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26 de noviembre de 2020

ROMANCILLOS


1

Al vulgo de Antequera sobre Nuestra Señora de Monteagudo


Vulgo de mil cabezas,
justamente te espantas
de ver en Antequera
la dama de la Infanta.


Codicioso preguntas,
malicioso reparas,
inconstante en las obras,
novel en las palabras.


Con llave de oro puro
abriré a tu ignorancia
las bien cerradas puertas,
con desiguales guardas.


Donde el Norte espacioso
prende en cristal las aguas
y el Orión valiente
cala yelmo de escarcha.


Entre desnudos juncos,
corre el flamenco Escalda,
cinta de Monteagudo,
guarnición de sus faldas.


Aquí un dórico templo
altas puntas levanta,
tropiezo de los bueyes
de la luna de plata.


En este venció el fuego
al oro con la llama,
con la luz al piropo,
y con el humo al ámbar.


Aquí, honradas de dones,
las virginales aras
mostraron que ha quedado
piedad en Alemaña.


Cuantos en corvas naves
los fríos mares rasgan,
libres de la tormenta
vieron esta montaña.


A ti, gloriosa Virgen,
cortésmente serrana,
cumplieron nobles votos,
cantaron alabanzas.


De naves y cadenas,
de cera rubia y blanca,
dio el agradecimiento
cortinas a su alcázar.


En tanto el belga hereje,
para abrasar su casa,
hería el pedernal,
que es cárcel de las llamas,


cuanto, atenta a sus golpes
la que pasó de España,
la nobleza en la sangre,
la piedad en el alma,


hurtó sagradamente
de un árbol la manzana
que sanó a todo el mundo
y aquel de Adán restaura.


Cubierto de una nube
puso el sol en su patria,
do el que nace en Oriente
dentro del mar descansa.


Es la Reina, que viene
con su gente de guardia,
de la casa del campo
a morar en su casa.


Recíbela la gente
contenta, si admirada,
quemando sacro incienso,
blandiendo tiernas palmas.


En honra de los vientos,
versos los cisnes cantan,
de vanidad devota
ostentaciones sanetas.


Mas hurtaos, versos míos,
a los saraos y danzas,
y honrad la que a la Virgen,
cual Joseph, acompaña.


Y aquel que dignamente
viste la cruz de grana,
que ilustre solicita
gloriosas alabanzas.


Mas a tan alto vuelo
no se atreven mis alas,
si ya mi monumento
no pretendo en las aguas.


Ves aquí, vulgo necio,
el dibujo en estampa;
que para tu torpeza
torpes rasguños bastan.





2

A Nuestra Señora de Archidona



Farol de esta comarca,
luz de Archidona,
Virgen madre de Gracia
Virgen toda graciosa,


tu nido en alto tienes,
blanca paloma,
tan alto, que parece
escala de la gloria.


Tú del Sol eres madre,
rosada Aurora,
privilegiado Oriente
no ultrajado de sombras.


Países extranjeros
tu gracia invocan
y tu amor solicitan
lejas palmas devotas,


donde en saraos y justas
almas gloriosas
enristran blancas palmas,
calan yelmos de rosas.


Allí oyes que te llama
gente remota,
despachas sus gemidos;
su llanto en risa tornas.


Luego, por ver tu casa,
ya sin congoja,
deslindan los caminos
agradecidas tropas,


y allá do el Euro bravo
vuelca las ondas,
le arrebata al piloto
tu nombre de la boca;


y mientras corajoso
los pinos troncha:
¡Virgen de Gracia! suena,
y el peregrino votan,


respeta el viento el nombre,
y en aura sopla,
y tus paredes visten
tablas y húmeda ropa.


También cuando con saña
hierve Belona,
bebe la arena sangre,
hacen las flechas sombra,


entre rayos de plomo,
al trueno de trompas,
quien se arma de tu nombre
desprecia las pelotas.


Por ti los pies atados
sus pasos cobran,
y a los ojos sin día
concedes ver las cosas.


Defraudas a la muerte
varias victorias,
y a los demonios quitas
las, que hurtaron, joyas.


Por eso tu alabanza
las lenguas brotan
y en tu casa agradecen
los que de gozo lloran.


Cuando rubias aristas
quiebran en ondas,
el labrador te escoge
las más lucida copia.


Para tu humilde casa
Nápoles borda,
teje damasco el chino,
y el mauritano alfombras.


¡Oh Virgen, reina mía,
que de mi roca
me llamaste a tu casa,
a dignidad de escoba!


Fiesta harán mis versos
para memoria,
porque no estimo en tanto
triunfo y laurel de Roma.


Pedro Espinosa