CafePoetas es un Blog sin animo de lucro donde se rinde homenaje a poetas de ayer, hoy y siempre.

31 de marzo de 2009

LOS AMOROSOS



Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la obscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.
Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor como en una lámpara de
inagotable aceite.
Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida.
Y se van llorando, llorando
la hermosa vida.

Jaime Sabines

LA LAGRIMA




No sé quién la lloró, pero la siento
(por su calor secreto y su amargura)
como brotada de mi desventura,
como nacida de mi desaliento.

Quizá desde un lejano sufrimiento,
desde los ojos de una estrella pura,
se abrió camino por la noche oscura
para llegar hasta mi sentimiento.

Pero la siento mía, porque alumbra
mi corazón sin esa luz sin tasa
que sólo puede dar el propio fuego:

Rayo del mismo sol que me deslumbra,
chispa del mismo incendio que me abrasa,
gota del mismo mar en que me anego.

Francisco Luis 
Bernárdez

TODAVIA





Sobre las ruinas de tu amor caído
levantaré de nuevo mis quimeras,
y serás en mi vida un destruido
monumento, donde un ídolo eras.

Donde tirano fuiste, las primeras
yerbas silvestres gritarán olvido,
y, recordando nuestras primaveras,
gemirás como un dios arrepentido.

Otros dioses vendrán, y nuevas rosas
brotarán de las ruinas silenciosas.
Asoma por levante un nuevo día

y he temblado mis penas escribiendo,
porque adentro, muy hondo, estoy sintiendo
que esta noche te quiero todavía...

Dora Castellanos

27 de marzo de 2009

RESPUESTA AL POEMA DE LA CULPA (ELLA)



Señor, yo no soy digna siquiera de rogarte:
mi corazón ignora la palabra del arte.
Sólo vengo a decirte que no me han comprendido,
porque los hombres hablan con el orgullo herido.

Cubren con bellas frases su más vulgar deseo,
que a veces me turbaron, pero que ya no creo.
Sin embargo, a los dos me di con alegría.
Lo comprendo, Señor: ¡toda la culpa es mía!

En los brazos de uno me entregué plenamente,
y en los del otro... ¿Sabes lo que una mujer siente?
Pregúntale a la Virgen, cuando ella era mujer,
todo lo que nosotras llegamos a querer.

Perdóname la audacia, pero aquella María,
no supo del abrazo viril que me rendía.
No miró aquellos ojos fijos en mi hermosura,
como dedos ardientes sobre mi carne impura.

Y no tembló aquel canto de amor en sus oídos
que pudo abrir en músicas la flor de mis sentidos.
Tú también sabes que el hombre se acerca a la mujer,
ebrio por la promesa de su propio placer.

Pero la mujer llora, se resiste, Señor,
y cuando al fin se ofrece, sueña con el amor.
Pues, mientras en el hombre la vida se hace fuerte,
la mujer se desmaya con un poco de muerte.

Quizás tuve un amante que me sedujo un día,
¡tan malo que, por eso, me gusta todavía!

Jose Angel Buesa

LLAMA ETERNA

¿Qué brilla en tu mirar que el alma enciende
en la célica luz de un sol perdido?
¿Por qué en tu voz de tórtola mi oído
todo lo capta y todo lo comprende?
¿Qué místico mensaje se desprende
de tu silencio al corazón herido?
¿Qué efluvio de un instante ya vivido
en tu ritmo de gracia me sorprende?
Ausentes fuimos, pero nunca extraños.
Yo te debí de amar hace mil años
y agobiarte de idénticas preguntas.
Ayer perdida y recobrada ahora,
tras nueva ausencia y en lejana aurora
han de besarse nuestras almas juntas.

Enrique González Martínez

VOLVERLO A VER




¿Y nunca, nunca más, ni en noches llenas
de temblor de astros, ni en las alboradas
vírgenes, ni en las tardes inmoladas?

¿Al margen de ningún sendero pálido,
que ciñe el campo, al margen de ninguna
fontana trémula, blanca de luna?

¿Bajo las trenzaduras de la selva,
donde llamándolo me ha anochecido,
ni en la gruta que vuelve mi alarido?

¡Oh, no! ¡Volverlo a ver, no importa dónde,
en remansos de cielo o en vórtice hervidor,
bajo unas lunas plácidas o en un cárdeno horror!

¡Y ser con él todas las primaveras
y los inviernos, en un angustiado
nudo, en torno a su cuello ensangrentado!


