Bendito el que en la tierra hizo el agua y el fuego;
el que unció a la carreta al buey manso y amigo;
el que encontró la azada, y el que del fango luego
hizo brotar el oro milagroso del trigo.
El que fundió los bronces; el que talló en sosiego
la cuna de la infancia, y el que al primer mendigo
dio la primer limosna conmovido a su ruego,
y el que labró este lecho que compartes conmigo.
El que echó al mar la quilla y a los vientos las velas;
el que inventó las trovas; el que encoldó la lira;
el que domó los rayos y aplacó las procelas.
Mas, bendito entre todos, aquel que en lo profundo
descubrió la esperanza, la divina mentira,
que dora las siniestras espesuras del mundo.
Olavo Bilac