CafePoetas es un Blog sin animo de lucro donde se rinde homenaje a poetas de ayer, hoy y siempre.

30 de abril de 2011

EL VENENO


El vino sabe revestir el más sórdido antro
De un lujo milagroso,
Y hace surgir más de un pórtico fabuloso
En el oro de su vapor rojizo,
Como un sol poniéndose en un cielo nebuloso.

El opio agranda lo que no tiene límites,
Prolonga lo ilimitado,
Profundiza el tiempo, socava la voluptuosidad,
Y de placeres negros y melancólicos
Colma el alma más allá de su capacidad.

Todo eso no vale el veneno que destila
De tus ojos, de tus ojos verdes,
Lagos donde mi alma tiembla y se ve al revés...
Mis sueños acuden en tropel
Para refrescarse en esos abismos amargos.

Todo esto no vale el terrible prodigio
De tu saliva que muerde,
Que sume en el olvido mi alma sin remordimiento,
¡Y, arrastrando el vértigo,
La rueda desfalleciente en las riberas de la muerte!

Charles Baudelaire

29 de abril de 2011

LO COMPRENDE MI CORAZON


Por fin lo comprende mi corazón:
Escucho un canto,
Contemplo una flor:
¡Ojalá no se marchiten!

Nezahualcoyotl

28 de abril de 2011

HUESPED SIN SOMBRA

(Del libro Reencuentro)




Nada deja mi paso por la tierra.
En el momento del callado viaje
he de llevar lo que al nacer me traje:
el rostro en paz y el corazón en guerra.

Ninguna voz repetirá la mía
de nostálgico ardor y fiel asombro.
La voz estremecida con que nombro
el mar, la rosa, la melancolía.

No volverán mis ojos renacidos
de la noche a la vida siempre ilesa,
a beber como un vino la belleza
de los mágicos cielos encendidos.

Esta sangre sedienta de hermosura
por otras venas no será cobrada.
No habrá manos que tomen, de pasada,
la viva antorcha que en mis manos dura.

Ni frente que mi sueño mutilado
recoja y cumpla victoriosamente.
Conjuga mi existir tiempo presente
sin futuro después de su pasado.

Término de mí misma, me rodeo
con el anillo cegador del canto.
Vana marea de pasión y llanto
en mí naufraga cuanto miro y creo.

A nadie doy mi soledad. Conmigo
vuelve a la orilla del pavor, ignota.
Mido en silencio la final derrota.
Tiemblo del día. Pero no lo digo.

Meira Delmar

27 de abril de 2011

PEQUEÑA CONFESION

En memoria de Serguei Esenin




Si, es cierto, gasté mis codos en todos los mesones.
Me amaron las doncellas y preferí a las putas.
Tal vez nunca debiera haber dejado
El país de techos de zinc y cercos de madera.

En medio del camino de la vida
Vago por las afueras del pueblo
Y ni siquiera aquí se oyen las carretas
Cuya música he amado desde niño.

Desperté con ganas de hacer un testamento
-ese deseo que le viene a todo el mundo-
pero preferí mirar una pistola
la única amiga que no nos abandona.

Todo lo que se diga de mí es verdadero
Y la verdad es que no me importa mucho.
Me importa soñar con caminos de barro
Y gastar mis codos en todos los mesones.

"Es mejor morir de vino que de tedio"
Sin pensar que pueda haber nuevas cosechas.
Da lo mismo que las amadas vayan de mano en mano
Cuando se gastan los codos en los mesones.

Tal vez nunca debí salir del pueblo
Donde cualquiera puede ser mi amigo.
Donde crecen mis iniciales grabadas
En el árbol de la tumba de mi hermana.

El aire de la mañana es siempre nuevo
Y lo saludo como un viejo conocido,
Pero aunque sea un boxeador golpeado
Voy a dar mis últimas peleas.

Y con el orgullo de siempre
Digo que las amadas pueden ir de mano en mano
Pues siempre fue mío el primer vino que ofrecieron
Y yo gasto mis codos en todos los mesones.

Como de costumbre volveré a la ciudad
Escuchando un perdido rechinar de carretas
Y soñaré techos de zinc y cercos de madera
Mientras gasto mis codos en todos los mesones.

Jorge Teillier

26 de abril de 2011

CLAUDIA


Con hermana y cuñado veranea
En quinta señoril, sobre un ribazo,
Asiento y gracia de salubre aldea.
Y no para en el rústico regazo;
Y es como una paloma que aletea
Por eludir o quebrantar un lazo.

¡Un amor doloroso e inconfeso
que le punza la sien como una espina,
y que le sella el labio como un beso;
y que no es como un fruto que se inclina
en débil fibra, por el grave peso,
y cae a la primera ventolina!

Como helénica estatua, por la suma
Corrección de la forma; tez morena;
Negro y lustre de corvina pluma
En la rizada y pródiga melena;
Y ojos que afectan, en su gris de bruma,
Transparencias de linfa sobre arena.

¡Y qué voz! ¡Cómo vibra en cada nota!
Cambia de timbre y tono en un instante.
Emperlada y sutil fluye y borbota,
Cual por lecho de guijas onda errante;
Y en transición violenta rompe y brota
Con aristas que hirieran el diamante.

¡Hermosura infeliz! Arrostra y huella
fiero cráter; y a guisa de aureola,
ciñe y carga en la frente una centella.
A un deber sacrantísimo se inmola;
Y arde con el sigilo de una estrella
En los nublados indistinta y sola.

Prueba coraza en donde sufre injuria;
Halla en su doble ser ímpetu y traba;
Y hervorosa de honor y de lujuria,
Y a un mismo tiempo meritoria y prava,
Muestra el pesar, la humillación, la furia
De una deidad que se sintiera esclava.

Huye del trato y se resiste al brillo;
Y busca en el encierro una quimera:
La paz del corazón puro y sencillo.
¡Como si por milagro consiguiera,
al golpe de la puerta en el pestillo,
burlar sus cuitas y dejarlas fuera!

En pequeño batel hiende la rada,
Rigiendo con primor caña y escota;
Y dice a la tormenta: ¡"camarada"!
Y en el peligro y sin temerlo flota;
¡Y de todo su afán no arroja nada
En su curso y su grito de gaviota!

¡Pobre mujer! Al rayo de la Luna,
pasea su desvelo y su histerismo,
lamentando el rigor de su fortuna.
Conversa con un faro del abismo;
Y a los misterios de la noche aduna
Su secreto, su oprobio, su heroísmo.

¡Admirable amazona la doncella!
Pide un corcel, y en el sillín de planta
nerviosa y ágil, cimbradora y bella;
y parte con un nudo en la garganta;
y compele y fustiga y atropella...
¡y a su cruel torcedor no se adelanta!

Porta en alto su nombre, como el lirio
Su estambre, la palmera su verdura,
Su airón el casco, su fulgor el cirio,
La fe su emblema y el volcán su albura
Y a veces los antojos de un delirio
Infiernan a la extraña criatura.

Y en el espasmo súbito que al vuelo
De la colgante y columpiada soga
Muere y crispa las carnes del chicuelo-,
Claudia, gime, se increpa, se desfoga,
Y a pezones erguidos mira el cielo,
Y aun osa blasfemar, porque se ahoga.

Y luego ante una efigie se arrodilla;
Y ¡ay! No logra en la espuma del torrente
Aferrarse a la rama de la orilla.
Plañe y ora, confusa y penitente;
¡Dase a Dios, azorada y amarilla;
Y en un vértigo va por la corriente!

¡Ciega y tenaz la religión del triste
que demanda mercedes que no alcanza
y en adorar por obtener insiste!
¡Cándida y portentosa confianza
en una providencia que no existe
en otra inmensidad que la esperanza!


* * *

Cabe un lago de múrice, - como radial corona,
O escudo excelso y nítido, el Sol occiduo esplende;
Y por el claro piélago inflada y sesga lona
Resbala, con un ósculo del astro que desciende.

El mísero casucho y la soberbia granja
ostentan igual fausto, bermejo al par que blondo;
Y entre plomizas nubes aurina y crespa franja
Corta de Oriente a Ocaso el curvo y zarco fondo.

¡Mirífico el paisaje! Cromáticos vapores
ruedan en copos fusiles, que un hálito desliga;
y de arrebol purpúreos los bueyes aradores
surcan los mondos predios y mugen de fatiga.

