CafePoetas es un Blog sin animo de lucro donde se rinde homenaje a poetas de ayer, hoy y siempre.

31 de mayo de 2010

SIMPLE RUEGO POR EL AUSENTE ESPERADO

Para el recuerdo de Andrés Campos
Cervera -(Julián de la Herrería)-, que
era de mi amistad y de mi sangre.



Yo te esperé:
eras como un hermano cuya mano se busca,
para oprimir los labios calientes de una herida.

Y faltaste, hermano: te quedaste sin voz
cuando todos rogaban tu presencia.

Pero vino tu sombra:
nada más que tu sombra, hermano ausente.

Abrió la boca antigua, todavía sellada,
y dejó florecer sobre los labios duros
esta solicitud de perdón por la ausencia:
«...Ya he devuelto a la tierra lo que era de la tierra,
pero os queda a vosotros lo que seré mañana.

»No me lloréis, hermanos: estoy entre vosotros.
Ya no me lleva el tiempo con sus manos de leguas,
ni me oprime los ojos la forma del espacio.

»Mi vestidura flota sobre el Alba y la Noche,
más allá del recuerdo.
Mis avatares buscan otro vaso más puro,
para infundirme un cuerpo que regrese a vosotros».

Calló tu voz: sentimos que temblabas de frío,
pensando en que podrías sufrir otra caída.

Como quien se defiende de una angustia indecible,
murmuré, como un rezo, tu súplica inefable:

«Ya no me lleva el Tiempo con sus manos de leguas
ni me oprime los ojos la forma del espacio...».

Así sea.

Herib Campos Cervera

30 de mayo de 2010

LA ULTIMA INOCENCIA


Partir
en cuerpo y alma
partir.

Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.

He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más fila para morir.

He de partir
Pero arremete ¡viajera!

Alejandra Pizarnik

29 de mayo de 2010

NEM SEMPRE



Nem sempre o que parece é!
Nem sempre o que se pensa se faz!

Nem, sempre o que apetece se pode fazer!
Nem sempre a vida nops deixa fazer o que queremos!

Nem sempre o que luz é ouro!
Nem sempre estamos,quando estamos!

Nem sempre somos,quando somos!
E sendo assim...

Neste mundo o que muitas vezes parece,não é nada!
É apenas ilusão e miragem!...

Lilli Laranjo...

28 de mayo de 2010

A CELESTINA


Yace en esta tierra fría,
digna de toda crianza,
la vieja cuya alabanza
tantas plumas merecía.

No quiso en el cielo entrar
a gozar de las estrellas,
por no estar entre doncellas
que no pudiese manchar.

Francisco de Quevedo

27 de mayo de 2010

LOS CARROS


Mucho antes que el agrio gallinero, acostumbra
a cantar el oficio de la negra herrería,
husmea el boticario, abre la barbería...
En la plaza hay tan sólo un farol (que no alumbra).

A través de la sórdida nieve que apesadumbra,
los bueyes del cortijo aran la cercanía,
y en gesto de implacable mala estación, el guía
salpica de improperios rurales la penumbra.

Mientras, duerme la villa señorial... Los amores
de la fuente se lavan en su mármol antiguo;
y bajo el candoroso astro de los pastores,

ungiendo de añoranzas el sendero contiguo,
pasan silbidos lentos y aires de tiempo ambiguo,
en tintinambulantes carros madrugadores.

Julio Herrera y Reissig

26 de mayo de 2010

TE ESFUMASTE EN LOS RELOJES


Te esfumaste en los relojes
cuando más te necesitaba.
Y quedaste prendida
en mi memoria,
rubia y lejana como el norte.

La ausencia te hizo mujer sólo.
Carne inviolable.

Deseo que quedó en sueños
y océanos de espumas.

Quedaron tus dorados
lejos al irte.
Tus bucles eran ya, soledad
demasiada y próxima.
Y crucé el umbral de mi nostalgia,
en viaje de vuelta ya sin ti.

Felipe Servulo

25 de mayo de 2010

MISERERE


Es de noche: el monasterio
que alzó Felipe Segundo
para admiración del mundo
y ostentación de su imperio,
yace envuelto en el misterio
y en las tinieblas sumido.
De nuestro poder, ya hundido,
último resto glorioso,
parece que está el coloso
al pie del monte, rendido.

El viento del Guadarrama
deja sus antros oscuros,
y estrellándose en los muros
del templo, se agita y brama.
Fugaz y rojiza llama
surca el ancho firmamento,
y a veces, como un lamento,
resuena el lúgubre son
con que llama a la oración
la campana del convento.

La iglesia, triste y sombría,
en honda calma reposa,
tan helada y silenciosa
como una tumba vacía.
Colgada lámpara envía
su incierta luz a lo lejos,
y a sus trémulos reflejos
llegan, huyen, se levantan
esas mil sombras que espantan
a los niños y a los viejos.

De pronto, claro y distinto
la regia cripta conmueve
ruido extraño, que aunque leve,
llena el mortuorio recinto.
Es que el César Carlos Quinto,
con mano firme y segura
entreabre su sepultura,
y haciendo una horrible mueca,
su faz carcomida y seca
asoma por la hendidura.

Golpea su descarnada
frente con tenaz empeño,
como quien sale de un sueño
sin acordarse de nada.
Recorre con su mirada
aquel lugar solitario,
alza el mármol funerario,
y arrebatado y resuelto
salta del sepulcro, envuelto
en su andrajoso sudario.

-¡Hola! -grita en son de guerra
con aquella voz concisa,
que oyó en el siglo, sumisa
y amedrentada la tierra.
-¡Volcad la losa que os cierra!
Vástagos de imperial rama,
varones que honrais la fama,
antiguas y excelsas glorias,
de vuestras urnas mortuorias
salid, que el César os llama.

Contestando a estos conjuros,
un clamor confuso y hondo
parece brotar del fondo
de aquellos mármoles duros.
Surgen vapores impuros
de los sepulcros ya abiertos:
la serie de reyes muertos
después a salir empieza,
y es de notar la tristeza,
el gesto despavorido
de los que han envilecido
la corona en su cabeza.

Grave, solemne, pausado,
se alza Felipe Segundo,
en su lucha con el mundo
vencido, mas no domado.
Su hijo se despierta al lado,
y detrás del rey devoto,
aquel que humillado y roto
vio desmoronarse a España,
cual granítica montaña,
a impulsos del terremoto.

Luego el monarca enfermizo,
de infausta y negra memoria,
en cuya Edad, nuestra gloria
como nieve se deshizo.
Bajo el poder de su hechizo
se estremece todavía.
¡Ay qué terrible armonía,
qué oscuro enlace se nota
entre aquel mísero idiota
y su exhausta monarquía!

Con terrífica sorpresa
y en silencioso concierto
todos los reyes que han muerto
van saliendo de su huesa.
La ya apagada pavesa
cobra los vitales bríos
y se aglomeran sombríos
aquellos yertos despojos,
aquellas cuencas sin ojos,
aquellos cráneos vacíos.

De los monarcas en pos,
respondiendo al llamamiento,
cual si llegara el momento
del santo juicio de Dios,
acuden de dos en dos
por claustros y corredores,
príncipes, grandes señores,
prelados, frailes, guerreros,
favoritos, consejeros,
teólogos e inquisidores.

¡Qué es mirar como serpea
por su semblante amarillo
el fosforescente brillo
que la podredumbre crea!
¡Qué espíritu no flaquea
con mil terrores secretos,
viendo aquellos esqueletos,
que ante el César, que los nombra,
se deslizan por la sombra
mudos, absortos, inquietos!

¡Cuántas altas potestades,
cuántas grandezas pasadas,
cuántas invictas espadas,
cuántas firmes voluntades
en aquellas soledades
muestran sus restos livianos!
¡Cuántos cráneos soberanos,
que el genio habitara en vida,
convertidos en guarida
de miserables gusanos!

Desde el triste panteón
en que se agolpa y hacina,
hacia el templo se encamina
la fúnebre procesión.
Marcha con pausado son
tras del rey que la congrega,
y cuando a la iglesia llega,
inunda la altiva nave
un resplandor tibio y suave,
que ni deslumbra ni ciega.

