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11 de noviembre de 2012

ROMANCES






1

Villamediana a una dama en El Escorial

En este sitio frailesco
donde es escuela de ardor,
más es menester, señora,
remedio que tentación;
porque se levanta un hombre
-no es mentira, voto a Dios-
más rebelde que un peñasco,
más erguido que un pendón.


2

Romance satírico a la cazuela de la comedia

En la cazuela del mundo
todos somos pepitoria,
mas en la de la comedia
lo son las mujeres solas.
Más sin gusto el cocinero
le tiene las tardes todas:
quien lo ha probado lo dice,
quien no lo sabe, no lo oiga.

Porque si aquí son enteras,
son las cabezas las mozas,
y las viejas las costillas,
nada carne y todo costras;

las flacas son los alones,
mucho hueso en carne poca,
y en su sudor derretidas
son la manteca las gordas.

Los pescuezos desvaídos
son las muy largas y angostas;
la pimienta las taimadas,
y las mollejas las bobas;

las feas que se aderezan
son especias que sazonan,
por sí solas desabridas
y aderezadas, gustosas.

La sangre cuajada son
todas las necias hermosas,
y en ser un manjar del limbo
-ni bien pena, ni bien gloria-
las afeitadas son salsa
adonde cualquiera moja.

Con perejiles las unas
y con mostazas las todas,
en el portero apretador,
para dar fin a la historia,
es el cucharón de palo
porque las revuelve a todas.


3

Francelisa, la más bella
ninfa que pisó cristal,
y sobre coturnos de oro
lleva su tributo al mar,

doliente y correspondida
de Amarilis en el mal,
ella sabe por qué llora
y cuán llorosa estará.

Primas son y las primeras
flores que dio Portugal:
una, formación de estrellas;
otra, de rayos no más;

lo que rubrica la perla,
la siempre luz orïental,
tensa imagen del Aurora
y sol que amanece ya.

Rojos anima claveles
en los dos labios que más
bella afrenta de las perlas
el Amor supo celar.

De sí mismo dé sus flechas,
pues las que al arco da
hebras son finas que Clori
apenas sabe envidiar.

El aliento que respira
quintaesencia es del azahar;
abriles y mayos pisa
con su animado cristal.

Si con dos luceros mira
-que aun no se dejan mirar-,
qué no rinde, qué no vence,
y qué no conquistará.

Presa tiene a Francelisa,
y ella en sus brazos está;
el peligro de sus brazos
de mi muerte lo sabrá.

Con rayos el sol
a cuya lumbre jamás
habrá libre corazón,
habrá exenta libertad.

Dulces son de Amor cadenas,
y aun dellas no liberal,
en la mezcla de los ojos
donde es dulce el espirar.

Cuanto dice y cuanto hace
es peligroso ademán,
el buen aire es su retrato,
si se puede retratar.

La que en su norte es estrella
y no de lumbre polar,
sino de la luz más fija
que venera nuestra edad;

es la suya en pocos años
muchos siglos de beldad,
hermosura con veneno
y peligro que adorar.

Que se le huye y que vive
y que se deja alcanzar,
que no envidie el escarmiento,
que no desprecie el afán.

Por ella llora Amarilis,
por ella llorando están
cuantos saben entender,
cuantos supieren mirar.

Francelisa, agradecida,
o teniendo que pagar,
con su hermosísima prima
dio celos y aun quizá más;

pues para sacar de Amor
misterio que oculto está,
hoy le faltará el deseo
y mañana le sobrará.

Discursos son de la envidia
en la culpa de un mordaz,
Francelisa y Amarilis
magna conjunción es ya.


4

Más de una ley tiene Amor
hecha por el que no guarda,
y de glorias que promete
breve plazo desengaña.

La que tenebrosa noche
pasó prometida clara
muchos me prestó luceros
para ver luz que me falta.

Cuántas el no fijo norte
me hizo ver luminarias,
tenebrosas para mí,
puesto el sol de mi esperanza;

en cuyas dudosas sombras,
no injusta queja acompaña
de la deidad más dormida
el ansia más desvelada.

Así pasé de un olvido
noche en mal que tarde pasa,
prestando papel el viento
a quejas que al viento daba.

Una prometida puerta,
con mil lágrimas bañada,
resistió de mis suspiros
y de mis ansias la llama.


5

A un borracho

Entró a hacer la razón
Gil Toribio en la taberna,
y en vez de hacer la razón
Toribio quedó sin ella.

Era el divino Toribio
un ángel en la pureza,
y en ser de espíritu puro
es divino por esencia.

Cual ángel cayó Toribio,
que, aunque de vino, humos eran,
y así luego lo derriban
humos contra la cabeza.

Así que cayó Toribio,
ya por demonio se cuenta;
y es el Toribio tan diablo
que hasta las paredes tienta.

Los ojos tiene enramados
Toribio, y es cosa cierta
que el ramo de los ojos dice
que hay allá dentro taberna.

De seda estaba vestido
-que hay monas que visten seda-,
y aunque se quedó vestido,
no hay duda que en cueros queda.

Sus ojos vasos de vidrio
por de fuera vino enseñan,
y aunque estén encarnizados,
más cuero que carne muestran.

Un mal le dejó de gota
jarro que sin gota queda,
que otros renquean por gota
y él por azumbres renquea.

Y como en cueros nació
y en cueros morir espera,
para más conformidad
en cueros vivir desea.

Siempre tuvo alma devota,
siempre a lo que Dios enseña
humilde su pecho inclina,
la medida lo gobierna.

Aborreció el agua en vida,
y en la muerte es cosa cierta
que para morir en paz
se reconcilió con ella.

Juan de Tassis