Rancios, ásperos, salados
olores de cadáveres
en el centro de la planicie verde.
Serenos y felices, como mirando
el fondo del mar, de piedra y de brillo;
tranquilos
se quedan los muertos:
el dulce sol de primavera
les baña y las mariposas cintilan
y el aire dulce se emponzoña
olisqueando los orificios
de los pechos y las sienes.
En la pesada tarde amarilla
los helicópteros
ambulan avispas monocordes.
Feliciano Mejía