CafePoetas es un Blog sin animo de lucro donde se rinde homenaje a poetas de ayer, hoy y siempre.

29 de mayo de 2009

A MARIA DEL CIELO



Flor de Abraham que su corola ufana
abrió al lucir de redención la aurora:
tú del cielo y del mundo soberana,
tú de vírgenes y ángeles Señora;

tú que fuiste del Verbo la elegida
para Madre del Verbo sin segundo,
y con tu sangre se nutrió la vida,
y con su sangre libertóse el mundo;

tú que del Hombre-Dios el sufrimiento,
y el estertor convulso presenciaste,
y en la roca del Gólgota sangriento
una historia de lágrimas dejaste;

tú, que ciñes diadema resplandente,
y más allá de las bramantes nubes
habitas un palacio transparente
sostenido por grupo de querubes

y es de luceros tu brillante alfombra
donde resides no hay tiempo ni espacio,
y la luz de ese sol es negra sombra
de aquella luz de tu inmortal palacio.

Y llenos de ternura y de contento
en tus ojos los ángeles se miran,
y mundos mil abajo de tu asiento
sobre sus ejes de brillantes giran;

tú que la gloria omnipotente huellas,
y vírgenes y troncos en su canto
te aclaman soberana, y las estrellas
trémulas brillan en tu regio manto.

Aquí me tienes a tus pies rendido
y mi rodilla nunca tocó el suelo;
porque nunca Señora, le he pedido
amor al mundo, ni piedad al cielo.

Que si bien dentro del alma he sollozado,
ningún gemido reveló mi pena;
porque siempre soberbio y desgraciado
pisé del mundo la maldita arena.

Y cero, nulo en la social partida
rodé al ocaso en páramo infecundo,
fue mi tesoro una arpa enronquecida
y vagué sin objeto por el mundo.

Y solo por doquier, sin un amigo,
viajé, Señora, lleno de quebranto,
envuelto en mis harapos de mendigo,
sin paz el alma, ni en los ojos llanto.

Pero su orgullo el corazón arranca,
y hoy que el pasado con horror contemplo,
la cabeza que el crimen volvió blanca
inclino en las baldosas de tu templo.

Si eres ¡oh Virgen! embustero mito,
yo quiero hacer a mi razón violencia;
porque creer en algo necesito,
y no tengo, Señora una creencia.

¡Ay de mí! sin creencias en la vida,
veo en la tumba la puerta de la nada,
y no encuentro la dicha en la partida,
ni la espero después de la jornada.

Dale, Señora, por piedad ayuda
a mi alma que el infierno está quemando:
el peor de los infiernos... es la duda,
y vivir no es vivir siempre dudando.

Si hay otra vida de ventura y calma,
si no es cuento promesa tan sublime,
entonces ¡por piedad! llévate el alma
que en mi momia de barro se comprime.

Tú que eres tan feliz, debes ser buena;
tú que te haces llamar Madre del hombre,
si tu pecho no pena por mi pena,
no mereces a fe tan dulce nombre.

El alma de una madre es generosa,
inmenso como Dios es su cariño:
recuerda que mi madre bondadosa
a amarte me enseñó cuando era niño.

Y de noche en mi lecho se sentaba
y ya desnudo arrodillar me hacía,
y una oración sencilla recitaba,
que durmiéndome yo la repetía.

Y sonriendo te miraba en sueños,
inmaculada Virgen de pureza,
y un grupo veía de arcángeles pequeños
en torno revolar de tu cabeza.

Mi juventud, Señora, vino luego,
y cesaron mis tiernas oraciones;
porque en mi alma candente como el fuego,
rugió la tempestad de las pasiones.

Es amarga y tristísima mi historia;
en mis floridos y mejores años,
ridículo encontró, buscando gloria,
y en lugar del amor los desengaños.

Y yo que tantas veces te bendije,
despechado después y sin consuelo,
sacrílego, Señora, te maldije
y maldije también al santo cielo.

Y con penas sin duda muy extrañas
airado el cielo castigarme quiso
porque puse el infierno en mis entrañas;
porque puso en mi frente el paraíso.

Quise encontrar a mi dolor remedio
y me lancé del vicio a la impureza,
y en el vicio encontré cansancio y tedio,
y me muero, Señora, de tristeza.

Y viejo ya, marchita la esperanza,
llego a tus pies arrepentido ahora,
Virgen que todo del Señor alcanza,
sé tú con el Señor mi intercesora.

Dile que horrible la expiación ha sido,
que horribles son las penas que me oprimen;
dile también, Señora, que he sufrido
mucho antes de saber lo que era crimen.

Si siempre he de vivir en la desgracia,
¿por qué entonces murió por mi existencia?
si no quiere o no puede hacerme gracia,
¿dónde está su bondad y omnipotencia?

Perdón al que blasfema en su agonía,
y haz que calme llorando sus enojos,
que es horrible sufrir de noche y día
sin que asome una lágrima a los ojos.

Quiero el llanto verter de que está henchido
mi pobre corazón hipertrofiado,
que si no lloro hasta quedar rendido
¡por Dios! que moriré desesperado.

¡Si comprendieras lo que sufro ahora!...
¡Aire! ¡aire! ¡infeliz! ¡que me sofoco!...
Se me revienta el corazón ... ¡Señora!
¡Piedad!... ¡Piedad de un miserable loco!

Antonio Plaza

DECIMA



Esa seda que rebaja
tus procederes cristianos
obra fue de los gusanos
que labraron tu mortaja.
También en la región baja
la tuya han de devorar.
¿De qué te puedes jactar,
ni en qué tus glorias consisten
si unos gusanos te visten
y otros te han de desnudar?

Pedro Calderón de la Barca

AL JUEZ SUPREMO




No arrancó la Ambición las quejas hondas
Ni el Orgullo inspiró los anatemas
Que atraviesan mis mórbidos poemas
Cual aves negras entre espigas blondas.

Aunque la Dicha terrenal me escondas
No a la voz de mis súplicas le temas,
Que ni lauros, ni honores, ni diademas
Turban de mi alma las dormidas ondas.

Si algún día mi férvida plegaria,
¡Oh, Dios mío!, en blasfemia convertida
Vuela a herir tus oídos paternales,

Es que no siente mi alma solitaria,
En medio de la estepa de la vida,
El calor de las almas fraternales.

Julian del Casal

UNA VIDA CONTIGO




No hay tiempo, espacios,
no hay fronteras ni distancia
no hay penumbras, ni tinieblas,
tampoco miedos ni vanidades,
es como si todas las edades
se convirtieran en un instante
y que al tiempo restante
se lo llevara el viento.

No hay soledades ni angustias,
no hay conflictos, crisis, amarguras,
no hay miradas ni almas duras,
tampoco mentiras ni falsedades,
es como si todas las maldades
se transformaran en un momento
y sin necesidad de inventos
todas las cosas se tornaran ideales.

Y no es que yo lo imagine,
o sea fruto de vanas fantasías,
es que toda el alma mía
se pone delirante
al saber que por delante
me queda una vida contigo...

Miguel Angel Turco

ESTE ES UN AMOR



Éste es un amor que tuvo su origen
y en un principio no era sino un poco de miedo
y una ternura que no quería nacer y hacerse fruto.
Un amor bien nacido de ese mar de sus ojos,
un amor que tiene a su voz como ángel y bandera,
un amor que huele a aire y a nardos y a cuerpo húmedo,
un amor que no tiene remedio, ni salvación,
ni vida, ni muerte, ni siquiera una pequeña agonía.

Éste es un amor rodeado de jardines y de luces
y de la nieve de una montaña de febrero
y del ansia que uno respira bajo el crepúsculo de San Ángel
y de todo lo que no se sabe, porque nunca se sabe
por qué llega el amor y luego las manos
- esas terribles manos delgadas como el pensamiento -
se entrelazan y un suave sudor de - otra vez - miedo,
brilla como las perlas abandonadas
y sigue brillando aun cuando el beso, los besos,
los miles y millones de besos se parecen al fuego
y se parecen a la derrota y al triunfo
y a todo lo que parece poesía - y es poesía.

Ésta es la historia de un amor con oscuros y tiernos orígenes:
vino como unas alas de paloma y la paloma no tenía ojos
y nosotros nos veíamos a lo largo de los ríos
y a lo ancho de los países
y las distancias eran como inmensos océanos
y tan breves como una sonrisa sin luz
y sin embargo ella me tendía la mano y yo tocaba su piel llena de gracia
y me sumergía en sus ojos en llamas
y me moría a su lado y respiraba como un árbol despedazado
y entonces me olvidaba de mi nombre
y del maldito nombre de las cosas y de las flores
y quería gritar y gritarle al lado que la amaba
y que yo ya no tenía corazón para amarla
sino tan sólo una inquietud del tamaño del cielo
y tan pequeña como la tierra que cabe en la palma de la mano.