En áspera y herbosa ladera que dilata
sus pliegues en profuso y ameno desarrollo,
lanuda grey blanquea, como bullente plata
que sobre ponto glauco revela oculto escollo.

En el confín las cumbres, cubiertas de celajes,
suspenden y subliman la extremidad agreste.
Así en pos de un prócer las manos de los pajes
levantan y sustentan la fimbria de la veste.

El fango en la hondonada resulta pedrería;
los pájaros gorjean en tumultuario coro;
y oblicuo el trapo túrgido, el barquichuelo estría
un mar que arruga en rasos el índigo y el oro.

Pero por amplio rumbo, abajo abierto adrede,
la nave se rellena de líquido salobre.
La tarde se destiñe y a la penumbra cede
y el magno dombo asume la pátina del cobre.

Obscuro y vago aspecto de lira se dibuja
al Noroeste; rachas con lúgubre armonía
llegan; y el agua es cólera que gruñe y salta y puja
y con fragor voltea nevada serranía.

Y cual humoso aroma venido por encanto
desde una catacumba que la piedad inciensa,
yna melancolía de iglesia y campo santo
se añade augusta y fúnebre a la borrasca intensa.

Sentada en el esquife, y con sayal de luto,
y sueltos en dos alas convulsas los cabellos,
y el firmamento el rostro, ya cárdeno y enjuto,
la joven ve apagarse los últimos destellos.

Y en su ánimo y orgullo, que de temblar la eximen
se forja en la catástrofe patrañas prodigiosas.
Figúrase que reina en el horror de un crimen
tan grande, que perturba el orden de las cosas.

Rabia y estruendo y caos. Ni un plácido reflejo.
Ni rútilos encajes, ni sábanas carmíneas.
¡Hostil y enorme cúpula, como de bronce viejo,
arquea, parda y próxima, sus implacables líneas!

¡Hora siniestra y larga, fatídica y suprema!
el bote combatido e hidrópico se hunde;
y cual de miedo loca, la vela en jiras trema
en las silbantes ráfagas; y la tiniebla cunde.

¡Ola que airada y túmida y resonante meces
en tus agruras íntimas el trágico despojo:
ten lástima y resérvalo al hambre de los peces,
o recogido y grávido publicará un sonrojo!

Salvador Diaz Miron

25 de abril de 2011

INCOHERENCIAS

Para José I. Bandera




Yo tuve un ideal, ¿en dónde se halla?
Albergué una virtud, ¿por qué se ha ido?
Fui templado, ¿do está mi recia malla?
¿En qué campo sangriento de batalla
me dejaron así, triste y vencido?

¡Oh, Progreso, eres luz! ¿Por qué no llena
tu fulgor mi conciencia? Tengo miedo
a la duda terrible que envenena,
y que miras rodar sobre la arena
¡y, cual hosca vestal, bajas el dedo!

¡Oh, siglo decadente, que te jactas
de poseer la verdad!, tú que haces gala
de que con Dios, y con la muerte pactas,
devuélveme mi fe, yo soy un Chactas
que acaricia el cadáver de su Atala...

Amaba y me decías: ,
y murió mi pasión; luchaba fiero
con Jesús por coraza, triza a triza,
el filo penetrante de tu acero.

¡Tengo sed de saber y no me enseñas;
tengo sed de avanzar y no me ayudas;
tengo sed de creer y me despeñas
en el mar de teorías en que sueñas
hallar las soluciones de tus dudas!

Y caigo, bien lo ves, y ya no puedo
batallar sin amor, sin fe serena
que ilumine mi ruta, y tengo miedo...
¡Acógeme, por Dios! Levanta el dedo,
vestal, ¡que no me maten en la arena!

Amado Nervo

24 de abril de 2011

EL CANTAR DE MIS CANTARES


Cuando los vientos murmuradores
llevan los ecos de mi laúd
con los acentos de mis amores
resuena un nombre, que de rumores
pasa llenando la esfera azul.

Que en ese nombre que tanto adoro
y al labio acude con dulce afán,
de aves y brisas amante coro,
rumor de espumas, eco sonoro
de ondas y palmas y bosques hay.

Y para el alma que en ese ambiente
vive y respira sin inquietud,
y las delicias del cielo siente,
guarda ese nombre puro y ferviente
todo un poema de amor y luz.

Quisqueya ¡oh, Patria! ¿Quién, si en tu suelo
le dio la suerte nacer feliz,
quién, si te adora con fiel desvelo,
cuando te nombra no oye en su anhelo
músicas gratas reproducir?

Bella y hermosa cual la esperanza,
lozana y joven, así eres tú;
a copiar nunca la mente alcanza
tus perfecciones, tu semejanza,
de sus delirios en la inquietud.

Tus bellos campos que el sol inunda,
tus altas cumbres de enhiesta sien,
de tus torrentes la voz profunda,
la palpitante savia fecunda
con que la vida bulle en tu ser,

todo seduce, todo arrebata,
todo, en conjunto fascinador,
en armoniosa corriente grata,
hace en tu suelo la dicha innata
y abre horizontes a la ilusión.

Y ¡ay, si oprimirte con mano ruda
quiere en su saña la iniquidad!
Tu espada pronto brilla desnuda,
te alzas potente, y en la lid cruda
segando lauros triunfante vas.

Naturaleza te dio al crearte
belleza, genio, fuerza y valor;
y es mi delirio con fe cantarte
y entre lo grande siempre buscarte
con el empeño del corazón.

Por eso el alma te buscó un día
con ansia ardiente, con vivo afán,
entre las luchas y la porfía
y entre los triunfos de gallardía
con que el progreso gigante va.

Mas ¡ay! en vano pregunté ansiosa
si entre el tumulto cruzabas tú:
llevó la brisa mi voz quejosa;
silencio mudo, sombra enojosa
miré en tu puesto solo y sin luz.

Tú, la preciada, la libre Antilla,
la más hermosa perla del mar,
la que de gloria radiante brilla
¿huyes la senda que ufana trilla
con planta firme la humanidad?

A tu corona rica y luciente
falta la joya de más valor;
búscala presto, que ya presiente
para ti el alma, con gozo ardiente,
grandes victorias de bendición.

¡Patria bendita! ¡Numen sagrado!
¡Raudal perenne de amor y luz!
Tu dulce nombre siempre adorado,
que el pecho lleva con fe grabado,
vibra en los sones de mi laúd.

Y pues que mueve nombre tan puro
de mis cantares la inspiración,
y ansiando vivo tu bien seguro,
la sien levanta, mira al futuro,
y oye mis cantos, oye mi voz!

Salome Ureña de Henriquez

23 de abril de 2011

OASIS




Así como un verdor en el desierto,
con sombra de palmeras y agua caritativa,
quizás sea tu amor lo que me sobreviva,
viviendo en un poema después que yo haya muerto.

En ese canto, cada vez más mío,
voces indiferentes repetirán mi pena,
y tú has de ser entonces como un rastro en la arena,
casi como una nube que pasa sobre un río...

Tú serás para todos una desconocida,
tú que nunca sabrás cómo he sabido amarte;
y alguien, tal vez, te buscará en mi arte,
y al no hallarte en mi arte, te buscará en mi vida.

Pero tú no estarás en las mujeres
que alegraron un día mi tristeza de hombre:
Como oculté mi amor sabré ocultar tu nombre,
y al decir que te amo, nunca diré quién eres.

Y dirán que era falsa mi pasión verdadera,
que fue sólo un ensueño la mujer que amé tanto;
o dirán que era otra la que canté en mi canto,
otra, que nunca amé ni conocí siquiera

Y así será mi gloria lo que fue mi castigo,
porque, como un verdor en el desierto,
tu amor me hará vivir después que yo haya muerto,
pero cuando yo muera, ¡tú morirás conmigo!

Jose Angel Buesa

22 de abril de 2011

A LA PATRONA DE MI PUEBLO


Señora: llego a Ti
desde las tenebrosas anarquías
del pensamiento y la conducta, para
aspirar los naranjos
de elección, que florecen
en tu atrio, con una
nieve nupcial... Y entro
a tu Santuario, como un herido
a las hondas quietudes hospicianas
en que sólo se escucha
el toque saludable de una esquila.

