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15 de febrero de 2008

LA CANCION DEL CAMINO


Era un camino negro.
La noche estaba loca de relámpagos. Yo iba
en mi potro salvaje
por la montaña andina.
Los chasquidos alegres de los cascos,
como masticaciones de monstruosas mandíbulas,
destrozaban los vidrios invisibles
de las charcas dormidas.
Tres millones de insectos
formaban una como rabiosa inarmonía.
Súbito, allí, a lo lejos,
por entre aquella mole doliente y pensativa
de la selva,
vi un puñado de luces como en tropel de avispas.
¡La posada! El nervioso
látigo persignó la carne viva
de mi caballo, que rasgó los aires
con un largo relincho de alegría.
Y como si la selva
lo comprendiese todo, se quedó muda y fría.
Y hasta mí llegó, entonces,
una voz clara y fina
de mujer que cantaba. Cantaba. Era su canto
una lenta... muy lenta melodía:
algo como un suspiro que se alarga
y se alarga y se alarga... y no termina.
Entre el hondo silencio de la noche,
y al través del reposo de la montaña, oíanse
los acordes
de aquel canto sencillo de una música íntima,
como si fuesen voces que llegaran
desde la otra vida...
Sofrené mi caballo;
y me puse a escuchar lo que decía:
- Todos llegan de noche,
todos se van de día...
Y formándole dúo,
otra voz femenina
completó así la endecha
con ternura infinita:
- El amor es tan sólo una posada
en mitad del camino de la Vida...
Y las dos voces, luego,
a la vez repitieron con amargura rítmica:
- Todos llegan de noche,
todos se van de día...
Entonces, yo bajé de mi caballo
y me acosté en la orilla
de una charca.
Y fijo en ese canto que venía
a través del misterio de la selva,
fui cerrando los ojos al sueño y la fatiga.
Y me dormí arrullado; y, desde entonces,
cuando cruzo las selvas por rutas no sabidas,
jamás busco reposo en las posadas
y duermo al aire libre mi sueño y mi fatiga,
porque recuerdo siempre
aquel canto sencillo de una música íntima:
- Todos llegaron de noche,
todos se van de día.
El amor es tan sólo una posada
en mitad del camino de la Vida...

José Santos Chocano