Gabriela Mistral

25 de marzo de 2009

AMOR



¿Por qué si tus ojos miro
me miras tú con enojos,
cuando por ellos deliro,
y a la luz del cielo admiro
en el éter de tus ojos?
Cansado de padecer
y cansado de cansarte,
y queriendo sin querer,
finjo amor a otra mujer
con la ilusión de olvidarte.
No es mi estrella tan odiosa:
que en fugaces amoríos,
como ave de rosa en rosa
yo voy de hermosa en hermosa
y no lamento desvíos;
Pero el favor de las bellas
irrita más la pasión
que ardiente busca tus huellas,
y al ir mis ojos tras ellas
vuela a ti mi corazón.
Así un proscrito tenía
goces en extraño suelo
y volvió a su patria un día
por mirar en su agonía
la linda luz de su cielo.
De ti proscrito y dejando
las rosas por tus abrojos,
vuelvo a tus pies suspirando,
por mirar agonizando
la linda luz de tus ojos.

Antonio Plaza

AYER Y HOY




I
Humilde como el voto del creyente,
bendito como el ángel de mi guarda,
tímido, solitario, romancesco,
fe y esperanza.

II
Como tú, virginal y sin mancilla,
como yo, visionario y entusiasta,
era el amor que te ofrecí; inocente,
como mi alma.

III
Ignoto, como ráfaga perdida,
ardiente, como lágrima callada,
torcido, desolado, borrascoso,
amor de paria.

IV
Triste como el destello de la luna,
solo, como la luna solitaria,
es el recuerdo de ese amor maldito,
como mi alma.

Almafuerte

TE SIGO BUSCANDO




Sombra de oscuros reflejos,
piel sangrante de heridas viejas,
torbellino abrumador de sentidos
y forma extraña de sórdidos sonidos.
bruma espesa de mares revueltos
y más fuertes los vientos
que el rumbo sinuoso,
hacia el esquivo y deseado puerto
donde se amarran con ansias dichosas,
el pensarte en mis brazos
el saber que aún no estoy muerto,
el encanto dorado de verme despierto
y sentirte piadosa, velando mi sueño.
Manos alzadas a nubes estrechas

buscando raíces, mas es estéril la tierra,
sembrando semillas de fe empecinada
en hallar las frescas vertientes
que rieguen las ilusas simientes
de una condena frustrada.
Y es gozo de vida floreciente

la cálida senda, la vera despejada,
el canto que resulta naciente
buscando los lazos que te tengan atada

Miguel Ángel Turco

LA INMORTALIDAD





La flor encantadora y delicada
que sobre esbelto tallo se mecía,
la vio ufana la luz de un solo día,
luego desapareció.
De ese arbusto marchito y derribado,
ayer tal vez hermoso y floreciente,
hoy arranca sus hojas el ambiente
que ufano le halagó.

Y al alto muro y orgullosa torre,
que sola en el espacio alzó la frente,
en silencio, del tiempo la corriente
del mundo arrancó ya.
¿Por qué, por qué insolente, hombre mezquino,
más débil que el arbusto y que la planta,
en vuelo audaz soberbio te levanta
la estéril vanidad?

De1 tiempo rapidísimo las alas,
sobre nubes de imperios se extendieron,
y se apartó la sombra, ¿ do estuvieron
imperios y poder?
Hombre: ¿cómo te entregas a hondo sueño,
de la playa en la vida recostado.
si al más ligero viento, el mar alzado
tu cuerpo ha de envolver?

Y la frágil hojilla del arbusto,
cuando mugen terríficos los vientos,
al caer en los marea turbulentos
mas impresión harán
que el golpe de cien mil generaciones,
por la mano del tiempo derribadas,
en las dulces y quietas oleadas
de la ancha eternidad.

Un solo grano de la limpia arena
enturbia mas el férvido torrente,
que esparcido del tiempo en la corriente
del hombre el lodo vil.
Héroe, monarca, arranca de tu labio
el grito del orgullo que horroriza;
es igual tu ceniza a la ceniza
del pastor infeliz.

Mas si destruye el tiempo de igual modo
la frágil cuna, el lecho vacilante
del anciano, y el solio de diamante
do está la juventud;
y si del crimen el puñal sangriento
se rompe en los sepulcros igualmente
que la diadema nítida y fulgente
do está la virtud.

Si a esta por siempre la mostró llorando,
y a la maldad triunfante y denodada,
al tocar en los bordes de la nada
la antorcha del saber;
¿qué importa que feroces me amenacen,
ni que lancen gemidos los humanos,
si yo arranco ruiseñor de sus manos
la copa del placer?

Esto dije mil veces, y encontraba
inútil la razón, la vida yerta;
y estéril, oscurísima, desierta
del hombre la mansión.
Y yo me aborrecí cuando veía
a mi existencia entre tiniebla adusta,
y no pude adorar la mano injusta
del que llamaban Dios.

