Al Tiempo dijo Amistad:
hazme un lugarcito, hermano.
Alargándole la mano,
el Tiempo responde: entrad.
Al Dios ciego dije, no;
porque fijarlo no sé.
A vos digo, sí; porque
duráis tanto como yo.
Convite para ir al campo
Lisi ¿por qué no bajas a la aldea?
¿Qué hechizo tiene el tráfago anheloso
de la ciudad potente
para el alma inocente?
¿Por qué condenas al pesado yugo,
y a la escena de míseras pasiones,
y de acechanzas viles
tus años juveniles?
¿Por qué sumir en ese abismo oscuro
de rumoroso aturdimiento al alma,
para gozar nacida,
y en hierros oprimida?
¿Puede aspirar, en la pesada niebla
que a la opulencia y al poder circunda
los perfumes del aura
que sus fuerzas restaura?
¿Ni de Natura el cándido lenguaje
oír entre la turba vagarosa
que al audaz que la guía
ciega y dócil se fía?
¿Ni conservar el natural instinto
que a la virtud y a la bondad la lleva,
do verdad se estremece,
y tímida enmudece?
Ven, Lisi, al campo, ven; del almo cielo
la inmensidad verás, no interrumpida
por altos torreones
de lóbregas prisiones.
Y el blando césped hollarás, cubierto
de rocío oloroso, no teñido
con sangre del humano,
que vertiera su hermano.
Ecos oirás confusos de balidos
y lejanos cencerros, y de arroyos;
y el viento que murmura
por la verde espesura.
Gratos muy más que el tambor guerrero,
y que el himno sacrílego que entona
al Dios del universo,
hipócrita perverso.
Mansión de holgura y perenal deleite
los campos son. En ellos sin estorbo,
la libertad divina,
triunfa, goza y domina.
Jose Joaquin Mora