En la tumba de una doncella
Muchas tardes, detrás de mi ventana,
vi anochecer, con ánimo rendido,
en espera del novio presentido
que vi en mi sueño azul de la mañana.
Con ternura solícita de hermana
tanto esperé que conocí el olvido,
pues si acaso pasó, fue confundido
con todos en la turbia caravana.
Mi cuerpo en flor lo marchitó la muerte...
Fija, doncel que pasas, los risueños
ojos aquí; verás cómo suspiras!
Somos quizás, por saña de la Suerte,
tú acaso el que no vi sino en mis sueños,
y yo talvez la que en tus sueños miras!
Eugenio de Castro