Guardando el regio decoro,
como en los siglos pasados,
reyes, príncipes, prelados
toman asiento en el coro.
Después en tropel sonoro
por el templo se derrama,
rindiendo culto a la fama
con que llena las historias,
aquel haz de muertas glorias,
que el César convoca y llama.

Por mandato soberano
de Carlos, que el cetro ostenta
llega al órgano y se sienta
un viejo esqueleto humano.
La seca y huesosa mano
en el gran teclado imprime,
y la música sublime
que a inmensos raudales brota,
parece que en cada nota
reza y llora, canta y gime.

Uniendo al acorde santo
su voz, los muertos despojos
caen ante el ara de hinojos
y a Dios elevan su canto.
Honda expresión del quebranto,
aquel eco de la tumba
crece, se dilata, zumba,
y al paso que va creciendo
resuena con el estruendo
de un mundo que se derrumba:

«Fuimos las ondas de un río
»caudaloso y desbordado.
»Hoy la fuente se ha secado,
»hoy el cauce está vacío.
»Ya ¡oh Dios! nuestro poderío
»se extingue, se apaga y muere.
»¡Miserere!

»¡Maldito, maldito sea
»aquel portentoso invento
»que dió vida al pensamiento
»y alas de luz a la idea!
»El verbo animado ondea
»y como el rayo nos hiere.
»¡Miserere!

»¡Maldito el hilo fecundo
»que a los pueblos eslabona,
»y busca, y cuenta, y pregona
»las pulsaciones del mundo!
»Ya en el silencio profundo
»ninguna injusticia muere.
»¡Miserere!

»Ya no vive cada raza
»en solitario destierro,
»ya con vínculo de hierro
»la humana especie se enlaza.
»Ya el aislamiento rechaza,
»ya la libertad prefiere.
»¡Miserere!

»Rígido y brutal azote
»con desacordado empuje
»sobre las espaldas cruje
»del rey y del sacerdote.
»Ya nada existe que embote
»el golpe ¡oh Dios! que nos hiere.
»¡Miserere!

»Mas ¡ay! que en su audacia loca,
»también el orgullo humano
»pone en los cielos su mano
»y a ti, Señor, te provoca.
»Mientras blasfeme su boca,
»ni paz ni ventura espere.
»¡Miserere!

»No en la tormenta enemiga:
»no en el insondable abismo:
»el mundo lleva en sí mismo
»el rayo que le castiga.
»Sin compasión ni fatiga
»hoy nos mata; pero muere.
»¡Miserere!

»Grande y caudaloso río,
»que corres precipitado
»ve que el nuestro se ha secado
»y tiene el cauce vacío.
»¡No prevalezca el impío,
»ni la iniquidad prospere!
»¡Miserere!»

Súbito, con sordo ruido
cruje el órgano y estalla,
la luz se amortigua, y calla
el concurso dolorido.
Al disiparse el sonido
del grave y solemne canto
llega a su colmo el espanto
de las mudas calaveras,
y de sus órbitas hueras
desciende abundoso llanto.

A medida que decrece
la luz misteriosa y vaga,
todo murmullo se apaga
y el cuadro se desvanece.
Con el alba que aparece
el cortejo se evapora,
y mientras la blanca aurora
esparce su lumbre escasa,
a lo lejos silba y pasa
la rauda locomotora.

Gaspar Nuñez de Arce

24 de mayo de 2010

LA MUERTE DEL HEROE


Aún se estremece y se yergue y amenaza con su espada
cubre el pecho destrozado su rojo y mellado escudo
hunde en la sombra infinita su mirada
y en sus labios expirantes cesa el canto heroico y rudo.

Los dos Cuervos silenciosos ven de lejos su agonía
y al guerrero las sombras alas tienden
y la noche de sus alas, a los ojos del guerrero, resplandece como el día
y hacia el pálido horizonte reposado vuelo emprenden.

Ricardo Jaimes Freyre

23 de mayo de 2010

POBREZA A LOS DIEZ AÑOS


Toda mi angustia tuvo la forma de un zapato.
de un zapatito roto, opaco, desclavado.
El patio de la escuela... Apenas tercer grado...
Qué largo fue el recreo, el más largo el año.
Yo sentía vergüenza de mostrar mi pobreza.
Hubiera preferido tener rotas las piernas
y entero mi calzado. Y allí contra una puerta
recostada, mirando, me invadía el cansancio
de ver cómo corrían los otros por el patio.

Zapatos con cordones, zapatos con tirillas,
todos zapatos sanos. Me sentía en pecado
vencida y diminuta, mi corazón sangrando...
Si supieran los hombres cuánto a los diez años
puede sufrir un niño por no tener zapatos...
Que anticipo de angustia. Todavía perdura
doliéndome el pasado. El patio de la escuela
y aquel recreo largo...

Mi piececito trémulo, miedoso, acurrucado.
Mi infancia entristecida, mi mundo derrumbado.
Un pájaro sin alas, tendido al pie de un árbol.
La pobreza no tiene perdón a los diez años.

Matilde Alba Swann

22 de mayo de 2010

ABRAZOS Y SONRISAS


Feliz navidad
dice la gente y se abrazan
a menudo efusivamente.

Feliz año nuevo
dicen y siguen los abrazos
de ruidosas palmadas en la espalda.

Feliz 28 de julio
en unión de tu digna familia,
dicen de la boca para afuera,
con estúpidas sonrisas.

La sociedad muestra galas
de cumplidos hipócritas,
donde lo que interesa es quedar bien,
no importa diciendo
“feliz año nuevo aunque sea tarde”,
si te encuentran en la calle,
por decir un quince de enero.

No me gustan las costumbres
automáticas y falsas,
pero me emociono si el abrazo viene de un niño,
porque sé que ese gesto sí es sincero,
y hace reír a mi alma y olvidarme de todo,
y hasta acordarme de mis primeros años
cuando mi madre sustituta me cargaba,
para ver mejor la luna y las estrellas.

Hoy es 25 de diciembre
y escribo como para no salir
al encuentro de felicitaciones
que nunca me cayeron bien.
Y no sé por qué resorte del pensamiento,
ahora recuerdo que cuando tenía veinte años y era telegrafista,
me abrazó por navidad una vieja gorda
que no quería soltarme.

Mas no es por este hecho intrascendente
que odio las buenaventuras,
sino porque no entiendo cómo la gente
tiene el valor de decirlas
en medio de sonrisas.

Raúl Gálvez Cuellar

21 de mayo de 2010

VIVO SOÑANDO


Hubo un tiempo en que soñé
que soñaba despierto,
hubo un tiempo en que desperté
y vi que sólo era un sueño,
soñé que despertaba y
desperté soñando,
que si era capaz de soñar
bien podría vivir soñando...

Era un sueño mi despertar
y de sueños quise vivir soñando
que soñando podía despertar
y aún así seguir soñando...

Soñé un sueño distinto
porque lo soñé despierto,
soñé que mis sueños eran
soñar sin pensamientos...

Y por fin desperté del sueño
aquel que soñaba despierto
y el sueño se fue volando
en busca de otro sueño...

Miguel Angel Turco

20 de mayo de 2010

ESTADOS DE ANIMO




Unas veces me siento
como pobre colina
y otras como montaña
de cumbres repetidas.

Unas veces me siento
como un acantilado
y en otras como un cielo
azul pero lejano.

A veces uno es
manantial entre rocas
y otras veces un árbol
con las últimas hojas.

Pero hoy me siento apenas
como laguna insomne
con un embarcadero
ya sin embarcaciones,

una laguna verde
inmóvil y paciente
conforme con sus algas
sus musgos y sus peces,

sereno en mi confianza
confiando en que una tarde
te acerques y te mires,
te mires al mirarme.

Mario Benedetti

19 de mayo de 2010

MAR DE VIDRIO

(Apocalipsis)




Dijiste: "Mar de vidrio", Señor, y es lo que quiero;
un mar que te refleje en toda tu grandeza,
por sobre el cual camines -tu lámpara, el lucero-
para ver, al trasluz, del mundo la tristeza.

Dijiste mar de vidrio, un cristal sin bisel
ni resquebrajaduras, sólo un único trozo,
en cuya superficie se reproduzca fiel
el que ríe feliz o el que ahoga un sollozo.

