boca jué chica pa potrero'e los besos
que salían en tropiyas de mi boca sedienta.

Pero vos pastoriabas la ocasión pa burlarte,
pa encajarme las patas como mula mañera.
¡Pucha, ustedes las hembras son pal hombre más piores
que manada de chanchos cuando dentra'la güerta!

Ya cumpliste tu gusto. ¡Podés dirte, canejo!
¡Por respeto al cuchiyo no te tuso a lo yegua!
¡Rejuntá tus percales y marcháte'n seguida
d'este rancho, que al ñudo quiso ser tu querencia!

¿Qu'esperás? ¿Cres de juro que no aguanto la marca?
¡Si mujer de tu laya po'ande quiera s'encuentra!
¡Podés dirte tranquila; tengo juersa'entuavía
y me sobran rodajas pa domar una'usencia!

¿Y aura? ¡Güe! ¿Tas yorando? ¡No faltaba más qu'eso!
¿Arricién te das cuenta que no sirve ser puerca?
Te metés'hacer barro pa dispués remorderte
y amolar con tus yantos. ¡No negás que sos hembra!

Serafin J. Garcia

27 de octubre de 2009

MARGARITA



¿Recuerdas que querías ser una Margarita
Gautier? Fijo en mi mente tu extraño rostro está,
cuando cenamos juntos, en la primera cita,
en una noche alegre que nunca volverá.

Tus labios escarlatas de púrpura maldita
sorbían el champaña del fino baccarat;
tus dedos deshojaban la blanca margarita,
"Sí... no... sí... no..." ¡y sabías que te adoraba ya!

Después, ¡oh flor de Histeria! llorabas y reías;
tus besos y tus lágrimas tuve en mi boca yo;
tus risas, tus fragancias, tus quejas, eran mías.

Y en una tarde triste de los más dulces días,
la Muerte, la celosa, por ver si me querías
¡como a una margarita de amor, te deshojó!

Ruben Dario

A LA SEÑORITA SOFIA MARTINEZ



Traigo por la cadena un bello tigre hircano
Que a tu neurosis, harta de júbilos de miel,
Inspira un acre gusto: el de pasar la mano
Por la incitante felpa de la vistosa piel.

Felino que figura el estro a que sonríes,
El numen que me alienta, gallardo y fiero al par
Y que gruñendo lame tus breves borceguíes,
Cual por el flujo a veces en la ribera el mar!

Salvador Diaz Miron

INSTANTE



Ven a mirar conmigo
el final de la lluvia.
Caen las últimas gotas como
diamantes desprendidos
de la corona del invierno,
y nuevamente queda
desnudo el aire.

Pronto un rayo de sol
encenderá los verdes
del patio,
y saltarán al césped
una vez más los pájaros.

Ven conmigo y fijemos el instante
-mariposa de vidrio-
en esta página.

Meira Delmar

26 de octubre de 2009

APARICION URBANA



¿Surgió de bajo tierra?
¿Se desprendió del cielo?
Estaba entre los ruidos,
herido,
malherido,
inmóvil,
en silencio,
hincado ante la tarde,
ante lo inevitable,
las venas adheridas
al espanto,
al asfalto,
con sus crenchas caídas,
con sus ojos de santo,
todo, todo desnudo,
casi azul, de tan blanco.
Hablaban de un caballo.
Yo creo que era un ángel.

Oliverio Girondo

EL SUR TAMBIEN EXISTE



Con su ritual de acero
sus grandes chimeneas
sus labios clandestinos
su canto de sirenas
sus cielos de neón
sus ventas navideñas
su culto de Dios padre
y de las charreteras
con sus llaves del reino
el norte es el que ordena
pero aquí abajo, abajo
el hambre disponible
recurre al fruto amargo
de lo que otros deciden
mientras el tiempo pasa
y pasan los desfiles
y se hacen otras cosas
que el norte no prohíbe
con su esperanza dura
el sur también existe
con sus predicadores
sus gases que envenenan
su escuela de Chicago
sus dueños de la tierra
con sus trapos de lujo
y su pobre osamenta
sus defensas gastadas
sus gastos de defensa
con su gesta invasora
el norte es el que ordena
pero aquí abajo
cada uno en su escondite
hay hombres y mujeres
que saben a qué asirse
aprovechando el sol
y también los eclipses
apartando lo inútil
y usando lo que sirve
con su fe veterana
el sur también existe
con su corno francés
y su academia sueca
su salsa americana
y sus llaves inglesas
con todos sus misiles
y sus enciclopedias
su guerra de galaxias
y su saña opulenta
con todos sus laureles
el norte es el que ordena
pero aquí abajo, abajo
cerca de las raíces
es donde la memoria
ningún recuerdo omite
y hay quienes se desmueren
y hay quienes se desviven
y así entre todos logran
lo que era un imposible
que todo el mundo sepa
que el sur también existe.

Rafael Alberti

PADRE MIO



Muda yace la alcoba solitaria
donde naciste a la existencia un día,
do, desdeñando la fortuna varia,
tu vida entre el estudio discurría.

¡Ay! De una madre en el regazo tierno
por vez primera te dormiste allí,
y allí, de hinojos, tu suspiro eterno
entre sollozos tristes recogí.

