Cuando no estés, si es que no estás un día,
mi voz, sin voz, te llamará sin pausa.
Cuando no esté, si es que no estoy un día,
oirás mi voz en un rumor que pasa.
Cuando no estés, si es que no estás un día,
clamaré por tu gracia en toda gracia.
Cuando no esté, si es que no estoy un día,
moverá mi perfil la luna fría
en las cortinas que hay en tu ventana.
Cuando no estés, si es que no estás un día
sólo oiré en las palabras tu palabra.
Cuando no esté, si es que no estoy un día,
verás mi sombra entre la sombra fría
junto a la cabecera de tu cama.
Cuando no estés, si es que no estás un día
en cada verso mío habrá una lágrima.
Cuando no esté, si es que no estoy un día,
me sentirás bajo la tarde fría llegar a ti
en el son de las campanas.
Cuando no estés, si es que nos estás un día,
te buscaré en la tierra, el aire, el agua.
Cuando no esté, si es que no estoy un día,
oirás mi paso entre la sombra fría
siguiéndote los pasos por la casa.
Cuando no estés, si es que no estás un día,
te inventaré en el humo y en la llama.
Cuando no esté, si es que no estoy un día,
sorprenderá la madrugada fría
mi mano en tu cabeza despeinada.
Cuando no estés, si es que no estás un día,
te invocará en el sueño mi esperanza.
Cuando no esté, si es que no estoy un día,
en tu sueño entraré en la noche fría
cuando el sueño te cubra con sus aguas.
Córdova Iturburu