Lo que me quita en fuego, me da en nieve
la mano que tus ojos me recata;
y no es menos rigor con el que mata,
ni menos llamas su blancura mueve.
La vista frescos los incendios bebe,
y volcán por las venas los dilata;
con miedo atento a la blancura trata
el pecho amante que la siente aleve.
Si de tus ojos el ardor tirano
le pasas por tu mano por templarle,
es gran piedad del corazón humano;
mas no de ti que puede al ocultarle,
pues es de nieve derretir tu mano,
si ya tu mano no pretende helarle.
Francisco de Quevedo