Diríase que hechizado
por tu rimel,
descifraba cada tono
del arco iris.
Y tu cuerpo era lucha
en la soledad de las sombras.
No bastaba ser poeta
para amarte en la oscuridad
de cualquier cine de barrio.
Por las mañana, al amanecer,
veía por mi ventana,
la misma monótona luz.
Felipe Servulo