Estando, triste, seguro,
mi voluntad reposaba,
quando escalaron el muro
do mi libertad estaba.
A escala vista subieron
vuestra beldad y mesura,
y tan de recio hirieron
que vencieron mi cordura.
Luego todos mis sentidos
huyeron a lo más fuerte,
mas iban ya malheridos
con sendas llagas de muerte.
Y mi libertad quedó
en vuestro poder cautiva,
mas gran placer ove yo
desque supe que era viva.
Mis ojos fueron traidores:
ellos fueron consintientes,
ellos fueron causadores
que entrasen aquestas gentes
quel atalaya tenían
y nunca dijeron nada
de la batalla que vían,
ni hicieron ahumada.
Después que hubieron entrado
aquestos escaladores,
abrieron el mi costado
y entraron vuestros amores,
y mi firmeza tomaron,
y mi corazón prendieron
y mis sentidos robaron,
y a mí solo no quisieron.
Qué gran aleve hicieron
mis ojos y qué traición:
¡por una vista que os vieron,
venderos mi corazón!
Pues traición tan conocida
ya les placía hacer,
vendieran mi triste vida
y hubiera dello placer.
Mas el mal que cometieron
no tienen excusación:
¡por una vista que os vieron
venderos mi corazón!
Jorge Manrique