Vestida de luto eres,
nuestra Señora de la Soledad,
un triángulo sombrío
que preside la lúcida neblina
del valle; la arboleda que se arropa
de las cocinas en el humo lento;
la familiaridad de las montañas;
el caserío de estallante cal;
el bienestar oscuro del rebaño,
y la dicha radiante de los hombres.

Señora: cuando ingreso a la comarca
que riges con tus lágrimas benévolas,
y va la diligencia fatigosa.

Sobre la sierra, y van los postillones
cantando bienandanza o desamor,
súbita surge la lección esbelta
y firme de tus torres, y saludo
desde lejos tu altar.

Tú me tienes comprado en alma y cuerpo.

Cuando la pesarosa
dueña ideal de mi primer suspiro,
recurre desolada
a tus plantas, y llora mansamente,
nunca has dejado de envolverla en el
descanso de tus hijas predilectas.

Me acuerdo de una tarde
en que, cómo una reina
que acaba de abdicar,
salía por el atrio de naranjos
y llevaba en la frente
el lucero novísimo
de tu consolación.

Confortándola a Ella, Tú me obligas
como si con la orla
dorada de tu manto,
agitases un soplo
del Paraíso a flor de mi conciencia.

Porque siempre un lucero
va a nacer de tus manos
para la hora en que Ella
te implore, Tú me tienes
comprado en cuerpo y alma.

En las noches profanas
de novenario (orquestas
difusas, y cohetes
vívidos, y tertulias
de los viejos, y estrados
de señoritas sobre
la regada banqueta)
hay en tus torres ágiles
una policromía de faroles
de papel, que simulan
en la tiniebla comarcana un tenue
y vertical incendio.

Yo anhelo, Señora,
que en mi tiniebla pongas para siempre
una rojiza aspiración, hermana
del inmóvil incendio de tus torres,
y que me dejes ir
en mi última década
a tu nave, cardíaco
o gotoso, y ya trémulo,
para elevarte mi oración asmática
junto al mismo cancel
que oyó mi prez valiente,
en aquella alborada en que soñé
prender a un blanco pecho
una fecunda rama de azahar.

Ramon Lopez Velarde

21 de abril de 2011

PRIMERA IMPRESION DE GRANADA


Dejadme que embebido y estático respire
las auras de este ameno y espléndido pensil.

Dejadme que perdido bajo su sombra gire;
dejadme entre los brazos del Dauro y del Genil.

Dejadme en esta alfombra mullida de verdura,
cercado de este ambiente de aromas y fresura,
al borde de estas fuentes de tazas de marfil.

Dejadme en este alcázar labrado con encajes,
debajo de este cielo de límpidos celajes,
encima de estas torres ganadas a Boabdil.

Dejadme de Granada en medio del paraíso
do el alma siento henchida de poesía ya:

dejadme hasta que llegue mi término preciso
y un canto digno de ella la entonaré quizá.

Si, quiero en esta tierra mi lápida mortuoria;

¡Granada!... tú el santuario de la española gloria:
tu sierra es blanca tienda que el pabellón te da,
tus muros son el cerco de un gran jarrón de flores,
tu vega un chal morisco bordado de colores,
tus torres son palmeras en que prendido está.

¡Salve, oh ciudad en donde el alba nace
y donde el sol poniente se reclina:
donde la niebla en perlas se deshace
y las perlas en plata cristalina:
donde la gloria entre laureles yace
y cuya inmensa antorcha te ilumina;
santuario del honor, de la fe escudo,
sacrosanta ciudad, yo te saludo!

Jose Zorrilla

20 de abril de 2011

EL NIÑO BUENO


No sabré desatarme los zapatos y dejar que la ciudad me muerda los pies
no me emborracharé bajo los puentes, no cometeré faltas de estilo.

Acepto este destino de camisas planchadas,
llego a tiempo a los cines, cedo mi asiento a las señoras.

El largo desarreglo de los sentidos me va mal. Opto
por el dentífrico y las toallas. Me vacuno.

Mira qué pobre amante, incapaz de meterse en una fuente
para traerte un pescadito rojo
bajo la rabia de gendarmes y niñeras.

Julio Cortazar

19 de abril de 2011

CALENDARIO


Entre gritos y suspiros aprehendí tu alfabeto.

Hiedra en el muro
me sustento.

Construí secretos pasadizos hacia ti.

A mi acantilada soledad le diste aliento,
pasión a mis indescifrables instintos,
dicha a mis trozos de invierno.

Fui presente que tu boca delineó en el paraíso,
en el pasado tu cuerpo agua fue en mi cuerpo,
de tristezas compartidas construimos un futuro.

Hoy emergen los murmullos...
calendario de recuerdos.

Lina Zeron

18 de abril de 2011

TRIPTICO


I

Tendido
entre lo blanco,
la vi.
Se aproximaba.
Las pupilas baldías,
el cuerpo inhabitado,
sin cabellos,
sin labios, inasible,
vacía;
junto a mí
a mi lado...
¡Toda hecha de nada!
Se sentó.
¿Me esperaba?
La miré.
Me miraba.

II

Ya estaba entre sus brazos
de soledad,
y frío,
acalladas las manos,
las venas detenidas, sin un pliegue en los párpados,
en la frente,
en las sábanas;
más allá de la angustia,
desterrado del aire,
en soledad callada,
en vocación de polvo,
de humareda,
de olvido.

III

¿Era yo,
la voz muerta,
los dientes de ceniza,
sin brazos,
bajo tierra,
roído por la calma,
entre turbias corrientes,
de silencio,
de barro?
¿Era yo,
por el aire,
ya lejos de mis huesos,
la frente despoblada,
sin memoria,
ni perros,
sobre tierras ausentes,
apartado del tiempo,
de la luz,
de la sombra;
tranquilo,
transparente?

Oliverio Girondo

17 de abril de 2011

MENINA DO MATO



Menina do mato…
Menina da cidade…
Sou de lá…
Não sou de cá…
Mas orgulho-me…
E digo com prazer…
Menina do mato…
Pois ser da cidade…
Não tem de ser…
Sinal de inteligência…
Concerteza não é mesmo…
Porque a cidade atrofia…
Pode deslumbrar…
E as luzes podem fazer mal…
E é bom…
Que a inteligência …
Se expanda…
E se cultive…
E é bom…
Sentir-me do mato…
E sentir…
No meu peito…
O amor por quem me rodeia…
E sentir com loucura…
A força que o mato me deu!…

Lili Laranjo

16 de abril de 2011

LA NOCHE PURA


Floreció, con la lluvia, en los jardines,
El cándido jazmín de primavera.
La noche, cual profunda enredadera,
Cuaja también en luz claros jazmines...

Leopoldo Lugones

15 de abril de 2011

MISTICO

(Para la muerta niña)




Envuelta en una magia de rosados candores,
sobre un reclinatorio de nardos y azahares,
tu cuerpecito lleno de inocentes temblores
dormía su narcisismo, ajeno a las pesares.

Velaba tu alma honesta vago romanticismo:
doradas mariposas, quiméricos jardines,
fuentecillas gimiendo en su solitarismo
como un encantamiento de notas de violines.

Abismada en el prisma que la niñez ponía
ante tus ojos, negros como los sinsabores,
tu vida era crátera de rica fantasía.

Y, núcleo de una alegre cáfila de rumores,
eras como el preludio de suave melodía
que el céfiro nocturno remeda entre las flores.

Luis Pales Matos

14 de abril de 2011

LA DIAMELA


Dióme un día una bella porteña,
que en mi senda pusiera el destino,
una flor cuyo aroma divino
llena el alma de dulce embriaguez;
me la dio con sonrisa halagüeña,
matizada de puros sonrojos,
y bajando hechicera los ojos,
incapaces de engaño y doblez.

En silencio y absorto toméla
como don misterioso del cielo,
que algún ángel de amor y consuelo
me viniese, durmiendo, a ofrecer;
en mi seno inflamado guardéla,
con el suyo mezclando mi aliento,
y un hechizo amoroso al momento
yo sentí por mis venas correr.

Desde entonces, do quiera que miro
allí está la diamela olorosa,
y a su lado una imagen hermosa
cuya frente respira candor;
desde entonces por ella suspiro,
rindo el pecho inconstante a su halago,
con su aroma inefable me embriago,
a ella sola consagro mi amor.

