1
A una señora que se facilitaba por dinero
Éntrale el basto siempre a la doncella
cuando de oros el hombre no ha fallado,
espadas su manjar es descartado
porque lo quiere así la madre della.
La malilla, aunque deje de tenella,
no perderá, tanto es lo que le ha entrado;
y si quiere elegir, porque ha robado,
él es la copa y la malilla es ella.
Quien entrare a jugar, quien hombre fuere,
si de oros a triunfar no se dispone,
nunca ganar aquesta polla espere.
Carta de más, dinero no repone
en esta mano, antes quien la diere,
su basto encima a la malilla pone.
2
Mentir amor, saber fingir desmayo,
donaire me parece que es garduño
y el tener los embustes en el puño,
entera se la dejo al galán bayo.
Virgo mentido que le parta un rayo,
pero al favor librado en un aruño,
mas si yo un cuerno vengador empuño,
fértil venganza me promete mayo.
Sube castillo y sóplele escalera,
que en buen toril se mete el engañado
donde todas son unas y corchetes;
y goce nombre eterno de embustera,
que a quien su evangelio ha profanado
hará los evangelios alcahuetes.
3
Ganchos no pocos sobre un San Benito,
el timbre son debido destas puertas,
a todas horas por dinero abiertas
como su dueña abierta de apetito.
Corzo venal por ella en no finito
ama, pues con derecho nunca tuerta
bragueta pide vida y lengua muerta
por honra del cabrón y del cabrito.
Bolsa que suene y boca que no diga,
y bragueta incansable es mal partido
para un dudoso y putativo padre;
logrará bendiciones de bragueta
cuerno corregidor no corregido
de putas hijas y de puta madre.
4
El almirante de Castilla tenía una dama
que llamaban la «Almirantilla»
y que era común
De media noche pasa y no te aguardo,
señor, porque poniendo centinelas
al Almirante ven alzando velas
y verga en alto tu bajel gallardo.
Contras las lluvias tiende por resguardo
de a dos piernas las bien breadas telas,
cuando tú, cual piloto, te desvelas
y echas mano al timón en nada tardo.
Amaina, amigo, amaina, por tu vida,
que si engolfarte en esos mares fraguas,
con peligro estarás y yo con miedo;
que esa negra Almiranta está rompida,
y hace por tantas partes tantas aguas
que ha menester la bomba a cada credo.
5
A una pendencia de dos hombres
poco valientes
Doña Morueli, moza despejada,
de libre lengua y de sagaz denuedo,
riñó con doña Andrea de Laredo,
mujer tan necia cuanto mal mirada.
Fue la ocasión de poco más que nada,
y la pendencia mucho más que miedo,
por cuya causa, el limpio acero quedo,
hubo empellón, mentís y bofetada.
Buena pendencia para referida,
riñeron la malicia y la inocencia
y pudieron entre ambas desgreñarse;
aunque mucho mejor para comida,
que siendo de gallinas la pendencia
mejor puede comerse que contarse.
6
Ya que de ti carezco, dueña mía,
a quien el Sol es corta, oscura esfera,
mi pensamiento y mi ansia verdadera
en víctima te ofrece el albedrío.
Ausente de ti estoy, y el desvarío
de mi amor hace piense que no es fiera
la ausencia, pues contigo persevera
el goce de tu amor en que confío.
Pienso a veces te tengo ante mi vista;
otras, que hago contigo dulces lazos
para lograr mejor mi fiel conquista;
otras, que para hablarte hay embarazos;
otras, que de tu amor soy cronista;
y otras, que gozo el Sol entre mis brazos.
7
A un amigo benemérito mal premiado
Fabio, ni te lamento desdichado,
ni me aflige el clamor de tu justicia,
que repartiendo premios la malicia
en el justo es honor no ser premiado.
Si la ignorancia memoria ha dado
con letras de oro escrito a la codicia,
qué aguarda el sabio; deba a la injusticia
el gusto de vivir desengañado.
Fuerza es que te venza el desconsuelo,
si pasas a impaciente de quejoso,
no, Fabio, más valiente es tu prudencia.
Piensas que en algo se descuida el cielo,
juzgas que aquí el castigo no es forzoso,
sabes cuán poco dura una violencia.
8
A don Asensio Gallo,
deán de Plasencia,
confirmándole un discurso
que ha hecho de la Providencia
Fabio, habiendo leído este cuidado,
de vuestra pluma en rasgo tan hermoso,
sin tocar las soberbias de envidioso
os ofrecí atenciones de admirado.
Y viéndole en las voces afeado,
en la lección divina prodigioso,
en el estilo grave y sentencioso,
incautamente dije apasionado:
Sin la púrpura, Fabio, quién oprime
sus méritos, si duerme la memoria
de la primera causa en tal violencia.
Mas volviendo a leerle corregíme,
callé, aprendí, cantando en una gloria
triunfos a la divina Providencia.
9
A una dama hermosísima
que se quemó en el incendio de una casa
En viva nieve delicada y pura
mostró su enemistad el fuego aleve,
sin duda tuvo celos desta nieve
porque también quemaba su blancura.
Ya de Troya la infausta desventura
de la llama voraz es rigor leve,
si a una ciudad hermosa allí se atreve,
aquí consume un mundo de hermosura.
Tus brasas, oh sacrílego elemento,
a Clori hicieran Fénix peregrina
que en la común piedad renace ufana;
pero qué cierto es que con tu aliento
no vencieras materia tan divina
a no ayudarte la miseria humana.
10
A un beso de una dama
Divina boca de dulzores llena,
dichoso el labio que te besa y toca,
que no hay en cuantas hay tan dulce boca,
ni para aprisionarme tal cadena.
No el sabroso panal de la colmena
a tanto gusto y suavidad provoca,
que está el dulzor en ti y el suyo apoca
el ámbar, el clavel, el azucena.
Mas dentro de la miel está escondido
el aguijón cruel con que me hieres,
y nadie de la vida ve este signo;
boca tierna y pecho empedernido,
no, ni jamás en todas las mujeres
boca tan blanda y corazón tan digno.
Juan de Tassis