Hoy, al entrar en tu mansión doliente,
donde reina silencio sepulcral,
nadie a posar vendrá sobre mi frente
el beso del cariño paternal.

Ninguna voz halagará mi acento.
ni un eco grato halagará mi oído:
sólo memoria; de tenaz tormento
tendré a la vista de tu hogar querido.

Sí, que a la tumba descender te viera
tras largas horas do perenne afán,
horas eternas de congoja fiera
que en el alma por siempre vivirán.

Cuando de angustia desgarrado el pecho
te sostuve en mis brazos moribundo;
cuando tu cuerpo recosté en el lecho
donde el postrer adiós dijiste al mundo;

cuando, de hinojos, anegada en llanto,
llevé mis labios a tu mano fría,
y entre tanta amargura y duelo tanto
miraba palpitante tu agonía;

después, ¡oh, Dios! cuando besé tu frente
y a mi beso filial no respondiste,
de horror y espanto se turbó mi mente...
Y aun teme recordarlo el alma triste.

¡Memento aciago! Su fatal memoria
cubre mi frente de dolor sombrío.
Siempre en el alma vivirá su historia,
y vivirá tu imagen, padre mío...

Cuando las sombras con su velo denso
dejan el orbe en lobreguez sumido,
en el misterio de la noche pienso
que aun escucho doliente tu gemido;

y finge verte mi amoroso anhelo
bajo el abrigo de tu dulce hogar,
y me brindas palabras de consuelo
y mis lágrimas llegas a enjugar.

Sombra querida que incesante vagas
en torno de la huérfana errabunda,
visión perenne que mi sueño halagas,
alma del alma que mi ser inunda:

si de ese mundo que el dolor extraña
mi llanto has visto y mi amargura extrema,
sobre mi frente, que el pesar empaña,
haz descender tu bendición suprema.

Salome Ureña Henriquez

EL POBRE NIÑO



El pobre niño alienta una esperanza
y ensaya, en la penumbra, la mirada
que quiere ser de ayer, y que no alcanza
una resurrección franca y amada.
El pobre niño pálido no quiere
comprender que es inútil el sonrojo
del ocaso lejano, en que se ofrece
un corazón desventurado y flojo...
Y al tibio sol se mira ya, jugando,
sin la inquietud, sin el presagio vago,
y ya siente un amor que va enjugando
el llanto y la congoja de su estrago.
Un "sin embargo" sus silencios junta
para dejarlo inmóvil y pensando
sin contestar aquello que pregunta:
¿Hasta cuándo?
¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo?, se repite.
Y las noches ajenas y los días
esparcen la ceniza que derrite
la nieve intacta de sus alegrías...
¿Hasta cuándo?, ¿un minuto o una vida?
No contesta el Amor y el Dolor calla,
y el pobre niño pálido, perdida
la esperanza, ni persigue ni ensaya
la luz de una mirada permitida.
Y se va trasluciendo en un desmayo
su vida, ayer de par en par abierta;
y el pobre niño pálido es un rayo
que se muere en el quicio de la puerta.

Xavier Villaurrutia

25 de octubre de 2009

EL ANGEL GUARDIAN



Es verdad, no es un cuento;
hay un Ángel Guardián
que te toma y te lleva como el viento
y con los niños va por donde van.

Tiene cabellos suaves
que van en la venteada,
ojos dulces y graves
que te sosiegan con una mirada
y matan miedos dando claridad.

(No es un cuento, es verdad.)

El tiene cuerpo, manos y pies de alas
y las seis alas vuelan o resbalan,
las seis te llevan de su aire batido
y lo mismo te llevan de dormido.
Hace más dulce la pulpa madura
que entre tus labios golosos estruja;
rompe a la nuez su taimada envoltura
y es quien te libra de gnomos y brujas.

Es quien te ayuda a que cortes las rosas,
que están sentadas en trampas de espinas,
el que te pasa las aguas mañosas
y el que te sube las cuestas más pinas.

Gabriela Mistral

RENIEGO



Reniego, lápiz partido,
Todo cuanto deseé.
Y no soñé ser servido
De ir a donde nunca iré.

Paje embutido en harapos
Del triunfo que otros tuvieron,
Yo podré amar estos trapos
Por ser cuanto a mí me dieron.

Sabré, príncipe mendigo,
Coger, con la buena gente,
Entre el ondear del trigo
La amapola inteligente.

Fernando Pessoa

LA ROCA VIVA



Gracias, Amor, por esta dulce herida
y la blandura de mi sufrimiento.
Por la risa y el gozo y el lamento,
en tanta plenitud desconocida.
Bendito siempre, Amor, porque te siento
crecer en la ternura compartida
y por las aguas de tu mar sediento
que arrasa las orillas de mi vida.
Hoy sé que los rigores de tu fuego
consumió en llamaradas mi sosiego
y mi paz se hizo llanto y quemadura.
Ahora voy como barco a la deriva.
En los escollos de tu roca viva
rompió mi corazón su arboladura.

Dora Castellanos

EL AMOR DE LOS AMORES



I
¿Cómo te llamaré para que entiendas
que me dirijo a Ti, dulce amor mío,
cuando lleguen al mundo las ofrendas
que desde oculta soledad te envío?...

