Mirándote en lectura sugerente,
llegué al epílogo de mis quimeras;
tus ojos de palomas mensajeras
volvían de los astros, dulcemente...
Tenía que decirte las postreras
palabras, y callé espantosamente;
tenía que llorar mis primaveras,
y sonreí, feroz... indiferente...
La luna, que también calla su pena,
me comprendió como una hermana buena...
Ni una inquietud, ni un ademán, ni un modo;
un beso helado... una palabra helada.
Un beso, una palabra, eso fue todo:
¡todo pasó sin que pasase nada!...
Julio Herrera y Reissig