Y el mar tuyo, Señor, ése al que te refieres,
¿tendrá, al igual que el nuestro, arenas, caracoles?
¿Ondularáse en olas, si es así que lo quieres?

¿Revolarán gaviotas por verse en sus espejos?
¿Dormirá en él un sol o acaso muchos soles,
también vidrio sus crestas, de coral, con reflejos?

Apocalipsis

4, 6 Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal...
15, 2 Y vi así como un mar de vidrio mezclado con fuego...

Marilina Rebora

18 de mayo de 2010

A UNA MALABARESA


Tus pies son tan finos como tus manos, y tu cadera
Es amplia como para dar envidia a la más bella blanca;
Para el artista indolente tu cuerpo es suave y caro;
Tus grandes ojos aterciopelados son más negros que tu carne.

En las tierras cálidas y azules donde tu Dios te ha hecho carne,
Tu tarea es la de encender la pipa de tu amo,
Colmar los frascos de aguas frescas y de perfumes,
Arrojar lejos del lecho los mosquitos vagabundos,
Y, en cuanto la mañana hace cantar los plátanos,
Comprar en el bazar ananás y bananas.

Todo el día, donde quieres, llevas tus pies desnudos
Y canturreas muy bajo viejas canciones desconocidas;
Y cuando cae la tarde con su manto escarlata,
Posas suavemente tu cuerpo sobre una estera,
Donde tus sueños flotantes están llenos de colibríes,
Y siempre, como tú, son graciosos y floridos.

¿Para qué, niña afortunada, quieres ver nuestra Francia,
Este país pobladísimo al que siega el sufrimiento,
Y, confiando tu vida a los brazos fuertes de los marineros.
Te despides para siempre de tus queridos tamarindos?

Tú, vestida a medias por muselinas frágiles,
Temblorosa allá, bajo la nieve y el granizo,
¡Cómo llorarías tus ocios dulces y francos,
Si, el corsé brutal aprisionando tus flancos,
Tuvieras que espigar tu cena en nuestros fangos,
Y vender el perfume de tus encantos extraños,
Indolente la mirada, y siguiendo, en nuestras sucias neblinas,
De los cocoteros amados los fantasmas dispersos!

Amor de lo ignoto, jugo de la antigua manzana,
Ancestral perdición de la mujer y del hombre,
¡Oh, curiosidad! siempre les harás
Desertar como hacen los pájaros, esos ingratos,
Del techo que han perfumado los ataúdes de sus padres,
Hacia un lejano espejismo y cielos menos propicios.

Charles Baudelaire

17 de mayo de 2010

DEL PASADO EFIMERO


Este hombre del casino provinciano
que vio a Carancha recibir un día,
tiene mustia la tez, el pelo cano,
ojos velados por melancolía;
bajo el bigote gris, labios de hastío,
y una triste expresión, que no es tristeza,
sino algo más y menos: el vacío
del mundo en la oquedad de su cabeza.

Aún luce de corinto terciopelo
chaqueta y pantalón abotinado,
y un cordobés color de caramelo,
pulido y torneado.

Tres veces heredó; tres ha perdido
al monte su caudal; dos ha enviudado.

Sólo se anima ante el azar prohibido,
sobre el verde tapete reclinado,
o al evocar la tarde de un torero,
la suerte de un tahúr, o si alguien cuenta
la hazaña de un gallardo bandolero,
o la proeza de un matón, sangrienta.

Bosteza de política banales
dicterios al gobierno reaccionario,
y augura que vendrán los liberales,
cual torna la cigüeña al campanario.

Un poco labrador, del cielo aguarda
y al cielo teme; alguna vez suspira,
pensando en su olivar, y al cielo mira
con ojo inquieto, si la lluvia tarda.

Lo demás, taciturno, hipocondríaco,
prisionero en la Arcadia del presente,
le aburre; sólo el humo del tabaco
simula algunas sombras en su frente.

Este hombre no es de ayer ni es de mañana,
sino de nunca; de la cepa hispana
no es el fruto maduro ni podrido,
es una fruta vana
de aquella España que pasó y no ha sido,
esa que hoy tiene la cabeza cana.

Antonio Machado

16 de mayo de 2010

TARDE


Cuerpos tendidos, cuerpos
infinitos, concretos, olvidados del frío
que los irá inundando, colmando poco a poco.

Cuerpos dorados, brazos, anudada tibieza
olvidando la sombra ahora estremecida,
detenida, expectante, pronta para emerger
que escuda la piel ciega.

Olvidados también los huesos blancos
que afirman que no es un sueño cada vida,
más fieles a la forma que la piel,
que la sangre, volubles, momentáneas.

Cuerpos tendidos, cuerpos
sometidos, felices, concretos,
infinitos...

Surgen niños alegres, húmedos y olorosos,
jóvenes victoriosos, de pie, como su instinto,
mujeres en el punto más alto de dulzura,
se tienden, se alzan, hablan,
habla su boca, esa un día disgregada,
se incorporan, se miran, con miradas de eternos.

Idea Vilariño

15 de mayo de 2010

RETORNOS DEL AMOR ANTE LAS ANTIGUAS DEIDADES



Soñarte, amor, soñarte como entonces,
ante aquellas dianas desceñidas,
aquellas diosas de robustos pechos
y el viento impune entre las libres piernas.

Tú eras lo mismo, amor. Todas las Gracias.
igual que tres veranos encendidos,
el levantado hervor de las bacantes,
la carrera bullente de las ninfas,
esa maciza flor de la belleza
redonda y clara, poderosamente
en ti se abría, en ti también se alzaba.

Soñarte como entonces, sí, soñarte
ante aquellas fundidas alamedas,
jardín de Amor en donde la ancha Venus,
muslos dorados, vientre pensativo,
se baña en el concierto de la tarde.

Soñarte, amor, soñarte, oh, sí, soñarte
la idéntica de entonces, la surgida,
del mar y aquellos bosques, reviviendo
en ti el amor henchido, sano y fuerte
de las antiguas diosas terrenales.

Rafael Albertti

14 de mayo de 2010

LA FLOR DEL SEIBO


Tu "Flor de la caña",
¡Oh Plácido amigo!
No tuvo unos ojos
Más negros y lindos,

Que cierta morocha
Del suelo argentino
Llamada... Su nombre,
Jamás lo he sabido;

Mas tiene unos labios
De un rojo tan vivo,
Difúndese de ella
Tal fuego escondido,

Que aquí en la comarca,
La dan los vecinos
Por único nombre,
"La Flor de Seíbo."

Un día - una tarde
Serena de estío -
Pasó por la puerta
Del rancho que habito.

Vestía una falda
Ligera de lino;
Cubríala el seno,
Velando el corpiño,

Un chal tucumano
De mallas tejido;
Y el negro cabello,
Sin moños ni rizos,

Cayendo abundoso,
Brillaba ceñido
Con una guirnalda
De flor de seíbo.

Miréla, y sus ojos
Buscaron los míos...
Tal vez un secreto
Los dos nos dijimos.

Porque ella, turbada,
Quizá por descuido,
Su blanco pañuelo
Perdió en el camino.

Corrí a levantarlo,
Y al tiempo de asirlo,
El alma inundóme
Su olor a tomillo.

Al dárselo, "Gracias,
Mil gracias!" - me dijo,
Poniéndose roja
Cual flor de seíbo.

Ignoro si entonces
Pequé de atrevido,
Pero ello es lo cierto
Que juntos seguimos

La senda, cubierta
De sauces dormidos;
Y mientras sus ojos,
Modestos y esquivos,

Fijaba en sus breves
Zapatos pulidos,
Con moños de raso
Color de jacinto,

Mi amor de poeta
La dije al oído:
¡Mi amor, más hermoso
Que flor de seíbo!

La frente inclinada
Y el paso furtivo,
Guardó aquel silencio
Que vale un suspiro.

Mas, viendo en la arena
La sombra de un nido
Que al soplo temblaba
Del aire tranquilo,

- "Allí se columpian
Dos aves", me dijo:
"Dos aves que se aman
Y juntas he visto

Bebiendo las gotas
De fresco rocío
Que absorbe en la noche
La flor del seíbo".

Oyendo embriagado
Su acento divino,
También, como ella,
Quedé pensativo.