Y burlé a los que ilusos distinguían
sobre el sol, dominando el firmamento,
el vasto solio y el sublime asiento
de un genio de bondad.
Yo allí con rabia distinguí un tirano,
que quiso sobre el mundo levantarse,
para ver sin estorbo aniquilarse
la triste humanidad.
En mi delirio horrísono exclamaba:
si eres padre clemente y Dios piadoso,
si es del hombre tormento doloroso
dudar su porvenir;
si a un solo movimiento de tu labio;
puede rasgarse del misterio el velo,
y hallar escrito en el inmenso cielo
su destino infeliz;

¿por qué te regocija nuestro llanto?
¿Esa noble, tu augusta Providencia,
al mortal le concede la existencia
solo para el dolor?
Mas si de lo futuro la ignorancia
que renace en la tierra tu quisiste,
¿para qué la razón me concediste,
incomprensible Dios?

Hacia el caos diriges 1a mirada;
nace el sol, vive el mundo, brota el viento;
el vasto mar refleja un firmamento
bañado con su luz.
Y frívolo concedes el imperio
del orbe que tu nombre diviniza,
a un ente vil que al toque pulveriza
del débil ataúd?

Anhelaba mi mente hasta el letargo
de desesperación, y jamás calma;
y siempre, siempre destrozada mi alma
por inquietud tenaz.
El horror de la muerte me oprimía,
el susurro del aura me aterraba,
y a contemplar la tumba me arrastraba
la dudosa ansiedad.

El horror expresando la mirada,
torpe el paso, débil el aliento,
temblando con el frío del tormento
al sepulcro llegué.
Una fuerza violenta, irresistible,
me hizo inclinar al fondo la cabeza;
y gemí de terror, y con presteza
loe párpados cerré.

En mi quebranto pronuncié convulso
de Dios el nombre, y súbito retumba,
y cruje, y se abre la terrible tumba
con estruendo fatal.
pero una luz vivísima, inefable,
le da paso a mi atónita mirada;
Y mi razón encuéntrase abrumada
en gozo celestial.

Con júbilo indefinible
miré que bañó mi frente
la luz pura, indeficiente,
de la grande eternidad
Vi al mortal ennoblecido
sobre el trono del Eterno,
y de un Dios sublime, tierno,
la esplendente majestad.

No el Dios fiero, vengativo,
que teme y no adora el mundo,
que creen que grita iracundo
con la tempestad atroz;

Y que devasta los campos
en las alas del torrente,
publicando el rayo ardiente
su omnipotencia feroz.

Cual de luciérnaga el brillo
en la claridad del día,
junto de Dios se perdía
nuestro refulgente sol.
Salud, Hacedor Supremo:
salud, Padre de la vida,
como el alma enternecida
ora entona tu loor.

Cuando en la tierra infeliz
vi la virtud desdichada,
pobre, envilecida, atada,
del crimen negro al poder;
no pensaba en que tu mano
la inocencia galardona,
que de gloria la corona
colocas sobre su sien.

Ni creí que la tormenta
que envanece y alucina,
en ondulación mezquina
en el dilatado mar.

Sordo al bramar la tormenta
ciego al contemplar el cielo,
te cubrí ¡oh Dios! con el velo
de la lóbrega impiedad.
Busqué criminal entonces,
de angustia el alma agobiada,
entre el polvo de la nada
el lecho de la quietud.

Las pasiones me arrastraron;
no hay Dios, mis labios decían,
y mis ojos se ofendían
de eternidad con la luz.

Si hubiera visto irrompibles
de amor los queridos lazos,
durmiendo al hijo en los brazos
del afecto maternal;
te hubiera amado, Dios mío,
y tolerado mi suerte,
mis ojos viendo a la muerte
sin el llanto del pesar.
Sólo una gota de sangre,
o una lágrima inocente,
del alma del delincuente
nunca se logra borrar;
pues la incorpora la muerte,
la lumbre de Dios la aclara,
y la aura copa acibara
de aquel placer celestial.

Pero ni al hombre insolente
que con su labio blasfemo
te ha injuriado, Ser Supremo,
en este mundo infeliz,
niegas tu bondad augusta;
el no la soporta, gime
con el aspecto sublime
de una eternidad feliz.

Aura blanda, dulces flores,
bastos campos, lindo cielo,
y un indecible consuelo
que disipaba el dolor;
yo disfruté alborozado,
tornó el regocijo a mi alma,
y una deliciosa calma
ocupó mi corazón.

Millares de vastos mundos
giran, Señor, a tus plantas,
que sostienes y que encantas
con tu sublime bondad;
Entre los cuales se pierden
nuestro mundo y nuestro orgullo,
cual de tórtola el arrullo
cuando muge el huracán.
Mortal, mortal atrevido,
¿te dará la impiedad, necio,
siquiera el odio, el desprecio
de ese Omnipotente Dios?
Piensas al lanzar blasfemias
en tu honda mansión, perjuro,
que haces retemblar el muro
del alcázar del Criador?

