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26 de diciembre de 2006

CARTA



Con letras ya borradas por los años
En un papel que el tiempo a carcomido
Símbolo de pasados desengaños
Guardo esta carta que sello el olvido.

La escribió una mujer joven y bella.
Descubriré su nombre? No, no quiero!
Pues siempre he sido por mi buena estrella
Para todas las damas caballero.

Que ser no espero en vano
Algo que si se frustra mortifica?
Misterios que al papel lleva la pluma
El tiempo los descubre y los publica.

Aquellos que me juzgaron feliz
En amores, que halagan mi amor propio
Aprendan de memoria lo que dice
La triste historia que a la letra copio:

“Dicen que las mujeres solo lloran
Cuando quieren fingir hondos pesares,
Los que tan falsa máxima atesoran
Muy torpes deben ser o muy vulgares.

Si cayera mi llanto hasta las hojas
Donde temblando esta la mano mía
Para poder decirte mis congojas
Con lágrimas mi carta escribiría.

Mas si el llanto es tan claro que no pinta
Y hay que usar de otra tinta más oscura
La negra escogeré porque es la tinta
Donde más se refleja mi amargura.

Aunque no soy para soñar esquiva
Se que para soñar nací despierta.
Me he sentido morir y aun estoy viva,
Tengo ansias de vivir y ya estoy muerta

Me acosan del dolor fieros vestigios.
Que amargas son las lágrimas primeras
Pesan sobre mi vida veinte siglos
Y apenas cumplo veinte primaveras.

En esta horrible lucha en que batallo
Aun cuando de tu consuelo imploro,
Quiero decir que lloro y me lo callo
Y más risueña estoy cuando mas lloro.

¿Porque te conocí? Cuando temblando
De pasión, solo entonces no mentida
Me llegaste a decir: te estoy amando
Con un amor que es vida de mi vida!

¿Que te respondí yo? Baje la frente,
Triste y convulsa, te estreche la mano
Porque un amor que nace tan vehemente
Es natural que muera muy temprano.

Tus versos para mí conmovedores
Los juzgue flores puras y divinas
Olvidando, insensata, que las flores
Todo lo pierden menos las espinas.

Yo que, como mujer, soy vanidosa,
Me vi feliz creyéndome adorada
Sin ver que la ilusión es una rosa
Que vive solamente una alborada.

Cuantos de los crepúsculos que admiras
Pasamos entre dulces vaguedades,
Las verdes creyéndolas mentiras,
Las mentiras creyéndolas verdades.

Me hablabas de tu amor, y absorta y loca,
Me imaginaba estar dentro de un cielo.
Y al contemplar mis ojos y mi boca,
Tu misma sombra me causaba celo.

Al verme embelezada al escucharte,
Clamaste – aprovechando mí embeleso –
“Déjame arrodillarme para adorarte”
Y al verte de rodillas te di un beso.

Te bese con arrojo, no se asombre
Un alma escrupulosa y timorata,
La insensatez no es culpa. Bese a un hombre,
Porque toda pasión es insensata.

Debo confesar que un beso ardiente
Aunque robe la dicha y el sosiego,
Es el placer más grande que se siente
Cuando se tiene un corazón de fuego.

Cuando toque tus labios fue preciso
Soñar que aquel placer se hiciera eterno,
Mujeres: es el beso un paraíso
Por donde entramos muchas al infierno.

Después de aquella vez. En otras muchas,
Apasionado tú, yo enternecida,
Quedaste vencedor en esas luchas
Tan dulces en la aurora de la vida.

Cuantas promesas, cuantos devaneos!
El gran amor con el desden se paga,
Toda llama que avivan los deseos
Pronto encuentra la nieve que la apaga.

Te quisiera culpar y no me atrevo.
Es, después de gozar justo el hastío,
Yo, que soy un cadáver que me muevo
Del amor de mi madre desconfío.

Me engañaste. Y no te hago ni un reproche,
Era tu voluntad y fue mi anhelo,
Reza, dice mi madre en cada noche,
Y tengo miedo de invocar al cielo.

Pronto voy a morir, esa es mi suerte,
Quien se opone a las leyes del destino?
Aunque es camino oscuro el de la muerte
Quien no llega a cruzar ese camino?

En el te encontrare, todo derrumba
El tiempo, y tú caerás bajo su peso,
Tengo que devolverte en ultratumba
Todo el mal que me diste con un beso.

Mañana he de vivir en tu memoria?
Mostrar a Dios podremos nuestra historia
En aquella región quizá sombría.
Adiós……adiós………hasta el terrible día”

Leí esas líneas y en eterna ausencia
Esa cita fatal vivo esperando…
Y sintiendo la noche en mi conciencia,
Guarde la carta, y me quede llorando.

Juan de Dios Peza