Y yo veía que todo estaba en sus ojos - otra vez ese mar -,
ese mal, esa peligrosa bondad,
ese crimen, ese profundo espíritu que todo lo sabe
y que ya ha adivinado que estoy con el amor hasta los hombros,
hasta el alma y hasta los mustios labios.
Ya lo saben sus ojos y ya lo sabe el espléndido metal de sus muslos,
ya lo saben las fotografías y las calles
y ya lo saben las palabras - y las palabras y las calles y las fotografías
ya saben que lo saben y que ella y yo lo sabemos
y que hemos de morirnos toda la vida para no rompernos el alma
y no llorar de amor.

Efrain Huerta

27 de mayo de 2009

ESTE QUE VES, ENGAÑO COLORIDO



Este, que ves, engaño colorido,
que del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;

éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,

es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:

es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.

Sor Juana Ines de la Cruz

PORQUE ME DESPRENDI



¿Por qué me desprendí de la corriente
misteriosa y eterna en la que estaba
fundida, para ser siempre la esclava
de este cuerpo tenaz e independiente?

¿Por qué me convertí en un ser viviente
que soporta una sangre que es de lava
y la angustiosa oscuridad excava
sabiendo que su audacia es impotente?

¡Cuántas veces pensando en mi materia
considéreme absurda y sin sentido,
farsa de soledad y de miseria,

ridícula criatura del olvido,
máscara sin valor de inútil feria
y eco que no proviene de sonido!

Pita Amor

PRIMAVERA A LA VISTA



Pulida claridad de piedra diáfana,
lisa frente de estatua sin memoria:
cielo de invierno, espacio reflejado
en otro más profundo y más vacío.

El mar respira apenas, brilla apenas.
Se ha parado la luz entre los árboles,
ejército dormido. Los despierta
el viento con banderas de follajes.

Nace del mar, asalta la colina,
oleaje sin cuerpo que revienta
contra los eucaliptos amarillos
y se derrama en ecos por el llano.

El día abre los ojos y penetra
en una primavera anticipada.
Todo lo que mis manos tocan, vuela.
Está lleno de pájaros el mundo.

Octavio Paz

ESTOY TRISTE



Estoy triste, me aflijo,
Yo, el señor Nezahualcóyotl.
Con flores y con cantos
Recuerdas a los príncipes,
A los que se fueron,
A Tezozomoctzin, a Quaquauhtzin.

En verdad viven,
Allá en donde de algún modo se existe.
¡Ojalá pudiera yo seguir a los príncipes,
llevarles nuestras flores!
¡Si pudiera yo hacer míos
los hermosos cantes de Tezozomoctzin!
Jamás perecerá tu nombre,
¡oh mi señor, tú, Tezozomoctzin!
Así, echando de menos tus cantos,
Me he venido a afligir,
Sólo he venido a quedar triste,
Yo a mí mismo me desgarro.

He venido a estar triste, me aflijo.
Ya no estás aquí, ya no,
En la región donde de algún modo se existe,
Nos dejaste sin provisión en la tierra,
Por esto, a mí mismo me desgarro.

Nezahualcoyotl

BREVE POEMA DEL ENCUENTRO



Me detengo a la orilla de la tarde

y busco las palabras olvidadas.

Los antiguos colores de la tierra,
la huella luminosa de los árboles.


Estás aquí. Sonríes a mi lado

bajo la rama azul que se deshace

en un pequeño cielo caminante.

Otra rama -de oro- está en mi mano.

Hablo contigo como siempre.

Cálidas,
amorosas, las sílabas desgranan
un lento surtidor de agua tranquila

sobre el silencio de la piedra blanca.


Maruja Vieira

25 de mayo de 2009

A UNA FRANCESA




El mal, que en sus recursos es proficuo,
jamás en vil parodia tuvo empachos:
Mefistófeles es un cristo oblicuo
que lleva retorcidos los mostachos.

Y tú, que eres unciosa como un ruego
y sin mácula y simple como un nardo,
tienes trágica crin dorada a fuego
y amarillas pupilas de leopardo.

Amado Nervo

DECIMAS A DIOS




Producto eres de locura,
mas de locura sublime.
Llevas al Dios que redime
con su inexistente altura.
Eres oculta ranura,
eres el hueco inefable,
la quietud inexplorable,
la invisible salvación.
No hermanas con la razón
porque eres fe inescrutable.

Dios, invención admirable,
hecha de ansiedad humana
y de esencia tan arcana,
que se vuelve impenetrable.
¿Por qué no eres tú palpable
para el soberbio que vio?
¿Por qué me dices que no
cuando te pido que vengas?
Dios mío, no te detengas,
o ¿quieres que vaya yo?

El inventarte es posible...
Difícil es sostener
la potencia de tu ser,
ser absoluto, intangible.
El que seas invisible
no es el misterio más hondo.
Exaltada hallo tu fondo,
mas cesa mi exaltación,
y tu admirable visión
en mi pensamiento escondo.

Yo siempre vivo pensando
cómo serás si es que existes;
de qué esencia te revistes
cuando te vas entregando.
¿Debo a ti llegar callando
para encontrarte en lo oscuro?,
o ¿es el camino seguro
el de la fe luminosa?
¿Es la exaltación grandiosa,
o es el silencio maduro?

Tal vez yo no quiera hallarte
y por eso no te veo,
que es el ansioso deseo
el que logra realizarte.
A ti no te toca darte;
si mi soberbia te invoca,
es a mí, a quien me toca,
salir al encuentro tuyo.
Me acerco a ti, te construyo...
Ya tengo fe, ya estoy loca.

Dios mío, sé mi pecado,
consiste en verte en concreto;
y tú, el eterno discreto,
por eso me has castigado,
dándome un ser complicado,
que piensa entenderlo todo,
y que jamás halla el modo
de fundir carne con mente,
que pensando con la frente,
se está pudriendo en el lodo.

Te quiero hallar en las cosas;
te obligo a que exista el cielo,
intento violar el velo
en que invisible reposas.
Sí, con tu ausencia me acosas
y el no verte me subleva;
pero de pronto se eleva
algo extraño que hay en mí,
y me hace llegar a ti
una fe callada y nueva.

No te veo en las estrellas
ni te descubro en las rosas;
no estás en todas las cosas,
son invisibles tus huellas;
pero no, que aquí descuellas,
aquí, en la tortura mía,
en la estéril agonía
de conocer mi impotencia...
¡Allí nace tu presencia
y muere en mi mente fría!

No creo en ti, pero te adoro.
¡Qué torpeza estoy diciendo!
Tal vez te estoy presintiendo
y por soberbia te ignoro.
Cuando débil soy, te imploro;
pero si me siento fuerte,
yo soy quien hace la suerte
y quien construye la vida.
¡Pobre de mí, estoy perdida,
también inventé mi muerte!

Es la soberbia, Dios mío,
la que me está haciendo hablar.
¿Por qué insisto en descifrar
el ser, la luz, lo sombrío?
Si sólo existe el vacío,
no es a mí a quien me toca
volver mi cabeza loca
tratando de entender todo.
Este orgullo de mi lodo
sólo con fe se sofoca.

Fácil es creer en ti
y vivir de tu clemencia,
sin desentrañar tu esencia
y gozando lo de aquí.
Yo por desgracia nací
sentenciada a investigar,
a atormentarme, a pensar
y a no aceptar el misterio;
pero a mi humano criterio
le está vedado volar.

No al que me enseñaron, no.
Al eterno inalcanzable,
al oculto inevitable,
al lejano, busco yo.
Al que mi ser inventó,
mi ser lleno de pasiones,
de turbias complicaciones
y rotunda vanidad.
Ser que busca la verdad
y sólo halla negaciones.

Hablo de Dios, como el ciego
que hablase de los colores,
e incurro en graves errores
cuando a definirlo llego.
De mi soberbia reniego,
porque tengo que aceptar
que no sabiendo mirar
es imposible entender.
¡Soy ciega y no puedo ver,
y quiero a Dios abarcar!...

Dios será la salvación,
pero es difícil hallarlo
porque no basta heredarlo
y pedirle comprensión.
Hay que abrirse el corazón
y las entrañas rasgarse,
y ya desangrada, darse,
olvidándose de todo.
Hay que buscarlo de modo
que Dios tenga que entregarse.

Más que nunca te deseo,
y es cuando estás más lejano,
hoy que me consumo en vano
porque ni en la nada creo.
Soledad sola poseo:
opaca, hueca, infinita.
Ni mi sombra me visita,
pues ella salió a buscarte,
y como no pudo hallarte,
volverse conmigo evita.

