Mis colores no se cansan
esperando el reflejo,
desde la multitud situada en lados opuestos,
sin que podamos vernos, ni hablar entre nosotros,
en el reconocimiento de la piedra, la yerba y el agua.
Hasta que el dìa se agota,
y nos topamos en la curva de la hojarasca
donde suenan las campanas de la esperanza;
y el hombre solitario y abandonado espera:
(este poema termina en dos puntos (:)
Raul Galvez Cuellar