Lunas que caían a pedazos
descolgadas del cielo,
lunas nuevas no vistas nunca.
Lunas llenas a ratos
me inundaron la garganta de llanto.
Lunas siempre fueron lunas.
¿A dónde ha ido todo?
¿Qué viento de cuarenta años borró tu
carne de mi carne?
Ariosto envió a Orlando
el furioso
a buscar su sanidad mental
a ese lugar lechoso donde uno encuentra
todo
lo que se pierde en la tierra.
¿A dónde iré a buscar yo
el calor de las noches,
la lluvia tibia,
las cenas de sopa de fideos?
Nos comimos
la luna a pedazos. Casi duró cuatro años.
Ana Maria Rodas