Mas, como en un claro
Del bosque sombrío
Se alzara, ya cerca,
Su hogar campesino,

Detuvo sus pasos,
Y llena de hechizos,
En pago y en prenda
De nuestro cariño,

Hurtando a las sienes
Su adorno sencillo,
Me dio, sonrojada,
La flor del seíbo.

Rafael Obligado

13 de mayo de 2010

DIARIO DE UN MARTIR


I

[...]

II

Si después que yo muera,
al hogar de un amigo
mi huérfana infeliz y pordiosera
llega implorando protección y abrigo;

y albergue hospitalario
encuentra en sus desgracias,
yo saldré del sepulcro solitario
y al buen amigo le daré las gracias.


III

¡Catorce veces! -¡Una vida entera!-
Al llegar este día,
despertaba mi hermosa compañera
sonriendo de esperanza y de alegría.

Era que entonces recordaba, cuando
rendida el alma ardiente,
en una hora feliz puse temblando
la corona nupcial sobre su frente.

Y hoy, al abrir sus ojos, ¡qué amargura!
¡Oh! ¡Cómo habrá sufrido!
al comparar su inmensa desventura
con las delicias del placer perdido.

En bello porvenir albas hermosas
yo tierno le anunciaba
y al renovar los lirios y las rosas
incienso y mirra en el altar quemaba.

Era todo placer, fiesta solemne.
Y un ángel Dios quería
que encendiese la lámpara perenne
que ante la imagen de mi amor ardía.

Nunca turbamos con el ceño adusto
la paz del sentimiento;
y nos bastaban para dicha y gusto
modesta casa y corazón contento.

La postrera ocasión que así nos vimos,
libre el alma de engaños,
en el gozo habitual nos prometimos
saludar el mejor de nuestros años,

y así seguir sin vanidad ni orgullo,
cuidados ni temores,
viendo el tiempo correr sin un murmullo
como un agua que corre entre las flores,

y al apagar la juventud su fuego,
ver en tarde callada
el tibio sol de la vejez... y luego
su tumba al lado de mi tumba helada.

Y soñamos al fin de humanas cuitas.
Dos cruces y dos losas;
sobre mi cruz humildes margaritas,
sobre su cruz fragantes tuberosas.

Mas no vimos al ver tantas bondades
y bendecir al cielo,
las aves que presagian tempestades
tras nuestra barca en fugitivo vuelo.

Y llegó la tormenta: -se ennegrecen
los densos nubarrones;
las olas con las olas se enfurecen,
silban y braman rudos aquilones;

¡y nos hunden, mi bien, hados impíos
en un momento aciago!
¡Y en el revuelto mar, yo con los míos
en esta noche de dolor naufrago!


IV

Cesaron, ¡oh mi Dios!, las alegrías
del amor terrenal con sus anhelos.
Y ya empezaron a correr los días
del santo amor que seguirá en los cielos.

Conmigo seguirá, si por los vagos
espacios de la tumba, en paz y calma
navega el hombre en bonancibles lagos,
y un viaje inmortal emprende el alma.

Y ¡oh! nunca borre caprichosa suerte
la imagen ¡ay! que tu memoria encierra;
para amarte en el seno de la muerte
como tú me amarás desde la tierra.

Pero si quieres despertar mis celos,
y ni en tu mente alguna vez me nombras,
en la homérica selva de asfodelos
irá mi sombra a atormentar las sombras.

Mas no me olvidarás -que no se olvida
una como la nuestra, larga historia;
¡y al decirnos adiós en esta vida
nos dijimos adiós hasta la gloria!


V

Con su voz infantil, voz deliciosa
que vibra en mis oídos todavía,
al llover de la nieve silenciosa
libros de cuento mi Piedad leía.

Al pie de la caliente chimenea
yo al ver su rostro satisfecho estaba;
y mi santa mujer, ¡bendita sea!,
allí a su lado en su labor pensaba.

Ayer así nos contemplaba el cielo;
y hoy en mi hogar las desventuras moran,
ellas suspiran en extraño suelo
y mi destino y mi tormento ignoran.

Y yo al recuerdo de mis horas bellas
no se si viven mientras yo no muero;
¡y aquí pensando sin cesar en ellas
el fin del drama en la prisión espero!


VI

¡Oh! ¡Qué grato sería
libre y feliz sin pesadumbre alguna,
con la adorada mía
por la floresta umbría
vagar al rayo de esta blanca luna!

¡Y orillas de la fuente
ver la niña soltar sus trenzas blondas
al aromado ambiente,
y el agua transparente
con su imagen jugar sobre las ondas!

Y no con tanto anhelo,
harto el herido corazón de quejas
y amargo desconsuelo,
¡un pedazo de cielo
ponerme a mendigar desde las rejas!

¡Oh! ¡Cuántas, dueño amado,
noches tan llenas de esplendor, tan bellas,
en tiempo afortunado
los dos hemos pasado
al trémulo brillar de las estrellas!

Del espacio, señora,
con sus dardos de plata perseguía
eterna viajadora
la Diana cazadora
nube tras nube en la región vacía.

Contaba sus dolores
el ruiseñor a los favonios leves,
nos daban sus olores
las tempranas flores,
y un fresco soplo las postreras nieves.

¡Y la suerte entre tanto
pensaba convertir en un lamento
el armonioso canto
trocar la risa en llanto
y el gozo puro en sin igual tormento!

¡Quién entonces creyera
que tan pronto, mi bien, gimiendo a solas
de mi fiel compañera
separado me viera
por dura cárcel y profundas olas?

Y ¿quién pensar podría
que la ilusión del porvenir risueño,
en no lejano día
volando pasaría
como una sombra en fugitivo sueño?

¿Y éstas son las hermosas
albas del porvenir? -¡Delirio insano!
¡Ay mis lirios y rosas!
¡Oh dichas engañosas!
¡Oh breves gozos del amor humano!

¡Qué alegre y bella estaba
mi compañera, la adorada mía,
cuando la nave a Veracruz llegaba,
y al asomar el día
en el fondo del cielo el Orizaba
su túnica imperial desenvolvía!

Columbrábanse apenas,
al borde de las playas inseguro
las fajas de las tórridas arenas;
y en el confín oscuro
de la heroica ciudad torres y almenas
y en un penón el artillado muro.

Después -¡oh cuadro hermoso!-,
preñadas nubes en su ruda espalda
sustenta el Chiquihuite portentoso;
y en su risueña falda
despliega el Aculcingo generoso
su rica vestidura de esmeralda.

Naturaleza adula
el valle en donde en la apacible siesta
el arpa santa una oración modula,
y en cuyo seno, enhiesta
levanta su pirámide Cholula
y la Malinche su empinada cresta.

Y nada igual tampoco
en horas de entusiasmo y de desvelos
soñó jamás el pensamiento loco,
como los claros cielos
que cubren la laguna de Texcoco
y de Ixtaxihuatl los eternos hielos.

Contentos y pesares
Chapultepec a los viajeros cuenta,
y al humo del incienso en los altares
noble, regia, opulenta,
en medio de sus bosques seculares
Tenoxtitlán magnífica se ostenta...

¡Tenoxtitlán! ¡Qué suerte!
¡Ya no más te veré! -La triste vida
los términos alcanza de la muerte;
que mi bien se despida
de ver su esposo y de tornar a verte,
¡y adiós! ¡Adiós, Tenoxtitlán querida!


VIII

Conozco esa canción; ecos perdidos
sus notas son de plácidas historias;
que a sus dulces y lánguidos sonidos
desde mi edad de fáciles victorias
están acostumbrados mis oídos.

Una noche -¿te acuerdas?- recorrías
las teclas de marfil: tierno, amoroso,
mirándome en tus ojos me veías,
y tú con el intérprete armonioso
los misterios del alma me decías.

Sentado junto a ti, mi pensamiento
de la existencia mísera y precaria
las cuitas olvidó; y un vago acento,
preludio de una mística plegaria,
la fiebre estremeció del sentamiento.

Después, dichosa, angelical, serena,
alegraste mi hogar con tu sonrisa
y esa canción que de pesar me llena,
que viene en alas de la errante brisa
y en las bóvedas cóncavas resuena.

¿Qué cosas al espíritu agitado
no dirán esas voces gemidoras?
¿Qué no dirán al pobre encarcelado,
hablándole en las ansias de estas horas
de alegres tiempos del amor pasado?

