En este catorsesimo soneto el actor muestra aquél,
cuando es delante aquella su señora, le parece que es en el monte
Tabor, en el cual Nuestro Señor apareció a los tres discípulos suyos,
e por cuanto la historia es muy vulgar, non cura de la escribir.
Cuando yo so delante aquella donna,
a cuyo mando me sojuzgó amor,
cuido ser uno de los que en Tabor
vieron la grande claror que se razona,
o aquella sea fija de Latona,
según su aspecto e grande resplandor:
así que punto yo non he vigor
de mirar fijo su ideal persona.
El su grato favor dulce, amoroso,
es una maravilla ciertamente,
en modo nuevo de humanidad:
el andar suyo es con tal reposo,
honesto e manso, e su continente,
que libre, vivo en cautividad.
Iñigo Lopez de Mendoza
Marques de Santillana