A Ti, sin nombre para mí en la tierra,
¿cómo te llamaré con aquel nombre,
tan claro que no pueda ningún hombre
confundirlo, al cruzar por esta sierra?

¿Cómo sabrás que enamorada vivo
siempre de ti, que me lamento sola
del Gévora que pasa fugitivo
mirando relucir ola tras ola?

Aquí estoy aguardando en una peña
a que venga el que adora el alma mía;
¿porqué no ha de venir, si es tan risueña
la gruta que formé por si venía?

¿Qué tristeza ha de haber donde hay zarzales
todos en flor, y acacias olorosas,
y cayendo en el agua blancas rosas,
y entre la espuma libros virginales?

Y ¿por qué de mi vida has de esconderte?
¿Por qué no has de venir si yo te llamo?
¡Porque quiero mirarte, quiero verte
y tengo que decirte que te amo!

¿Quién nos ha de mirar por estas vegas,
como vengas al pie de las encinas,
si no hay más que palomas campesinas
que están también con sus amores ciegas?

Pero si quieres esperar la luna,
escondida estaré en la zarza-rosa,
y si vienes con planta cautelosa,
no nos podrá seguir paloma alguna.

Y no temas si alguna se despierta,
que si te logro ver, de gozo muero,
y aunque después lo cante al mundo entero,
¿qué han de decir los vivos de una muerta?

Carolina Coronado

ROMANCE LIRICO



¡Oh qué soberanas lumbres
dispensan cándidos rayos,
y entre soñolientas luces
el sol sale pestañeando!

El sol de justicia viene,
y del Oriente los lazos
desata la claridad
que en botón tuvo el ocaso.

Crédito es la Providencia
que el rosicler desmayado
temió no gozar el día
desconfió del sol los pasos.

Esta fiesta lo publica,
y a su común desagravio
fundará la Providencia
religión en Cayetano.

¡Oh qué noblemente espera
el influjo soberano
sin zozobrar que le pase
su fecundidad por alto!

Toma el ejemplo en las aves,
que ramilletes del campo
a flor y pluma vinculan
el alimento del canto.

Sus censos son la piedad,
la limosna el mayorazgo
fundado en el no pedir,
que es un vínculo apretado.

La viña del Evangelio
a sus hijos ha dejado:
manda que cojan buen fruto
y son las cepas carrascos.

Vivid, hijos del cristal
de roca más soberano,
a cuyo espejo las luces
reflejos dan por milagros.

Que aunque mis coplas lo empañen
con el aliento bastardo,
en los lejos de sus sombras
habrán visto su retrato.


3

Sabia pastora, decid:
¿Cuándo las penas que siente
supo tan discretamente
templarlas Valladolid?

No me juzgues por tan lerda
que crea que es la poeta
que habla tan como discreta
y siente tan como cuerda.

Agravios harto diversos
de los de la Corte son
los que con la indignación
os hacen componer versos.

Que como anda en esta casa
quien gasta tan buen humor,
que en poético furor
se tuesta, si no se abrasa,

por las poetas crespinas
os le dan las nueve hermanas,
bien que con ellas humanas
y con vos más que divinas.

Andad entre las poetas,
a lo menos con los dos,
aunque se diga por vos
Saúl entre los profetas.

Que seso en quien tanto cabe
no es posible que no pegue
a cualquier que se le llegue
cordura y estilo grave.

Cuanto a mí (pues ya he juzgado
sin aplicación escura
que es Valladolid figura
y algo más lo figurado)

digo que con vos, severo,
las penas de esta tardanza,
en virtud de la esperanza
de otro tiempo venidero.

Súfrase quien penas tiene,
pero si no enmienda el cielo
a la causa, no es consuelo
que siempre tras tiempo viene.

Pues las coplas crispinales
las tocas os han quitado,
y con zurrón y cayado
os sacan a los jarales,

bien puedo yo desde agora
con vuestra buena licencia,
pues no es contra mi conciencia,
trataros como a pastora.

Bartolomé Aregensola

24 de octubre de 2009

SI TIENES UNA MADRE TODAVIA



Si tienes una madre todavía,
da gracias al Señor que te ama tanto,
que no todo mortal contar podría,
dicha tan grande ni placer tan santo.

Si tienes una madre... sé tan bueno
que ha de cuidar tu amor su paz sabrosa,
pues la que un día te llevo en su seno
siguió sufriendo y se creyó dichosa.

Veló de noche y trabajó de día
leves las horas en su afán pasaban,
un cantar de sus labios te dormía,
y al despertar sus labios te besaban.

Enfermo y triste, te salvó su anhelo
que sólo el llanto por su bien querido
milagros supo arrebatar al cielo,
cuando ya el mundo te creyó perdido.

Ella puso en tu boca la dulzura
de la oración primera balbucida
y plegando tus manos en ternura,
te enseñaba la ciencia de la vida.

Si acaso sigues por la senda aquella
que va segura a tu feliz destino,
herencia santa de la madre es ella,
tu madre sola te enseñó el camino.