Esteban Echeverria

13 de abril de 2011

EL ESPEJO Y LA VERDAD


En uno de los viajes
Que tuvo la mala idea
De hacer no sé con qué objeto
La Verdad sobre la tierra,
Oyó de un espejo amigo
Sentidas y amargas quejas.

«¿De qué me sirve decía
Que, fiel a tus advertencias,
Repita forma y colores
Con semejanza perfecta,

Lo mismo al pobre mendigo
Y al que nada en la opulencia,
Al labrador y al herrero
Como a los reyes y reinas,
Y diga la verdad pura
Sin rodeos ni cautelas?

Vanse de mí satisfechos,
Aunque increíble parezca,
Igualmente los hermosos
Que los de horrible presencia.

Digo a un viejo: «Esa peluca
Se ve desde media legua.»
Y él va muy hueco pensando
«Nadie que es peluca acierta.»

Dígole: «Tienes arrugas»,
A una remilgada vieja,
Y ella piensa allá entre sí:
«Pues tengo la cara tersa.»

Pónese el chato narices,
Otro va y se las cercena,
El gordo se quita carnes,
El que es flaco las aumenta,

Multiplícase el pequeño,
El que es muy alto se resta,
Y, en fin, a ninguno he oído:
«¡Qué feo soy! o «¡qué fea!»

Si algún remedio eficaz
No buscas de esta epidemia,
Teme que tu santo imperio
Del mundo desaparezca.»

«No, respondió la Verdad
Con la faz grave y serena
Mi dominación es justa
Y será por eso eterna.

Si tal vez por excepción
Se sustrae el hombre a ella,
Esta excepción que te irrita
Casos hay en que aprovecha.

Di: ¿si sordo el amor propio
A tus verdades no fuera,
Cómo se consolarían
Los horribles y las feas?

¿Qué mal hay si va una joven,
Muy erguida y satisfecha,
Su fealdad ostentando
Como si fuera belleza?

¡Es ridícula! ¿Qué importa
Siempre que dichosa sea?
Abunda la vanidad
Porque el mérito escasea,
Y en paz vive cada cual
Ignorando su miseria.»

Al ver un ente risible
Que hueco se pavonea,
Más vano por sus defectos
Que otros hay con sus bellezas,

Los sabios de brocha gorda
El absurdo cacarean,
Y el hombre bueno y prudente
Bendice a la Providencia.

Concepción Arenal

12 de abril de 2011

TU AMOR



Tu amor, esclavo, es como un sol muy fuerte:
Jardinero de oro de la vida,
Jardinero de fuego de la muerte,
En el carmen fecundo de mi vida.

Pico de cuervo con olor de rosas,
Aguijón enmelado de delicias
Tu lengua es. Tus manos misteriosas
Son garras enguantadas de caricias.

Tus ojos son mis medianoches crueles,
Panales negros de malditas mieles
Que se desangran en mi acerbidad;

Crisálida de un vuelo del futuro,
Es tu abrazo magnífico y oscuro
Torre embrujada de mi soledad.



Delmira Agustini

11 de abril de 2011

VIAJE ALADO



Hoy me acerco a tu alma
con las manos amarillas de pájaros.
La mirada corriendo por el cielo,
y una leve llovizna entre mis labios.

Saltando claridades
he recogido el sol en los tejados,
y una nube ligera que pasaba
me prestó sus sandalias de aire blando.

La tierra se ha colgado a mis sandalias
y es un tren de emoción hasta tus brazos,
donde las rosas sin querer se fueron
unidas a la ruta de mi canto.

La tragedia del mundo
de mi senda de amor se ha separado,
y hay un aire muy suave en cada estrella
removiéndome el polvo de los años.

Hasta mi cara en vuelo
las cortinas del mar se me treparon,
y mis ojos se unieron a los ojos
de todas las pupilas del espacio.

Anudando emociones
sorprendí una sonrisa entre mis manos
caída desde el pájaro más vivo
que se asomó a mirar mi viaje alado.

Por encima del ruido de los hombres
una larga ilusión se fue rodando,
y dio a inclinar la sombra de mi mente
en el rayo de luz de tu regazo.

Como corola al viento,
todo el cosmos abrióseme a mi paso,
y se quedó en el pétalo más rosa
de esta flor de ilusión que hasta ti alargo...

Julia de Burgos

10 de abril de 2011

CAPRICHO


Escrútame los ojos sorpréndeme la boca,
sujeta entre tus manos esta cabeza loca;
dame a beber veneno, el malvado veneno
que moja los labios a pesar de ser bueno.

Pero no me preguntes, no me preguntes nada
de por qué lloré tanto en la noche pasada;
las mujeres lloramos sin saber, porque sí.
Es esto de los llantos pasaje baladí.

Bien se ve que tenemos adentro un mar oculto,
un mar un poco torpe, ligeramente estulto,
que se asoma a los ojos con bastante frecuencia
y hasta lo manejamos con una dúctil ciencia.

No preguntes amado, lo debes sospechar:
en la noche pasada no estaba quieto el mar.
Nada más. Tempestades que las trae y las lleva
un viento que nos marca cada vez costa nueva.

Sí, vanas mariposas sobre jardín de Enero,
nuestro interior es todo sin equilibrio y huero.
Luz de cristalería, fruto de carnaval
decorado en escamas de serpientes del mal.

Así somos, ¿no es cierto? Ya lo dijo el poeta:
deseamos y gustamos la miel en cada copa
y en el cerebro habemos un poquito de estopa.

Bien. No, no me preguntes. Torpeza de mujer,
capricho, amado mío, capricho debe ser.
Oh, déjame que ría. ¿No ves que tarde hermosa?
Espínate las manos y córtame una rosa.

Alfonsina Storni

9 de abril de 2011

HABLANDO UN AUSENTE A LA FUENTE


Lloras, oh solitario, y solamente
tu llanto te acompaña, que, lloroso,
el eco usurpa deste valle umbroso
y el triste oficio desta dulce fuente.

¡Ay, cómo en escucharte alivio siente
mi pecho, en sus diluvios caudaloso!
A no ser natural tu son quejoso,
mereciera una ausencia tu corriente.

Lloremos juntos, pues, y dure tanto
que al brío desta fuente presurosa
le dilate sus términos el llanto.

Mas vencerá mi ausencia querellosa,
pues de una ausente ingrata el dulce encanto
es causa a más efectos poderosa.

Luis Carrillo de Sotomayor

8 de abril de 2011

LOS DONES DE LAS HADAS


Había gran asamblea de hadas para proceder al reparto de dones entre todos los recién nacidos llegados a la vida en las últimas veinticuatro horas.

Todas aquellas antiguas y caprichosas hermanas del Destino; todas aquellas madres raras del gozo y del dolor, eran muy diferentes: tenían unas aspecto sombrío y ceñudo; otras, aspecto alocado y malicioso; unas, jóvenes que habían sido siempre jóvenes; otras, viejas que habían sido siempre viejas.

Todos los padres que tienen fe en las hadas habían acudido, llevando cada cual a su recién nacido en brazos.

Los dones, las facultades, los buenos azares, las circunstancias invencibles habíanse acumulado junto al tribunal, como los premios en el estrado para su reparto. Lo que en ello había de particular era que los dones no servían de recompensa a un esfuerzo, sino, por el contrario, eran una gracia concedida al que no había vivido aún, gracia capaz de determinar su destino y convertirse lo mismo en fuente de su desgracia que de su felicidad.

Las pobres hadas estaban ocupadísimas, porque la multitud de solicitantes era grande, y la gente intermediaria puesta entre el hombre y Dios está sometida, como nosotros, a la terrible ley del tiempo y de su infinita posteridad, los días, las horas, los minutos y los segundos.

En verdad, estaban tan azoradas como ministros en día de audiencia o como empleados del Monte de Piedad cuando una fiesta nacional autoriza los desempeños gratuitos. Hasta creo que miraban de tiempo en tiempo la manecilla del reloj con tanta impaciencia como jueces humanos que, en sesión desde por la mañana, no pueden por menos de soñar con la hora de comer, con la familia y con sus zapatillas adoradas. Si en la justicia sobrenatural hay algo de precipitación y de azar, no nos asombremos de que ocurra lo mismo alguna vez en la justicia humana. Seríamos nosotros, en tal caso, jueces injustos.