¿Cómo penetrar pretendes,
contenido por ti mismo,
en el insondable abismo
de nuestro lóbrego ser?
¿Quién es el hombre, responde,
que así reclama insolente
ser émulo y confidente
del que prodiga el saber?

Huyóse la ficción, y el alma mía,
cuando la ofusca del dolor el velo,
recuerda. con purísimo consuelo
este dulce momento de alegría:

tal vez, tal vez momento de delirio
que ama mi corazón ardientemente,
y que cuando se aleje de mi mente
acaso en mi alma arraigará el martirio.
Pero ¡oh Dios de bondad! por él te adoro,
y por él , si me amaga el triste duelo,
grito: Soy inmortal: contemplo el cielo,
y recobro vigor y enjugo el lloro.

Guillermo Prieto

21 de marzo de 2009

ELEGIA PARA MI Y PARA TI



Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y tú te irás borrando lentamente de mi sueño.
Un año y otro año caerán como hojas secas
de las ramas del árbol milenario del tiempo,
y tu sonrisa, llena de claridad de aurora,
se alejará en la sombra creciente del recuerdo.

Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y quizás, poco a poco, dejaré de hacer versos,
bajo el vulgar agobio de la rutina diaria,
de las desilusiones y los aburrimientos.
Tú, que nunca soñaste mas que cosas posibles,
dejarás, poco a poco, de mirarte al espejo.

Acaso nos veremos un día, casualmente,
al cruzar una calle, y nos saludaremos.
Yo pensaré quizás: " Qué linda es todavía."
Tú quizás pensarás: " Se está poniendo viejo "
Tú irás sola, o con otro. Yo iré solo o con otra.
O tú irás con un hijo que debiera ser nuestro.

Y seguirá muriendo la vida, año tras año,
igual que un río oscuro que corre hacia el silencio.
Un amigo, algún día, me dirá que te ha visto,
o una canción de entonces me traerá tu recuerdo.
Y en estas noches tristes de quietud y de estrellas,
pensaré en ti un instante, pero cada vez menos....

Y pasará la vida. Yo seguiré soñando;
pero ya no habrá un nombre de mujer en mi sueño.
Yo ya te habré olvidado definitivamente
y sobre mis rodillas retozarán mis nietos.
(Y quizás, para entonces, al cruzar una calle,
nos vimos frente a frente, ya sin reconocernos.)

Y una tarde de sol me cubrirán de tierra,
las manos para siempre cruzadas sobre el pecho.
Tú, con los ojos tristes y los cabellos blancos,
te pasarás las horas bostezando y tejiendo.
Y cada primavera renacerán las rosas,
aunque ya tú estés vieja, y aunque yo me haya muerto.

Jose Angel Buesa

TE ACUERDAS DE LA TARDE?


Te acuerdas de la tarde en que vieron mis ojos
de la vida profunda el alma de cristal?...
Yo amaba solamente los crepúsculos rojos,
las nubes y los campos, la ribera y el mar...

Mis ojos eran hechos para formas sensibles;
me embriagaba la línea, adoraba el color;
apartaba mi espíritu de sueños imposibles,
desdeñaba las sombras enemigas del sol.

Del jardín me atraían el jazmín y la rosa
-la sangre de la rosa, la nieve del jazmín -
sin saber que a mi lado pasaba temblorosa,
hablándome en secreto, el alma del jardín.

Halagaban mi oído las voces de las aves,
la balada del viento, el canto del pastor,
y yo formaba coro con las notas suaves,
y enmudecían ellas y enmudecía yo...

Jamás seguir lograba el fugitivo rastro
de lo que ya no existe, de lo que ya se fue...
Al fenecer la nota, al apagarse el astro,
¡oh sombras, oh silencio, dormitabais también!

¿Te acuerdas de la tarde en que vieron mis ojos
de la vida profunda el alma de cristal?
Yo amaba solamente los crepúsculos rojos,
las nubes y los campos, la ribera y el mar...

Enrique González Martínez

TROPICO




Amargas lunas mates de estero hechizan, muertas,
noches de frutos altos y de tácitos vuelos.
Ríos de cocodrilos y de tortugas lentas
descaman las estrellas de un calcinado cielo.

En urgencia arterial, por roja tierra tibia

discurre el agua madre de las inundaciones,
mientras corolas túrgidas como sexos encienden
la lámpara votiva de las insolaciones.

Carnívoros estambres, piedras que encierran astros;

troncos que se hacen nudo mortal bajo agua quieta;
peces de aguda voz, aves de mudos rastros.

La Cruz del Sur, guardiana de sus misterios, arde,

cual cifrando en su acorde de siderales neones
la música del mundo en su primera tarde.