Mas si al cielo se fue... y en tus amores
ya no la harás feliz sobre la tierra,
deposita el recuerdo de tus flores
sobre la fría loza que la encierra.

Es tan santa la tumba de una madre,
que no hay al corazón lugar más santo,
cuando espina cruel tu alma taladre,
¡ve a derramar, allí, tu triste llanto!

Heinrich Neuman

QUE ES MORIR



--Morir es
alzar el vuelo
sin alas
sin ojos
y sin cuerpo.


Elias Nandino

TROVA



He nacido en Buenos Aires
¡qué me importan los desaires
con que me trate la suerte!
Argentino hasta la muerte
he nacido en Buenos Aires.

Tierra no hay como la mía;
¡ni Dios otra inventaría
que más bella y noble fuera!
¡Viva el sol de mi bandera!

Tierra no hay como la mía.
Hasta el aire aquí es sabroso;
nace el hombre alegre, brioso,
y las mujeres son lindas
como en el árbol las guindas;
hasta el aire aquí es sabroso.

¡Oh, Buenos Aires, mi cuna!
¡De mi noche amparo y luna!
aunque en placeres desbordes,
oye estos dulces acordes
¡oh, Buenos Aires, mi cuna!

Fanal de amor encendido,
borda el cielo tu vestido
de rosas y rayos de oro:
eres del mundo tesoro,
fanal de amor encendido.

¿Quién al verte no te admira
y al dejarte no suspira
por retornar a tus playas?
Deidad de las fiestas mayas,
¿quién al verte no te admira?

De tus glorias que otros canten,
y a las nubes te levanten
entre palmas y trofeos.
Yo no asisto a esos torneos:
de tus glorias que otros canten.

Tu esplendor diré tan sólo,
si no del ya viejo Apolo
con la lira acorde y fina,
en mi guitarra argentina
tu esplendor diré tan sólo.

Voluptuosa te perfumas
de junquillos y arirumas;
cuando te adornas y encintas,
en las áureas de tus quintas
voluptuosa te perfumas.

Goza del Plata al arrullo
llena de garbo y orgullo,
criolla sin par, blasonante
de tu destino brillante,
goza del Plata al arrullo.

Triunfa, baila, canta, ríe;
la fortuna te sonríe
eres libre, eres hermosa;
entre sueños, color rosa,
triunfa, baila, canta, ríe;

¡Cuántos medran a tu sombra!
Tu campiña es verde alfombra,
tus astros vivos topacios;
habitando tus palacios
¡cuántos medran a tu sombra!

Bajo de un humilde techo
vivo, en tanto, satisfecho
bendiciendo tu hermosura,
que bien cabe la ventura
bajo de un humilde techo.

La riqueza no es la dicha;
si perdí la última ficha
al azar de la existencia,
saqué en limpio esta sentencia:
la riqueza no es la dicha.

He nacido en Buenos Aires
¡qué me importan los desaires
con que me trate la suerte!
Argentino hasta la muerte
he nacido en Buenos Aires.

Carlos Guido y Spano

MI SECRETO



¿Mi secreto? ¡Es tan triste! Estoy perdido
de amores por un ser desaparecido,
por un alma liberta,
que diez años fue mía, y que se ha ido...
¿Mi secreto? Te lo diré al oído:
¡Estoy enamorado de una muerta!

¿Comprendes -tú que buscas los visibles
transportes, las reales, las tangibles
caricias de la hembra, que se plasma
a todos tus deseos invencibles-
ese imposible de los imposibles
de adorar a un fantasma?

¡Pues tal mi vida es y tal ha sido
y será!
Si por mí sólo ha latido
su noble corazón, hoy mudo y yerto,
¿he de mostrarme desagradecido
y olvidarla, no más porque ha partido
y dejarla, no más porque se ha muerto?

Amado nervo

PARTO



Me acuerdo
cuando nació mi hija.

Yo era un solo dolor miedoso,
esperando ver salir de entre mis piernas
un sueño de nueve meses
con cara y sexo.

Gioconda Belli


PUEDO FABRICAR FELICIDAD



Para mí y para los que me rodean.
Decidirme a ser feliz, con lo que
hoy tengo en mi vida.
A pesar de no sentirme bien.
A pesar de no ser las cosas como deseo.
A pesar de no gustarme mi familia.
A pesar de no comprender a la gente.
A pesar de mi cansancio físico y moral.
A pesar del desaliento.
A pesar de las desilusiones.
A pesar de las circunstancias adversas.
A pesar de la enfermedad..
Luchar con mis estados negativos
para poder dar lo mejor de mí
mismo a los demás.................
decidirme a ser feliz con lo que tengo
Esto es: fabricar felicidad


Ana María Rabatté

23 de octubre de 2009

LA COJITA ESTA EMBARAZADA



La cojita está embarazada.
Se mueve trabajosamente,
pero qué dulce mirada
mira de frente.

Se le agrandaron los ojos
como si su niño
también le creciera en ellos
pequeño y limpio
A veces se queda viendo
quién sabe que cosas
que sus ojos blancos
se le vuelven rosas.

Anda entre toda la gente
trabajosamente.
No puede disimular,
pero, a punto de llorar,
la cojita, de repente,
se mira el vientre
y ríe. Y ríe la gente.