También se cometieron aquel día ciertas ligerezas que podrían llamarse raras si la prudencia, más que el capricho, fuese carácter distintivo y eterno de las hadas.

Así, el poder de atraer mágicamente a la fortuna se adjudicó al único heredero de una familia riquísima, que, por no estar dotada de ningún sentido de caridad y tampoco de codicia ninguna por los bienes más visibles de la vida, habían de verse más adelante prodigiosamente enredados entre sus millones.

Así, se dio el amor a la Belleza y a la Fuerza poética al hijo de un sombrío pobretón, cantero de oficio, que de ninguna manera pedía favorecer las disposiciones ni aliviar las necesidades de su deplorable progenitura.

Se me olvidaba deciros que el reparto, en casos tan solemnes, es sin apelación, y que no hay don que pueda rehusarse.

Levantábanse todas las hadas, creyendo cumplida su faena, porque ya no quedaba regalo ninguno, largueza ninguna que echar a toda aquella morralla humana, cuando un buen hombre, un pobre comerciantillo, según creo, se levantó, y cogiendo del vestido de vapores multicolores al hada que más cerca tenía, exclamó:

«¡Eh! ¡Señora! ¡Que nos olvida! Todavía falta mi chico. No quiero haber venido en balde.»

El hada podía verse en un aprieto, porque nada quedaba ya. Acordose a tiempo, sin embargo, de una ley muy conocida, aunque rara vez aplicada, en el mundo sobrenatural habitado por aquellas deidades impalpables amigas del hombre y obligadas con frecuencia a doblegarse a sus pasiones, tales como las hadas, gnomos, las salamandras, las sílfides, los silfos, las nixas, los ondinos y las ondinas -quiero decir de la ley que concede a las hadas, en casos semejantes, o sea en el caso de haberse agotado los lotes, la facultad de conceder otro, suplementario y excepcional, siempre que tenga imaginación bastante para crearlo de repente.

Así, pues, la buena hada contestó, con aplomo digno de su rango: «¡Doy a tu hijo..., le doy... el don de agradar!»

«Pero, ¿agradar cómo? ¿Agradar?... ¿Agradar por qué?» -preguntó tenazmente el tenderillo, que sin duda sería uno de esos razonadores tan abundantes, incapaz de levantarse hasta la lógica de lo absurdo.

«¡Porque sí! ¡Porque sí!» -replicó el hada colérica, volviéndole la espalda; y al incorporarse al cortejo de sus compañeras, les iba diciendo-: «¿Qué os parece ese francesito vanidoso, que quiere entenderlo todo, y que, encima de lograr para su hijo el don mejor, aun se atreve a preguntar y a discutir lo indiscutible?»

Charles Baudelaire

7 de abril de 2011

PAULINO LUCERO

PAULINO LUCERO
O
LOS GAUCHOS DEL RÍO DE LA PLATA...
de: HILARIO ASCASUBI (1807 - 1875)











Martín

¡Amigo! De aquella loma
que atrás del monte se ve,
apenas lo devisé,
dije: aquel mozo que asoma
se me hace por la presencia
ser el paisano Lucero;
y felizmente, aparcero,
me ha salido...

Lucero

A la evidencia:
porque como nunca juyo
de esta causa en el afán;
y como dice un refrán,
en un pie a tu tierra, grullo,
cuanto el general Urquiza
¡a quien lo conserve Dios!
pegó el grito: "Vamonós
contra Rosas", a la prisa,
como es justa la contienda,
por lo justo, al grito yo,
decidido, del Cuaró
me vine a tirar la rienda
frente de Cualeguaychú
y al Uruguay me azoté
y lueguito me largué,
a saber de su salú.
¿Y mi aparcera?

Martín

Buenaza,
siempre mentándolo a usté.
Vaya, aparcero, apiesé;
ya sabe que está en su casa,
y no precisa...

Lucero

Al momento:
velay refalo el recao
y me pongo a su mandao.

Martín

Adelante: tome asiento.

Lucero

Pues, mire, amigo Sayago,
yo al venir me presumía
que no me conocería
al volver por este pago.
Pero si usté a la fortuna
es igual en la memoria,
ya puede hacer vanagloria
de conocedor: ¡ahijuna!

Martín

Lo que yo estoy conociendo
es que usté viene templao
y, como siempre, alentao.
Conque, váyame diciendo:
¿Diadónde sale?

Lucero

¡Chancita!
De lejas tierras, cuñao,
después de haberme troteao
media América enterita.
De suerte que de mulita
ya nada tengo, ¡qué Cristo!
pues con las cosas que he visto
en tanto como he andao,
de todo estoy enterao
y para todo estoy listo.

Pero, paisano Martín,
yo creiba que su amistá
con mi larga ausiencia ya
hubiese aflojao al fin.
Ya ve que ¡siete años largos
sin vernos hemos pasao!
¡Y cómo estoy de arrugao
por tantos ratos amargos!...
Así, yo hubiera apostao
a que me desconocía,
y que ni mentas haría
de mí.

Martín

Se había equivocao:
y lejos de eso, aparcero,
tan presente lo he tenido
que lo hubiera distinguido
en el mayor entrevero.
Digo esto, en la persuasión
que usté en la otra tremolina
habrá andao de garabina,
por supuesto, y de latón;
sobre el pingo noche y día
peliando al divino ñudo,
medio en pelota o desnudo
y con la panza vacía.

Pero ya por estos pagos,
lo mesmo que por su tierra,
se anda por concluir la guerra
y las matanzas y estragos,
bajo la suposición
de que no corcoviará
Rosas, y se allanará
a organizar la nación
por el orden federal,
que Entre Ríos y Corrientes
han proclamado valientes,
y han de sostener... ¿qué tal?

Lucero

¡Muy lindo!... pero... veremos;
porque ese Rosas, amigo,
¡es tan diablo... pucha, digo!
¡Cuántos males le debemos!
Y aunque usté haiga forcejeao
en otro tiempo por él,
éste no es el tiempo aquél,
y se habrá desengañao...

Martín

¿Forcejeao, dijo? Se engaña:
por un deber he seguido,
siempre medio persuadido
que Rosas es un lagaña.

Lucero

¿Medio no más, aparcero?
¿O se le hace rana el sapo?
¿A que si se lo destapo
se persuade por entero?
¡Es un tigre hasta morir,
con unas garras que asusta!
Y a ese respeuto, si gusta,
le explicaré mi sentir.

Martín

¡Pues no!, amigo: desde luego
prosiga, y déle por ahi:
y arme un cigarro, velay,
también voy a darle fuego.

Lucero

No... deje estar... ¡Voto a bríos!
¡Maldito sea el rosín!
¡Por Cristo! amigo Martín,
he perdido los avios.
¡Ah, bruto! ¡si ha corcoviao
hasta cortarme la cincha,
y todavía relincha;
y mire, se ha revolcao!

Martín

Tiene laya de buenazo
y bellaco...

Lucero

Sin piedá,
pero de conformidá,
que luego es ¡superiorazo!

Hoy cuasi me descompuso,
porque en pelos me dejó,
y ya también se bolió,
pero salí, ¡como un huso!

Martín

¡Ah, gaucho!... Vení, Ramón;
velay, agarrá ese overo,
y acollarálo ligero
al zaino viejo rabón.
¿No será algún pescuecero
su redomón, ño Paulino,
que saque por el camino
a la rastra a mi aguatero?
No le hace: andá y del tirón
traite el mate y la caldera;
vaya, hijito, y de carrera
cebenós un cimarrón.

Lucero

Pues, yo crei que usté viviera
siempre en la otra población,
y hoy al darle el madrugón
me encontré con la tapera.
Luego me pude informar
de su salú y paradero,
y en la cruzada al overo
se le antojó retozar.

Martín

¡Voto alante! En fin ya ve,
después de tanto rodar,
me he conseguido afirmar
siempre en la costa del Clé:
donde en otro tiempo, amigo,
cuanto rancho he levantao,
lueguito me lo han quemao,
como si fuera castigo;
hasta hoy que, como la rosa,
vivo y puedo trabajar
con miras de adelantar,
si Dios no manda otra cosa.