No tengo nada de ti,
ni tu sombra, ni tu eco;
sólo un invisible hueco
de angustia dentro de mí.
A veces siento que allí
es donde está tu presencia,
porque la extraña insistencia
de no quererte mostrar,
es lo que me hace pensar
que sólo existe tu ausencia.

Oculto, ausente, baldío,
hermético, inalterable,
asfixiante, invulnerable,
absorbente, extraño y frío;
así te siento, Dios mío,
cuando sola y angustiada
me consumo alucinada
por lograr mi plenitud,
rompiendo esta esclavitud
a la que estoy condenada.

Dime, ¿qué es lo que pretendes
con tu silencio y tu ausencia?
¿En dónde está tu clemencia,
si te imploro y no desciendes?
Me creas de lodo inmundo,
luego en más fango me hundo,
y soy, entonces, culpable.
Dios eterno, inexplicable,
¡qué misterioso es tu mundo!

Harás, con mi carne, lodo;
con mi corazón, simiente;
con mi sangre, nuevamente
vida le darás a todo.
Pero, dime, ¿qué acomodo
a mi angustia le hallarás?,
¿en dónde colocarás
mi abismo de soledades?...
¡Sólo inventando oquedades
que no terminen jamás!

Tú sabes de mis pavores
y de mis noches eternas;
de las batallas internas
en que luchan mis ardores
contra los bruscos rigores
de mi helado pensamiento;
conoces mi sufrimiento,
y no me quieres salvar.
¿Qué intentas conmigo hallar?
¿Te sirvo de experimento?

¿Tú inventaste el pensamiento?
o, ¿él es el que te inventó?
¿Quién a quién martirizó,
fabricando este tormento:
la angustia que va en aumento?
Si el pensamiento te hizo,
por soberbio y enfermizo,
¡que pague su vanidad!
Mas, si eres tú la verdad,
¡libértame de tu hechizo!

Con el corazón te llamo,
con los nervios te deseo,
con la mente no te veo,
y por la vanidad te amo.
De ausencia tuya me inflamo:
no existes y estás presente;
eres el eterno ausente
que de la angustia nació,
y la soledad nutrió
haciéndote omnipotente.

¿Por qué con mi inteligencia
te niego rotundamente,
y en mi corazón candente
ya siento latir tu esencia?
Si te inspirase clemencia
y mi tormento midieras,
de mi corazón partieras
dejándolo desolado;
o a mi cerebro ofuscado
con tu presencia invadieras.

La angustia y la vanidad,
fundidas, te han inventado,
y después te han obligado
a ser la sola verdad.
Quiso la fatalidad
que me tocases de herencia;
mas me persigue tu ausencia
y me da espanto mi suerte,
pues voy a morir sin verte
y sin comprender tu esencia.

¿Acaso tú has conocido
mi conciencia destructora,
la soledad invasora
y las muertes que he vivido?
Si tú hubieses padecido
un instante de amargura,
el pavor de la negrura
y la impotencia de ser
habrías hecho de mi ser
de una materia más pura.

¡Ay, cómo te comprometo
con mi egoísta insistencia
de reclamar tu presencia
violando así tu secreto!
Sé que lanzo casi un reto
al no aceptarte como eres.
Pero dime, ¿qué prefieres?
¿Que por cobardía calle
o que, torturada, estalle
diciendo cuánto me hieres?

¿Por qué tratas de ocultarte
y de ser tan misterioso,
cuando el corazón ansioso
te siente y no puede hallarte?
¿Por qué no quieres mostrarte?
Dime, si tiene sentido,
que tú existas escondido,
sabiendo que tu presencia
salvaría mi existencia
de la angustia y del olvido.

Quizá tú eres mi locura
y por enferma te anhelo;
aunque no busques tu cielo,
ni intente escalar tu altura.
Es que es tanta la amargura
de sola habitar mi vida,
que por hallarme perdida
en un mar de sensaciones,
pretendo que me aprisiones
dándome en tu ser cabida.

Ven disfrazado de amor,
de silencio, de quietud,
de ternura, de virtud,
pero aprovecha mi ardor.
A este fuego abrasador
que en mi corazón llamea,
dale un motivo que sea
como eterno combustible.
¡Ya vuélvete, Dios, visible!
¿Qué pierdes con que te vea?

No, no es después de la muerte,
cuando eres, Dios, necesario;
es en el infierno diario
cuando es milagro tenerte.
Y aunque no es posible verte
ni tu voz se logra oír,
¡qué alucinación sentir
que en la propia sangre habitas,
y en el corazón palpitas,
mientras él puede latir!


¿Qué cosas podré decirte
si todo te lo he contado?
Que eres mi Dios inventado
y que insisto en perseguirte;
que mi ambición es sentirte
en todo y a cada instante;
pero que estás muy distante,
más allá del universo.
Entonces ¿por qué converso
contigo, imposible amante?

¡Hoy Dios no quiso venir!...
Se fatiga de escucharme,
y no es que deje de amarme,
es que se cansa de oír
que yo lo obligo a existir
rogándole que se muestre.
Soy tan humana y terrestre,
que lo deseo en presencia;
pero si hallo al fin su esencia,
tal vez a Dios lo secuestre...

Hoy Dios llegó a visitarme,
y entró por todos mis poros;
cesaron dudas y lloros,
y fue fácil entregarme
pues con sólo anonadarme
en la exaltación que tuve,
mi pensamiento detuve,
y al fin conseguí volar...
¡Sin moverme, sin pensar,
un instante a Dios retuve!


Pita Amor

24 de mayo de 2009

BREVE ROMANCE DE LA AUSENCIA



Único amor, ya tan mío
que va sazonando el Tiempo:
¡qué bien nos sabe la ausencia
cuando nos estorba el cuerpo!

Mis manos te han olvidado
pero mis ojos te vieron
y cuando es amargo el mundo
para mirarte los cierro.

No quiero encontrarte nunca,
que estás conmigo y no quiero
que despedace tu vida
lo que fabrica mi sueño.

Como un día me la diste
viva tu imagen poseo,
que a diario lavan mis ojos
con lágrimas tu recuerdo.

Otro se fue, que no tú,
amor que clama el silencio
si mis brazos y tu boca
con las palabras partieron.

Otro es éste, que no yo,
mudo, conforme y eterno
como este amor, ya tan mío
que irá conmigo muriendo.


Salvador Novo

ALLA LEJOS




Buey que vi en mi niñez echando vaho un día
bajo el nicaragüense sol de encendidos oros,
en la hacienda fecunda, plena de la armonía
del trópico; paloma de los bosques sonoros
del viento, de las hachas, de pájaros y toros
salvajes, yo os saludo, pues sois la vida mía.

Pesado buey, tú evocas la dulce madrugada
que llamaba a la ordeña de la vaca lechera,
cuando era mi existencia toda blanca y rosada;
y tú, paloma arrulladora y montañera,
significas en mi primavera pasada
todo lo que hay en la divina Primavera.


Ruben Dario

LA APARICION





Nube fragante y cálida tamiza
El fulgor del palacio de granito,
Ónix, pórfido y nácar. Infinito
Deleite invade a Herodes. La rojiza

Espada fulgurante inmoviliza
Hierático el verdugo, y hondo grito
Arroja Salomé frente al maldito
Espectro que sus miembros paraliza.

Despójase del traje de brocado
Y, quedando vestida en un momento,
De oro y perlas, zafiros y rubíes,

Huye del Precursor decapitado
Que esparce en el marmóreo pavimento
Lluvia de sangre en gotas carmesíes.


Julian del Casal

21 de mayo de 2009

VETE EN GUENA HORA



Si mi abandonas porque soy probe,
vete en güena hora...
Yo no te quero tener a juerzas;
tal vez te jalles más mejor sola.
A ti te cuadra la guena vida,
del mesmo modo qui a munchas otras,
y yo no quero que por mi culpa
t'estés haciendo tanta mal'obra.

No te priocupe dejarme solo;
no te priocupes por mi persona...
Pa nada valgo... pa nada sirvo...
¡No puedo darte lo qui ambicionas!

Cuánto te quero, tú bien lo sabes...
qu'eres mi vida, harto te costa...;
pero el cariño de nada sirve
si no se junta con esas cosas
qui a las mujeres las gúelven locas.

Pa qu'es que sigas tan a desgusto;
si ha de ser luego mejor dendi ora;
ansina quedo más satisfeicho,
porque siquera no me traicionas.