Josefina Pla

18 de marzo de 2009

PRESAGIO




Mamacita chula
Mamacita... mama.
¿qué tienen los perros
qu'están ladra y ladra...?
¿Por qué ullan tan feo...?
¿Por qué no se callan...?
Mama, mamacita...
no sé qué me pasa,
pero tengo miedo...
¡muncho miedo, mama.
No sé quén me dijo
que cuando los perros ullan tan refeo,
pasa una disgracia... ¿A ti no ti asustan...?
Óilos nomás, ..... .! Óilos nomás cómo los endinos ladran...!
Voy a rigañarlos dende la ventana
porque... ¡ tengo miedo... muncho miedo, .......!
¡ Qué pasa, "Sultán".. .!
¡ Cállese, "Zoraida".. .!
¡ A ver tú, "Chinguiñas"
si también te callas. ..!
¡ No mi hacen aprecio.
Siguen ladra y ladra...
¿Por qué será eso...?
¿Por qué no se callan...?
¿Será porque senten que va a haber disgracia.. .?
No sé, pero tengo en el pecho una ansia
qu'igual qui una bola me sube y me baja...
Mama, mamacita,
¿queres que me vaya
a dormir contigo en tu mesma cama...?
Teniéndote cercas no m 'emporta nada
si aquellos endinos ladran o no ladran...
¿Eh...? ¿No me rispondes...?
Mira que ya mi anda de miedo,
y los perros di ullar no se cansan..
Ándale, mamita,
¿qué estás amuinada porque no te dejo dormir...?
Pos aguarda qui ora, con mis besos tu muina si acaba..
¡ Jesús...! ¡Mamacita.. .! ¿Qué tienes.. .? ¿Qué pasa...? ¿Por que stás tan fría...?
¡ Mamacita. . . mama. ¿Por qué no rispondes. ¿Por que stás callada. .
¡Nada...! ¡No ricuerda...!
¿Qué tendrá mi mama...?
¡Mi Diosito lindo,
sálvamela. . . sálvamela. . .!
¡Mama... mamacita.. .!
¡ Mamacita. . . mama. .
Y la buena madre para siempre calla;
despliega la Muerte sus fúnebres alas;
un golpe de viento abrió la ventana,
y afuera los perros aúllan y ladran
incesantemente, como si miraran
la Pálida Intrusa que rodea la casa.

Carlos Rivas Larrauri

MUNDOS FUGITIVOS


Uno se va gastando, cada día, en la vida.
Todo lo deseó, a todo se fue acercando.
Vino desde el misterio sin saber qué traía,
y todo, aunque lo amó, lo ha ido abandonando.
Larga carrera ardiente, espeso vivir de fiebres.
Nadie perdona nunca el quedarse en la sombra.
Y uno tiene que ir, como van las corrientes
por la tierra feraz: volviéndola más honda.
Se vive con lealtad, cada sangre recibe
un aluvión de impulsos, un grito de aventura.
Aquellos que se van, al amarnos exigen
que sea inextinguible la luz que irradia uno.
¡Oh, pero el que vive por tantos que no viven
no puede persistir en un amor cerrado!
Está la inagotable pradera irresistible
del mundo, del ensueño, eterno y renovado!

Carmen Conde

17 de marzo de 2009

ROMANCE SONAMBULO



Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando
y ella no puede mirarlas.
Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.
Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando
desde los puertos de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
este trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿ No veis la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo.
Ni mi casa es ya mi casa.
Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
¡Dejadme subir!, dejadme
hasta las altas barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.
Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal,
herían la madrugada.
Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está tu niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!
Sobre el rostro del aljibe,
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche se puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.

Federico Garcia Lorca

14 de marzo de 2009

OCEANIDA




El mar, lleno de urgencias masculinas,
bramaba en derredor de tu cintura,
y como un brazo colosal, la oscura
ribera te amparaba. En tus retinas,

y en tus cabellos, y en tu astral blancura
rieló con decadencias opalinas
esa luz de las tardes mortecinas
que en el agua pacífica perdura.

Palpitando a los ritmos de tu seno
hinchóse en una ola el mar sereno;
para hundirte en sus vértigos felinos

su voz te dijo una caricia vaga,
y al penetrar entre tus muslos finos
la onda se aguzó como una daga.

Leopoldo Lugones

ALTAS TERNURAS

Esperaré, y en día no lejano,
cuando se apiade mi contraria suerte
y me depare el ósculo de muerte
que ha de salvarme del contagio humano,
pienso que tierra y cielo y océano
de gozo temblarán... y que yo, al verte,
caeré de nuevo en tu regazo, inerte,
después de traspasar el hondo arcano.