La cojita embarazada
ahorita está en sus balcón
y yo creo que se alegra
cantándose una canción:
"cojita del pie derecho
y también del corazón".

Jaime Sabines

22 de octubre de 2009

SALVACION



Se fuga la isla.
Y la muchacha vuelve a escalar el viento
y a descubrir la muerte del pájaro profeta.
Ahora
es el fuego sometido.
Ahora
es la carne
..la hoja
..la piedra
perdidas en la fuente del tormento
como el navegante en el horror de la civilización
que purifica la caída de la noche.
Ahora
la muchacha halla la máscara del infinito
y rompe el muro de la poesía.

Alejandra Pizarnik

EN LA FESTIVIDAD DE LOS SANTOS REYES



Pues la estrella
es ya llegada,
vaya con los Reyes
la mi manada.

Vamos todas juntas
a ver el Mesías,
pues vemos cumplidas
ya las profecías.
Pues en nuestros días,
es ya llegada,
vaya con los Reyes
la mi manada.

Llevémosle dones
de grande valor,
pues vienen los Reyes,
con tan gran hervor.
Alégrese hoy
nuestra gran Zagala,
vaya con los Reyes
la mi manada.

No cures, Llorente,
de buscar razón,
para ver que es Dios
aqueste garzón.
Dale el corazón,
y yo esté empeñada:
vaya con los Reyes
la mi manada.

Santa Teresa de Jesus

CANCIONES



1

Tierno pimpollo, nueva y fértil planta
cultivada en el suelo,
que en breve espacio se levanta al cielo,
oye un pastor que canta
¡Célida mía!, del virgíneo coro
honra, luz, y tesoro,
y al son de tu belleza
muestra de su zampoña la rudeza.

Del sacro bando de la blanca diosa
la escuadra bella, y casta,
que en virtud, y nobleza el tiempo gasta,
la guirnalda olorosa
por mi rústica mano te presenta,
para que el mundo sienta
que aún siendo flor muy tierna,
tu virtud, y valor te hace eterna.

Al son de tu dulcísima armonía
dejó el arco, y aljaba
la ilustre diosa, que en la caza andaba:
quedó su compañía
a tu cantar atónita y suspensa,
de la belleza inmensa,
de la gracia extremada,
envidiosa, contenta, y admirada.

Si el sacro Apolo a Dafne fue siguiendo
incitado y movido
de la belleza, que en el cuerpo vido,
tu hermosura viendo,
la luz del rostro que a la suya excede,
y la virtud que puede
enriquecer mil almas
no se adornara con laurel, ni palmas.

La clara voz que del Ebúrneo cuello
sale hiriendo el aire
con dulce son, y angélico donaire,
el instrumento bello
de piedras finas del dorado Oriente,
tocado blandamente
de la nevada mano
¿al Dios de Delo no dejara insano?

Y más si viera el instrumento amado,
de que se aprecia Apolo
haber sido inventor primero y solo
desenvuelto, y tocado
con tal aire, destreza, y subida arte,
sin duda fuera parte
para dejar las suyas,
y andar siguiendo las pisadas tuyas.

Viera después por las espaldas suelto
el oro más subido,
cual esparcido al viento, y cual cogido
en sutil velo envuelto:
el semblante, el aseo, y la elegancia,
que en la primera infancia
pudo dar claro ejemplo
a las Vestales del sagrado templo.

Y en suma la virtud que el alma adorna
mientras más, y más crece
en los floridos años, más parece
que al primer tronco torna:
que de tan ecelente y gran sujeto
tan limado y perfeto
es justo que se entienda,
que había de salir tan alta prenda.

Mas la dureza de que está vestido
tu tierno, y blanco pecho,
que tiene en llanto mi vivir deshecho,
cansado, y consumido,
tu cuerpo y alma desadorna tanto,
que pone al mundo espanto
ver, que tanta belleza
sustente junto a sí tal aspereza.

Canción, cuando el valor de mi señora
cantes en su presencia,
acuérdale mi mal, y su inclemencia.


2

Ahora puedes en mi sangre viva
ejecutar de tu rigor la furia,
inexorable hado,
antes que el cuerpo helado
de los ásperos golpes de tu injuria
rendido caiga en sepultura esquiva:
y a la hambre ecesiva,
que tienes de mi ofensa,
le falte la materia
faltando la miseria,
do se entregaba sin hallar defensa,
harta tu saña inmensa
antes que tantas penas
cuajen la sangre en las heladas venas.

Atiza, abrasa, anega un tierno pecho
el aire, el fuego, el agua en un instante,
traga, derriba, atierra
tiempo, fortuna, y tierra
al más altivo espíritu arrogante,
y a mí, que en tierno llanto estoy deshecho
con cuánto mal me han hecho,
ni tiempo, ni fortuna,
ni el viento, y viva fragua,
ni la tierra, ni el agua
ni todas las estrellas una a una,
han sido parte alguna,
para en tan largos años
dar un remate a mis terribles daños.

