Es una espiral que, en mí, produce vértigo.
Pero acabo por serenarme;
gruta de la pureza.
Mi entrega a esta ebriedad franca.
Que extendí una sábana de orfandades sobre mi poema.
Y no sirve comprender.
Como en valses espectrales sobre piscinas amnióticas.
Teatro de delicias.
Petirrojo de la felicidad.
Que mi inteligencia no compre mi sentido.
El tacto, el privilegio, las ganas de tirarse.
Yolanda Castaño