Alegre el Cortesano llama a la multitud:
¡El Rey es un poeta, que viva el Rey, que viva¡
El pueblo fervoroso de pronto se cautiva
al ver al Rey Poeta blandiendo su laúd.
Arpegios delicados preludian su Rapsodia.
Su voz retorna al griego y empieza la batalla.
Sus versos enamoran y el público desmaya.
Lo adora el que lo ama, lo ama el que lo odia.
El pueblo encandilado no escucha lo que dice.
Él habla de la guerra, mas eso no interesa.
El público lo abraza, el público lo besa.
Palabra de Poeta nunca se contradice.
Y cuando el verso acaba, siguiendo el protocolo,
Regresa el Cortesano, volviendo al mismo grito:
¡El Rey es un poeta, que viva el Rey bendito¡
y como acto seguido, el pueblo queda solo.
Luciano Cavido