Le dicen, ¡ay!, que su infortunio es cierto;
que dentro del pecho el corazón sucumba
y allí repose inanimado y yerto
cual reposa el cadáver en su tumba.

¡Porque es verdad que su esperanza ha muerto!


IX

Prisión, enfermedad, negras pasiones
contra mí desatadas;
¡y tantas, tan acerbas aflicciones
en un pecho mortal acumuladas!

¡Por la esposa infelice suspirando,
y de mi niña ausente,
y el soplo de la suerte marchitando
los pálidos laureles en mi frente!

¡Oh Dios!, ¡que así mi corazón heriste!
Recibe un alma tierna;
¡cierra las puertas de este mundo triste!
¡Abre las puertas de la patria eterna!


X

Si el labio tuyo jamás me nombra,
y a Dios descanso por mí no pides,
del otro mundo vendrá mi sombra
para rogarte que no me olvides.

Y una voz de agonía
vibrará junto a ti,
y dirá noche y día
¡acuérdate, alma mía,
acuérdate de mí!

Si tú me llamas en tus dolores
y oyes un eco muy lastimero:
yo soy quien dice: -Mujer, no llores;
en el sepulcro, mi bien, te espero.

Y si acaso decides
no amar de nuevo aquí
y amor al cielo pides;
nunca mi amor olvides,
¡acuérdate de mi!


XI

La desgracia, es verdad, no viene sola;
cuando el piélago agita turbulento
su inmensa mole azul, y Dios apaga
la lumbrera del alto firmamento;
el bóreas bramador, ola tras ola
vertiginosa convulsión propaga.

Así, en la vida también, cuando el destino
marca las horas de infortunios llenas,
y sus alas los ábregos sacuden,
unas penas impulsan otras penas,
palpita el corazón, y en torbellino
todos los males a la vez acuden.

¡Paz y resignación! -ánimo fuerte
para ver deshacerse el dulce asilo
del doméstico hogar, y al furibundo
golpe que asesta sobre mí la suerte,
desnudo el pecho presentar tranquilo,
¡y que vacile y se desplome el mundo!


XII

-¿Te despides al partir,
de la niña? -¡No, por Dios,
que por no hacerla sufrir
me iré sin decirle adiós!

-Si llama al padre, al tornar
de la escuela, ¿qué diré?
-Que por no verla llorar,
sin verla el padre se fue.

-Se fue mi padre, ¡ay de mí!
¿Por qué nos abandonó?
-¿Volverá muy pronto? -Sí.
-¿Volverá, muy pronto? No.

-¿Y he de abrazarle al volver?
-Si, niña, le abrazarás.
-Si hay un cielo podrá ser;
¿abrazarme aquí? ¡Jamás!


XIII

Despierto, oyendo angustiado
que la voz de un ser amado
me llama con ansiedad,
¡y en el sitio acostumbrado
busco el lecho de Piedad!

¡Qué juego de la pasión!
¡Su lecho...! ¡Qué desvarío!
¡Qué mentirosa ilusión!
-¡Si no hay más lecho que el mío
en esta oscura prisión!


XIV

En el arábigo idioma
Lulú significa perla,
y el creyente de Mahoma
llama a su novia Lulú.
Al verte de gracia llena
tu padre así te decía,
que por hermosa y por buena
perla en la casa eras tú.

El mismo nombre te daba
yo también algunas veces,
cuando decirte anhelaba
mi ternura y mi pasión;
y al estar en ti pensando,
hoy, en el fondo del alma,
una voz me está gritando:

"¡Lulú de mi corazón!"



XV

Te mando, mi bien, un beso
y un suspiro desde aquí,
y sólo siento estar preso
por no hallarme junto a ti.

Mas como quiere la suerte
separarnos a los dos,
desde el umbral de la muerte
con el beso va un adiós.

Y como, aunque yo lo ansío,
no he de verte nunca más,
otro beso por el mío
en el Cielo me darás.


XVI

Mensajera peregrina,
que al pie de mi bartolina
revolando alegre estás,
¿de do vienes, golondrina?
Golondrina, ¿a dónde vas?

Has venido a esta región
en pos de flores y espumas,
y yo clamo en mi prisión
por las nieves y las brumas
del cielo del septentrión.

Bien quisiera contemplar
lo que tú dejar quisiste,
quisiera verme en el mar,
ver de nuevo el Norte triste,
ser golondrina y volar.

Quisiera a mi hogar volver
y allá, según mi costumbre,
sin desdichas que temer,
verme al amor de la lumbre
con mi niña y mi mujer.

Si el dulce bien que perdí
contigo manda un mensaje,
cuando tornes por aquí,
golondrina, sigue el viaje
y no te acuerdes de mí.

Que si buscas, peregrina,
do el ramaje un sauce inclina,
ningún sauce encontrarás;
y yo diré: -Golondrina,
golondrina, ¿a dónde vas?

No busques, volando inquieta, ,
mi tumba oscura y secreta.
Golondrina, ¿no lo ves?

En la tumba del poeta
no hay un sauce ni un ciprés.

Juan Clemente Zenea

12 de mayo de 2010

DOMINGOS

A Graciela Delgado Holiday





Los domingos había allá una calma
nunca recuperada en otros pueblos.

La palabra añoranza acaso tenga
el sabor de esa dicha irrecobrable.

El color de la vida era el celeste
del cielo abanderado de su pueblo.

Pasaban las muchachas misteriosas
con sus madres. La misa era el destino.

En la plaza los árboles brillaban
bajo el sol eucarístico, en el aire

vibrante de campanas y estriado
por vuelos de paloma.

Mi mundo estaba en una esquina blanca
de calles silenciosas. Las calzadas

temblaban al pasar de los jinetes.
No se oían carretas. Los domingos

descansaban los bueyes en el campo.

En la esquina sombreada por ovenias
los tíos patriarcales, sosegados,

ya desaparecidos hace tiempo
de sus casonas de emparrados patios,

se reunían y hablaban y reían
felices, a la sombra en sus sillones,

con la paz del domingo en la mirada,
y eternos en la fuga de las horas.

Hugo Rodriguez Alcala

10 de mayo de 2010

GLOSAS


1

A una mujer que ponía los cuernos al conde.

Letra:

Lágrimas de embuste
más me endurecen,
pues regados con ellas
mis cuernos crecen.

Glosa:

Niña del negro cabello
y de muchos corazones,
lloras los cuernos que pones,
aquí te caigan en ello.

Quieres que vuelva mi cuello
al yugo de tus engaños,
cuando me avisan mis daños
y desengaños me ofrecen,
que con lágrimas falsas
mis cuernos crecen.

Viví un tiempo enamorado,
mas ya sin culpa o castigo,
cuanto escribo y cuanto digo
es efecto recatado;
que un cuerno ratificado
con embustes, y de su dueño,
dará que sentir a un leño,
que lágrimas no merecen
cuando riegan cuerno,
mis cuernos crecen.


2

Un nuevo jinete vi
del tribu de Zabulón,
no sabe de garrochón,
de lanza y esponja sí.

Cuando al monarca español
recibe alegre Castilla,
en su poderosa silla
cuya águila pudo al sol,
ser la octava maravilla
a la plaza que atendí,
según su ser, a Dios vi,
que era la esfera corintia,
no me engañando la pinta
un nuevo jinete vi.

Nunca en África lidió
contra moros de Alá veces,
ni cual Aníbal perdió
el ojo cuando se vio
sobre los Alpes franceses;
mas del torrente cedrón,
vino después de Nerón
por el incendio descrito,
y es según se ha hallado escrito
del tribu de Zabulón.

Éste, pues, desvanecido,
porque el tiempo le prestó,
desque con pluma se vio,
quiso ser tan atrevido
que su propio ser negó;
y subido en un frisón,
sin verse como pavón,
quiso dar su pavonada,
y aunque ha entrado estocada,
no sabe de garrachón.

De la ganancia y usura
sabe tanto que me espanto,
como no ha robado cuanto
el sol descubrir procura,
que la tierra encubre tanto;
pero no ha faltado allí
el natural de rabí
que luego no le dijese
que en garrochón no entendiese
de lanza y de esponja sí.