Mas luego nuestras almas en un grito
de amor se fundirán... y un mismo anhelo
nos llevará a los pies del Dios bendito;
y así como esos astros de áureo vuelo
que vagan de infinito en infinito,
volaremos los dos de cielo en cielo.

Y en unos eternos abrazos confundidos,
lejos de las mundanas mezquindades,
oiremos, en las altas claridades,
de la angélica orquesta los sonidos.

Y veremos con ojos sorprendidos
la desaparición de las edades,
hasta que el mundo, envuelto en tempestades,
caiga en rotos fragmentos esparcidos.

Y cuando en esa vida misteriosa
toda mi sed de dicha se mitigue,
y tú sientas la calma prodigiosa,
como en el cielo todo se consigue,
tú serás una estrella esplendorosa,
yo un satélite tuyo... que te sigue.

Julio Flores

HACIA MI SOMBRA




Vuelvo a la oscuridad donde he vivido.
Tu claridad de mi dolor se aleja
y sobre el alma trémula me deja
un tenue resplandor de luz y olvido.

Soy un ciego que busca el bien perdido;
ya su amor en mi amor no se refleja.
De la noche sin término se queja
el que la luz de Dios ha conocido.

Perdí tu amor, en plenitud y lumbre.
No sabes que tu fe resplandeciente
iluminó mi abismo hasta la cumbre.

Quizá vuelva a encontrar tu estrella clara
porque otra llevará sobre la frente
la luz que alguna vez me iluminara.

Dora Castellanos

11 de marzo de 2009

AUSENCIA


Se va de ti mi cuerpo gota a gota.
Se va mi cara en un óleo sordo;
se van mis manos en azogue suelto;
se van mis pies en dos tiempos de polvo.

¡Se te va todo, se nos va todo!
Se va mi voz, que te hacía campana
cerrada a cuanto no somos nosotros.

Se van mis gestos, que se devanaban,
en lanzaderas, delante tus ojos.

Y se te va la mirada que entrega,
cuando te mira, el enebro y el olmo.

Me voy de ti con tus mismos alientos:
como humedad de tu cuerpo evaporo.

Me voy de ti con vigilia y con sueño,
y en tu recuerdo más fiel ya me borro.

Y en tu memoria me vuelvo como esos
que no nacieron ni en llanos ni en sotos.

Sangre sería y me fuese en las palmas
de tu labor y en tu boca de mosto.

Tu entraña fuese y sería quemada
en marchas tuyas que nunca más oigo,
¡y en tu pasión que retumba en la noche,
como demencia de mares solos!

¡Se nos va todo, se nos va todo!


Gabriela Mistral

VUELO SIN ORILLAS



Abandoné las sombras,
las espesas paredes,
los ruidos familiares,
la amistad de los libros,
el tabaco, las plumas,
los secos cielorrasos;
para salir volando,
desesperadamente.

Abajo: en la penumbra,
las amargas cornisas,
las calles desoladas,
los faroles sonámbulos,
las muertas chimeneas
los rumores cansados,
desesperadamente.

Ya todo era silencio,
simuladas catástrofes,
grandes charcos de sombra,
aguaceros, relámpagos,
vagabundos islotes
de inestable riberas;
pero seguí volando,
desesperadamente.

Un resplandor desnudo,
una luz calcinante
se interpuso en mi ruta,
me fascinó de muerte,
pero logré evadirme
de su letal influjo,
para seguir volando,
desesperadamente.

Todavía el destino
de mundos fenecidos,
desorientó mi vuelo
-de sideral constancia-
con sus vanas parábolas
y sus aureolas falsas;
pero seguí volando,
desesperadamente.

Me oprimía lo fluido,
la limpidez maciza,
el vacío escarchado,
la inaudible distancia,
la oquedad insonora,
el reposo asfixiante;
pero seguía volando,
desesperadamente.

Ya no existía nada,
la nada estaba ausente;
ni oscuridad, ni lumbre,
-ni unas manos celestes-
ni vida, ni destino,
ni misterio, ni muerte;
pero seguía volando,
desesperadamente.

Oliverio Girondo

A UNA DAMA QUE DESPABILO UNA VELA CON LOS DEDOS






El que es de algún peligro escarmentado,
suele temerle más que quien lo ignora,
por eso temí el fuego en vos, señora,
cuando de vuestros dedos fue tocado.
Mas, ¿vistes qué temor tan excusado
del daño que os hará la vela agora?
Si no os ofende el vivo que en mí mora
¿cómo os podrá ofender luego pintado?
Prodigio es de mi daño. Dios me guarde
ver al pabilo en fuego consumido
y acudirle al remedio vos tan tarde,
señal de no esperar ser socorrido
el mísero que en fuego por vos arde,
hasta que esté en ceniza convertido.

