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25 de marzo de 2019

ROMANCES






1


Que toques a recoger
te a persuadido mil veces,
pensamiento, el desengaño:
yerras si no le obedeces.
En los surcos que as arado,
más, pensamiento, no siembres,
que la cosecha es estéril,
y vas, sin duda, a perderte.
Ponte, pensamiento mío,
con un amo que te premie,
que el servir y no medrar
es vil linaje de muerte.


Cuando te lisonjearen
con deleites aparentes,
quita la máscara al gusto
y echarás de ver que mienten.
Deleite y necesidad
tienen la cara de hereje:
necesidad cuando vive
y deleite cuando muere.


Y en la tragedia del mundo,
haze los buenos papeles
no a el que apadrinan sus partes,
sino al que ayuda la suerte.
Pero al fin de la jornada,
así a desnudarse viene
el que gobernó dos mundos
como el que rigió dos bueyes.




2




Romance de la muerte



Al son cuerdo de las cuerdas
de cordura y de prudencia,
en la vigüela de vida,
porque siendo vida vuela,


un oficio de difuntos
cantar si puedo quisiera;
váyase quien no gustare
de este mi réquiem eternam.


De mil engaños cercados,
no vemos cómo se acerca,
ay, nuestra cercana muerte
para saltar nuestras cercas.


Yo mismo que canto agora,
si un punto me detuviera,
no cantara más que un canto
ni hablara más que una piedra.


Digo, pues, que vendrá día
cuando la rara belleza
pierda su bella figura
y no aya quien quiera verla;


cuando verá más el alma
a la luz de una candela,
que agora ve a medio día
cuando la de el sol esfuerza;


cuando los ojos que vivos
cristales de roca fueran
derrocando corazones,
se derruequen a la tierra;


cuando la cara más cara
tan barata se nos venda
que mirarla cara a cara
por caro precio se tenga,


y a las delicadas manos,
que en todo la mano llevan,
ya todos les den de mano,
y aun de pie si las encuentran,


y de los rubios cabellos
de que mil ánimas cuelgan,
cuelguen doblados gusanos
que por ellas se descuelgan;


cuando el pecho de alabastro
a quien hoy el mundo pecha,
a la tierra pague pecho,
andando pecho por tierra,


y la cabeza cargada
de perlas y ricas piezas,
hecha piezas, sobre sí
tenga una carga, de piedras;


y perdiendo el propio nombre,
le tome de calavera,
porque quien cala verá
en qué paran las cabezas;


cuando por la cama blanda,
la tierra dura suceda,
dura que al que en ella dura
durar mucho no le deja,


y por ropa libre y ancha,
justa y angosta librea;
y por las joyas, la hoya;
y las piedras, por las perlas;


cuando con nuevos cantares
y músicas de tristeza,
casen nuestros huesos tristes,
por ser huesos, con la huesa.


Razón es, pues, aprestamos,
pues la muerte viene presta,
y en su presto y breve tranze
aprestarse sólo presta.


Con la consideración
paseemos la carrera:
carrera que hemos de dar
sola una carrera en ella.


Y quien la memoria de esto
tiene por agora presa,
entones la presa, rota,
le molerá de represa.




3



Un bulto casi sin bulto
de huesos de un hombre santo,
un cuerpo de poco cuerpo,
de carne de un descarnado,


remontado por los montes,
solo, puebla un despoblado,
y por entre peñas vivas
trae su vida despeñando.


Sobre las sierras peladas
andan los huesos pelados
de Francisco o de la sombra
de Chisto crucificado.


Viste el desecho del mundo,
y dél se a deshecho tanto,
que es, por deshecho y de hecho,
dechado de desechados.


Un capote de sayal
es su vestido ordinario,
hábito de quien tenía
hábito de andar gallardo.


Los desencajados ojos
trae con el cielo casados,
y con los clavos de Chisto
errado, pero no herrado.


Todo elevado en el cielo,
de tierra todo elevado,
elevado porque a Dios
su corazón es llevado.


Quiérese llamar menor
por su mayor menoscabo,
menoscabo porque cabe
en cualquiera menor cabo.


Dios por su menor le toma,
y en todo le a mejorado
viendo que es lo que le da
mejorado y mejor dado.


Çiñe una cuerda su cuerpo,
cuerdo en todo y acordado,
pues con la cuerda concuerda
los quereres discordados.


Sus pies descalzos por tierra,
mas por el cielo descalzos,
siempre en vela sus sentidos
y de velar desvelados.


De su çiliçio y silencio,
por no rompérselo, callo,
y de sus santas rodillas,
también callaré los callos.


Si sus milagros contara,
fuera muy largo y milagro.
Ceso, pues, y de su seso
puede otro seso alabarlo.


Sólo diré que en su iglesia
Dios puso ejemplo tan raro
a perfectos y imperfectos
para imitarlo y mirarlo.


Francisco Medrano