Juan de Tassis

9 de mayo de 2010

EL INDIO ECHADO


Bien pueden decir que es tarde,
que pronto será de noche.
Que llamen a Pedro, y a Juan,
para encender las luces.
Que llamen también a mis hijos
y les muestren con ira mi modorra...
¡Mi bella modorra, y mis lindos hijos
que no he tenido tiempo de procrear todavía!
Pero pronto dirán que es tarde,
mas yo diré que pronto será de noche
y entonces procrearé un hijo, o dos.
Me siento sobre mi propio cuerpo;
inmóvil, a contemplar a mi sombra que hace gestos de pereza.
Llévenme sin tocarme bajo el árbol más inactivo
desde donde se divisa el molino que no gira,
el recodo de aguas estancadas,
el cementerio de los pájaros...
Que llamen a otros para que les cuenten cómo es esto.
Que llamen a mis hijos, a mis lindos hijos
a quien dejo, antes de morir, mi más cariñoso bostezo.

Joaquin Pasos

8 de mayo de 2010

EL RELOJ DE PALACIO

(Leyenda de las Calles del Reloj)




Lector: escúchame atento
esta tosca narración
y júzgala la tradición,
fábula, conseja ó cuento.
En un libro polvoriento
la encontré leyendo un día,
y hoy entra a la poesía
desfigurada y maltrecha;
el verso es de mal cosecha
y la conseja no es mía.

Hubo en un pueblo de España,
cuyo nombre no es del caso
porque el tiempo con su paso
todo lo borra o lo empaña,
un noble que cada hazaña,
de las que le daban brillo,
celebraba en su castillo
dando dinero a su gente
construyendo un nuevo puente
o alzando un nuevo rastrillo.

Era el noble de gran fama,
de carácter franco y rudo,
con campo azul en su escudo
y en su torre una oriflama.
Era señor de una dama
piadosa como ninguna;
dueño de inmensa fortuna
por trabajo y por herencia
y tan limpio de conciencia
como elevado de cuna.

Una vez, para decoro
de sus ricas heredades
cruzó yermo y ciudades
para combatir al moro.
Llevóse como tesoro
y como escudo a la par,
un talismán singular
atado a viejo rosario
un modesto escapulario
con la Virgen del Pilar.

Era el precioso legado
de sus ínclitos mayores;
desde sus años mejores
lo tuvo siempre a su lado.
Y como voto sagrado
de cristiano y caballero
juzgó su deber primero
en el combate reñido
llevarlo siempre escondido
tras de su cota de acero.

En ocasión oportuna
el noble llegó a creer
que ante el moro iba a perder
honra, blasón y fortuna.
Soñó que la media luna
nuncio de sangre y de penas,
en horas de espanto llenas
iba en sus feudos a entrar
y hasta la vio coronar
sus respetadas almenas.

Y no sueño, realidad
pudo ser en un momento,
pues fue tal presentimiento
engendro de la verdad.
Acércanse a su heredad
Muslef y sus caballeros;
mira brillar los aceros
al fugor de alta linterna
y sale por la poterna
en busca de sus pecheros.

Anda con paso inseguro
de un hachón a los reflejos;
"alarma", grita a lo lejos
el arquero sobre el muro.
Como a la voz de un conjuro
del noble los servidores
surgen entre los negrores
de aquella noche maldita
y lo siguen cuando grita:
"¡Sus! ¡A degollar traidores!

Corren y, en breves instantes,
terror y espanto difunden
y en una masa se funden
asaltados y asaltantes.
Los cascos y los turbantes,
revueltos y confundidos,
entre quejas y alaridos
vense en las sombras surgir,
sin lograrse distinguir
vencedores y vencidos.

El noble señor avanza
en pos del blanco alquicel
de un moro que en su corcel
huye blandiendo su lanza.
Resuelto a asirlo le alcanza
por ciega rabia impelido,
y cruel y enardecido
le mata con gran fiereza
y le corta la cabeza,
pues Muslef era el vencido.

Al tornar lleno de gloria
a su castillo feudal
dijo: "Es un ser celestial
el que me dio la victoria.
El que ampara la memoria
y el lustre de mis abuelos;
el que me otorga consuelos
cuando vacila mi planta;
es... ¡la imagen sacrosanta
de la Reina de los cielos!

"Siempre la llevé conmigo
y hoy de mi fe como ejemplo
he de levantarle un templo
donde tenga eterno abrigo.
El mundo será testigo
de que ferviente la adoro,
y cual reclamo sonoro
de su gloria soberana
daré al templo una campana
hecha con armas del moro".

El tiempo corrió ligero
y el templo se construyó
como que el noble empeñó
palabra de caballero.
Sobre su recinto austero,
todo el feudo acudió a orar
venerando en el altar
en lujoso relicario,
un modesto escapulario
con la Virgen del Pilar.

Los siglos, que todo arrastran
lo más sólido destruyen,
los hombres llegan y huyen
y los monumentos pasan.
Templos que en la fe se abrasan
ceden del tiempo al estrago;
todo es efímero y vago
y en las sombras del no ser
lo que vistió el oro ayer
hoy lo encubre el jaramago.

Quedóse el templo en ruinas,
sus glorias estaban muertas
y ya en sus naves desiertas
volaban las golondrinas.
Sobre sus muros, espinas;
verde yedra en la portada
la Virgen, abandonada
por ley aciaga e injusta,
y la campana vetusta
eternamente calada.

En cierta noche el horror
de algo extraño se apodera
de aquel pueblo cuando oyera
de la campana el rumor.
Desde el más alto señor
al pobre y al pequeñuelo,
acuden con vivo anhelo
a mirar quién la profana
y se encuentran la campana
sola, repicando a vuelo.

Asaltan con gran trabajo
la torre donde repica
y su espanto multiplica
ver que toca sin badajo.
El noble, el peón del tajo,
el alcalde, el alguacil,
con agitación febril
y con ánima turbada
exclaman: "¡Está hechizada
por los siervos de Boabdil!"

Entre temores y enojos,
propios de aquellos instantes,
los sencillos habitantes
ya no pegaron los ojos.
Con sobresalto y sonrojos
el temor al pueblo excita
lleva el cura agua bendita
y como todos, temblando,
comienza a rezar, regando
a la campana maldita.

A medida que mojaba
el agua bendita el hierro,
cual diabólico cencerro
más la campana sonaba.
La gente se santiguaba
triste, amedrentada y loca,
el cura a Jesús invoca
y por fin llega a exclamar:
"No la podemos callar
porque el diablo es quien la toca".

Tras esa noche infernal
se dio cuenta al nuevo día
de aquella aventura impía
al consejo y al fiscal.
Este, en tono magistral,
bien estudiado el conjunto,
resolvió tan grave punto
y por solución perfecta
dijo: "Que tuvo directa parte
el diablo en el asunto".

Y como sentencia sana,
poniendo al espanto un dique,
declaró nulo el repique
de la maldita campana;
que cualquier mano profana
con un golpe la ofendiera
que el pueblo la maldijera,
siendo el alcalde testigo
y desterrada, en castigo,
para las Indias saliera.

Cumplida aquella sentencia,
maldecida y sin badajo,
a Méjico se la trajo
antes de la Independencia.
De algún Virrey la indolencia
la dio castigo mayor
quedando en un corredor
del Palacio abandonada,
por ser campana embrujada
que a todos causaba horror.

Alguien la alzó en el espacio,
le dio voz y útil empleo,
y fue un timbre y un trofeo
en el reloj de palacio.
El tiempo a todo reacio
y que méritos no advierte,
puso un término a su suerte
cambiando su condición
y encontró en la fundición
metamorfosis y muerte.

En el libro polvoriento
que a tal caso registré,
la descripción encontré
de tan raro monumento.
Tuvo como un ornamento
de sus nobles condiciones,
de su abolengo pregones
en la parte principal,
una corona imperial
asida por dos leones.

En el cuerpo tosco y rudo,
consagrando sonidos,
se miraban esculpidos
un calvario y un escudo,
y como eterno saludo
de la tierra en que nació
en sus bordes se grabó
una fecha y un letrero:
"Maese Rodrigo" (el obrero
que la campana fundió).