Francisco de Terrazas

8 de marzo de 2009

MORADAS




En la mano crispada de un muerto,
en la memoria de un loco,
en la tristeza de un niño,
en la mano que busca el vaso,
en el vaso inalcanzable,
en la sed de siempre.

Alejandra Pizarnik

ORDENES DE AMOR




1
Amor mío, embellécete.
Perfecto, bajo el cielo, lámpara
de mil sueños, ilumíname.
amor. Orquídea de mil nubes,
desnúdate, vuelve a tu origen,
agua de mis vigilias,
lluvia mía, amor mío.
Hermoso seas por siempre
en el eterno sueño
de nuestro cielo,
amor.

2
Amor mío, ampárame.
Una piedad sin sombra
de piedad es la vida. Sombra
de mi deseo, rosa de fuego.
Voy a tu lado, amor,
como un desconocido.
Y tú me das la dicha
y tú me das el pan,
la claridad del alba
y el frutal alimento,
dulce amor.

3
Amor mío, obedéceme:
ven despacio, así, lento,
sereno y persuasivo.
Sé dueño de mi alma,
cuando en todo momento
mi alma vive en tu piel.
Vive despacio, amor,
y déjame beber,
muerto de ansia,
dolorido y ardiente,
el dulce vino, el vino
de tu joven imperio,
dueño mío.

4
Amor mío, justifícame;
lléname de razón y de dolor.
Río de nardos, lléname
con tus aguas: ardor de ola,
mátame...
Amor mío.
Ahora sí, bendíceme
con tus dedos ligeros,
con tus labios de ala,
con tus ojos de aire,
con tu cuerpo invisible,
oh tú, dulce recinto
de cristal y de espuma,
verso mío tembloroso,
amor definitivo.

5
Amor mío, encuéntrame.
Aislado estoy, sediento
de tu virgen presencia,
de tus dientes de hielo.
Hállame, dócil fiera,
bajo la breve sombra de tu pecho,
y mírame morir,
contémplame desnudo
acechando tu danza,
el vuelo de tu pie,
y vuélveme a decir
las sílabas antiguas del alba:
Amor, amor-ternura,
amor-infierno,
desesperado amor.

6
Amor, despiértame
a la hora bendita, alucinada,
en que un hombre solloza
víctima de sí mismo y ábreme
las puertas de la vida.
Yo entraré silencioso
hasta tu corazón, manzana de oro
en busca de la paz
para mi duelo. Entonces
amor mío, joven mía,
en ráfagas la dicha placentera
será nuestro universo.
Despiértame y espérame,
amoroso amor mío.

Efrain Huerta

MUERTE SIN FIN




I
Lleno de mí, sitiado en mi epidermis
por un dios inasible que me ahoga,
mentido acaso
por su radiante atmósfera de luces
que oculta mi conciencia derramada,
mis alas rotas en esquirlas de aire,
mi torpe andar a tientas por el lodo;
lleno de mí -ahíto--me descubro
en la imagen atónita del agua,
que tan sólo es un tumbo inmarcesible,
un desplome de ángeles caídos
a la delicia intacta de su peso,
que nada tiene
sino la cara en blanco
hundida a medias, ya, como una risa agónica,
en las tenues holandas de la nube
y en los funestos cánticos del mar
--más resabio de sal o albor de cúmulo
que sola prisa de acosada espuma.
No obstante --oh paradoja-- constreñida
por el rigor del vaso que la aclara,
el agua toma forma.
En él se asienta, ahonda y edifica,
cumple una edad amarga de silencios
y un reposo gentil de muerte niña,
sonriente, que desflora
un más allá de pájaros
en desbandada.
En la red de cristal que la estrangula,
allí, como en el agua de un espejo,
se reconoce;
atada allí, gota a gota,
marchito el tropo de espuma en la garganta,
¡qué desnudez de agua tan intensa,
qué agua tan agua,
está en su orbe tornasol soñando,
cantando ya una sed de hielo justo!
¡Mas qué vaso -también-- más providente
éste que así se hinche
como una estrella en grano,
que así, en heroica promisión, se enciende
como un seno habitado por la dicha,
y rinda así, puntual,
una rotunda flor
de transparencia al agua,
un ojo proyectil que cobra alturas
y una ventana a gritos luminosos
sobre esa libertad enardecida
que se agobia de cándidas prisiones!

IV
¡Oh inteligencia, soledad en llamas,
que todo lo concibe sin crearlo!