Pues acá de varios modos,
siendo los hombres honraos,
todos viven sosegaos
y ganan su vida todos,
mediante la protección
que el gobernador Urquiza
al pobre que la precisa
le presta de corazón.
Así, el hombre es bendecido,
como bajado del cielo,
después de tanto desvelo
y atraso que hemos sufrido.

Lucero

Que dure es lo menester,
y pronto, amigo, verá
que esta provincia será
feliz como debe ser,
porque la naturaleza
y Dios mesmo se ha esmerao
en darle como le ha dao
en su suelo su riqueza.

Corriendo la agua a raudales
por sus ríos caudalosos,
y de ahi sus montes frondosos,
sus campos y pastizales.
Luego sus puertos y haciendas
su trajín y produciones...
¿No valen más estos dones,
que ejércitos y contiendas
sin término? ¿Y para qué?
Para que al fin el tirano
llegue a ser el soberano
de estos pagos.

Martín

Riasé
del Supremo y de su antojo,
pues, para tal pretender,
Rosas no debía ser
tan ruin, tan malo, y tan flojo;
ni debía ese asesino
apoyarse en el terror,
ni ser tan manotiador
como tacaño y mezquino.

Así condición ninguna
tiene, sino fantasía;
pero, ya se allega el día
de que se le acabe, ¡ahijuna!...
¡Qué distinto proceder
tiene acá el gobernador,
a quien el restaurador
le debe todo su ser!

Usté lo verá, paisano;
por supuesto, lo verá,
y si ha visto ¡me dirá!
hombre más liso y más llano.
Y verá con el empeño
que proteje al hombre honrao,
sin fijarse en lo pasao,
ni en si es de Uropa o porteño.

Porque su único sistema
es perseguir los ladrones,
pero que por opiniones
ya ningún hombre le tema.
También verá el adelanto
de nuestra provincia entera,
y al cruzar por aonde quiera
le parecerá un encanto:

Ver la porción de edificios
que se alzan en todas partes
para proteger las artes
y diferentes oficios.
Luego en los campos verá
las escuelas que sostiene
la Patria, en las cuales tiene
a hombres de capacidá:

Enseñando satisfechos
y con esmeros prolijos
a que aprendan nuestros hijos
a defender sus derechos.
Y últimamente, paisano,
si hay gobiernos bienhechores,
quizá uno de los mejores
es el gobierno entrerriano.

Lucero

¡Qué primor! Así debía
proceder todo gobierno,
veríamos que al infierno
iba a parar la anarquía.
Pero, desgraciadamente,
Rosas es tan envidioso,
y tan diablo y revoltoso,
que ya pretende al presente
largarnos un buscapié
para hacernos chamuscar,
porque no le ha de agradar
esta quietú; creamé.

Pues la Libertá y la paz
son dos cosas que aborrece,
a punto que se estremece
de oírlas nombrar nada más.
A bien que le he prometido
destapárselo enterito,
y voy hacerlo lueguito;
¿quiere atender?...

Martín

Decidido
le prometo mi atención:
que un hombre de su razón
merece ser atendido.

Lucero

Pues bien, amigo Sayago,
debajo de una amistá
oirá con la claridá
y la franqueza que lo hago.

No hablo como lastimao;
menos como correntino:
hablaré como argentino,
patriota y acreditao,
que nunca ha diferenciao
a porteños de entrerrianos,
ni a Vallistas de puntanos,
porque todos para mí,
desde este pago a Jujuí,
son mis queridos paisanos.

Y en el rancho de Paulino
puede con toda franqueza
disponer de la pobreza
cualquier paisano argentino,
pues nunca ha sido mezquino,
y a gala tiene Lucero,
el que cualquier forastero
llegue a golpiarle la puerta,
siguro de hallarla abierta
con agrado verdadero.

Sólo aborrezco a un audaz
que piensa que la Nación
es él solo en conclusión,
y su familia, a lo más:
y ese malevo tenaz,
matador, morao y ruin,
que ha promovido un sinfín
de guerras calamitosas,
no es una rana... ¡ése es Rosas!
mesmito, amigo Martín,

Que grita ¡federación!
y degüello a la unidá,
mientras que a su voluntá
manotea a la Nación;
y en veinte años de tesón
que mata y grita audazmente
¡federación! que nos cuente,
¿que provincia ha prosperao
o al menos se ha gobernao
de por sí federalmente?

Ninguna, amigo: al contrario,
hoy miran su destrución
v que en la Federación
Rosas se ha alzao unitario,
porque. a lo rey albitrario,
desde San José de Flores
fusila gobernadores,
niñas preñadas y curas,
y comete en sus locuras
otra máquina de horrores.

¡Vea qué Federación
tan gaucha! Y yo le respondo
que, aunque soy medio redondo,
conozco su explicación,
que consiste en mi opinión,
en que los pueblos unidos
vivan, y no sometidos
a tal provincia o caudillo
que les atraque cuchillo
y los tenga envilecidos...

Martín

¡Ahijuna!...

Lucero

No se caliente:
deje estar que le relate.

Martín

Siga, amigo: velay mate;
velay también aguardiente.
¡Barajo!... ¡Qué relación!
¡Ah, Rosas, si en este istante
te topara por delante!
Si hasta me da comezón...

Lucero

¡Viera, aparcero Sayago,
por esos pueblos de arriba,
como he visto yo cuando iba,
redotao por esos pagos!
¡Qué mortandades, qué estragos!
¡Cuánta familia inocente
hasta hoy llora amargamente
la miseria y viudedá
que deben a la crueldá
de Rosas únicamente!

Luego, el encarnizamiento
con que a los hombres persigue,
y los rastrea, y los sigue
lo mesmo que tigre hambriento.
Así es que he visto un sin cuento
de infelices desterraos,
y hombres que han sido hacendaos
rodando en tierras ajenas
y viviendo a duras penas
pobres y desesperaos.

¡Y así pretende el tirano
que el país esté sosegao,
habiéndolo desangrao
de un modo tan inhumano!
Ahora, dígame, paisano,
si a usté también lo saquiara,
lo persiguiese y rastriara
así con un odio eterno,
usté, desde el quinto infierno,
¿con Rosas no se estrellara?

Martín

Siguro, hasta el fin del mundo
como a pleito lo seguía,
y hasta lo perseguiría
de la mar en lo profundo.
Y a la prueba me remito
en la presente patriarda,
yendo a darle una sableada
allá en Palermo mesmito.

Y siendo tan revoltoso
el paisano Juan Manuel,
preciso es librarnos de él
lo mesmo que de un rabioso;
y entre todos sin reposo
dejándonos de pelear,
lo debemos corretear,
que dispare a lo ñandú
y se vaya a la gran-pu
y nos deje sosegar.

Lucero

Y que deje de amolarnos
con tanta guerra al botón
que arma allá ese baladrón
con miras de exterminarnos.
Que acá para gobernarnos
federal y lindamente,
sin hacer matar la gente,
pero haciendo prosperar
la patria no han de faltar
gobiernos como el presente.

Martín

¡Ah, gaucho sabio y ladino!
si es la cencia consumada,
y patriota más que nada;
eche un trago, ño Paulino.

Lucero

Vaya, amigo, ¡a la salú
de sus pagos y los míos,
y el gobierno de Entre Ríos
que nos ha de dar quietú!
¡Y por la Federación!

Martín

¿La gaucha?...

Lucero

No: ¡la entrerriana!
la linda, la veterana,
que hará feliz la Nación,
hoy que su proclamación
alza el general Urquiza,
diciendo: "¡Aquí finaliza
todo el poder de un tirano,
que el ejército entrerriano,
va a reducir a ceniza!"

Martín

Amigo, ahi tengo un changango
que pasa de rigular,
y ahora mesmo hemos de armar
para esta noche un fandango.
Aunque ya no me acordaba
que ayer, cuando iba al arroyo,
mi Juana Rosa en un hoyo
medio se sacó una taba;

Y hoy de mañana salió
con la Nicasia en las ancas,
y en aquellas casas blancas
debe estar, presumo yo,
haciéndose acomodar
la pata que se le ha hinchao:
pero así mesino, cunao,
esta noche ha de bailar.
Y usté templando el changango
saquemelé hasta la frisa,
a salú de don Urquiza
federal lindo y de rango!