Que el justo cielo de tan gran dureza
engaste, y cubra un corazón humano,
son obras ordinarias
con intenciones varias,
porque las ecelencias de su mano
muestran su perfeción con extrañeza:
mas que en tanta entereza
conserve sus hazañas,
y que el tiempo no pueda,
ni la mudable rueda
mudar jamás tan sólidas entrañas,
son obras más extrañas,
en cuyo fundamento
se eclipsa la razón, y entendimiento.

Todo lo inferior está sujeto,
y a las causas mayores obedece,
mas destas causas ciertas
unas son descubiertas,
otras hay cuyo efeto se parece,
mas son ocultas para el más discreto:
aquí se ve un efeto
siendo la causa oculta,
de un pecho empedernido
jamás enternecido,
mas no hay saber, de que ocasión resulta,
que se encubre y oculta,
porque a mi mal tan fuerte
no se busque reparo en que se acierte.

Por todo pasa el tiempo presuroso,
y el brazo de Fortuna poderosa,
el uno, y otro instable
al bien, y al mal mudable,
ora en pena, y venganza rigurosa,
ora en blanduras, y favor piadoso.
Yo siempre temeroso
de mal tan obstinado
en discurso tan luengo
de un daño en otro vengo,
sin esperanza de mudar estado,
al centro derribado,
miserable, afligido,
sin poder ser de nadie socorrido:

Aquí me dan el áspero tormento
con fuertes cuerdas amarrado al potro,
contra mi rostro juntas
mil penetrantes puntas,
porque si me moviere a un lado, u otro,
halle donde se doble el sentimiento:
do el duro pensamiento,
verdugo, y carnicero
me aprieta con tal fuerza,
y hace confesar aunque no quiero
falso por verdadero:
y allí a terrible pena
por mi confesión propia me condena.

Luego me arrastra por peñascos duros,
y en dudosos caminos me aposenta,
donde tropiezo, y caigo,
con el peso, que traigo
de la imaginación que me atormenta
con escabrosos términos escuros:
Por pasos mal seguros
voy de una en otra roca,
do el destino me lleva
haciendo de mi prueba,
como hombre condenado por su boca.
¡Justa venganza, y poca,
para quien tan sin tiento
se va tras un confuso pensamiento!

Mas ¡ay!, que de su parte se declara
un juez elegido por mi gusto,
una potencia ciega,
que a tanto extremo llega,
que condena lo justo por injusto,
y en verdadero, o falso no repara:
si a la verdad más clara
la falsedad ecede,
y con falsa apariencia
demostración, y ciencia
hace, de lo que ser verdad no puede,
la voluntad concede,
que está a la mira puesta
para negar, y conceder dispuesta.

Vengo a llegar a tanto desvarío,
que a mi clara locura echando el sello
siento llegar mi plazo,
y con estrecho lazo
de desesperación echado al cuello
pienso acabar el grave dolor mío:
mas el libre albedrío
con la luz alumbrado
del claro entendimiento
me torna en un momento
al propio ser de mi primer estado,
libre, y desenredado
mientras la furia amansa,
descansa un rato, si mi mal descansa.

Y allí soltando la abundante vena
de lágrimas sangrientas de mis ojos,
cual caudaloso Nilo,
sin respeto distilo
la furiosa pasión de mis enojos
sujeto al mal, que mi fortuna ordena:
y si venganza enfrena
mis ojos algún tanto,
por parecer bajeza
dar muestras de flaqueza
un ánimo gentil con tierno llanto,
siento tan gran quebranto,
que el corazón deshecho
rompe a suspiros el cansado pecho.

Y así del fuego que se enciende, y arde
en mis entrañas, libremente dejo
correr el humor cálido
por el semblante pálido,
siquiera digan que en mi mal me quejo
de temeroso en la pasión cobarde,
o que es bien que se guarde,
el que valor profesa,
que no se sienta, o vea
apariencia tan fea,
ya que el dolor, y la pasión confiesa:
mas ya que el llanto cesa
contra el cielo enemigo
suelto la enferma voz al aire, y digo:

Cielo inhumano, de mi bien verdugo,
sordo a la ronca voz de mi querella,
si a la muerte me emplaza
la espantosa amenaza,
y aquel rigor de tan malina estrella,
como en mi origen decretar te plugo,
¿deste pesado yugo
cuándo podré librarme?
Socorre ya el partido
de un ánimo ofendido,
con darme presta muerte, o remediarme:
mas en vano es quejarme,
que ni podrá valerme,
ni el mal se hallará sin ofenderme.

Canción, si acaso fueres condenada
por dudosa y confusa,
di, que en mis grandes males esto se usa.


3

Si en esa clara luz pura y serena,
y el grave movimiento
del corazón altivo gobernado,
para mi amarga pena
puede caber un breve sentimiento,
y haber un corto espacio reservado,
los ojos del cuidado,
Célida mía, con piedad revuelve
al mal que tú hiciste,
y a esta vida tan triste
que poco a poco en muerte se resuelve,
que así iré satisfecho
con haber declarádote mi pecho.

El blanco tuyo, que a la nieve ecede
en hielo, y en blancura
si tocare el ardiente Mongibelo
que en mis entrañas puede
hacer piadosa al áspide más dura,
y abrasar lo más húmido del suelo,
no con tan presto vuelo
la ligera paloma en su elemento
fuera suelta, y movida,
cuanto tú enternecida
de mi excesiva pena, y mi tormento.
Mas mi fortuna esquiva
quiere que sin favor, y amando viva.