Produjo tal sensación
entre la gente más llana
ver un reloj con campana
en la virreinal mansión,
que son eterna expresión
de aquel popular contento
las calles que el pueblo atento
"del Reloj" sigue llamando
constante conmemorando
tan fausto acontecimiento.

Dos centenares de auroras
la campana de palacio
lanzó al anchuroso espacio
sus voces siempre sonorazas.
Después de marcar las horas
con solemne majestad,
dejóle nuestra ciudad
recuerdo imperecedero,
que es su toque postrimero
vibrando en la eternidad.

Juan de Dios Peza

7 de mayo de 2010

SONETO DEL AHORCADO




El beodo narraba dificultosamente
con hipos de agonía y vahos de aguardiente.
El, residuo de hombre, sin vigor ni decoro,
era el único dueño de un singular tesoro.

Y vi en su mano torpe, tal como una serpiente
de escamas de oro puro, la trenza reluciente:
su tesoro romántico, su reliquia -aunque ignoro
de quién era la trenza de cabellos de oro.

Y una noche de lluvia se colgó de una rama,
y un rechinar de dientes epilogó su drama
de recorrer a tientas las brumas del alcohol.

Y allí lo vimos todos, al inflamarse el día,
y en su cárdeno cuello la trenza relucía
cual si se hubiese ahorcado con un rayo de sol.

Jose Angel Buesa

6 de mayo de 2010

AMOR Y ANHELO


Quiero contarte, dueña del alma,
las tristes horas de mi dolor;
quiero decirte que no hallo calma,
que de tu afecto quiero la palma
que ansiando vivo sólo tu amor.

Quiero decirte que a tu mirada
me siento débil estremecer,
que me enajena tu voz amada,
que en tu sonrisa vivo extasiada,
que tú dominas todo mi ser.

Por ti suspiro, por ti yo vierto
llanto de oculto, lento sufrir;
sin ti es el mundo triste desierto
donde camino sin rumbo cierto,
viendo entre sombras la fe morir.

Y con tu imagen en desvarío
vivo encantando mi soledad,
desde que absorta te vi, bien mío,
y arrebatada, sin albedrío,
rendí a tus plantas mi libertad.

Deja que el alma temblando siga
de una esperanza soñada en pos,
que enajenada su amor te diga,
mientras un rayo de luz amiga
pido al futuro para los dos.

¡Oh! ¡si a tu lado pasar la vida
me diera el cielo por todo bien!
¡Si a tu destino mi suerte unida,
sobre tu seno de amor rendida
pudiera en calma doblar la sien!

¿Qué a mi la saña del hado crudo?
¿Qué los amagos del porvenir?
Tu amor llevando por todo escudo,
yo desafiara su embate rudo
y así me fuera grato vivir.

¡Ay! en las horas de hondo tormento
que al alma asedian con ansia cruel,
vuela en tu busca mi pensamiento,
mientras el labio trémulo al viento
tu nombre amado murmura fiel.

Ven y tu mano del pecho amante
calme amorosa las penas mil,
¡oh de mis ansias único objeto!
Ven, que a ti sólo quiero en secreto
contar mis sueños de amor febril.

Mas no, que nunca mi amante anhelo
podré decirte libre de afán,
gimiendo a solas, en desconsuelo,
cual mis suspiros, en raudo vuelo,
mis ilusiones perdidas van.

Tuya es mi vida, tuya mi suerte,
de ti mi dicha pende o mi mal;
si al dolor quieres que venza fuerte,
sobre mi frente pálida vierte
de tu ternura todo el raudal.

Salome Ureña de Henriquez

5 de mayo de 2010

EL HIMNO DE COLOMBIA

Canción Militar Dedicada al
Presidente Libertador Simón Bolívar.






Otra vez con cadenas y muerte
amenaza el tirano español.
Colombianos, volad a las armas,
repeled, repeled la opresión.

Suene ya la trompeta guerrera,
y responda tronando el cañón;
de la Patria seguid la divisa,
que os señala el camino de honor.

CORO

Suena ya la trompeta guerrera
y responde tronando el cañón;
ya la patria arboló su divisa,
que nos muestra el camino de honor.

¿Qué Patriota de nobles ideas
apetece la torpe inacción?
¿quién aprecia el reposo entre grillos?
Ciudadano, morir es mejor.

Libertad, haz que dulce resuene
de Colombia a los hijos tu voz;
que jamás uno solo se afrente,
prefiriendo la vida al honor.

CORO

Libertad, ¡oh cuán dulce que suena
de Colombia a los hijos tu voz!
No será que uno solo se afrente
prefiriendo la vida al honor.

De la Patria es la luz que miramos,
de la Patria la vida es un don.
Verteremos por ella la sangre,
por un bárbaro déspota no.

Libertad es la vida del alma;
servidumbre hace vil al varón.
Defender a un tirano es oprobio;
perecer por la Patria es honor.

CORO

Libertad es la vida del alma;
servidumbre hace vil al varón.
Defender a un tirano es oprobio,
perecer por la Patria es honor.

Defended este suelo sagrado,
que crecer vuestra infancia miró;
en que yacen cenizas heroicas,
en que reina una libre nación.

Recordad tantas prendas queridas,
de la esposa el abrazo de amor,
de los hijos el beso inocente,
de los Padres la herencia de honor.

CORO

Defendamos la patria querida
que nos guarda las prendas de amor;
defendamos los caros hogares;
conservemos la herencia de honor.

Recordad los patriotas ilustres
que cobarde crueldad inmoló.
¿No escucháis que apellidan venganza?...
Embestid a esa turba feroz.

Recordad del Araure los campos,
que el valor colombiano ilustró;
a Junín, Boyacá y Ayacucho,
monumentos eternos de honor.

CORO

Recordemos de Araure los campos
que el valor colombiano ilustró;
a Junín, Boyacá y Ayacucho,
monumentos eternos de honor.

¿Veis llegar las legiones venales,
que conduce a la lid la ambición?
Contra pechos de libres patriotas
impotente será su furor.

Atacad; una fe mercenaria
poco da que temer al valor.
Por victoria hallarán escarmiento,
por botín llevarán deshonor.

CORO

Avanzad, oh legiones venales,
que conduce a la lid la ambición;
por victoria hallaréis escarmiento
por botín llevaréis deshonor.

Andrés Bello

4 de mayo de 2010

PUEDES JUNTAR LAS MANOS


La gente dice:
Polvo,
Sideral,
Funerario,
y se queda tranquila,
contenta,
satisfecha.
Pero escucha ese grillo,
esa brizna de noche,
de vida enloquecida.
Ahora es cuando canta
Ahora
y no mañana
Precisamente ahora.
Aquí.
A nuestro lado...
como si no pudiera cantar en otra parte.
¿Comprendes?
Yo tampoco.
Yo no comprendo nada.
No tan sólo tus manos son un puro milagro.
Un traspiés,
un olvido,
y acaso fueras mosca,
lechuga,
cocodrilo.
Y después...
esa estrella.
No preguntes.
¡Misterio!
El silencio.
Tu pelo.
Y el fervor,
la aquiescencia
del universo entero,
para lograr tus poros,
esa ortiga,
esa piedra.

Puedes juntar las manos.
Amputarte las trenzas.
Yo daré mientras tanto tres vueltas de carnero.

Oliverio Girondo

3 de mayo de 2010

PEDRAS


Pedras, pedregulhos
Pequenos e grandes
No monte, na rua
Paradas, inertes…
E, lá estão ...
E lá ficam...
Com frio
Com chuva
E... sem sol.

Sempre paradas
Sempre sozinhas
Chorando e gemendo
Mas também pensando
Como sou linda...
Como sou livre...

Não tenho ninguém
Não sofro por nada
Acordo e levanto-me
Sem conhecer o mal...

Essas palavras... que fazem doer...
Deixo-as para os homens...
Que podem senti-las...

E nós... Pedras, pedregulhos...
Vivemos sozinhas
Mas temos o mundo
Temos o céu...
A lua e as estrelas...
A chuva e o vento...
E assim
Todos os dias
Nós ...pedras e pedregulhos
Voltamos a viver...

Lili Laranjo

2 de mayo de 2010

UN CASTELLANO LEAL


Romance I

"Hola, hidalgos y escuderos
de mi alcurnia y mi blasón,
mirad, como bien nacidos,
de mi sangre y casa en pro.