Harto quisiera no ser tan probe,
pa qui anduvieras como esas rotas
que tanto invidias, porque tú inoras
qui aquellos lujos, qui aquellos trapos,
son, mesmamente, cachitos di honra...
Anda tranquila... Vete en guena hora...
Pero, no gíielvas...............................
Nunca ti acuerdes de mi presona,
pos, manque probe, soy orgulloso....
y no me cuadra recoger sobras

Te quero muncho, pero, ¡ no li aunque!
Más vali ansina... Vete en gúena hora...

Carlos Rivas Larrauri

LA RENOVADA MUERTE DE LA NOCHE



La renovada muerte de la noche
en la que ya no nos queda
sino la breve luz de la conciencia
y tendernos al lado de los libros
de donde las palabras escaparon sin fuga,
crucificadas en mi mano, y en esta cripta de familia
en la que existe en cada espejo
y en cada sitio la evidencia del crimen
y en cuyos roperos dejamos
la crisálida de los adioses irremediables
con que hemos de embalsamar el futuro,
y en los ahorcados que penden de cada lámpara,
y en el veneno de cada vaso que apuramos,
y en esa silla eléctrica
en que hemos abandonado nuestros disfraces
para ocultarnos bajo los solitarios sudarios,
mi corazón ya no sabe sino marcar el paso
y dar vueltas como un tigre de circo
inmediato a una libertad inasible.

Todos hemos ido llegando a nuestras tumbas
a buena hora, a la hora debida,
en ambulancias de cómodo precio
o bien de suicidio natural y premeditado.
Y yo no puedo seguir trazando un escenario perfecto
en que la luna habría de jugar un papel importante,
porque en estos momentos
hay trenes por encima de toda la tierra
que lanzan unos dolorosos suspiros y que parten,
y la luna no tiene nada que ver
con las breves luciérnagas que nos vigilan
desde un azul cercano y desconocido
lleno de estrellas políglotas e innumerables.


Salvador Novo

TODO ERA AZUL



Todo era azul delante de aquellos ojos y era
verde hasta lo entrañable, dorado hasta muy lejos.
Porque el color hallaba su encarnación primera
dentro de aquellos ojos de frágiles reflejos.

Ojos nacientes: luces en una doble esfera.
Todo radiaba en torno como un solar de espejos.
Vivificar las cosas para la primavera
poder fue de unos ojos que nunca han sido viejos.

Se los devoran. ¿Sabes? No soy feliz. No hay goce
como sentir aquella mirada inundadora.
Cuando se me alejaba, me despedí del día.

La claridad brotaba de su directo roce,
pero los devoraron. Y están brotando ahora
penumbras como el pardo rubor de la agonía.


Miguel Hernandez

SABES TANTO DE MI



Sabes tanto de mí, que yo mismo quisiera
repetir con tus labios mi propia poesía,
elegir un pasaje de mi vida primera:
un cometa en la playa, peinado por Sofía.
No tengo que esperar ni que decirte espera
a ver en la memoria de la melancolía,
los pinares de Ibiza, la escondida trinchera,
el lento amanecer sin que llegara el día.
Y luego amor, y luego, ver que la vida avanza
plena de abiertos años y plena de colores,
sin final, no cerrada al sol por ningún muro.
Tú sabes bien que en mí no muere la esperanza,
que los años en mí no son hojas, son flores,
que nunca soy pasado, sino siempre futuro.


Rafael Albertti

ESTOY EMBRIAGADO



Estoy embriagado, lloro, me aflijo,
Pienso, digo,
En mi interior lo encuentro:
Si yo nunca muriera,
Si nunca desapareciera.
Allá donde no hay muerte,
Allá donde ella es conquista,
Que allá vaya yo…
Si yo nunca muriera,
Si yo nunca desapareciera.


Nezahualcoyotl

19 de mayo de 2009

VUELVES A GOLPES DE INSOMIO



Vuelves a golpe de insomnio
luego, dejas un lugar
como de nadie
y el tiempo termina
por llevarse
lo que nunca vemos.
Tus pasos perduran
porque siempre
desandas el olvido.

Felipe Servulo

DEJALA



Toma niña, este búcaro de flores;
tiene azucenas de gentil blancura
lirios fragantes y claveles rojos,
tiene también camelias, amaranto
y rosas sin abrojos,
rosas de raso, cuyo seno ofrecen
urnas de almíbar con esencia pura,
que en sus broches de oro se estremecen.

Admítelas, amor de mis amores,
admítelas, mi encanto;
las cristalinas gotas de mi llanto,
tibio llanto que brota
del alma de una madre que en ti piensa,
y por eso hallarás en cada gota
emblema santo de ternura inmensa.

Una tarde de abril, así decía,
mi esposa sollozante, mi esposa infortunada,
a mi hija indiferente que dormía
en su lecho de tablas reclinada;
y como Herminia, ¡nada!;
nada en su egoísmo respondía
a esa voz que me estaba asesinando.
La madre entonces se alejó llorando,
y ella en la tumba continuó durmiendo.
"Déjala dije, -tu dolor comprendo..."


Antonio Plaza

18 de mayo de 2009

COMO SERA EL MAR



Tu nombre ¡oh mar! en mi interior resuena;
despierta mi cansada fantasía:
conmueve, engrandece al alma mía,
de entusiasmo férvido la llena.

Nada de limitado me comprime,
cuando imagino contemplar tu seno;
aludo, melancólico y sereno,
o frente augusta; tu mugir sublime.

Serás ¡oh mar! magnifico y grandioso
cuando duermas risueño y sosegado;
cuando a tu seno quieto y dilatado
acaricie el ambiente delicioso?

¿Cuando soberbio, ardiente, enfurecido
gimiendo te abalances hasta el cielo:
cuando haga retemblar al ancho cielo
de tus inquietas aguas el bramido?

Dulce será la luz del claro día
si en tus diáfanas ondas reverbera;
grata el aura y la roca que altanera
tus impulsos vehementes desafía.

Creo ver en tu imperio turbulento
la excelsa eternidad en su palacio,
dominando en el mundo y el espacio,
midiendo la extensión del firmamento.

De la divinidad eres idea;
del mundo miserable poesía
la dulce admiración del alma mía;
con tu vista el Eterno se recrea.

La rama de la playa, que distante
en tu inquieta extensión vaga perdida,
como el recuerdo triste de la vida
en la mente del hombre agonizante.

De la luna fulgente la luz pura,
al través de la nube borrascosa,
cual memoria de madre cariñosa
en medio de 1a amarga desventura.

De embarcación el mísero deshecho
que gire por tu seno sosegado,
como presentimiento desgraciado
que hace agitar del navegante el pecho.

Todo, todo lo harás interesante:
¿no te habré de admirar? ¿Será vedado
a mis oídos tu mugir sagrado
Y siempre, siempre te tendré distante?

¿La mano del dolor que me comprime,
a perecer cautivo me destina
entre paredes de ciudad mezquina
sin venerar tu majestad sublime?

¿O a ti, me llevará la suerte impía,
cubierto de dolor, sin tener padre;
sin mi dulce adorada; sin mi madre,
lanzado, ay triste, de la patria mía?

Guillermo Prieto

YO NUNCA GUARDE REBAÑOS



Yo nunca guardé rebaños,
pero es como si los guardara.
Mi alma es como un pastor,
conoce el viento y el sol
y anda de la mano de las Estaciones
siguiendo y mirando.
Toda la paz de la Naturaleza a solas
viene a sentarse a ni lado.
Pero permanezco triste, como un atardecer
para nuestra imaginación,
cuando refresca en el fondo de la planicie
y se siente que la noche ha entrado
como una mariposa por la ventana.

Pero mi tristeza es sosiego
porque es natural y justa
y es lo que debe haber en el alma
cuando piensa que ya existe
y las manos cogen flores sin darse cuenta.

Con un ruido de cencerros
más allá de la curva del camino
mis pensamientos están contentos.

Pensar molesta como andar bajo la lluvia
cuando el viento crece y parece que llueve más.

No tengo ambiciones ni deseos.
Ser poeta no es una ambición mía.
Es mi manera de estar solo.


Fernando Pessoa

17 de mayo de 2009

INOCENCIA



Madrugábamos contentos,
aunque no habíamos podido dormir.

De noche aún,
cogíamos nuestra mochila de amor
para encontrarnos en la calle,
y todavía todo en silencio,
unidas las manos, muy juntos,
conteniendo la emoción,
sin hablarnos,
nos perdíamos con las imágenes,
desde un tren de madera,
en el frío de la mañana.

Andábamos monte a través
horas y horas con las sienes
nevadas de agua nieve,
concentrados en nuestro
esfuerzo,
casi sin pensar en nada.

