Fue su lecho de muerte unos brazos
Poderosos cual firmes alforjas.
Los del gran San Francisco de Borja.
Donde al fin descansó Garcilaso.
De tu herida el Danubio nacía.
De tu grito, el Latín de Virgilio.
Donde Laura y Petrarca yacían,
Para siempre en su mítico idilio.
Aún Salicio llora por su suerte,
Porque tú le has negado la risa.
Nemoroso clama por su Elisa,
Más allá de tu pluma y la muerte.
Tus sonetos, tus églogas gritan
Lo que oculto llevaste a la fosa;
El amor a Isabel te destroza.
Ya la rosa está helada…marchita.
Si de San Pedro Mártir, regresas
A los pies de esa terrible torre,
¡¡ No la escales por Dios!!, sólo corre
Nuevamente a San Pedro…allí reza.
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De la Barca bajaron tus sueños
Y llegaron a aquella Madrid.
Donde el viejo Juglar deambulaba
Recitando la gesta del Cid.
Cataluña te vio combatiendo
Y Toledo, del Rey, Capellán.
Con honor diste vida al gran Crespo,
Con honores tu paso inmortal.
Tus villanos brillaron cual rayo,
Segismundo aún clama: Yo sueño...
Tus Mañanas de Abril y de Mayo
Tendrán siempre su sol Madrileño.
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En la misma Madrid de Don Pedro
Donde el Moro en combate se entrega,
Un poeta derecho, cual Cedro,
A nacido, y es Lope de Vega.
Este hombre de amores diversos
Desterrado por sátiras crueles,
Destinó, como Lorca, sus versos
A exaltar a su tierra y sus fieles.
Su carácter complejo e inquieto
Impulsor de su obra de ensueño,
Le valió de Cervantes el reto
De ser, El Fénix de los Ingenios.
Peribánez y La Hermosa Fea,
Rey eterno, os miro, y Ocaña,
El Isidro y La Dorotea,
Dieron su alma a la vieja España.
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No hubo pluma que no se rindiese
Al momento de tallar la piedra,
Ante el gran creador de Entremeses;
Don Miguel de Cervantes Saavedra.
Fuiste hijo de Alcalá de Henares,
Tal-vez como Arcipreste de Hita.
Más el viento de tantos azares
Te llevó donde el mundo palpita.
De Madrid a Sevilla y a Roma,
Del heroico Lepanto a la ingrata
Ocasión, que por años te toma
Prisionero en Argel por piratas.
Rescatado y al fin decidido
A emprender esa ardua tarea,
De empeñar cualquier forma de olvido,
Diste vida a La Galatea.
Por error del destino eres preso.
Por justicia del mismo, inocente.
y tu impronta de tristes sucesos,
A una triste figura presiente.
En revancha al injusto barrote,
Y a aquel doble arcabuz Otomano,
De la Mancha llegó Don Quijote
A decirte que nada fue en vano.
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A esa misma llanura manchega,
Otro hidalgo ingenioso y valiente
Fue a morir; Don Quevedo y Villegas.
Desterrado cual un penitente.
Poco antes, por mismo motivo:
La Moral. Que lo iguala a Plutarco,
Terminó varias veces cautivo
En la vieja prisión de San Marcos.
Como Alonso Quijano deseaba,
Deseó ser Don Francisco otro hombre.
Viendo al mundo cual él lo soñaba.
Pero el mundo no cambió de nombre.
Más la humilde palabra en sus labios
Tuvo sed de esa humilde fortuna.
Y apartó de su boca el resabio,
Y bebió de su sangrienta luna.
Luciano Cavido