Finge el calor del lodo,
su emoción de sustancia adolorida,
el iracundo amor que lo embellece
y lo encumbra más allá de las alas
a donde sólo el ritmo
de los luceros llora,
mas no le infunde el soplo que lo pone en pie
y permanece recreándose en sí misma,
única en Él, inmaculada, sola en Él,
reticencia indecible,
amoroso temor de la materia,
angélico egoísmo que se escapa
como un grito de júbilo sobre la muerte
--¡oh inteligencia, páramo de espejos!
helada emanación de rosas pétreas
en la cumbre de un tiempo paralítico;
pulso sellado;
como una red de arterias temblorosas,
hermético sistema de eslabones
que apenas se apresura o se retarda
según la intensidad de su deleite;
abstinencia angustiosa
que presume el dolor y no lo crea,
que escucha ya en la estepa de sus tímpanos
retumbar el gemido del lenguaje
y no lo emite;
que nada más absorbe las esencias
y se mantiene así, rencor sañudo,
una, exquisita, con su dios estéril,
sin alzar entre ambos
la sorda pesadumbre de la carne,
sin admitir en su unidad perfecta
el escarnio brutal de esa discordia
que nutren vida y muerte inconciliables,
siguiéndose una a otra
como el día y la noche,
una y otra acampadas en la célula
como en un tardo tiempo de crepúsculo,
ay, una nada más, estéril, agria,
con Él, conmigo, con nosotros tres;
como el vaso y el agua, sólo una
que reconcentra su silencio blanco
en la orilla letal de la palabra
y en la inminencia misma de la sangre.
¡Aleluya, aleluya!

Jose Gorostiza

5 de marzo de 2009

A LA PRIMAVERA



Rasgando las neblinas del Invierno
Como velo sutil de níveo encaje,
Apareces envuelta en el ropaje
Donde fulgura tu verdor eterno.
El cielo se colora de azul tierno,
De rojo el Sol, de nácar el celaje,
Y hasta el postrer retoño del boscaje
Toma también tu verde sempiterno.
¡Cuán triste me parece tu llegada!
¡Qué insípidos tus dones conocidos!
¡Cómo al verte el hastío me consume!
Muere al fin, creadora ya agotada,
O brinda algo de nuevo a los sentidos...
¡Ya un color, ya un sonido, ya un perfume!

Julian del Casal

TE ARRASTRARE



Te arrastraré con mi verso...
al infinito.
Te romperé los prejuicios...
que te nublan.
Separaré tus muslos...
lentamente.
Se curvará tu espalda...
en un arpegio,
de suspiros, de besos...
consentidos.
Hoy te abriré caminos...
sin retorno.
Caminos sin senderos.
Veredas sin destino.
No volverá la niebla
de tus ojos,
a la ceguera del tiempo...
que has perdido.
Tu vientre se hará opaco...
su fruto tendrá signo.

Azpeitia
14 de Diciembre de 2007


VIEJA LA NOCHE....



Vieja la noche, vieja,
largo mi corazón antiguo.
¡Qué de brazos adentro
del pecho, fríos,
se mueven y me buscan,
viejo amor mío!
La noche, vieja, cae
como un lento martirio,
sombra y estrella, hueco
del pecho mío.
Y yo entretanto, ausente
de mi martirio,
entro en la noche, busco
su cuerpo frío.
No hay luna, locos,
desde hace siglos.
Sólo un breve milagro
cuando hace frío.

Jaime Sabines

3 de marzo de 2009

PERCIBO EL CANSANCIO




Percibo el cansancio
en tu mirada y tus párpados llevan
el íntimo secreto de tantos domingos
domados por la vida.
ro hoy no voy hablarte de tristezas.
Ahora con la uva ya en sazón,
ahora que está como pan de oro
nuestra calle
y las ventanas se van abriendo
mientras caminas,
la primavera está temblando
en sus esencias
y pronto vendrán los niños
del colegio. Con sus risas
tan blancas, con sus risas tan blancas.
Son como la propia floración:
llegan del frío y saturan de savia nueva
nuestras venas.

Felipe Servulo

ULTIMA ELEGIA



Yo podría decir que estoy de primavera
bajo un aire oloroso a luz definitiva,
y podría tapar la mirada bisiesta
que se me está cayendo afuera de la vida,
y ser de flor, de lluvia de mariposa buena,
semejante a este cielo cuidado por la brisa,
a la ignorancia simple con que quiere una abuela
o a la salud del alba, que es casi campesina.
Pero me estoy llorando el corazón que llevo
frente al hombre qie tiene un poco de mi frío.
no puedo dormir con párpados violentos:
él me espera despierto en la calle del vino.
Quizás debo acordarme de este color que tengo
y debo ser mas que un rincón de olvido.
Le diré blandamente con mi voz de febrero:
Enséñame una llama que se apague distinto.
Y estaremos las noches que le falten al tiempo
en el lugar humilde donde se acaba un trino;
él, con la frente inútil que le puso el invierno,
y yo, como un adiós sujeto en el vacío.

Carilda Oliver