Luego...en un rincón,
al sol de niebla y lluvia,
preparábamos la mesa,
en un mantel de hierba
y helechos, y nos besábamos
hasta que nos dolían los labios.

Bebíamos agua de los arroyos
fríos,
tirábamos piedras al vacío,
y después al atardecer...
abrazados...despacio,
volvíamos, buscando en el cielo
la Osa Mayor...
llenos los ojos
de arena de estrellas.

Jose Antonio Azpeitia

LA PALOMA Y EL SUEÑO






Tú no veías el árbol, ni la nube ni el aire.
Ya tus ojos la tierra se los había bebido
y en tu boca de seda sólo un poco de gracia
fugitiva de rosas, y un lejano suspiro.

No veías ni mi boca que se moría de pena
ni tocabas mis manos huecas, deshabitadas.
Espeso polvo en torno daba un sabor a muerte
al solemne vivir la vida más amarga.

Había sed en tus ojos. Suave sudor tu frente
recordaba los ríos de suave, lenta infancia.
Yo no podía con mi alma. Mi alma ya no podía
con mi cuerpo tan roto de rotas esperanzas.

Tus palabras sonaban a olas de frágil vuelo.
Tus palabras tan raras, tan jóvenes, tan fieles.
Una estrella miraba cómo brilla tu vida.
Una rosa de fuego reposaba en tu frente.

Y no veías los árboles, ni la nube ni el aire.
Parecías desmayarte bajo el beso y su llama.
Parecías la paloma extraviada en su vuelo:
la paloma del ansia, la paloma que ama.

Te dije que te amaba, y un temblor de misterio
asomó a tus pupilas. Luego miraste, en sueños,
los árboles, la nube y el aire estremecido,
y en tus húmedos ojos hubo un aire de reto.

No parecías la misma de otras horas sin horas.
Ya sueñas, o ya vuelas y ni vuelas ni sueñas.
Te fatigan los brazos que te abrazan, paloma,
y, al sollozar, a un lirio desmayado recuerdas.

Ya sé que estoy perdido, pero siempre ganado.
Perdido entre tu sombra, ganado para nunca.
Mil besos son mil pétalos protegiendo tu piel
y tu piel es la lámpara que mis ojos alumbra.

¡Oh geografía del ansia, geografía de tu cuerpo!
Voy a llorar las lágrimas más amargas del mundo.
Voy a besar tu sombra y a vivir tu recuerdo.
Voy a vivir muriendo. Soy el que nunca estuvo.

Efrain Huerta

ESPEJISMO




Tú eres un espejismo en mi vía.
Tú eres una mentira de agua
y sombra en el desierto. Te miran
mis ojos y no creen en ti.
No estás en mi horizonte, no brillas
aunque brilles con una luz de agua...
¡No amarras aunque amarres la vida!...
No llegas aunque llegues, no besas
aunque beses... Reflejo, mentira
de agua tus ojos. Ciudad
de plata que me miente el prisma,
tus ojos... El verde que no existe,
la frescura de ninguna brisa,
la palabra de fuego que nadie
escribió sobre el muro... ¡Yo misma
proyectada en la noche por mi
ensueño, eso tú eres!... No brillas
aunque brilles... No besa tu beso...
¡Quien te amó sólo amaba cenizas!...

Dulce Maria Loynaz

ELEGIA A DOÑA JUANA LA LOCA




Princesa enamorada sin ser correspondida.
Clavel rojo en un valle profundo y desolado.
La tumba que te guarda rezuma tu tristeza
a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol.
Eras una paloma con alma gigantesca
cuyo nido fue sangre del suelo castellano,
derramaste tu fuego sobre un cáliz de nieve
y al querer alentarlo tus alas se troncharon.
Soñabas que tu amor fuera como el infante
que te sigue sumiso recogiendo tu manto.
Y en vez de flores, versos y collares de perlas,
te dio la Muerte rosas marchitas en un ramo.
Tenías en el pecho la formidable aurora
de Isabel de Segura. Melibea. Tu canto,
como alondra que mira quebrarse el horizonte,
se torna de repente monótono y amargo.
Y tu grito estremece los cimientos de Burgos.
Y oprime la salmodia del coro cartujano.
Y choca con los ecos de las lentas campanas
perdiéndose en la sombra tembloroso y rasgado.
Tenías la pasión que da el cielo de España.
La pasión del puñal, de la ojera y el llanto.
¡Oh princesa divina de crepúsculo rojo,
con la rueca de hierro y de acero lo hilado!
Nunca tuviste el nido, ni el madrigal doliente,
ni el laúd juglaresco que solloza lejano.
Tu juglar fue un mancebo con escamas de plata
y un eco de trompeta su acento enamorado.
Y, sin embargo, estabas para el amor formada,
hecha para el suspiro, el mimo y el desmayo,
para llorar tristeza sobre el pecho querido
deshojando una rosa de olor entre los labios.
Para mirar la luna bordada sobre el río
y sentir la nostalgia que en sí lleva el rebaño
y mirar los eternos jardines de la sombra,
¡oh princesa morena que duermes bajo el mármol!
¿Tienes los ojos negros abiertos a la luz?
O se enredan serpientes a tus senos exhaustos...
¿Dónde fueron tus besos lanzados a los vientos?
¿Dónde fue la tristeza de tu amor desgraciado?
En el cofre de plomo, dentro de tu esqueleto,
tendrás el corazón partido en mil pedazos.
Y Granada te guarda como santa reliquia,
¡oh princesa morena que duermes bajo el mármol!
Eloisa y Julieta fueron dos margaritas,
pero tú fuiste un rojo clavel ensangrentado
que vino de la tierra dorada de Castilla
a dormir entre nieve y ciprerales castos.
Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana,
los cipreses, tus cirios;
la sierra, tu retablo.
Un retablo de nieve que mitigue tus ansias,
¡con el agua que pasa junto a ti! ¡La del Dauro!
Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana,
la de las torres viejas y del jardín callado,
la de la yedra muerta sobre los muros rojos,
la de la niebla azul y el arrayán romántico.
Princesa enamorada y mal correspondida.
Clavel rojo en un valle profundo y desolado.
La tumba que te guarda rezuma tu tristeza
a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol.

Federico Garcia Lorca

RAIZ ETERNA




Tú eres más que un rostro,
más que un hermoso cuerpo.
Eres aquel murmullo del río entre la lluvia,
aquella forma vaga del monte tras la niebla.
Profundamente asidos al trémulo paisaje
del sitio de la vida donde habita el recuerdo.
Tú eres más que un nombre.
Más que un paso en la tierra.
Te cerca un bosque denso, de misteriosos árboles.
con pájaros errantes y canciones sin término.
Te guarda entre sus ramas de música, te encierra
lejos de la ceniza destructora del tiempo.
En ti el amor humano, de raíces eternas,
me ha entregado su clave profunda y verdadera.

Maruja Vieira

MI CORAZON SE AMERITA.......




Mi corazón leal, se amerita en la sombra.
Yo lo sacara al día, como lengua de fuego
que se saca de un ínfimo purgatorio a la luz;
y al oírlo batir su cárcel, yo me anego
y me hundo en la ternura remordida de un padre
que siente, entre sus brazos, latir un hijo ciego.
Mi corazón leal, se amerita en la sombra.
Placer, amor, dolor... todo le es ultraje
y estimula su cruel carrera logarítmica,
sus ávidas mareas y su eterno oleaje.
Mi corazón leal, se amerita en la sombra.
Es la mitra y la válvula... Yo no me lo arrancaría
para llevarlo en triunfo a conocer el día,
la estola de violetas en los hombros del alba,
el cíngulo morado de los atardeceres,
los astros, y el perímetro jovial de las mujeres.
Mi corazón, leal, se amerita en la sombra.
Desde una cumbre enhiesta yo lo he de lanzar
como sangriento disco a la hoguera solar.
Así extirparé el cáncer de mi fatiga dura,
seré impasible por el Este y el Oeste,
asistiré con una sonrisa depravada
a las ineptitudes de la inepta cultura,
y habrá en mi corazón la llama que le preste
el incendio sinfónico de la esfera celeste.


