Redonda, la luna juega
sobre colinas que se derrumban.
Desde el trémulo vacío,
las estrellas lagrimean su distancia.
Miedosa,
la negritud invadida de luciérnagas
tirita,
acuchillada de luz.
A mi lado,
oigo pasos diminutos en el césped.
Sobre el áspero silencio,
hay preguntas desprendidas desde dentro,
compañía de mi noche solitaria.
Cuánta nieve despiadada,
cuánto fuego y ceniza,
cuánta gente llamándose enemiga.
Hoy duele la guerra
duelen los niños
y me avergüenzo
de ser feliz contigo.
Maybell Lebrón