No de aspereza ni desdén furioso
en corazón helado,
ni de elevado espíritu pujante,
soberbio, y desdeñoso,
de un alma altiva, y pecho levantado,
libre entereza, o condición constante,
nació la penetrante
llaga, que el pecho, y alma así me aprieta,
ni el rigor fuera parte,
para que de alguna arte
jamás se viere a tanto mal sujeta,
que el desdén de la dama
si en otro enciende, apaga en mí su llama.

Nació mi mal de un amoroso trato,
sincero, afable, y puro,
y un alma blanda de esperanzas llena,
de un conversable
bastante a enternecer el reino oscuro
de los que gimen con eterna pena:
que lo que me condena
a grave desventura, y llanto eterno,
es, que en esta jornada,
la triste alma engañada
fue con halagos como niño tierno,
hasta tener la presa,
habiendo tantas en la misma empresa.

Testigos fueron tus serenos ojos,
y mano cristalina
que del pecho arrancó mi amada prenda,
cuan sin pena, y enojos
a tu reverberante luz divina
el alma se rindió, y cuán sin contienda
sacrificio, y ofrenda
hizo de sí con todo el resto junto:
y tú por mi descanso
con rostro alegre, y manso
me ofreciste tu fe en el mismo punto.
Mas ella está ya muerta,
y en mí el amor, la fe, y alma despierta.

Más bien merezco mi tormento, y daño,
pues al primer encuentro
sin hacer movimiento, ni defensa,
ni mirar que el engaño
estar pudiera solapado dentro,
tan fácilmente concedí en mi ofensa.
Mas no con tan inmensa
furia batiendo el ala por el aire
hirió el venéreo infante
a aquel Dios arrogante,
que del arco, y carcaj hizo donaire,
cuanto la flecha de oro
en mi alma estampó el nombre que adoro.

Allí quedó la libertad rendida,
y dello satisfecho
con tus blandas lisonjas sustentaba
esta cansada vida,
por quien voy a la muerte más derecho,
que al mar la tempestad terrible y brava:
de quien sin pena estaba
libre, y fuera del duro cautiverio,
y entregó la preciosa
libertad, a la odiosa
sujeción, y poder de ajeno imperio,
mal vivirá sin gusto
no viendo cosa que le venga al justo.

Quando me considero en este estado
miserable, afligido
de tantos males, y pesares lleno,
confuso, y atajado,
vergonzoso me hallo, y muy corrido,
no por el mal rabioso con que peno,
mas porque el tiempo bueno,
que en dulce libertad gocé algún día,
nunca tomé escarmiento
del áspero tormento,
que a mil amantes padeciendo vía,
teniendo su acidente
por gusto suyo, y fábula a la gente.

Y agora a mi pasar permite el cielo
que la pura experiencia
venga a mostrar en mi cabeza ejemplo,
más nunca sin recelo
viví jamás desta cruel dolencia,
que si el principio con razón contemplo,
y el grave dolor templo,
hasta que cese la pasión un tanto,
en aquel punto mismo
con el hondo abismo
se oyó de la corneja el triste canto:
y hacia el horizonte
aullar las Ninfas sobre el alto monte.

Un helado temor fue por mis venas
entrándose al momento,
y un pálido color al rostro vino,
mis fuerzas sentí ajenas,
y en los miembros un grave cortamiento,
un ardor en el pecho repentino:
porque de aquel divino,
y no pensado encuentro alborotada,
la sangre huyó luego
al corazón, y el fuego
poseyó lo mejor en la estacada:
el resto frío helado
quedó sin sangre atónito elevado.

Mas luego respirando poco a poco
volví a mi ser primero,
el aliento perdido recobrando
contento, y casi loco
de un sospechoso gusto mal entero,
y en el cuerpo la carne palpitando:
de aquí fue mejorando
por pocos días mi dichosa suerte,
mas luego desta gloria
se acabó la memoria
en breve espacio para larga muerte:
que en tu condición dura
conocí tu aspereza, y mi ventura.

Canción si te pidiere alguno cuenta
de cómo vas, o adónde,
no le respondas más, que me responde.

Vicente Espinel

21 de octubre de 2009

EN VARIOS ABANICOS



1
Lo que hayas de mirar por las varillas,
míralo cara a cara:
que la virtud no debe ser avara
del suave carmín de las mejillas...
-¡ni mirar a hurtadillas!

2
Cuando mires estos versos
al tiempo de abanicarte,
piensa que la dicha es humo,
piensa que la vida es aire.

3
¿En dónde habrá un abanico
semejante a un solo a copas,
de espada, malilla, basto,
punto, rey, caballo y sota?

4
¿A qué llevas abanico
si, en tu casa y en la calle,
suspiros y bendiciones
siempre están abanicándote?

5
Cuando tú te abanicas,
sopla en la Corte,
si estás triste, Solano;
si esquiva, Norte;
si airada, Noto,
y si amorosa y tierna,
dulce Favonio.