Ramón López Velarde

LA VIOLACION DE LUCRECIA-CUARTA PARTE-FINAL



Había mucho campo para la fantasía,
concepción ilusoria tan completa y tan grata,
que para ver a Aquiles, bastaba ver su lanza,
en una mano asida. Al fondo, él, Aquiles,
se conserva invisible, salvo para los ojos
de la mente: Un pie, un rostro, una pierna,
una cabeza basta para el que quiere ver.
En los muros de Troya, fuertemente sitiada,
el arrojado Néstor se dirige hacia el campo.
Se ven madres troyanas compartiendo la dicha,
de ver como sus hijos blanden armas brillantes
y agregan a su fe una extraña aptitud.
Que a través de su gozo, parecen los objetos,
más que manchas brillantes, el miedo al opresor.
Desde la gran Dardania, donde está la batalla,
a las rojas riberas del Simois va la sangre,
cual olas hacia el mar, imitando la lucha,
mediante ondulaciones, sus filas comenzaban
a llegar a la orilla carcomida y entonces
de nuevo se retiran buscando más refuerzos
y volver a volcarse con su espuma en el Simois.
A esta buena pintura, llega la infiel Lucrecia,
para buscar un rostro que al suyo se compare.
Ve entre todos algunos que imitan a sus penas,
mas ninguno que albergue su gran desolación.
Y cuando estaba a punto de dejarlo, ve a Hecuba,
mirando con sus ojos las heridas de Príamo,
sangrante bajo el pie del orgulloso Pirro.
En ella ha desecado el pintor tanta ruina,
la belleza perdida y el don de la zozobra.
Sus pálidas mejillas de surcos se revisten;
de todo lo que era no queda parecido,
en sus venas la sangre que era azul hoy es negra.
Secan sus primaveras los resecos canales
y se muestra la vida presa en su cuerpo muerto.
Pone sobre esta sombra, Lucrecia su mirada
y su dolor adapta al de la vieja reina,
que nada le responde. Sólo quiere llorar
y con voces amargas maldice a sus rivales.
El pintor no era un Dios, para otorgarle el habla
y Lucrecia le jura que ha sido traicionada,
dándole un gran dolor y negándole el habla.
«Pobre instrumento» dice Lucrecia «que no suena.
Tu dolor templaré con mi quejosa lengua
y regaré con bálsamo las heridas de Príamo
e insultaré al vil Pirro que tanto mal te ha hecho.
Sofocará mi llanto, el fuego en que arde Troya
y con mi fiel cuchillo arrancaré los ojos
de los airados griegos, que son tus enemigos.
Muéstrame la ramera que originó esta guerra,
para que con mis uñas desgarre su belleza.
Tu ardor, ocasionó, imprudente Paris
la ira que nos muestra esta incendiada Troya.
Tus ojos provocaron el fuego arrasador
y en la ciudad de Troya, por culpa de tus ojos,
los padres y las madres y los hijos se mueren.
¿Por qué el placer de uno, se torna casi siempre,
en un mal general y desgracia de tantos?
Que el pecado de uno recaiga solamente
sobre la testa infame del malvado infractor
y las almas sin culpa se libren del culpable.
Por el crimen de uno ¿por qué han de pagar tantos
y han de sufrir las penas que el mal de uno causó?
Aquí, Hécuba llora, aquí, se muere Príamo,
aquí, se esfuma Héctor, aquí, desmaya Troilo,
aquí, yacen amigos, bañados con su sangre
y un amigo a otro inflige insensatas heridas
y un hombre lujurioso estas vidas destruye.
Si hubiese ahogado Príamo el deseo del hijo,
Troya hubiese brillado con fama y no con fuego.»
Aquí, llora Lucrecia, las desdichas de Troya,
porque su gran dolor cual pesada campana,
una vez que ya suena su corazón la impulsa
y esta pequeña fuerza es el tañido fúnebre.
Así, Lucrecia hinchada, tristes cuentos narraba
y a las melancolías y a las penas pintadas,
le presta sus palabras a cambio de indulgencia.
Con sus ojos recorre la pintura completa
y se consume al ver algún desamparado.
Por fin ve una infeliz y encadenada imagen,
que unos pastores frigios miran con compasión.
Su rostro aunque turbado, revela su alegría.
Va hacia Troya la imagen con los rudos pastores,
tan dócil que parece despreciar sus dolores.
En él, busca el pintor, esconder con su arte,
lo simulado y darle un aspecto inocente,
de modesta mirada y resignados ojos.
Parece dar su frente, bienvenida al dolor,
de tal modo se rosa la inocencia en su cara
que el ruboroso ojo no adivina la culpa,
ni el pálido temor que albergan los traidores.
Por el contrario, como Satán bien acabado,
presumía su aspecto de tanta honestidad
y tan bien ocultaba su secreta maldad,
que ni los mismos celos hubiesen recelado
que el ingenio escondido y el perjurio, pudieran,
cubrir tan bello día con al oscura tormenta
o manchar de pecado el celestial paisaje.
El hábil artesano, trazó al dulce imagen
de Sinón el perjuro, cuyo dulce relato,
perdería más tarde al bonachón de Príamo.
Palabras como fuego que quemaron la gloria
de la Ilión, con lo cual, el cielo se afligió.
Las estrellas saldrían de sus puestos inmóviles,
al romperse el espejo que reflejó sus caras.
Contempló con cuidado, Lucrecia, el bello cuadro
y culpó al buen pintor por su sabiduría,
por que algo en la imagen de Sinón no era cierto,
ya que tanta hermosura, tanta maldad pensara
y volvió a contemplarlo y al contemplarlo más,
vio en el blanco semblante tal signo de honradez,
que está, ya convencida, que la pintura miente.
«No puede ser» exclama «que tanta falsedad»-
Deber, hubiera dicho: «Aceche en tal mirada.»
Mas le viene a la mente la imagen de Tarquino
y en su mente el «aceche» se precede de un «no»
luego no puede ser. Entonces deja todo
y cambia a sí la frase: «No puede ser, parece
que en su rostro se alberga un espíritu malo.
Pues tan bien como aquí se ha pintado a Sinón,
tan digno en su dolor, sumiso y abrumado,
como desfalleciente de pesar y trabajo.
A mí, llegó Tarquino, tratando de engañarme
con su honrada fachada, pero ya carcomido
por el vicio. Tal Príamo apreciaba a Sinón,
aprecié yo a Tarquino y sucumbió mi Troya.
¡Mirad, que atento, Príamo, escucha mientras llora,
al ver las falsas lágrimas que derrama Sinón!
¿Cómo siendo tan viejo no eres aun más sensato?
Al verter cada lágrima, vierte un troyano sangre.
Que sus ojos no vierten, lágrimas, sino fuego.
Estas perlas tan claras que tu piedad despiertan,
globos son que no apagan de tu ciudad el fuego.
Tales demonios roban del infiero artilugios
sin luces y en su fuego, Sinón, tiembla de frío
y en ese helado fuego al falso hirviendo alberga.
Y esta contradicción solamente aparece,
por seducir al necio y hacerle más osado.
El llanto de Sinón, atrae la fe de Príamo
y aquel con agua quema la Troya del incauto.»
Aquí se ve asaltada por tal ira y pasión,
que la paciencia deja derrotada su pecho.
Desgarra con sus uñas al impío Sinón,
habida cuenta que, él, es el malvado huésped
y cuya acción la hizo detestarse a sí misma.
Mas tarde, sonriendo, depone su aptitud:
«Necia» dice «la herida no puede hacerle daño.»
Así mengua y se crece su río de pesares
y el tiempo gasta al tiempo con sus llantos y quejas.
Ora busca la noche ora la luz del día,
mas juzga que las dos se atrasan en su ánimo.
Un segundo es un siglo cuando hay un gran dolor.
Aunque pesa el dolor, rara vez coge el sueño
y quien vela contempla que lento pasa el tiempo.
Durante todo el rato distraía su mente
mirando y remirando las pintadas imágenes.
Olvidaba el sentido de su propio dolor
imaginado enormes las desgracias ajenas,
distraía sus penas con la terrible escena.
Hay seres que se alivian aunque nunca se curan,
cuando piensan que otros también pasan sus penas.
Vuelve en ese momento el raudo mensajero.
A su señor y a otros, por delante acompaña.
Ve el esposo a Lucrecia largamente enlutada
y en torno de sus ojos por el llanto arruinados,
unos aros azules igual al arco iris.
Estos ríos de hiel en el oscuro cauce,
serán nuevas tormentas sobre las ya pasadas.
Cuando esto ve el esposo, con cara preocupada
intrigado la mira. Los ojos aunque hundidos
en lágrimas, miraban, duros y enrojecidos.
Su viveza está muerta por las preocupaciones
y él no tiene valor para indagar la causa.
Enfrentados de pie, como viejos amigos,
lejos de sus hogares, preguntan por su suerte.
Por fin, toma su mano, pálida y desmayada
y comienza a decir: «¿Qué depravado evento
sobre ti, ha recaído, que estás tan temblorosa?
Dulce amor, ¿qué dolor empaña tu hermosura?
¿Por qué has sido llevada sin querer a estos males?
Desvela pues amada tu triste pesadumbre
y cuenta tu amargura para darle remedio.»
Tres veces, con suspiros, intenta hablar su pena,
antes de conseguir una sola palabra.
Ungida ella contesta a la voz de su esposo
y humilde se prepara a darle a conocer
que su honor está reo de su cruel enemigo,
en tanto Colatino, con los demás señores,
con atención anhelan escuchar el relato.
Y aquel pálido cisne en su acuoso nido,
comienza el canto fúnebre de inequívoco fin:
«Pocas palabras» dice «le van mejor al crimen,
que hallar alguna excusa que pueda repararlo.
En mí, hay más dolores que palabras me pesan
y mis quejas irían sin norte en la distancia,
si todas las narrara con mi cansada lengua.
Sea, pues, esto todo, lo que deba decirse:
Mi fiel querido esposo, en la paz de tu lecho,
se introduzco un extraño y en tu almohada yació,
mientras tú, no podías, reposar en su albura.
El resto de la infamia que imaginarte puedes,
le fue impuesto a la fuerza a mi fragilidad.
Desde entonces, Lucrecia, tu esposa, ya no es libre.
En el silencio horrible, en mitad de la noche,
entró en mi habitación armado de su espada
-parecía un demonio quemándose en sus llamas-
y quedamente dijo: "Despierta ya, romana,
y sírvele a mi amor o tendrás mi venganza,
en la infamia que a todos infligiré esta noche,
si te opones al acto de mi ardiente pasión."
"A tu mejor sirviente, al favorito" dijo
"sino pliegas tu orgullo a mi fuerte deseo
mataré en este instante y tú tendrás su suerte
y juraré que estabais desnudos cometiendo
el acto de lujuria y en justicia maté
a los fornicadores. Esta acción me dará
