Blanco marfil, en ébano tallado;
suave voz indignamente oída;
dulce mirar por quien tan larga herida
traigo en el corazón mal ocupado.
Blanco pie por ajeno pie guiado,
oreja sorda a remediar mi vida,
y atenta al son de la razón perdida,
lado no sé por qué junto a tal lado;
raras, altas fortunas, ¿no me diera
la Fortuna cortés durar un hora
de alto bien desde vos reparte
o el sol, que cuanto mira, orna y colora
no me faltara aquí, porque no viera
un sol más claro en tan oscura parte?
Francisco de Figueroa