Lucero

Lo haré por él, lo prometo;
pues, si antes fui su enernigo,
ahora de veras le digo,
me ha cautivao el afeto.
viendo el empeño completo
con que llama a los paisanos
para que se den las manos
y se dejen de matar;
así es que lo han de apreciar
todos los americanos.

Y así, yo de corazón
rendiré la vida a gusto
en las filas de don Justo,
sosteniendo su opinión
de organizar la nación,
hoy que el caso se presenta,
para ajustarle la cuenta
a ese tirano ambicioso,
causal de tanto destrozo
que nuestra patria lamenta.

Y a quien el mesmo Entre Ríos
le debe tantos atrasos,
por las trabas y embarazos
que antes le puso a estos ríos;
creyendo en sus desvaríos
Juan Manuel que el Paraná
era de su propiedá;
y cuando le daba gana
no entraba ni una chalana.
¡Mire qué barbaridá!

Y a todo barco atajaba,
sin más razón ni derecho
que sacarle hasta el afrecho
en tributos que cobraba;
de otro modo no largaba
a ningún barco jamás
y sólo a San Nicolás
cuando más podían dir,
pues si quería subir
los hacía echar atrás.

¡Qué diferencia hoy en día
es recostarse a estos puertos,
y verlos siempre cubiertos
de purita barquería!
con tanta banderería
y tanta gente platuda
que al criollo que Dios lo ayuda
se arma rico redepente;
lo que antes cuasi la gente
andaba medio desnuda.

Luego, en ganar amistades,
¿acaso se pierde nada?...
¿Y con gente bien portada
que nos trae comodidades,
cayendo de esas ciudades
de Uropa tantos naciones,
a levantar poblaciones
en nuestros campos disiertos,
que antes estaban cubiertos
de tigres y cimarrones?

¿O debemos ahuyentar
la gente que habla en la lengua?
No, amigo, porque no hay mengua
en que vengan a poblar;
pues nos pueden enseñar
muchas cosas que inoramos
de toda laya: ¿a qué andamos
con que naides necesita,
si hay tanto y tanto mulita
entre los que más pintamos?

Dicen que "la extranjerada
¡algunos no dicen todos!
nos han de comer los codos".
¿Qué nos han de comer? -¡Nada!
Podrán comer carne asada,
cuando apriendan a enlazar;
y no se puede negar
que son muy aficionaos
a echar un pial, y alentaos
si se ofrece a trabajar.

Allá en mi pago tenemos
un nacioncito bozal,
muchacho muy liberal
con quien nos entretenemos;
y al lazo le conocemos
mucha afición de una vez.
Y, ni sé qué nación es,
pero cuando entre otras cosas
le grito: "Pialáme a Rosas".

Martín

¡Será el diablo! Pues aquí
anda otro carcamancito
que contesta a lo chanchito,
y a todo dice: "güi, güi",
y ayer peló un bisturí
de dos cuartas, afilao,
y yo que estaba a su lao
le dije: "¿Para qué es eso?"
y él señalando el pescuezo
nombró a Rosas, retobao

Lucero

¡Pero, si es temeridá
lo que el hombre es mal querido
y putiao y maldecido
en todo pago y ciudá!
Ya le dije, yo he corrido
muchas tierras, y embarcao
desde la mar del Callao
hasta la Esquina he venido,
y en Bolivia he conocido
a hombres que no morirán
de antojo, y le pegarán
al Supremo una sumida,
si Dios le presta la vida,
al general Ballivián.

Éste anda por Chuquisaca,
y allá en Lima anda un Castilla,
general, que si lo pilla
a Rosas le arrima estaca;
porque es libertal de a placa
ese general limeño;
y a todo gaucho abajeño
que anda infeliz por allá
en cualquier necesidá
lo proteje con empeño.

Así, yo vine prendao
de otro general Torrijo.
¡Ah, mozo! un día me dijo,
viéndome medio atrasao;
"¿Muchacho, sos emigrao?"
"Sí, señor", le respondí;
"Pues tomá", -y le recebí;
y como quien no da nada
ahi me largó una gatiada
que luego la redetí.

Después en Chile, paisano,
también me puse las botas,
con muchos mozos patriotas
que detestan al tirano;
y el gobierno es tan humano,
que a todos nos compadece,
y dice que no merece
Buenos Aires esa suerte,
en que hoy se mira, y de muerte
a Juan Manuel lo aborrece.

¿Y el general Virasoro?
¿Y el ejército que manda?
¡Por Dios! Le asiguro que anda
contra Rosas, como un toro;
y antes en manos de un Moro
caiga ese bruto asesino,
que no en las de un correntino.
Así, que ande Rosas listo,
pues si lo pillan ¡ah, Cristo!
¡Infeliz de su destino!

Luego, en colmo de sus males,
al Presidente su aliao,
ya lo tienen apretao
veintidós mil imperiales,
todos mozos ternejales
que lo han de sacar muriendo,
y todos, estoy creyendo
como una cosa sigura,
que por sacarle una achura
a Rosas se andan lambiendo.

Y en todo el género humano,
no crea, ni le parezca
que hay hombre que no aborrezca
a Juan Manuel por tirano.
¿Y en el Paraguay, paisanos?
¡Viera a los paraguayitos
todavía mamoncitos
que apenas andan gatiando,
y ya se largan gritando:
¡Ah hijitos!

Y además el Presidente
es un quiebra, sigún veo,
pues le ha pedido rodeo
al Héroe del Continente.

Lucero

Sí, amigo, muy suavemente
al principio lo ha palmeao,
y ya lo ha redomoneao,
hasta el verano que viene,
que puede ser que lo enfrene
y lo haga de su recao.

Martín

¡Ah, cosa! Dios lo bendiga,
y le dé su santa gracia.
¡Che! mire: ahi viene Nicasia
con mi china. Pero, diga:
¿se acuerda de Sandoval
el payador?

Lucero

¡Cómo no!

Martín

Un chumbo lo desnucó.

Lucero

¿Dónde?...

Martín

En la Banda Oriental:
donde también por mi mal
andando por esa tierra,
cuando la maldita guerra
en que Rosas nos metió,
cuasi, cuasi, quedé yo
estirao en una sierra.

Lucero

Velay otra guerra, amigo,
que hace Rosas al botón,
de cuya desolación
usté habrá sido testigo.
Y ¿qué oriental enemigo
tiene Entre Ríos? pregunto.
¿A qué cargas, a qué asunto
mandó allá a la paisanada?
¿Sabe a qué, aparcero? A nada;
a peliar por él, por junto.

Cierto es que Frutos Rivero
vino acá la vez pasada,
porque allá la entrerrianada
a él lo atropelló primero
con don Pascual, que altanero
se guasquió a Santa Lucía,
pues de terne presumía,
hasta que en una mañana
y que vuelva, ¡y qué volvía!

Y de ahi, Rosas se ha propuesto
destruir la Banda Oriental
que no le ha hecho ningún mal,
¡mire si es hombre funesto!
Y no alega otro pretexto
que mudarle presidente.
¿Qué le importa que Vicente,
o Pedro, o Juan o Tadeo
gobierne en Montevideo?
¿No digo bien?

Martín

Mesmamente.

Lucero

Pues ya ve a los orientales
matándose con horror,
lo que es, amigo, un dolor,
¡porque son tan liberales!
Y hay mozos tan racionales
entre uno y otro partido,
que si ya no se han unido
no es por rencor, creamé,
es solamente porqué
ahi anda Rosas metido.

Lo que antes, los orientales
se daban cuatro sabliadas,
y al tiro de camaradas
quedaban todos iguales;
mas hoy, con los federales
que Rosas les ha injertao
tan fiero los ha trenzao,
que algunos ya lo coligen,
y Dios permita y la Virgen
que le hagan el cuerpo a un lao.

Dios lo permita, repito,
que se abracen como hermanos;
porque, sin ser mis paisanos
los apreceo infinito;
pues ya sabe, aparcerito,
que yo me crie por allá,
y así es con temeridá
lo que esa gente me agrada,
y esas hembras más que nada,
porque son una deidá.