un inmenso renombre y a ti tu deshonor."
Sobresaltada puse mi grito por los cielos
y él en mi corazón la punta de su espada,
jurándome, que a menos, fuera en todo paciente
al alba no estaría para decir palabra.
Así con mi deshora quedaría marcada.
Jamás se olvidará ¡oh! poderosa Roma,
a la infiel de Lucrecia, muerta junto a su esclavo.
Mi rival era fuerte y yo frágil y débil,
más débil por efectos de mi fuerte terror.
Aquel sangriento juez hizo callar mi lengua,
no queriendo escuchar súplicas de justicia,
y llegó en su locura ciegamente a jurar
que mi pobre belleza, fue el ladrón de sus ojos,
y cuando al juez se roba, el prisionero paga.
¡Enseñadme a tramar la red de mi disculpa!
O, al menos encontrar un humilde refugio,
donde piense en mi sangre, por el vil mancillada,
aunque mi alma esté pura e inmaculada.
Que al no plegarse el alma, él no pudo llevarla
a pecadores goces y sigue estando pura,
en su encierro infernal pero viva y latiendo.»
¡Mirad al comerciante que ha vendido su honra!
Con la cabeza gacha y con la voz ahogada,
con la mirada triste y los brazos en cruz.
De sus pálidos labios empiezan a brotar,
el dolor que moroso retarda su respuesta.
Mas el náufrago lucha sabiéndose perdido,
cuando exhala su aliento el aire que expulsó.
Tal como la riada, ruge al ojo del Puente
y escapa a la mirada que observa su corriente,
pero en el remolino se encrespa con orgullo
y brama contra el cauce que la obliga a correr,
impulsada hacia arriba, adelante y atrás.
El pesar del esposo se transforma en la sierra
que adelante y atrás empuja su rencor.
Muda de tanta pena, ve en su mísero esposo
el dolor y el tardío frenesí despertado.
«¡Oh, señor, tu tormento a mi tormento presta
vigor! Ningún diluvio se amaina con la lluvia
y mi dolor me mata si te veo sufrir,
por que el tuyo es más fuerte y debiera bastar
para ahogar el dolor, un par de ojos llorosos.
Por aquello que tanto consiguió enamorarte,
por la que fue tu esposa, Lucrecia: ¡Oh, escúchame!
Rápidamente busca vengarte en mi enemigo,
en el tuyo y el suyo y piensa que defiendes,
una causa pasada. Que tu ayuda me llega,
cuando ya no me sirve, aunque muera el traidor.
La justicia remisa, nutre la iniquidad.
Mas antes de deciros su nombre», dice ella,
dirigiéndose a aquellos que están con Colatino,
«juraréis ante mí la honorable promesa
de conseguir vengar el deshonor causado.
Suprimir la injusticia con armas vengadoras,
pues meritorio y bello designio es del que jure,
el reparar la ofensa hecha a una pobre dama.»
Ante esta petición con noble y doble ánimo,
cada señor presente prestó su juramento,
impuesto por las leyes de la caballería,
anhelando saber el nombre del infame.
Mas ella que no ha dicho toda su triste historia,
la protesta detiene. «¡Decidme!» exclama ella,
«¿cuánta mancha será lavada de mi ofensa?
¿De qué especie es mi falta y cuál es mi delito
si forzada me vi por la cruel circunstancia?
¿Se absolverá mi alma pura, de tanta mancha?
¿puede mi honor manchado con algo enaltecerse?
¿Hay cláusulas legales que disculpen mi falta?
La fuente envenenada por sí mismo se aclara
¿por qué no puede ella lavar su propia mancha?»
A la vez comenzaron todos a replicar,
que las manchas del cuerpo las borra un alma pura.
Lucrecia se sonríe, tristemente y desvía
su rostro que es la estampa del más vivo dolor
y del duro infortunio grabado con sus lágrimas.
«No, no» dice «no habrá, dama que en el futuro,
use de mis disculpas para su absolución.»
Suspira, cual si fuera a perder hasta el alma
y nombra al vil Tarquino. «¡El, él!» grita y solloza.
Pero su pobre legua no dice más que «él»,
hasta que con tropiezos y muchas dilaciones,
recordando suspiros y esfuerzos dolorosos
exclama: «¡El, él, nobles señores, él ha sido,
quien induce mi mano a afligirme esta herida.»
Después de hablar envaina, en su pecho inocente,
un puñal que a su vez desvainó a su alma.
Libera el tajo a esta de la honda zozobra,
reinante en la asquerosa prisión en que vivía.
Sus contritos suspiros a las nubes elevan
a su espíritu alado, que escapa por la herida
en el último instante de un sino concluido.
Ante el terrible acto quedan petrificados
el pobre Colatino y el séquito presente.
El padre de Lucrecia al ver que se desangra
se arroja sobre el cuerpo de la pobre suicida.
De la fuente escarlata, saca Bruto temblando,
el cuchillo mortal que al dejar las heridas,
perseguirá la sangre con su inútil justicia.
Al salir de su pecho la sangre a borbotones,
se divide en dos lentas corrientes carmesí,
que encierran a su cuerpo en un círculo igual
a una isla asaltada, que se extiende desnuda
y despoblada en medio de horrenda inundación.
Su sangre pura y roja aun permanecía,
mas la que mancillara, Tarquino, se hace negra.
Ahora, sobre la fúnebre, azul y helada cara,
en la sangre más negra hay un halo acuoso,
que parece llorar sobre el manchado espacio.
Desde entonces llorando las penas de Lucrecia,
la sangre putrefacta muestra signos de agua,
mientras la sangre limpia aun permanece roja,
como ruborizándose de la que está podrida.
«Hija mía querida» dice el pobre Lucrecio,
«la vida que has matado, también era mi vida.
Si en la imagen de un hijo está la de su padre,
¿qué será de mi vida si no vive Lucrecia?
No emanaste de mí para un final tan triste.
Si los hijos se mueren antes que el viejo padre
¿quiénes son los retoños y quiénes los maduros?
Pobre espejo quebrado, cuántas veces has visto
en tu dulce semblante mi renacida edad
y pasar de ser joven a empañado por viejo,
en descarnada muerte que el tiempo ha desgastado.
¡De tus dulces mejillas arrancaron mi imagen,
rompiendo la belleza que había en el cristal,
para que nunca vea aquello que yo fui!
¡Tiempo detén tu cauce y acaba tu existencia
puesto que ya no están los que me sobrevivan!
¿Por qué gana la muerte al más fuerte en su lucha
dejándole vivir al vacilante y débil?
La abeja vieja muere en función de las jóvenes.
¡Vive, dulce Lucrecia, vive de nuevo y mira
como muere tu padre antes de ver que mueres!»
Entonces, Colatino, despierta de su sueño
y le pide a Lucrecio su lugar de dolor,
sobre la sangre fría del cuerpo de Lucrecia
y al caer desmayado por el terror vencido,
también parece muerto, tendido junto a ella,
hasta que su energía le ordena levantarse
y vivir solamente para vengar su muerte.
Tan honda turbación ha calado en su alma
y a impuesto un mudo freno al dolor de su lengua,
la cual enloquecida, regida por la rabia,
ha impedido al esposo desahogarse en palabras.
Trata de decir algo, mas los labios no emiten
palabras. Tal pesar ayuda al corazón,
mas nadie entendería el silente diálogo.
Sólo pronuncia claro el nombre de Tarquino,
solamente entre dientes, como si lo mordiera.
Esta gran tempestad hasta acabar en lluvia,
retiene su pesar sólo para aumentarlo,
al fin llueve y se calma el viento laborioso.
Luego el hijo y el padre lloran la misma pena,
a cual más por la hija, a cual más por la esposa.
Uno la llama suya. Suya la llama el otro
aunque ninguno puede poseer lo que pide.
El padre dice: «Es mía.» «Oh, mía solamente»,
le replica el esposo. «Por Dios no me arrebates
ser dueño de esta pena. Que no haya ni un doliente,
que llore por mi esposa, pues mía sólo era
y sólo Colatino llorará por su esposa.»
«¡Oh, Dios!» dice Lucrecio, «yo le engendré la vida
que demasiado pronto y tarde derramó!»
«Dolor» dice el esposo «era mi dulce esposa,
tan mía, que la vida, que se quitó era mía.»
«Mi hija» más «mi esposa» en un clamor llenaban
el aire, que ahora dueño, de la infeliz Lucrecia,
contestaba con ecos: «Mi hija» más «mi esposa».
Bruto que del costado, de ella arrancó el cuchillo,
al verles tan rivales de los mismos dolores,
comenzó a revestir su espíritu de orgullo
sepultando en la herida su aparente dislate.
El era entre su pueblo, un romano estimado,
como el bufón deforme, suele serlo del rey,
que sólo aprecia chistes y tontas ocurrencias.
Pero ahora deja a un lado su hábito intrascendente,
donde encuentra cobijo su gran sabiduría,
usando su talento, largo tiempo escondido,
para calmar el llanto del pobre Colatino.
«Tú, ultrajado romano. ¡Levántate, señor!
Permite que este frívolo que tonto se supone
llevar al tribunal su experiencia y talento.
Dime buen Colatino: ¿Cura el dolor, dolor?
¿Heridas y aflicciones se ayudan mutuamente?
¿Venganza es lapidarse por el infame acto,
causante de que ella, tu esposa, se desangre?
Infantil aptitud es voluntad de débiles.
Tu desgraciada esposa las cosas confundió
al matarse a sí misma y no al vil enemigo.
¡Oh, valiente romano! No ahogues tu corazón
en el suave rocío de inútiles lamentos.
Inclínate conmigo y haz tu parte del ruego,
de invocar que despierten, nuestros dioses romanos,
de tal modo que vean el repugnante acto.
Puesto que nuestra Roma, con ello se deshonra,
limpiemos nuestras calles, con nuestros fuertes brazos.
¡Y por el Capitolio que todos adoramos,
por esta casta sangre vertida inútilmente,
por este bello sol, reserva de cosechas,
por todos los derechos que Roma nos procura,
por la fe de Lucrecia que hace poco lloraba
su desdicha; por este, cuchillo ensangrentado,
vengaremos la muerte de tu querida esposa!»
Dicho esto, su mano, le golpeó en el pecho,
besó el fatal cuchillo, para ofrendar su voto,
y a su proclama urge se unan los demás,
que admirados, aprueban, sus sentidas palabras.
Luego todos postrando las rodillas en tierra
y el hondo juramento que Bruto profirió,
de nuevo lo pronuncian y todos con él juran.
Cuando todos juraron el compartido fallo,
sacaron del lugar a la bella Lucrecia,
para mostrar su cuerpo sangrante a toda Roma
y proclamar así la afrenta de Tarquino,
lo cual, una vez hecho con rauda diligencia,
hizo que los romanos castiguen entre aplausos,
al infame Tarquino, al exilio perpetuo.


