Estaba despeinada y con los pies desnudos
al borde del estanque y en medio del juncal...
Creí ver una ninfa, y con acento dulce:
¿quieres venir al bosque?, le pregunté al pasar.
Lanzóme la mirada suprema que fulgura
en la beldad vencida que cede a la pasión;
y yo le dije: Vamos; es la época en que se ama:
¿quieres seguirme al fondo
del naranjal en flor?
Secó las plantas húmedas en el mullido césped,
fijó en mí las pupilas por la segunda vez,
y luego la traviesa quedóse pensativa...
¡Qué canto el de las aves en el momento aquel!
¡Con qué ternura la onda besaba la ribera!
De súbito la joven se dirigió hacia mí,
rendo con malicia por entre los cabellos
flotantes y esparcidos sobre la faz gentil.
Víctor Hugo