En un punto esencial de nuestro cuerpo
cuando el pulso se acaba,
rota la piel, el alma se libera,
invisible y extraña.
Quizá germen de luz zigzagueante,
hacia el éter avanza;
leve trazo intangible de memoria
que fue y queda en la nada.
O al vórtice de ignoto remolino
tal vez será arrastrada
por ráfagas henchidas de jirones
buscando LA palabra.
Rescataré mi forma, acaso, un día,
de la tumba olvidada,
o quedaré cual polvo iridiscente
en las luces del alba.
Hay dados en la mesa y sólo resta
jugar al todo o nada.
Maybell Lebrón