William Shakespeare

FIN

15 de mayo de 2009

QUIZA EL AMOR ES SIMPLEMENTE ESTO......




Quizá el amor es simplemente esto:
entregar una mano a otras dos manos,
olfatear una dorada nuca
y sentir que otro cuerpo nos responde en silencio.

El grito y el dolor se pierden, dejan
sólo las huellas de sus negros rebaños,
y nada más nos queda este presente eterno
de renovarse entre unos brazos

Maquina la frente tortuosos caminos
y el corazón con frecuencia se confunde,
mientras las manos, en su sencillo oficio,
torpes y humildes siempre aciertan.

En medio de la noche alza su queja
el desamado, y a las estrellas mezcla
en su triste destino.
Cuando exhausto baja los ojos, ve otros ojos
que infantiles se miran en los suyos.

Quizá el amor sea simplemente eso:
el gesto de acercarse y olvidarse.
Cada uno permanece siendo él mismo,
pero hay dos cuerpos que se funden.

Qué locura querer forzar un pecho
o una boca sellada.
Cerca del ofuscado, su caricia otro pecho exige,
otros labios, su beso,
su natural deleite otra criatura.

De madrugada, junto al frío,
el insomne contempla sus inusadas manos:
piensa orgulloso que todo allí termina;
por sus sienes las lágrimas resbalan...
Y sin embargo, el amor quizá sea sólo esto:
olvidarse del llanto, dar de beber con gozo
a la boca que nos da, gozosa, su agua;
resignarse a la paz inocente del tigre;
dormirse junto a un cuerpo que se duerme.


Antonio Gala

PARABOLA DEL CAMINO





La vida es un camino...
Sobre rápido tren va un peregrino
salvando montes; otro va despacio
ya pie; siente la hierba, ve el espacio...
Y ambos siguen idéntico destino.

A los frívolos ojos del primero
pasa el desfile raudo de las cosas
que se velan y esfuman. El viajero
segundo bebe el alma de las rosas
y escucha las palabras del sendero.

De noche, el uno duerme en inconsciente
e infecundo sopor; el tren resbala
fácil sobre el talud de la pendiente,
y el viajero no siente
que en la campiña próvida se exhala
un concierto de aromas...

El prudente
que marcha a pie, reposa bajo el ala
de un gran ensueño, y trepa por la escala
excelsa de Jacob. Cuando el Oriente
clarea, se echa a andar, pero señala
el sitio aquel en que posó la frente.

Ambos llegan al término postrero;
mas no sabe el primero
qué vio, qué oyó; su espíritu desnudo
de toda adoración se encuentra mudo.
El otro peregrino recuerda cada voz, cada celaje,
y guarda los encantos del paisaje.
Y los hombres lo cercan, porque vino
a traer una nueva en su lenguaje
y hay en su acento un hálito divino...
Es como Ulises: hizo un bello viaje
y lo cuenta al final de su destino...

Porque la vida humana es un camino.


Enrique González Martínez

TU CUERPO ESTA A MI LADO




Tu cuerpo está a mi lado
fácil, dulce, callado.
Tu cabeza en mi pecho se arrepiente
con los ojos cerrados
y yo te miro y fumo
y acaricio tu pelo enamorado.
Esta mortal ternura con que callo
te está abrazando a ti mientras yo tengo
inmóviles mis brazos.
Miro mi cuerpo, el muslo
en que descansa tu cansancio,
tu blando seno oculto y apretado
y el bajo y suave respirar de tu vientre
sin mis labios.
Te digo a media voz
cosas que invento a cada rato
y me pongo de veras triste y solo
y te beso como si fueras tu retrato.
Tú, sin hablar, me miras
y te aprietas a mí y haces tu llanto
sin lágrimas, sin ojos, sin espanto.
Y yo vuelvo a fumar, mientras las cosas
se ponen a escuchar lo que no hablamos.


Jaime Sabines

DESTINO DEL POETA




¿Palabras? Sí, de aire,
y en el aire perdidas.

Déjame que me pierda entre palabras,
déjame ser el aire en unos labios,
un soplo vagabundo sin contornos
que el aire desvanece.

También la luz en sí misma se pierde.


Octavio Paz

LA PRIMAVERA BESABA



La primavera besaba
suavemente la arboleda,

y el verde nuevo brotaba
como una verde humareda.

Las nubes iban pasando

sobre el campo juvenil...

Yo vi en las hojas temblando

las frescas lluvias de abril.
Bajo ese almendro florido,

todo cargado de flor
-recordé-, yo he maldecido

mi juventud sin amor.

Hoy, en mitad de la vida,

me he parado a meditar...
¡Juventud nunca vivida,
quién te volviera a soñar!.


Antonio Machado