Martín

¡Oiganle al cantor Lucero
cómo se explica y se amaña!
Pues bien, una media caña
conciérteme, compañero.
Toda de amor enterita,
que se alborote el hembraje
con las coplas, y le faje
hasta la madrugadita.

Lucero

Media caña y cielo junto,
será más lindo, aparcero,
y que yo duerma primero,
porque... ya me siento en punto...

Martín

Echesé, aunque Juana Rosa
venía y se ha entretenido,
y si lo pilla dormido
quizá se muestre quejosa.
Pero ya que está templao,
no hay que hacer caso, echesé,
que yo lo dispertaré
con un buen cordero asao...
Aunque, amigo, la patrona
lo ha querer agradar:
dejemé, voy a carniar
con cuero una vaquillona.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Y ya enderezó Martín
rumbiando para el rodeo
y Paulino a su deseo,
hizo estas coplas por fin.

Hilario Ascasubi

6 de abril de 2011

RETRATO


Esta es mi cara y ésta es mi alma: leed.
Unos ojos de hastío y una boca de sed...
Lo demás, nada... Vida... Cosas... Lo que se sabe...
Calaveradas, amoríos... Nada grave,
Un poco de locura, un algo de poesía,
una gota del vino de la melancolía...
¿Vicios? Todos. Ninguno... Jugador, no lo he sido;
ni gozo lo ganado, ni siento lo perdido.
Bebo, por no negar mi tierra de Sevilla,
media docena de cañas de manzanilla.
Las mujeres... -sin ser un tenorio, ¡eso no!-,
tengo una que me quiere y otra a quien quiero yo.

Me acuso de no amar sino muy vagamente
una porción de cosas que encantan a la gente...
La agilidad, el tino, la gracia, la destreza,
más que la voluntad, la fuerza, la grandeza...
Mi elegancia es buscada, rebuscada. Prefiero,
a olor helénico y puro, lo "chic" y lo torero.
Un destello de sol y una risa oportuna
amo más que las languideces de la luna
Medio gitano y medio parisién -dice el vulgo-,
Con Montmartre y con la Macarena comulgo...
Y antes que un tal poeta, mi deseo primero
hubiera sido ser un buen banderillero.
Es tarde... Voy de prisa por la vida. Y mi risa
es alegre, aunque no niego que llevo prisa.

Manuel Machado

5 de abril de 2011

LA SEÑAL


Pronunciaré tu nombre
en la última hora.

Así sabrá la muerte
dónde encontrarme cuando
llegue.

Meira Delmar

4 de abril de 2011

RUBIA






¿Sabes, rubia, qué gracia solicito
cuando de ofrendas cubro los altares?
No ricos muebles, no soberbios lares,
ni una mesa que adule al apetito.

De Aragua a las orillas un distrito
que me tribute fáciles manjares,
do vecino a mis rústicos hogares
entre peñascos corra un arroyito.

Para acogerme en el calor estivo,
que tenga una arboleda también quiero,
do crezca junto al sauce el coco altivo.

¡Felice yo si en este albergue muero;
y al exhalar mi aliento fugitivo,
sello en tus labios el adiós postrero!

Andrés Bello




3 de abril de 2011

EPIGRAMAS


Como suele en viva llama
Pronto arder la Mariposa;
Así la vista curiosa
Se quema en un epigrama:
Y si es el estilo terso,
Claro y lleno de alusiones,
Puedan bien cuatro renglones
Incendiar el Universo.

* * *

Rezaba un sepulturero
Por el doctor del lugar,
Luego que se iba a acostar,
Devoto un trisagio entero:
Pregúntale su mujer
Por quien oraba, y el dice:
"Ruego por que se eternice
E1 que nos da de comer".

* * *

Para una enferma apurada
A un médico se llamó
Con tal prisa, que salió
Sin el bastón, ni la espada:
No importa que esto se note,
Dijo con modesto labio,
Que en mi oficio mata el sabio
Sin espada ni garrote.

* * *

Un acreedor eficaz
Cobró a Blas cuando moría,
Y éste al acreedor decía,
Déjame morir en paz
¿Conque morirte prefieres?
Dijo el otro, pues no quiero,
Paga la deuda primero
Y muere cuando quieres.

* * *

Cierto alcalde corcovado
Que la justicia vendía,
Con otro alcalde reñía
Porque andaba descarriado:
El reñido con despecho
Respondió, diciendo: "amigo,
Contra mí no es buen testigo
EI que no anda muy derecho".

* * *

A visitar un vicario
El Doctor Don Gil entró,
Y el sacristán que lo vio
Se fue al punto al campanario;
Pero al irse dijo: "advierto
Que si Dios no nos socorre,
De aquí a que llegue a la torre
Bien puedo tocar a muerto".

* * *

Encontróse un bandolero
Con cierto escribano un día,
Y quitándose el sombrero
Le hizo a aquél su cortesía:
El escribano dio indicio
De que extrañaba el halago;
Mas el otro dijo: "lo hago
Porque somos de un oficio".

Manuel Zequeira y Arango

2 de abril de 2011

ES LARGA LA TARDE



Es larga la tarde
como el camino curvo hasta tu casa
por donde regreso arrastrando los pies
hasta mi cama sola
a dormir con tu olor engarzado en mi piel,
a dormir con tu sombra.

Es larga la tarde
y el amor redondo como el gatillo de una pistola
me rodea de frente, de lado, de perfil.
El sueño pesa sobre mis hombros
y me acerca de nuevo a vos
al huequito de tu brazo,
a tu respiración,
a una continuación infinita de la batalla
de sábanas y almohadas que empezamos
y que pone risa
y energía
a nuestro cansancio.

Gioconda Belli

1 de abril de 2011

LA SIEMBRA


Voló el chihuaco del alba
sobre las quiebras rocosas,
y desgranando en gorjeos
de luz, su voz jubilosa,
clavó una saeta de trinos
al corazón de la aurora.

Celajes de ágata y oro
tiñeron las banderolas,
que en el testuz de los bueyes
gallardamente tremolan;
y descuajando de hierbas
la barbechera lamosa,
rasgó el vigor del arado
la tierra ardiente y pletórica,
que estremecida de polen
se engalanó de gaviotas,
para arrullar en sus vísceras
el germen de las mazorcas.

Polvo de sol que fecunda
la Pachamama gozosa,
y colma su entraña ubérrima
donde la sangre retoña.

Misterio azul del origen,
fuerza perenne y remota
que eternamente renueva
la muerte en vida gloriosa.

Canción de savia y simiente
que el sol madura en las pomas,
para nutrir con su fuego
la vida que al surco asoma.

Bondad de Dios, que las manos
de bendiciones enflora,
y con ternura materna
derraman las sembradoras;
aprisionando paisajes
en sus pupilas absortas,
donde se yerguen las cumbres
con sus penachos de sombra,
y se matiza de ulalas
la serranía fragosa
que al valle extiende sus brazos
en horizonte de auroras.

Floreció el día en el predio
tibio de sol y palomas,
y terminada la siembra
del chaupisuyo y la loma;
mientras pitaban los indios
y acullicaban su coca,
Lucía se fue al villorrio
meciendo un ánfora roja,
entre sus brazos torneados
y sus caderas redondas.

¡Qué olor de tierra fecunda
flota en su carne morocha,
propicia como el barbecho
para la siembra creadora!

Sangran sus labios jugosos,
y bajo el ajsu, sazonan,
sus senos recién combados
como dos frutas pintonas.

Juegan al viento sus trenzas,
el río su cuerpo añora,
y sus caderas repican
para la noche de boda.

Florencio la vio alejarse
por la quebrada de Colpa,
acariciando la brisa
con su garganta de alondra;
y ebrio de amor y deseo
pensó rendirla en la fronda.

Pero, no pudo seguirla,
porque la tierra es celosa
y no permite al labriego
que la abandone por otra,
cuando el misterio del germen
desprende su fuerza cósmica,
para plasmar nuevos seres
en sus entrañas recónditas,
por más que acechen los ojos
de algún rival a la moza,
y las abejas del campo
ronden la flor de su boca.

Pues, nadie rompe el hechizo
de la telúrica diosa
que en la plegaria del alba
los campesinos invocan;

hasta que el óvulo henchido
de germen, cuaje en la cópula,
y el sol proclame en los surcos
su luminosa victoria.

Javier del Granado