6
No tanto te abaniques
que de ti huya
la atmósfera tranquila
que te circunda:
bendita atmósfera
de virtud y de ciencia,
de amor y gloria.

Abanícate, empero,
niña preciosa,
cuando te cerque el humo
de la lisonja...;
que la modestia
es la mejor compaña
de la inocencia.

Pedro Antonio de Alarcon

LAS SIETE OBRAS DE MISERICORDIA



Acusar me yo puedo otrosí de maldat,
ca nunca yo conplí obras de pïedat;
e si non me acorre la tu noble bondat,
en grant ruido só, si vale la verdat.

El día del juïzio ternás cuenta, Señor,
cada uno cómo fizo, e quál es pecador;
e ¿quién será aquel día sin miedo e sin pavor,
si tu merçed non vale contra su grant error?

Mandaste Tú, Señor, al pobre acorrer;
si peresçiés' de fanbre, que l' diesen a comer;
al que sed padesçía, que l' diesen a bever;
al desnudo e lazrado, algunt bien le fazer.

Vesitar al enfermo, mucho le apïadar,
qual omne a sí querría a su cristiano dar,
con poco de su algo le podría pagar,
e podría el doliente de mucho mal sanar.

Otrosí vee omne cativo, encarçelado,
su próximo cristiano, que está aprisionado,
deve con caridat fazer le bien de grado
ca mucho es menester a aquel que es lazrado.

Si vieres algunt cuerpo muerto, por aventura,
que está en grant pobreza, sin aver sepoltura,
sotierra lo por Dios, e toma dello cura,
e Dios te acorrerá, do sintieres tristura.

Leemos que Tobías estas obras cunplió;
en captiverio estando nunca dello çesó;
a los pobres fartando, los muertos soterró,
e por ende de Dios muchas graçias tomó.

Con grant vergüença estó, Señor, delante Ti:
de todas estas cosas ninguna non conplí;
nin vesité enfermos, nin al fanbriento di
una pobre limosna, nin dar non comedí.

Si yo vi pobre muerto, dél muy poco curé
de le dar sepoltura, mas los ojos çerré
por no l' veer de enojo; muchas vezes dexé
pasar por la carrera do muerto lo fallé.

El cuitado enfermo, lazrado e doliente,
o de otra majadura de que fues' padesçiente,
aborresçí l' de ver de todo buen talente,
e gómito fazia, si me venía emiente.

Non ove pïedat del que vi en prisión,
nin le di mi esfuerço, nin la pobre raçión;
de le ver en cadena non ove conpasión,
mas olvidé lo sienpre con duro coraçón.

Con mi palabra sola pudiera l'yo acorrer
a algunt cuitado preso, non lo quise fazer,
e dexé lo así en cárcel, morir e podresçer
de fanbre e de frío; allá se fue perder.

Tenía muchos paños de mi cuerpo preçiados,
e de todos colores, senzillos e doblados,
los unos e los otros ricamente broslados,
e vi morir de frío pobres desanparados.

Con valor de mis paños a mill pobres vestiera,
e grant bien e grant pro de mi alma fiziera;
en mis tribulaçiones mejor cabdal toviera,
ca Dios me ayudara por quien lo yo partiera.

Sintiera yo muy poca mengua en mi fazienda,
si a los pobres lazrados fiziera alguna emienda,
e nunca se vería en tan mala contienda
quien lo así fiziere que Dios non lo defienda.

Mas ¿qué cunple a los pobres aquesto yo dezir,
e tan mal e tan tarde dello me arrepentir?
Por ende, mis señores, quien me quisier oír,
madrugue de mañana quien grant jornada ha de ir.

Verná Dios a jüizio aquel día de espanto,
tan grande e tan fuerte, e de tan grant quebranto,
que tremirá de miedo el omne que fuer santo
e ¿qué será mesquino de mí que pequé tanto?

Como justo jüez allí será el Señor:
dará a cada uno como es meresçedor
e de la su sentençia non avrá más clamor,
nin podrá apellar para ante otro mayor.

En quanto somos bivos e Dios nos da logar
de fazer buenas obras, nuestras almas salvar,
pongamos grant acuçia, non le demos vagar,
que quando non cuidáremos, nos verná a llamar.

Verná muy sin sospecha, así como ladrón,
aquel día espantable do no ha escusaçión
de ir al otro mundo: non sé quál coraçón
está sienpre seguro, si piensa en tal razón.

Si bien o mal fezimos, todo conusco irá;
si es prieta o blanca, allá paresçerá;
non ha lograr de emienda, ca çesado avrá
el tienpo que tenemos jamás non tornará.

Non fallaré allá ningunt encarçelado,
nin quien pida del pan, desnudo nin lazrado,
nin muerto sobre tierra, enfermo nin llagado:
cada uno estará o bien o mal pagado.

En esta corta vida conviene aperçebir
de fazer algunt bien e limosnas partir:
quando llegare el plazo que allá avemos de ir,
vamos aperçebidos, non nos puedan nuzir.

E vamos sin verguença las nuestras cuentas dar
a aquél que, sin engaño las sabrá bien tomar,
ca delante Él será muy çedo a declarar
cómo fizo cada uno no s' podrá ençelar.

Pero Lopez de Ayala