"Esas puertas se defiendan
que no ha de entrar ¡vive Dios!
por ellas, quien no estuviere
más limpio que lo está el sol,

"No profane mi palacio
un fementido traidor
que contra su rey combate
y que a su patria vendió.

Pues si él es de reyes primo,
primo de reyes soy yo,
y conde de Benavente
si él es duque de Borbón.

"Llevándole de ventaja,
que nunca jamás manchó
la traición mi noble sangre,
y haber nacido español."

Así atronaba la calle
una ya cascada voz,
que de un palacio salía
cuya puerta se cerró;

Y a la que estaba a caballo
sobre un negro pisador,
siendo en su escudo las lises
más bien que timbre, baldón;

Y de pajes y escuderos
llevando un tropel en pos
cubiertos de ricas galas,
el gran duque de Borbón.

El que lidiando en Pavía
más que valiente, feroz,
gozóse en ver prisionero
a su natural señor;

Y que a Toledo ha venido
ufano de su traición,
para recibir mercedes,
y ver al Emperador.


Romance II

En una anchurosa cuadra
del alcázar de Toledo,
cuyas paredes adornan
ricos tapices flamencos,

Al lado de una gran mesa
que cubre de terciopelo
napolitano tapete
con borlones de oro y flecos;

Ante un sillón de respaldo
que entre bordado arabesco
los timbres de España ostenta
y el águila del Imperio.

De pie estaba Carlos Quinto
que en España era Primero,
con gallardo y noble talle,
con noble y tranquilo aspecto.

De brocado de oro y blanco
viste tabardo tudesco,
de rubias martas orlado,
y desabrochado y suelto;

Dejando ver un justillo
de raso jalde, cubierto
con primorosos bordados
y costosos sobrepuestos;

Y la excelsa y noble insignia
del Toisón de Oro, pendiendo
de una preciosa cadena
en la mitad de su pecho.

Un birrete de velludo
con un blanco airón, sujeto
por un joyel de diamantes
y un antiguo camafeo;

Descubre por ambos lados,
tanta majestad cubriendo,
rubio, cual barba y bigote
bien atusado el cabello.

Apoyada en la cadera
la potente diestra ha puesto,
que aprieta dos guantes de ámbar
y un primoroso mosquero.

Y con la siniestra halaga,
de un mastín muy corpulento,
blanco, y las orejas rubias,
el ancho y carnoso cuello.

Con el Condestable insigne,
apaciguador del reino,
de los pasados disturbios
acaso está discurriendo;

O del trato que dispone
con el rey de Francia, preso,
o de asuntos de Alemania,
agitada por Lutero.

Cuando un tropel de caballos
oye venir, a lo lejos,
y ante el alcázar pararse,
quedando todo en silencio.

En la antecámara suena
rumor impensado luego,
ábrese al fin la mampara
y entra el de Borbón soberbio;

Con el semblante de azufre,
y con los ojos de fuego,
bramando de ira y de rabia
que enfrena mal el respeto.

Y con balbuciente lengua
y con mal borrado ceño,
acusa al de Benavente,
un desagravio pidiendo.

Del español Condestable
latió con orgullo el pecho,
ufano de la entereza
de su esclarecido deudo.

Y, aunque advertido procura
disimular cual discreto,
a su noble rostro asoman
la aprobación y el contento.

El Emperador un punto
quedó indeciso y suspenso,
sin saber qué responderle
al francés, de enojo ciego.

Y aunque en su interior se goza
con el proceder violento
del conde de Benavente,
de altas esperanzas lleno;

Por tener tales vasallos,
de noble lealtad modelos,
y con los que el ancho mundo
será a sus glorias estrecho;

Mucho al de Borbón le debe
y es fuerza satisfacerlo,
le ofrece para calmarlo
un desagravio completo;

Y llamando a un gentilhombre,
con el semblante severo
manda que el de Benavente
venga a su presencia presto.


Romance III

Sostenido por sus pajes
desciende de su litera
el conde de Benavente
del alcázar a la puerta.

Era un viejo respetable,
cuerpo enjuto, cara seca,
con dos ojos como chispas,
cargados de largas cejas;

Y con semblante muy noble,
mas de gravedad tan seria,
que veneración de lejos
y miedo causa de cerca.

Eran su traje unas calzas
de púrpura de Valencia,
y de recamado ante
un coleto a la leonesa.

De fino lienzo gallego
los puños y la gorguera,
unos y otra guarnecidos
con randas barcelonesas.

Un birretón de velludo
con su cintillo de perlas,
y el gabán de paño verde
con alamares de seda.

Tan sólo de Calatrava
la insignia española lleva,
que el Toisón ha despreciado
por ser orden extranjera.

Con paso tardo, aunque firme,
sube por las escaleras,
y al verle, las alabardas
un golpe dan en la tierra.

Golpe de honor, y de aviso
de que en el alcázar entra
un grande, a quien se le debe
todo honor y reverencia.

Al llegar a la antesala,
los pajes que están en ella
con respeto le saludan
abriendo las anchas puertas.

Con grave paso entra el conde
sin que otro aviso preceda,
salones atravesando
hasta la cámara regia.

Pensativo está el monarca,
discurriendo cómo pueda
componer aquel disturbio
sin hacer a nadie ofensa.

Mucho al de Borbón le debe
aún mucho más de él espera,
y al de Benavente mucho
considerar le interesa.

Dilación no admite el caso,
no hay quien dar consejo pueda,
y Villalar y Pavía
a un tiempo se le recuerdan.

En el sillón asentado,
y el codo sobre la mesa,
al personaje recibe
que comedido se acerca.

Grave el Conde le saluda
con una rodilla en tierra,
mas como Grande del reino
sin descubrir la cabeza.

El Emperador, benigno,
que alce del suelo le ordena,
y la plática difícil
con sagacidad empieza.

Y entre severo y afable,
al cabo le manifiesta,
que es el que a Borbón aloje
voluntad suya resuelta.

Con respeto muy profundo,
pero con la voz entera,
respóndele Benavente
destocando la cabeza:

"Soy, señor, vuestro vasallo,
vos sois mi rey en la tierra,
a vos ordenar os cumple
de mi vida y de mi hacienda.

"Vuestro soy, vuestra mi casa,
de mí disponed y de ella,
pero no toquéis mi honra
y respetad mi conciencia.

"Mi casa Borbón ocupe
puesto que es voluntad vuestra,
contamine sus paredes,
sus blasones envilezca,

"Que a mí me sobra en Toledo
donde vivir, sin que tenga
que rozarme con traidores
cuyo solo aliento infesta,

"Y en cuanto él deje mi casa,
antes de tornar yo a ella,
purificaré con fuego
sus paredes y sus puertas."

Dijo el Conde, la real mano
besó, cubrió su cabeza,
y retiróse bajando
a do estaba su litera.

Y a casa de un su pariente
mandó que le condujeran,
abandonando la suya
con cuanto dentro se encierra.

Quedó absorto Carlos Quinto
de ver tan noble firmeza,
estimando la de España
más que la imperial diadema.


Romance IV

Muy pocos días el Duque
hizo mansión en Toledo,
del noble Conde ocupando
los honrados aposentos.

Y la noche en que el palacio
dejó vacío, partiendo
con su séquito y sus pajes
orgulloso y satisfecho;

Turbó la apacible luna
un vapor blanco y espeso,
que de las altas techumbres
se iba elevando y creciendo:

A poco rato tornóse
en humo confuso y denso,
que en nubarrones oscuros
ofuscaba el claro cielo;

Después en ardientes chispas,
y en un resplandor horrendo
que iluminaba los valles,
dando en el Tajo reflejos;

Y al fin su furor mostrando
en embravecido incendio,
que devoraba altas torres
y derrumbaba altos techos.

Resonaron las campanas,
conmovióse todo el pueblo
de Benavente el palacio
presa de las llamas viendo.

El Emperador confuso
corre a procurar remedio,
en atajar tanto daño
mostrando tenaz empeño.

En vano todo; tragóse
tantas riquezas el fuego,
a la lealtad castellana
levantando un monumento.

Aun hoy unos viejos muros
del humo y las llamas negros,
recuerdan acción tan grande
en la famosa Toledo.

Ángel Saavedra Duque de Rivas